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¿Cuál es la estrategia nuclear europea?

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First Published in: Mar.12,2025
Apr.07, 2025
Para evitar quedarnos estancados, una vez más, en discusiones inútiles sobre una disuasión nuclear europea, conviene recordar los principios fundamentales de esta estrategia. La disuasión es un modo de acción con un objetivo negativo, tan antiguo como la guerra misma. Su propósito es impedir las intenciones ofensivas de un adversario, y ha sido utilizada con distintos niveles de éxito debido a su carácter incierto. Se basa en un cálculo de probabilidades. Normalmente, si un agresor se arriesga a traspasar la línea de la disuasión convencional y su intento falla, pierde la apuesta y sufre, en el peor de los casos, la humillación de la derrota. Con las armas nucleares, la disuasión adquiere una dimensión completamente nueva, ya que la probabilidad de una represalia nuclear implica el riesgo de una pérdida exorbitante, considerada intolerable, que supera el valor de lo que está en juego. La estrategia de disuasión nuclear no es sinónimo de paz. No puede prevenir conflictos regionales limitados ni suprimir acciones terroristas. Solo puede aplicarse en caso de un ataque masivo de cualquier tipo contra los intereses vitales del país atacado. Este “perímetro de vitalidad” no tiene que definirse con precisión, sino que queda a discreción del Jefe de Estado, con el fin de generar incertidumbre en el posible agresor. La estrategia de disuasión nuclear se basa en cinco principios identificados, teorizados en Francia por los generales Gallois [1] y Poirier [2]. 1. Principio de credibilidad: la disuasión nuclear requiere la creación y demostración de capacidades técnicas. Este fue el propósito de las pruebas suspendidas indefinidamente en 1994 y prohibidas por el CTBT (Tratado de Prohibición Completa de los Ensayos Nucleares). 2. Principio de permanencia: la disuasión nuclear está garantizada por el Jefe de Estado, quien es el único con poder de decisión y cuenta con acceso las 24 horas a los códigos electrónicos y a los medios de transmisión hacia las fuerzas aéreas estratégicas en alerta y a los submarinos en patrullaje. 3. Principio de incertidumbre: “el efecto disuasivo resulta de la combinación de certeza e incertidumbre en el campo mental del posible agresor: certeza sobre la existencia de un riesgo inaceptable... e incertidumbre sobre las condiciones exactas de aplicación del modelo en caso de estallido de hostilidades.” 4. Principio de suficiencia: para una potencia mediana como Francia, en términos de cantidad y calidad, ni demasiado ni excesivamente sofisticado. Durante la Guerra Fría, esto se conocía como la “disuasión del débil por el fuerte” (siendo el fuerte la Unión Soviética, a la que los líderes franceses sabiamente nunca nombraban explícitamente). Para evitar caer en una costosa carrera armamentista, deben cumplirse dos condiciones: A. Contar con una fuerza nuclear invulnerable, capaz de responder en caso de agresión (los submarinos nucleares lanzamisiles balísticos — los SNLE — son permanentemente indetectables). Es esencial garantizar la redundancia ante posibles fallos humanos o técnicos. B. Capacidad para penetrar las defensas enemigas. No existe tal cosa como una interceptación del 100%. El daño puede ser tolerable si las cargas explosivas son convencionales, pero si son nucleares, el escenario cambia por completo. Una salva de un SSBN lanza 96 cargas capaces de “vitrificar” potencialmente la misma cantidad de objetivos. Ningún sistema de defensa podría interceptarlas, por muchos avances que existan. Aún más, estas ojivas están rodeadas de señuelos, son maniobrables (pueden cambiar de trayectoria) y furtivas (difíciles de detectar por radar). Esta superioridad duradera del ataque sobre la defensa hace que la disuasión nuclear sea la única respuesta posible. 5. Principio de proporcionalidad: la cantidad de destrucción “irreversible” debe estar relacionada con el valor de lo que está en juego. En este caso, ¿vale la pena invadir y conquistar Francia si eso implica la aniquilación de uno o varios centros vitales del agresor? Entonces, ¿cuál debería ser el objetivo? ¿“’Anticité’” (personas) o “antifuerzas” (armamento)? El avance en la precisión ha permitido atacar zonas más pequeñas con mayor exactitud. La postura oficial es que Francia ya no apunta a ciudades, sino a centros de mando de fuerzas nucleares y a centros de toma de decisiones políticas. Sin embargo, estos objetivos rara vez se encuentran en medio del desierto; suelen estar profundamente enterrados en zonas densamente pobladas. La creación de una disuasión nuclear estratégica europea deberá, por tanto, alinearse con todos estos principios. ¿Cómo y con qué medios? Las apuestas para el agresor cambiarían de dimensión: ya no se trataría solo de los intereses vitales de Francia, sino de los de todos los Estados miembros de la Unión Europea, o al menos de aquellos que acepten sumarse a esta estrategia. El cálculo de proporcionalidad se vería afectado, con repercusiones ‘ipso facto’ sobre el principio de suficiencia. Dada su flexibilidad y visibilidad, ¿debería ampliarse el componente aéreo? ¿Debería aumentarse el número de armas nucleares? ¿Debería extenderse el posicionamiento territorial, y hasta dónde? ¿Podría Francia extender su disuasión nuclear para cubrir los intereses de sus socios europeos? El “paraguas” nuclear declarado por los líderes estadounidenses desde el secretario de Defensa McNamara en tiempos de Kennedy ha sido objeto frecuente de escepticismo respecto a su credibilidad, empezando por el propio general De Gaulle. Donald Trump expuso abiertamente la naturaleza eminentemente egoísta del armamento nuclear. ¿Quién puede creer hoy que este presidente, o sus sucesores, sacrificarían Nueva York por Varsovia, Berlín o París? Aún más, ¿están preparados los ciudadanos europeos para que su existencia dependa únicamente de la decisión del presidente francés? ¿Quién podría creer que sacrificaría París por Tallin? En realidad, si los aliados (europeos y asiáticos) pensaban que podían contar con el compromiso de Estados Unidos, era por la creciente fuerza de sus capacidades convencionales, capaces de oponerse eficazmente a una agresión no nuclear. Cualquier comparación con Estados Unidos, por lo tanto, resulta absurda. ¿Tienen en conjunto los estados de la UE 11 portaaviones? ¿14 submarinos nucleares estratégicos? ¿Sus armadas controlan las rutas del comercio mundial? ¿Dominan el espacio? La pequeña rana europea no alcanzará la enormidad del buey estadounidense. Pero, ¿sería esto realmente necesario si sus gobiernos hicieran una evaluación objetiva de la amenaza real, libre de prejuicios ideológicos e intereses corporativistas? Pasemos al meollo de la disuasión: el costo del “reparto de cargas”, una preocupación constante para la OTAN. ¿Están dispuestos países como Alemania, Italia, España y Polonia a pagar por la construcción de una supuesta disuasión nuclear europea, sin tener acceso a la decisión final?
Una estrategia nuclear común entre varios Estados no puede improvisarse de la noche a la mañana. ¿Olvidamos que algunos miembros de la UE no perciben a Rusia como una amenaza? ¿Que otros, como Austria, son líderes en la promoción de la prohibición total de las armas nucleares? Y no menos importante, ¿dónde encajaría el Reino Unido post-Brexit en este esquema? Incluso si existiera una firme voluntad y ampliamente compartida, el desarrollo político, financiero y técnico de una disuasión nuclear que involucre a varios Estados europeos tomaría tiempo, del orden de varios años. ¿Cómo será la Federación Rusa dentro de cinco o diez años? ¿Y cómo habrá evolucionado la competencia entre Estados Unidos y China durante ese tiempo? Las declaraciones en tiempos de paz (franco-alemanas, franco-británicas) suelen ser solo grandes ilusiones o buenos deseos que no cuestan nada. El verdadero aliado se revela en los momentos de guerra, cuando el realismo egoísta reclama sus fríos derechos. Sin embargo, en los últimos veinte años, en cada crisis (financiera, migratoria, sanitaria —como el COVID — y militar — como Ucrania —), la UE ha demostrado estar desprevenida, reaccionando con lentitud y, sobre todo, ha estado dividida. La creación de una disuasión nuclear europea creíble entra, por tanto, en flagrante contradicción con la propia existencia de la UE en su forma y actual funcionamiento.
Aquellos países de Europa que compartan una concepción rigurosamente idéntica de su situación global, al punto de fusionar sus intereses vitales, deberán acordar un marco político duradero que defina objetivos comunes, en una especie de Carta; dotarse, en consecuencia, de una alianza militar como una Sociedad Europea de Defensa mientras sea necesario; y garantizar su seguridad mediante una Comunidad Europea de Inteligencia. Ya sea francesa o europea, la estrategia de disuasión nuclear está sujeta a una regla absoluta: no es un fin en sí mismo, sino un medio para alcanzar un fin, por lo que no podemos poner el carro atómico delante del caballo político.
[1] NDLR: Voir aussi Vidéo. Un stratège français d’envergure: P.-M. Gallois et le nucléaire, Diploweb.com, 2017 https://www.diploweb.com/Un-stratege-francais-d-envergure-P-M-Gallois-et-le-nucleaire.html [2] NDLR: Voir aussi Vidéo. Lucien Poirier, stratège français de la dissuasion nucléaire, Diploweb.com, 2017 https://www.diploweb.com/Video-Lucien-Poirier-stratege-francais-de-la-dissuasion-nucleaire.htmlFirst published in :
François Géré es especialista y doctor en historia (Paris 3 Sorbonne nouvelle). Es el presidente del Círculo de amigos del general Lucien Poirier (2019 -). François Géré presentó la obra póstuma del general Lucien Poirier, “Éléments de stratégique”. publicado por Economica, Ministère des Armées, 2023. Además, grabó con Lars Wedin, L'Homme, la Politique et la Guerre, ed. Nuvis, 2018. y ha publicado, “La pensée stratégique française contemporaine”, París, Economica, 2017.
Picture: Copyright Mars 2025-Géré/Diploweb.com Marie-France Géré
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