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Diplomacy

SAFE (III) - ¿Será reemplazada el águila americana por el águila real europea? ¿Puede la UE reemplazar a Estados Unidos como hegemonía benigna?

Pantalla impresa de la bandera de EE. UU. y la bandera de la UE en un ajedrez de dos peones para la batalla. Es un símbolo del aumento de la barrera impositiva arancelaria de los Estados Unidos de América para los productos de importación de los países de

Image Source : Shutterstock

by Śliwiński Krzysztof

First Published in: Apr.08,2025

Aug.01, 2025

Resumen

Este documento examina si la Unión Europea (UE) puede reemplazar a los Estados Unidos (EE. UU.) como hegemonía benigna en el sistema internacional contemporáneo. Se analiza el concepto de hegemonía benigna, tradicionalmente asociado con EE. UU., caracterizado por su dominio militar y económico ejercido con valores liberales, multilateralismo y la promoción de la seguridad y prosperidad global. El análisis destaca las limitaciones de la hegemonía estadounidense, incluyendo la expansión militar excesiva, los desafíos económicos y la disminución del poder blando, especialmente en regiones como Medio Oriente. Por otro lado, se examinan las aspiraciones globales de la UE, con énfasis en sus esfuerzos de paz, acuerdos comerciales, ayuda al desarrollo y compromiso multilateral. Sin embargo, las divisiones internas, la falta de una política exterior y de defensa unificada, así como las percepciones históricas de coerción, limitan su capacidad para actuar como una hegemonía benigna. El análisis concluye con la propuesta de que, dada su naturaleza única y sus limitaciones actuales, la UE no puede asumir plenamente el rol que desempeña EE. UU., lo que plantea interrogantes sobre la viabilidad de la hegemonía benigna en el contexto actual.

Introducción

En los dos artículos anteriores, analizamos la Iniciativa de Acción de Seguridad para Europa (SAFE, por sus siglas en inglés) y sus posibles consecuencias respecto al papel y la naturaleza de la UE como potencia militar [ver aquí], así como la integración de Ucrania en la cooperación europea en materia de defensa, destacando su estatus único como socio de seguridad semi-integrado, a pesar de no ser miembro de la UE. [ver aquí]. Este artículo examinará las relaciones transatlánticas y abordará específicamente la pregunta de si la UE podría reemplazar a EE. UU. como hegemonía benigna. Según diversas fuentes populares, una “hegemonía benigna” se refiere a una potencia dominante que ejerce su influencia de manera generalmente considerada beneficiosa. Este concepto es contemporáneo y casi siempre se utiliza en referencia a Estados Unidos. Así, se argumenta que EE. UU. ha empleado su influencia para proporcionar seguridad y estabilidad global sin recurrir de manera excesiva a la agresión o la coerción. El concepto se basa en la teoría de la estabilidad hegemónica, la cual sostiene que un solo Estado dominante es necesario para mantener la estabilidad del sistema internacional. [1] Los académicos definen una hegemonía benigna como aquella que proporciona el poder necesario para sostener el orden internacional. Esto implica avanzar en sus propios intereses al tiempo que promueve la seguridad y prosperidad global a través de tratados multilaterales y organizaciones internacionales, protegiendo la soberanía nacional mediante redes de alianzas y el Consejo de Seguridad de la ONU, y fomentando el capitalismo de mercado sin restricciones mediante acuerdos comerciales y organismos como la Organización Mundial del Comercio y el Fondo Monetario Internacional. [2] Además, una hegemonía benigna se define típicamente como una potencia hegemónica que, además de poseer un poder militar y económico abrumador, utiliza su influencia para promover principios más liberales dentro del sistema internacional. Esto incluye la promoción de valores internacionales liberales como el desarrollo económico, estructuras políticas democráticas y liberales, y la construcción de una comunidad de Estados civilizados que recurren a la guerra solo como último recurso y nunca entre sí. Estados Unidos, como potencia hegemónica después de la Guerra Fría, es a menudo descrito como benigno debido a que su influencia es ampliamente progresista, con el objetivo de crear un orden mundial liberal basado en mercados libres, libertad de expresión, elecciones libres y el ejercicio de la voluntad libre sin interferencia del Estado. Si bien EE. UU. mantiene objetivos geopolíticos tradicionales, también intenta reformular las reglas operativas del sistema internacional, promoviendo el libre comercio, los derechos humanos, la democratización y una infraestructura cultural global basada en empresas tecnológicas estadounidenses. Esta combinación de poder abrumador y una agenda liberal es lo que caracteriza a una hegemonía benigna. [3] Asimismo, expertos suelen señalar que la “gran estrategia liberal” de EE. UU. ha contribuido a construir un sistema multilateral relativamente benigno y altamente institucionalizado, basado en mercados abiertos, libre comercio y la provisión de bienes públicos como la seguridad colectiva y un régimen internacional de comercio abierto. [4] Este sistema se considera como una plataforma que permite a otros países prosperar económicamente en un entorno seguro, con ejemplos como la reconstrucción y el posterior éxito de Japón y Alemania. Sin embargo, el concepto de hegemonía benigna es objeto de debate. Algunos argumentan que EE. UU. carece de los recursos necesarios para ser una hegemonía global genuina, como lo señalan John Mearsheimer y Joseph Nye, quienes sostienen que no puede alcanzar por sí solo todos sus objetivos de seguridad, política y economía. Esta postura resalta la complejidad de evaluar si las acciones de EE. UU. son realmente benignas, especialmente considerando su alcance militar y financiero. [5]

Contexto Histórico

El papel de Estados Unidos como posible hegemonía benigna ha sido prominente desde el final de la Segunda Guerra Mundial, particularmente tras la caída del Muro de Berlín en 1989, cuando ocupó una posición hegemónica en la política mundial. Ejemplos históricos incluyen su liderazgo en la creación del sistema de Bretton Woods, el Fondo Monetario Internacional, el Banco Mundial y alianzas de seguridad como la OTAN, cuyo objetivo era estabilizar la economía global y proporcionar defensa colectiva. Estados Unidos también desempeñó un papel clave en la democratización de Europa y Japón en la posguerra, fortaleciendo su imagen como fuerza estabilizadora. En el aspecto positivo, EE. UU. lideró a través del consentimiento, con altos niveles de aprobación global y acciones multilaterales, como la coalición en la Guerra del Golfo encabezada por George H. W. Bush y la intervención en Libia bajo mandato de la ONU durante la administración de Obama, las cuales se consideran fundamentales para el orden liberal surgido después de la Segunda Guerra Mundial. En el aspecto negativo, acciones como la guerra en Irak, los ataques con drones y los derrocamientos de gobiernos en América Latina y Medio Oriente son citados como evidencia de coerción e imperialismo, debilitando así la etiqueta de hegemonía benigna. Académicos especializados en Medio Oriente señalan que, a pesar del papel hegemónico de EE. UU., la región ha experimentado una violencia e inestabilidad significativas. Intervenciones como la guerra de Irak en 2003 y Libia en 2011 son vistas como fuentes de desorden más que de estabilidad. Esto desafía la noción de hegemonía benigna y sugiere que la unipolaridad (el dominio del poder sin consenso ideológico) explica mejor las acciones de EE. UU. en la región. [6]

La hegemonía estadounidense y sus limitaciones

El concepto de hegemonía estadounidense ha sido un pilar fundamental en las relaciones internacionales desde el final de la Segunda Guerra Mundial. Sin embargo, en las últimas décadas, las limitaciones de dicha hegemonía se han vuelto cada vez más evidentes en los ámbitos militar, económico y cultural. Dados los recientes acontecimientos en Medio Oriente (la guerra en Gaza y las incursiones entre Israel e Irán), resulta lógico examinar las limitaciones de la hegemonía de EE. UU. en el contexto de esta región. Diversos factores han contribuido al declive de la influencia estadounidense en Medio Oriente. En primer lugar, el fracaso de los esfuerzos de reconstrucción política en Irak tras la invasión liderada por Estados Unidos y el derrocamiento de Sadam Huseín cambió la posición de EE. UU. en la región de una situación ventajosa a una desventajosa, y expuso los límites de su hegemonía. En segundo lugar, el cansancio bélico dentro de Estados Unidos ha afectado su capacidad para mantener una participación prolongada e influyente en la región. En tercer lugar, el relativo abandono del proceso de paz árabe-israelí ha debilitado la credibilidad y eficacia estadounidense. En cuarto lugar, las políticas regionales de EE. UU. han contribuido indirectamente al fortalecimiento de Irán, cuya influencia ha crecido en parte como consecuencia no deseada de la guerra en Irak. A esto se suma el surgimiento de una nueva pugna regional entre un bloque liderado por Irán, compuesto principalmente por actores chiitas, y un bloque sunita encabezado por países árabes como Arabia Saudita y Egipto. También destaca el ascenso de milicias y grupos políticos islamistas, como los seguidores de Muqtada al-Sadr en Irak, Hezbolá en Líbano y Hamás en los territorios palestinos, que se vieron favorecidos por la celebración prematura de elecciones promovidas por EE. UU., antes de que existieran condiciones mínimas de seguridad e instituciones políticas adecuadas. Asimismo, el distanciamiento de la administración de Bush respecto al proceso de paz entre Israel y Palestina contribuyó al ascenso de Hamás y debilitó aún más al moderado liderazgo palestino. Finalmente, destaca la pérdida del temor hacia el poder estadounidense por parte de adversarios como Irán — que se negó a negociar e ignoró las débiles sanciones impuestas por la ONU —, así como la incertidumbre entre los aliados árabes de EE. UU. respecto a su fiabilidad como socio estratégico. [7] En términos generales, una de las limitaciones más significativas del dominio militar de Estados Unidos es el problema de la expansión excesiva. EE. UU. ha mantenido una presencia militar global, con bases y tropas desplegadas en todo el mundo. Sin embargo, esta expansión excesiva ha provocado fatiga militar y agotamiento de recursos. Las guerras en Afganistán e Irak, por ejemplo, han agotado enormemente a las fuerzas armadas estadounidenses, lo que ha llevado a una disminución en su capacidad para proyectar poder de manera efectiva. [8] El ascenso de otras potencias militares, en particular China, también ha desafiado el dominio militar de Estados Unidos. La rápida modernización del ejército chino, incluyendo avances tecnológicos y capacidades navales, ha reducido la brecha entre ambas superpotencias. Esto ha generado preocupación sobre la capacidad de EE. UU. para mantener su superioridad militar en la región de Asia-Pacífico y más allá. [9] Mantener la supremacía militar tiene un alto costo económico, y la carga de sostener una presencia militar global ha afectado a la economía estadounidense. El elevado presupuesto de defensa ha contribuido a desequilibrios comerciales y desindustrialización, debilitando así las bases económicas de la hegemonía estadounidense. [10] La economía de Estados Unidos ha enfrentado desafíos significativos, entre ellos la desindustrialización, la expansión financiera y el aumento de la competencia proveniente de China. La transferencia de actividades manufactureras a países con menores costos laborales ha debilitado la base industrial estadounidense, mientras que el ascenso de China como potencia económica global ha puesto en entredicho la influencia económica de EE. UU. [11] La globalización ha creado una economía mundial más interconectada, lo que ha reducido la capacidad de Estados Unidos para imponer políticas económicas de manera unilateral. El surgimiento de economías emergentes, especialmente en Asia, ha desplazado el equilibrio del poder económico, dificultando que EE. UU. mantenga su hegemonía en el comercio y las finanzas globales. [12] La dominancia del dólar estadounidense en el sistema financiero global también enfrenta desafíos. El surgimiento de monedas alternativas y el creciente uso de criptomonedas han amenazado la hegemonía del dólar. Además, países como Rusia y China están reduciendo su dependencia del dólar, lo que contribuye aún más a la erosión de su predominio mundial. [13] La influencia cultural de Estados Unidos, que durante mucho tiempo fue un pilar de su hegemonía global, también enfrenta resistencia. El surgimiento de formaciones culturales no occidentales, particularmente en Asia y Medio Oriente, ha desafiado la supremacía de los medios, el entretenimiento y los valores estadounidenses. Esto ha llevado a una disminución del atractivo global de la cultura estadounidense. [14] El poder blando de EE. UU., que solía ser un componente clave de su hegemonía, ha disminuido en los últimos años. Las políticas unilaterales del país, sus intervenciones militares y los desafíos internos — como las tensiones raciales y la desigualdad económica — han erosionado su autoridad moral y su influencia a nivel global. [15]

¿Qué busca lograr la Unión Europea como actor global?

Un análisis exhaustivo de los documentos más recientes emitidos por la propia Unión Europea sugiere varias áreas clave de interés para la Organización como actor global relevante. En primer lugar, la UE está comprometida con la promoción de la paz, la prevención de conflictos y el fortalecimiento de la seguridad internacional. Apoya un orden internacional basado en normas, con las Naciones Unidas como eje central, y aboga por el multilateralismo y el respeto al derecho internacional. [16] La UE ha participado activamente en la resolución de conflictos, como en la promoción de una solución de dos Estados en el conflicto israelí-palestino y en el respaldo a los ceses al fuego en regiones como Gaza. [17] También ha realizado inversiones significativas en la defensa de Ucrania para contrarrestar la agresión rusa, considerando esto como un elemento crítico para mantener la estabilidad europea y global. [18] Como la mayor potencia comercial del mundo, la UE busca aprovechar su fortaleza económica para impulsar la prosperidad, reforzar su capacidad comercial y fomentar asociaciones mutuamente beneficiosas. La influencia económica de la UE es un pilar fundamental de su estrategia de poder global, como lo demuestran acuerdos recientes. En abril de 2025, la cumbre UE-Asia Central acordó una asociación estratégica destinada a fortalecer los lazos económicos entre ambas regiones. [19] Un mes después (mayo de 2025), la UE y Singapur firmaron un histórico Acuerdo de Comercio Digital, que amplía las capacidades digitales de la UE en el comercio. [20] En total, la UE mantiene más de 40 acuerdos comerciales con 70 países. Estos acuerdos se dividen en tres categorías principales: Acuerdos de Asociación Económica (AAE), Acuerdos de Libre Comercio (TLC) y Acuerdos de Asociación (AA). La UE también ha firmado acuerdos comerciales no preferenciales como parte de acuerdos más amplios, como los Acuerdos de Asociación y Cooperación (PCA, por sus siglas en inglés). [21] La UE proporciona una significativa ayuda al desarrollo que, si se incluye al Reino Unido, es dos tercios mayor que la de Estados Unidos, y se otorga principalmente en forma de subvenciones y no como préstamos. Según la propia UE, esto refleja su compromiso con la promoción de los derechos humanos y el desarrollo sostenible. La UE ha consolidado una posición dominante en el ámbito del desarrollo global: representa la mitad de toda la ayuda mundial, aunque la gran cantidad de diferentes programas a veces disimula su perfil en esta área. [22] La UE busca establecer asociaciones sólidas y bien gestionadas con países y regiones más allá de su vecindario inmediato, en particular con potencias medias (como Brasil, Egipto, Indonesia, México y Arabia Saudita) y regiones clave (como África, Asia Central y el Sureste Asiático). Esto resulta crucial para mantener su influencia en un mundo multipolar. [23] En este sentido, la UE está comprometida con la reforma de las instituciones multilaterales como la ONU, el FMI y el Banco Mundial, con el objetivo de garantizar una representación más equitativa y una mayor eficacia. Asimismo, aspira a desempeñar un papel protagónico en la configuración del futuro de foros globales como el G-20. Iniciativas como la ‘Golden Gateway’ (€300 mil millones para 2027, lanzada a finales de 2021) y ‘Team Europe’ para inversiones post-COVID forman parte de la estrategia de la UE para contrarrestar la Iniciativa de la Franja y la Ruta de China y fortalecer su vínculo con los países en desarrollo. [24] La UE se enfoca en abordar desafíos globales, incluyendo la acción climática, la migración y el desarrollo económico. Busca garantizar que sus políticas climáticas — como el Mecanismo de Ajuste en Frontera por Carbono — no obstaculicen el desarrollo de los países del Sur global, y ofrece compensaciones a través de iniciativas como la ‘Global Gateway’ y fondos climáticos. [25] En 2021, la UE fue el principal socio comercial de 80 países y proporcionó el 43% de la asistencia oficial para el desarrollo a nivel mundial, lo que subraya su compromiso en esta área. [26] La reforma migratoria es otra prioridad clave. La UE busca facilitar vías legales de migración, incluyendo visados laborales, migración circular y programas de reasentamiento, con el fin de reducir los ingresos irregulares y al mismo tiempo apoyar el desarrollo global. [27] En este sentido, el Consejo de la Unión Europea adoptó el Pacto sobre Migración y Asilo en mayo de 2024. Según la UE, “el pacto de asilo y migración garantizará un sistema migratorio más justo y sólido que marque una diferencia concreta sobre el terreno. Estas nuevas normas mejorarán la eficacia del sistema europeo de asilo y fomentarán una mayor solidaridad entre los Estados miembros. La Unión Europea también continuará su estrecha cooperación con países terceros para abordar las causas profundas de la migración irregular”. [28] La UE aspira a convertirse en un actor más firme en materia de seguridad global, considerando incluso una reevaluación de su papel en la OTAN y asumiendo mayores responsabilidades como garante de seguridad, especialmente en regiones como África. La UE reconoce la necesidad de una política exterior que sea tanto humilde (reconociendo que debe hacer más para tener impacto) como ambiciosa (buscando alianzas sólidas que promuevan sus intereses y objetivos). La UE enfrenta desafíos como las campañas de desinformación provenientes de Rusia y China, así como el resentimiento histórico derivado de siglos de dominio europeo. Para enfrentar esto, Bruselas está intensificando su presencia diplomática y sus esfuerzos de comunicación, incluyendo grupos de trabajo en regiones como en el África Subsahariana y centros de comunicación como el de Beirut (‘Carnegie Endowment for International Peace – The EU and the Global Battle of Narratives’, citando el discurso sobre desinformación del SEAE). La UE busca reparar su imagen y reconstruir la confianza en el exterior posicionándose como una fuerza de reforma y un socio confiable para las naciones en desarrollo. [29] La UE se encuentra en una posición intermedia entre Estados Unidos y China, con intereses cada vez más alineados con los de EE. UU., aunque también necesita afirmar su independencia. El “giro hacia Asia” por parte de EE. UU. le ha dado a la UE mayor libertad para actuar en asuntos internacionales específicos, pero también subraya la necesidad de fortalecer su papel global. [30] La UE también debe aclarar su postura frente al Sur Global, asegurándose de que sus políticas sean percibidas como favorables y beneficiosas para los países en desarrollo, particularmente en temas de comercio, clima y seguridad.

¿Puede la Unión Europea llegar a ser una potencia benigna?

La respuesta a esta pregunta resulta ser negativa, al menos si nos atenemos a los criterios utilizados hasta ahora. A continuación, se presenta una lista de razones que respaldan esta afirmación. En primer lugar, la UE aún no es una entidad unificada, especialmente en lo que respecta a su política exterior, su seguridad y, aún más, su defensa. La UE sigue siendo un grupo de 27 Estados semiindependientes; algunos, como Alemania, gozan de mayor autonomía que otros, como es el caso de los países del Benelux (Bélgica, Países Bajos y Luxemburgo). En última instancia, la capacidad de la UE para alcanzar sus objetivos declarados en política exterior y de seguridad depende de las dinámicas políticas internas y del grado de voluntad de los Estados miembros para avanzar hacia una mayor integración. Por ejemplo, el último paquete de sanciones propuesto contra Rusia (el número 18) fue bloqueado por Hungría y Eslovaquia, y Bruselas tiene opciones limitadas de actuación, al menos por ahora. [31] La gran asimetría de poder entre la UE y sus vecinos puede generar percepciones de dominación o coerción, incluso si esa no es la intención de la Unión. [32] No hay que ir muy lejos para encontrar ejemplos: basta con considerar las oleadas migratorias más recientes (desde 2015). En el norte de África, así como en algunas partes de Medio Oriente, el sur de Asia y América del Sur, los Estados miembros de la UE son percibidos mayoritariamente como potencias coloniales del pasado. Persiste un sentimiento compartido de derecho histórico hacia la UE por parte de estas regiones, vinculado con su legado imperial, que dista mucho de haber sido benigno. Es importante señalar que esto no aplica a los miembros de Europa Central y Oriental dentro de la UE. [33] Si bien la UE sigue siendo una potencia económica (aunque en declive comparativo) y normativa (al menos según su propia autodefinición), carece de la capacidad militar necesaria para proyectar su influencia de la manera en que lo hacen las hegemonías tradicionales. Incluso si el fondo SAFE se implementara completamente en los próximos años, es dudoso que los Estados miembros tengan la capacidad industrial y humana para igualar a otras grandes potencias como Estados Unidos, Rusia, Turquía, Irán o, sobre todo, China. Una comparación rápida de los niveles actuales de gasto en defensa, cifras poblacionales, proyecciones de crecimiento demográfico y estimaciones de producción económica basta para entender la magnitud del desafío. La respuesta es dura para la UE: probablemente su relevancia global irá disminuyendo. Además, cabe cuestionar el concepto mismo de “benigno”. ¿Qué significa realmente? Tal vez el término sea completamente erróneo; quizás ni siquiera Estados Unidos cumpla hoy con los requisitos de una hegemonía benigna, al menos no bajo la definición presentada en la introducción. Tal vez nunca haya existido una verdadera “hegemonía benigna”, y la UE ni siquiera debería aspirar a ocupar ese lugar. Como suele ocurrir, hay más preguntas que respuestas. Sea lo que sea que llegue a ser la UE mediante el SAFE, probablemente se convertirá, una vez más, en algo nuevo y difícil de clasificar: un “animal indefinible” — ‘sui generis’, como suelen decir los académicos europeos. El concepto de la Unión Europea como una hegemonía benigna es complejo y objeto de debate. Si bien la UE promueve sus valores y normas a través de diversos mecanismos, el grado en que su influencia puede considerarse verdaderamente benigna es discutible. Las divisiones internas de la UE y las percepciones de sus vecinos respecto a sus dinámicas de poder desempeñan un papel crucial en la configuración de su rol regional. ¿Puede la UE convertirse en una potencia benigna en el futuro? El autor de este análisis es más bien pesimista. Especialmente si la UE no aborda los desafíos expuestos en este análisis

Referencias

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World & New World Journal

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Śliwiński Krzysztof

El Dr. Śliwiński Krzysztof Feliks es Profesor Asociado del Departamento de Gobierno y Estudios Internacionales de la Universidad Bautista de Hong Kong (Prof. Krzysztof SLIWINSKI) y titular de la Cátedra Jean Monnet. Obtuvo su doctorado en el Instituto de Relaciones Internacionales de la Universidad de Varsovia en 2005. Desde 2008, trabaja en la Universidad Bautista de Hong Kong. Imparte conferencias regularmente sobre Integración Europea, Seguridad Internacional, Relaciones Internacionales y Estudios Globales. Sus principales intereses de investigación incluyen la política exterior y la estrategia de seguridad británicas, la política exterior y la estrategia de seguridad polacas, los estudios de seguridad y estratégicos, las cuestiones de seguridad tradicionales y no tradicionales, la inteligencia artificial y las relaciones internacionales, la política europea y la Unión Europea, las teorías de la integración europea, la geopolítica y la enseñanza y el aprendizaje.

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