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¿Guerra o paz? Los movimientos turcos en Siria
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First Published in: Sep.04,2022
Apr.18, 2023
Con el estallido de la guerra civil en Siria, se rompieron los estrechos lazos entre el presidente Assad y su homólogo turco, Erdogan. Recientemente, más de una década después, han aumentado las declaraciones de reconciliación procedentes de Ankara, aunque coincidiendo con amenazas de una nueva campaña militar. Así pues, el presidente turco debe elegir: normalización o escalada.
El reciente aumento de ataques contra objetivos kurdos en el norte de Siria por parte de Turquía y de los grupos rebeldes sirios a que apoya plantean la pregunta de si el presidente de Turquía, Recep Tayyip Erdogan, tiene la intención de cumplir su amenaza de mayo de 2022 de iniciar otra gran operación terrestre contra los kurdos. Por otro lado, recientemente se han escuchado en Turquía declaraciones conciliadoras respecto al régimen de Assad y se ha hablado de la posibilidad de normalizar las relaciones entre ambos países tras más de una década de hostilidad y competencia. Estos dos procesos parecen contradictorios, dado que el régimen sirio se opone al actual control turco de territorios sirios y no desea que se amplíe dicho control. Por otro lado, puede tratarse de un movimiento turco calculado que pretende mostrar a la opinión pública turca un esfuerzo concertado y polifacético para hacer frente tanto a la oposición kurda como a la cuestión de los refugiados sirios en Turquía. El debate sobre los acontecimientos en el norte de Siria y el entramado de intereses sirios y turcos puede servir para evaluar la pregunta de qué tendencia prevalecerá en las relaciones turco-sirias: ¿normalización o escalada?
A mediados de agosto de 2022 estallaron protestas a gran escala en decenas de ciudades controladas por la oposición siria en las provincias de Idlib y Alepo, en el noroeste de Siria. Las manifestaciones llevaban el lema de "No nos reconciliaremos", en respuesta a la sorprendente declaración del ministro turco de Asuntos Exteriores el 11 de agosto: "Tenemos que reunir a la oposición y al régimen para la reconciliación de alguna manera, o de lo contrario no habrá paz permanente". El ministro de Exteriores también anunció que se había reunido con su homólogo sirio al margen de la cumbre del Movimiento de Países No Alineados, que se celebrará en Belgrado en octubre de 2021. Los habitantes del norte se indignaron ante la declaración, criticaron duramente a Turquía y la acusaron de buscar una "normalización pública" con el régimen sirio. De hecho, el 19 de agosto Erdogan llegó a afirmar que "Turquía tendrá que dar "pasos más elevados" con Damasco para poner fin a los "juegos" que se están jugando en la región".
El antagonismo generado por las declaraciones turcas debe verse a la luz de la historia de la implicación turca en Siria. Pocos meses después del estallido de la guerra civil en Siria en 2011, cuando quedó claro que el presidente sirio Bashar al-Assad no tenía intención de aplicar reformas significativas, Turquía se convirtió en uno de los críticos más duros de su régimen. Más de una vez Erdogan le llamó asesino y le pidió que dimitiera. Desde la perspectiva de los rebeldes de Siria, la paz entre Turquía y Siria equivale a una traición.
A lo largo de los años, Turquía ha apoyado y ayudado a diversas organizaciones de la oposición suní con financiación, logística y armas. Al mismo tiempo, Ankara veía con preocupación el fortalecimiento de los kurdos y la expansión del territorio contralado por ellos en el norte de Siria, resultado en parte de su persistente y exitosa campaña contra el ISIS. Ankara estaba especialmente descontento con el dominio de la rama siria de la oposición kurda en la zona y temía la creación de un control kurdo contiguo a lo largo de la frontera turco-siria. Para prevenir esta situación, Turquía emprendió tres operaciones militares en 2016 y 2019, lo que llevó al control turco de varias zonas del norte de Siria. En febrero de 2020, tras ataques de fuerzas sirias contra posiciones del ejército turco en los que murieron 34 soldados turcos, Ankara se embarcó en la operación Escudo de Primavera en el enclave de Idlib. En marzo, Turquía y Rusia firmaron un acuerdo de alto el fuego en Idlib; el acuerdo incluía la creación de un corredor seguro alrededor de la autopista M4 y patrullas conjuntas de fuerzas rusas y turcas. Unos 8.000 soldados del ejército turco permanecen en la región y prestan apoyo militar y logístico a las organizaciones que operan allí, principalmente el Ejército Nacional Sirio (antiguo Ejército Libre Sirio) y la organización yihadista salafí Hay'at Tahrir al-Sham.
La presencia de refugiados sirios en Turquía es una cuestión muy controvertida, tanto política como económicamente. Una mayoría significativa de turcos no quiere que los refugiados sirios permanezcan en el país, lo que en ocasiones provoca actos de violencia contra los refugiados y expresiones de racismo. En la actualidad, 3,7 millones de refugiados sirios que llegaron tras la guerra civil viven en Turquía; la mayoría vive fuera de los campos de refugiados. En marzo de 2022, según el ministro turco del Interior, Turquía concedió la ciudadanía a 200.000 sirios que entraron en su territorio, mientras que unos 500.000 sirios "regresaron voluntariamente" a los territorios controlados por Turquía en el norte de Siria. En mayo de 2022, Erdogan declaró que el gobierno turco estaba formulando planes para reasentar a aproximadamente un millón de refugiados sirios en territorio sirio. Turquía está interesada en recibir ayuda externa para financiar la construcción de complejos residenciales para los refugiados y afirma que las zonas bajo su control en el norte de Siria son suficientemente seguras para ellos.
En los últimos años se han puesto en marcha procesos de “turquificación” en estos territorios, y también se ha ampliado la influencia y presencia turca en el enclave de Idlib. Turquía ha invertido en mejorar los enlaces de transporte en los pasos fronterizos entre ambos países y ha conectado algunas de las redes eléctricas del norte de Siria a la red turca; los proveedores de telefonía móvil turcos operan en estas zonas; Turquía estableció más de diez oficinas postales turcas en el norte de Siria; paga a los empleados públicos de las regiones bajo su control en moneda turca; y la lira turca es la moneda principal en el norte de Siria. La lengua turca se enseña en las escuelas de estas regiones y también se abrieron centros culturales para la enseñanza de la lengua turca a adultos. Los clérigos asignados por la Dirección Turca de Asuntos Religiosos, la Diyanet, están destinados en mezquitas que Turquía abrió o reformó.
En Idlib, la influencia turca es más limitada que en las regiones bajo control turco del norte, pero también está aumentando allí. Además del apoyo militar y logístico a los grupos rebeldes, la penetración de Turquía en la vida cotidiana es evidente. Por ejemplo, desde 2018, Turquía comenzó a desempeñar un papel más destacado en la economía local y el uso de la lira turca se hizo habitual. Turquía ofreció puestos de trabajo y lideró proyectos de desarrollo para reconstruir infraestructuras, como presas, instalaciones eléctricas y carreteras. En el último año, Turquía ha trabajado en la construcción de complejos residenciales para los desplazados que viven en campos provisionales en Idlib. Organizaciones no gubernamentales turcas también trabajan en el desarrollo de la provincia, con proyectos de vivienda, energía, cultura y finanzas.
El reciente tono conciliador de Turquía y las referencias a la normalización de las relaciones con Siria, aunque representan un giro de 180 grados para la política exterior turca, pueden servir a Erdogan de dos formas principales. En primer lugar, se perciben como medidas activas para gestionar el problema de los refugiados y como una primera etapa para enviar a los refugiados de vuelta a Siria. Además, se considera que el diálogo con Assad es necesario ante la presión rusa en este contexto, como se ha expresado en las recientes reuniones entre Erdogan y el presidente ruso Vladimir Putin, como parte de las amplias negociaciones entre Ankara y Moscú.
A la luz del patrón de “turquificación”, parece que la probabilidad de que Ankara se retire de los territorios sirios es baja. Al mismo tiempo, la oposición rusa, iraní y estadounidense a otra operación terrestre a gran escala de Turquía en Siria, así como las crecientes conexiones entre los kurdos y el régimen de Assad para impedir dicha operación, dificultan que Turquía lance una operación a la escala que preferiría. Por otra parte, una operación militar limitada sólo supondrá un ligero impulso a la popularidad de Erdogan en la opinión pública turca.
Paralelamente, en los últimos dos años el régimen sirio ha intentado reconstruir su estatus regional y volver al corazón del mundo árabe. En este contexto, Siria normalizó sus relaciones con Emiratos Árabes Unidos, Bahréin, Jordania y Egipto. También se han oído recientemente llamamientos para readmitir a Siria en la Liga Árabe, de la que fue expulsada al principio de la guerra civil. La normalización de las relaciones con Turquía puede formar parte de esta tendencia y, lo que no es menos importante, puede conducir al cese o la reducción del apoyo turco a los rebeldes y permitir así a Assad asestar un golpe aplastante a la oposición que queda a su régimen. Sin embargo, la reconciliación entre el régimen de Assad y Ankara puede percibirse como una renuncia al territorio sirio y una legitimación de la presencia de Turquía en él; Assad querría recuperar la soberanía en todo el territorio sirio. El ministro de Asuntos Exteriores sirio declaró que el país no ha puesto condiciones previas, pero la normalización con Turquía sólo se logrará cuando Ankara cumpla tres exigencias: retirada del territorio sirio; fin del apoyo a las organizaciones de la oposición; y no intervención en asuntos internos sirios.
Un impedimento adicional es la necesidad de formular un "Acuerdo Adana II". En 1998, después de que Siria expulsara de su territorio al líder de la resistencia kurda, Siria y Turquía firmaron el Acuerdo de Adana en el que se establecía que Siria declararía a la resistencia kurda como una organización terrorista y no le permitiría operar en territorio sirio. El anexo IV del acuerdo estipula incluso que si Siria no cumple sus compromisos, Turquía podrá entrar hasta cinco kilómetros en territorio sirio para operar contra los activistas kurdos clandestinos. Para restablecer ahora la confianza entre ambos Estados, debe producirse un nuevo acuerdo entre ellos o, al menos, una aclaración de que Siria sigue comprometida con el Acuerdo de Adana. Sin embargo, es dudoso que el régimen de Assad se comprometa con este objetivo y que sea capaz de ofrecer las garantías de seguridad exigidas por Ankara.
Para los rebeldes sirios del norte, el revés de Ankara supone un duro golpe a su posición, dado que habían considerado a Turquía como un importante aliado y fuente de apoyo militar y logístico. En la práctica, la presencia turca es el principal obstáculo a los intentos del régimen, con apoyo ruso e iraní, de renovar su control de la provincia de Idlib. La población de la región no ha renunciado a los valores de la revolución siria y a su principal objetivo de derrocar al régimen de Assad. Los residentes del noroeste de Siria también temen que se les imponga un proceso político que no atienda sus necesidades. Pero los rebeldes no tienen medios para convencer a Turquía de que no cambie su política, aparte de presentar escenarios de caos en caso de una escalada en Idlib y la llegada de otro millón de refugiados a suelo turco.
En conclusión, el camino hacia la normalización entre Turquía y Siria no será fácil, pero tanto Erdogan como Assad pueden beneficiarse de pasos iniciales en esta dirección. Erdogan puede presentar incluso un compromiso limitado, al tiempo que toma fuertes medidas militares contra la oposición kurda en el norte de Irak y el norte de Siria, como señal a la opinión pública turca de que está haciendo lo necesario para hacer frente tanto al terror kurdo y al problema de los refugiados. Por parte siria, Assad puede beneficiarse de la normalización con Turquía como parte de sus esfuerzos por restablecer el estatus regional de Siria y como medio para distanciar a Turquía de las organizaciones rebeldes y neutralizar el foco de resistencia más importante que queda en el país.
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La Dra. Carmit Valensi es investigadora principal del Instituto de Estudios de Seguridad Nacional (INSS), directora del programa de investigación sobre Siria y editora de Strategic Assessment. Está especializada en asuntos contemporáneos de Oriente Medio, estudios estratégicos, conceptos militares y terrorismo.
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