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Diplomacy

Erdoğan busca mejores relaciones con Occidente tras su reelección

El presidente de Lituania, Gitanas Nauseda, el primer ministro Alexander De Croo y el secretario general de la OTAN, Jens Stoltenberg, fotografiados durante una cumbre de jefes de estado de la OTAN.

Image Source : Shutterstock

by Salim Çevik

First Published in: Aug.07,2023

Sep.08, 2023

El presidente turco Recep Tayyip Erdoğan parece haber cambiado de rumbo en las relaciones exteriores de su país. En la última cumbre de la OTAN, celebrada en Vilna (Lituania), levantó por fin su veto a la propuesta de adhesión de Suecia a la alianza; pero su acuerdo sigue incompleto, ya que requiere la aprobación del Parlamento turco. Y, al parecer, Erdoğan ha supeditado la aprobación parlamentaria a que el Congreso de Estados Unidos apruebe la compra de cazas F-16 por parte de su país, algo que muchos dan por hecho. Además, durante las conversaciones sobre la adhesión de Suecia, Erdoğan reiteró el deseo de Turquía de ingresar en la Unión Europea (UE) y expresó su esperanza de que se reactive el proceso de adhesión a la UE, que lleva mucho tiempo muerto. Antes de la cumbre de Vilna, Erdoğan dio un paso más en su política exterior al recibir en Ankara al presidente ucraniano, Volodymyr Zelenskyy, en señal de apoyo a Ucrania en su actual guerra con Rusia.

 

En el frente interno, Erdoğan ha formado un nuevo gabinete que apunta a unas mejores relaciones con Occidente, ya que el miembro más antioccidental del gabinete anterior, el ex ministro del Interior Süleyman Soylu, ha quedado fuera. Además, el presidente pretende infundir confianza en los mercados occidentales nombrando a figuras respetadas como Mehmet Simsek ministro de Economía y Hafize Gaye Erkan gobernador del Banco Central. Estos nombramientos se consideran señales positivas de un esfuerzo por estrechar los lazos económicos con Occidente.

 

Esta serie de movimientos ha disparado la esperanza, sobre todo en círculos occidentales, de que Turquía pueda volver al redil occidental y de que las relaciones turco-rusas se enfríen paralelamente. Sin embargo, los pesimistas, que ven la salida de Turquía de Occidente como un hecho consumado, no están de acuerdo y tienen razón al creer que las relaciones de Turquía tanto con Estados Unidos como con los países europeos han cambiado fundamentalmente. Ya no es posible volver a principios de la década de 2000, cuando Erdoğan dirigía el país hacia la adhesión a la UE. La UE no tiene intención de admitir a Turquía; pero aunque lo hiciera, el proceso no favorecería a Erdoğan. Tampoco es posible volver a la época de la Guerra Fría, cuando Turquía estaba firmemente integrada en el sistema geopolítico occidental. Turquía ya no ve a Rusia como una amenaza o un adversario en el sentido en que lo hace la mayoría de los países occidentales.

 

El hecho de que Turquía se haya resistido durante más de un año a aprobar el ingreso de Suecia en la OTAN y que sólo lo haga a cambio de la entrega de F-16 demuestra lo maltrechas que están realmente las relaciones turco-europeas y turco-estadounidenses. Por ello, los pesimistas señalan que más que señalar el retorno de Turquía a Occidente, toda la debacle demuestra lo problemáticas y transaccionales que se han vuelto las relaciones turco-occidentales. Pero estos analistas pasan por alto el hecho de que Erdoğan está impulsando una reorientación en política exterior, y en sus relaciones con Occidente en particular. Esta reorientación comenzó mucho antes de las últimas elecciones presidenciales de mayo; pero la victoria del presidente le dio una mano más fuerte para reiniciar su política exterior, que no está dirigida a devolver a Turquía a la órbita de Occidente, sino más bien a construir unas relaciones que funcionen mejor con él.

 

El alejamiento de Turquía de Occidente

La divergencia de Turquía con Occidente se ha producido tanto a nivel de valores políticos como geopolítico. Durante la última década, la democracia turca ha sufrido un grave declive. Especialmente tras la transición a un sistema hiperpresidencialista en 2018, que eliminó todos los controles y equilibrios del sistema político, el de Turquía se ha convertido en un régimen cada vez más autocrático.

 

La política exterior turca también se ha militarizado cada vez más, para disgusto de las capitales occidentales. Turquía no solo ha utilizado su poder militar en Siria, Irak y Libia, sino que también ha desplegado su armada en el Mediterráneo oriental, amenazando agresivamente la soberanía de dos países de la UE: Grecia y Chipre. Estas políticas agresivas estaban respaldadas por una doctrina naval expansionista denominada Mavi Vatan (Patria Azul), cuya ideología ha inquietado a los responsables políticos occidentales. Los oficiales navales que crearon y desarrollaron el concepto de Patria Azul nunca ocultaron sus inclinaciones prorrusas y propagaron deliberadamente una narrativa antiestadounidense y antioccidental. Estos oficiales y los círculos políticos asociados a ellos -denominados euroasiáticos en Turquía- se han convertido en parte integrante de la coalición gobernante turca. La compra de misiles S-400 a Rusia por parte de Turquía se produjo en este contexto y representa la culminación de las tensiones turco-estadounidenses.

 

El giro autocrático de Turquía en casa y su política exterior militarizada, que a menudo va en contra de los intereses de sus aliados occidentales, fueron procesos simultáneos que se reforzaron mutuamente. Pero dicha política exterior alcanzó sus límites hacia finales de 2020. Turquía quedó aislada regionalmente con un ejército sobreextendido, y su agresiva política exterior, el auge del autoritarismo y el consiguiente declive del Estado de derecho la sumieron en una prolongada crisis económica. Esta recesión económica comenzó a socavar el poder meticulosamente construido de Erdoğan, como lo demuestra la derrota de su partido en las elecciones locales de 2019. Incapaz de sostener un gobierno autocrático, el antioccidentalismo y una política exterior agresiva al mismo tiempo, Erdoğan comenzó a buscar una nueva dirección. La esencia del nuevo enfoque es mantener su gobierno autoritario en casa y convertirse al mismo tiempo en un actor menos conflictivo en las relaciones exteriores.

 

Reorientación de la política exterior

Esta reorientación comenzó primero en Oriente Medio, donde el autoritarismo turco nunca iba a ser motivo de preocupación. Turquía empezó a limar asperezas con Israel, Egipto, Arabia Saudí y Emiratos Árabes Unidos, al tiempo que se alineaba con el marco emergente de los Acuerdos de Abraham en la región. Al tiempo que se acomodaba a los intereses geopolíticos occidentales, las relaciones de Turquía con Irán empezaron a entrar en una fase de mayor confrontación. Una de las principales motivaciones de esta reestructuración regional fue económica: Turquía sigue recibiendo importantes inversiones extranjeras de los países del Golfo. Otra motivación era geoestratégica: Turquía esperaba que la normalización con Israel, y en menor medida con los regímenes árabes supuestamente prooccidentales, ayudaría a aliviar las tensiones con Estados Unidos.

 

Al tiempo que se reconciliaba con sus rivales de Oriente Medio, la administración Erdoğan también buscaba oportunidades para ganarse el favor de Washington y aumentar su propia importancia a los ojos de la administración Biden. Una de las primeras oportunidades llegó en el verano de 2021, tras la retirada estadounidense de Afganistán, cuando Turquía intervino inmediatamente y se ofreció a hacerse cargo de la protección del Aeropuerto Internacional de Kabul. Esta iniciativa le valió a Erdoğan su primer encuentro personal con Biden. Sin embargo, el rápido colapso sin precedentes del gobierno de Kabul impidió a Ankara utilizar el frente afgano como base para construir sus relaciones con Estados Unidos. Una segunda oportunidad surgió en febrero de 2022, cuando comenzó la invasión rusa de Ucrania.

 

Nuevas oportunidades para Erdoğan

La guerra en Ucrania ha tenido efectos contradictorios en la política exterior de Turquía y en las relaciones turco-occidentales. Por un lado, aumentó el valor estratégico de Turquía y facilitó su reanudación de relaciones con Occidente. Por otro lado, creó dificultades adicionales, ya que los países occidentales exigieron que Turquía rompiera sus lazos con Rusia, una exigencia que Turquía rechazó. Al final, Erdoğan consiguió difundir la idea de que quizá sería mejor para todos que Turquía se mantuviera relativamente neutral.

 

Los lazos personales de Erdoğan con Putin y las complejas y altamente interdependientes relaciones turco-rusas colocaron a Turquía en una posición especial entre los países de la OTAN. Por tanto, Turquía intentó mantener una línea proucraniana sin ser antirrusa. Hasta ahora, Erdoğan ha conseguido mantener esta posición aparentemente paradójica. Turquía ha prestado pleno apoyo militar a Ucrania, y especialmente en los primeros días de la guerra los drones turcos fueron vitales para la defensa de Ucrania. Sin duda, este apoyo fue mejor que el de muchos países europeos. Políticamente, sin embargo, y aunque condena la ocupación rusa del territorio ucraniano desde 2014, no se ha sumado a la imposición de sanciones a Rusia, y ambos países han mantenido buenas relaciones diplomáticas.

 

Erdoğan ha disfrutado claramente de su papel equilibrador. Sus políticas durante la guerra de Ucrania se han ganado el respeto de la opinión pública turca y han ayudado, al menos indirectamente, a su reelección, ya que han contribuido a su imagen de estadista de renombre mundial. Turquía también disfrutó de los beneficios económicos de ser la principal salida económica de Rusia. No sólo aumentó el comercio turco-ruso, sino que Putin echó una mano en el periodo previo a las elecciones accediendo a retrasar los pagos del gas natural de Turquía y depositando divisas muy necesarias en el Banco Central turco.

 

Erdoğan justificó esta posición única haciendo hincapié en su papel de mediador entre Ucrania y Rusia y entre esta última y Occidente. En este contexto, el acuerdo sobre los cereales fue un logro especialmente importante que ayudó a Erdoğan a justificar su papel de equilibrista. Ahora el acuerdo parece estar en ruinas, lo que plantea dudas sobre su capacidad para mantener su papel de mediador. El presidente turco también ha llamado la atención de Moscú al recibir recientemente al presidente Zelenskyy y aumentar su apoyo a la adhesión de Ucrania a la OTAN. Incluso puso a prueba los nervios del Kremlin al permitir que los combatientes de Azov regresaran a Ucrania con Zelenskyy, una aparente violación del acuerdo de intercambio de prisioneros negociado por Turquía.

 

A pesar de todo, Erdoğan quiere mantener su posición original y seguir desempeñando el papel de mediador. Cuenta con que Putin no puede permitirse un enfrentamiento. Erdoğan ya ha indicado que espera recibir a Putin en Turquía en agosto para una reunión a solas, aunque hasta ahora la parte rusa no ha confirmado la visita. La reacción de Rusia ante los recientes movimientos de Turquía, como la ratificación del ingreso de Suecia en la OTAN y el apoyo a la adhesión de Ucrania a la OTAN, también ha sido más bien muda. Por tanto, el giro de Turquía hacia Occidente no significa que vaya a enfriar sus relaciones con Rusia. Erdoğan es consciente de que cuanto más tiempo mantenga su papel equilibrador, más fuerte será su mano tanto con Occidente como con Rusia.

 

¿Una revitalización de las relaciones entre Turquía y la UE?

Si no hay vuelta atrás a la época de la Guerra Fría, tampoco hay vuelta atrás a principios de la década de 2000, cuando Turquía estaba presionando para ingresar en la UE. A pesar de sorprender a todos reavivando el proceso de adhesión a la UE antes de la cumbre de Vilna, es poco probable que la medida de Erdoğan insufle vida a las aspiraciones de adhesión de Turquía a la UE. Esto se debe principalmente al hecho de que la adhesión a la UE no se alinearía con los intereses personales del presidente, ya que requeriría un mayor nivel de Estado de derecho que podría restringir su autoridad absoluta y actualmente sin control en el país. El proceso de adhesión gira en torno a la armonización de las normas internas de un país con las de la UE, lo que se conoce como acervo comunitario. Por consiguiente, convertirse en miembro de la UE exigiría una transformación del sistema político interno de Turquía, que actualmente concentra el poder en manos de Erdoğan.

 

Teniendo esto en cuenta, ¿cómo deben interpretarse las declaraciones de Erdoğan sobre la revitalización del proceso de la UE? Parte de la explicación tiene que ver con su estilo transaccional de hacer política. Erdoğan, un maestro de la manipulación y el regateo, a menudo eleva las exigencias y las apuestas sólo para conseguir un mejor trato. Por eso las disputas de política exterior de Turquía se resuelven a menudo en el último momento, como sigue ocurriendo con el ingreso de Suecia en la OTAN.

 

Pero estos movimientos tácticos también reflejan el auténtico deseo de Erdoğan de mejorar las relaciones con la UE. Sin embargo, es importante señalar que Erdoğan no quiere necesariamente que Turquía esté dentro de la UE; simplemente quiere hacer negocios con ella. La UE sigue siendo el principal socio económico de Turquía, y Ankara lleva tiempo exigiendo una modernización del acuerdo de unión aduanera con el bloque para impulsar su comercio. Además, se espera que la mejora de las relaciones con los países europeos sea decisiva para atraer la tan necesaria inversión extranjera. El dinero del Golfo sólo ha llevado a Turquía hasta cierto punto, y para resolver sus profundos problemas económicos es necesario atraer el poder financiero de Occidente. Así pues, Erdoğan quiere un mayor compromiso con Europa en materia de economía, defensa, seguridad y refugiados, pero no en el contexto de la adhesión a la UE.

 

De hecho, el acuerdo sobre refugiados firmado entre Turquía y la UE en 2016 se diseñó precisamente en torno a la idea de que Turquía no forma ni formará parte de la UE. En consecuencia, Turquía sigue bloqueando el movimiento de refugiados hacia Europa a cambio de ayuda financiera de la UE. El bloque ha concluido recientemente acuerdos similares con países del norte de África, con el objetivo de externalizar su problema de refugiados. Para que esta cooperación con Turquía funcione, Turquía necesita estar fuera de la UE, no dentro. Así, el deseo de Turquía de crear mejores condiciones de trabajo con la UE es emblemático de la naturaleza de su reorientación hacia Occidente. Además, las capitales occidentales parecen cada vez más dispuestas a responder positivamente a las propuestas del presidente turco.

 

Reacción occidental a los movimientos de Erdoğan

No sólo Erdoğan ha cambiado de postura; Occidente también ha modificado su enfoque hacia él. Biden y otros líderes occidentales se distanciaron de Erdoğan en previsión de su derrota en las elecciones presidenciales. Biden no le invitó a Washington y no visitó Ankara, a pesar de la creciente importancia de Turquía en el contexto de la guerra entre Rusia y Ucrania. Sabiendo lo mucho que Erdoğan valora las reuniones personales, Biden las utilizó como palanca para resolver estancamientos como el de la adhesión de Suecia a la OTAN. Además, tras conocer el estilo político de Erdoğan a lo largo de los años, los líderes occidentales evitaron con éxito convertirse en su saco de boxeo antes de las elecciones, como hizo la excanciller alemana Angela Merkel durante el referéndum constitucional de Turquía de 2017. Para lograrlo, siguieron una política de ignorar a Erdoğan en lugar de apoyarlo. Pero cuando terminaron las elecciones y se dispuso a gobernar Turquía casi en solitario durante otros cinco años, los líderes occidentales se apresuraron a felicitarle.

 

A Occidente también le resulta cada vez más fácil trabajar con Turquía a nivel geoestratégico y de seguridad. Para Estados Unidos, la cooperación turco-estadounidense en materia de seguridad está pasando de Oriente Próximo al Mar Negro. Las relaciones turco-estadounidenses en Oriente Medio han adquirido inevitablemente un carácter más político e ideológico, y las diferentes percepciones de las amenazas de ambos países y sus respectivos enfoques sobre la cuestión kurda y los actores kurdos en el norte de Siria siguen siendo el mayor reto en las relaciones bilaterales. En cambio, Turquía y Estados Unidos están más de acuerdo en lo que respecta al Mar Negro. Además, dentro del Pentágono, el enfoque del EUROCOM hacia Turquía es mucho más amistoso que el del CENTCOM y tiene un mejor historial de cooperación.

 

Para Europa, el compromiso de Erdoğan con el acuerdo migratorio le convierte en un socio valioso, especialmente dada la creciente postura antiinmigración de las opiniones públicas turca y europea. Además, la preferencia de Erdoğan por colaborar con la UE, pero sin presionar realmente para ingresar en ella, encaja bien con las políticas europeas. La UE y Erdoğan están más de acuerdo en su deseo común de mantener a Turquía fuera pero de construir simultáneamente mejores relaciones de trabajo.

 

En general, parece claro que Erdoğan está a la espera de una nueva reorientación en su política exterior. En estos momentos se encuentra en la cima de su poder en su país y no necesita utilizar a Occidente como saco de boxeo para obtener beneficios políticos internos. Además, las condiciones económicas y los acontecimientos regionales le están obligando a inclinarse más hacia las potencias occidentales. En consecuencia, la política exterior turca está a punto de tomar una nueva dirección. Sin embargo, es probable que la mejora de las relaciones se limite a los ámbitos geoestratégico y económico y no incluya un reajuste de los valores políticos. Sin valores políticos comunes, el resultado mejorará significativamente pero seguirá siendo transaccional entre Turquía y sus socios occidentales.

 

This paper was originally published by Arab Center Washington DC. Republished with permission. © Arab Center Washington DC, October 2023.

First published in :

Arab Center Washington DC

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Salim Çevik

2020- 2023 Asociado en el Centro de Estudios Aplicados sobre Turquía (CATS), SWP (Alemania)

2016-2017 Becario posdoctoral en el Centro de Estudios sobre Oriente Medio de la Universidad de Lund (Suecia)

2013-2016 Profesor en el Departamento de Ciencias Políticas de la Universidad de Ipek (Turquía)

2011-2012 Becario visitante en el Centro de Estudios sobre Oriente Medio de la Universidad de Lund (Suecia)

2009-2011 Ayudante de investigación en la Universidad Bilgi de Estambul (Turquía)

2008-2009 Becario visitante en la Universidad de Columbia (Estados Unidos)


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