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Diplomacy

Discurso de Su Excelencia George Vella durante la Ceremonia de Apertura de la Conferencia Anual de la Sociedad Modelo de las Naciones Unidas de Malta titulada: Priorizar el progreso: Garantizar un futuro más justo. 15 de septiembre de 2023

George Vella Presidente de Malta

Image Source : Shutterstock

by George Vella

First Published in: Sep.15,2023

Oct.05, 2023

Excelencias,

 

Presidente de la Sociedad Modelo de las Naciones Unidas de Malta,

 

Director de la Conferencia,

 

Participantes,

 

Permítanme comenzar dando las gracias a los organizadores de esta Conferencia por invitarme a pronunciar este discurso y por organizar el debate sobre este tema tan pertinente y oportuno. Tengo que felicitar a Sus Excelencias por las interesantísimas presentaciones que acaban de hacer en esta Conferencia.

 

El tema de esta Conferencia tratará de explorar las consideraciones sobre el progreso y la forma en que éste puede realizarse de manera sostenible. 

 

Creo que el tema del progreso y el desarrollo es un reto definitorio de nuestra época.

 

Estamos luchando por llegar a un acuerdo sobre cómo gestionar el progreso de una manera justa y equitativa.

 

Para que el progreso sea sostenible, debemos asegurarnos de que vaya unido a la práctica de un reparto justo y equitativo de los beneficios, así como de las cargas.

 

En otras palabras, no podemos tener progreso a menos que éste se logre a través de medios justos y equitativos.

 

Permítanme, para empezar, afirmar que el progreso real y sostenible sólo puede darse dentro de un sistema internacional basado en normas y fundado en el compromiso y el respeto mutuo.

 

Como se ha demostrado desde la creación de las Naciones Unidas tras la Segunda Guerra Mundial, un orden internacional basado en normas es la única alternativa justa a un sistema en el que la fuerza da la razón.

 

Esta visión constituye el núcleo del sistema de las Naciones Unidas: la promoción del respeto del Estado de derecho internacional y de los principios de soberanía y autodeterminación como principios básicos de la diplomacia mundial.

 

"Salvar a las generaciones venideras del flagelo de la guerra".

 

Estas son algunas de las primeras palabras de la Carta de las Naciones Unidas. Estas palabras siguen siendo la principal motivación que sustenta la labor de las Naciones Unidas.

 

Casi ocho décadas después, observo con preocupación que la integridad de esta visión se ve gravemente amenazada por el retorno de la rivalidad entre grandes potencias. 

 

Este último año ha sido una demostración de cómo es la "realpolitik" en la práctica. La agresión insensata e ilegal y la violencia implacable desatadas sobre Ucrania son una amenaza directa a los principios cardinales de respeto a la soberanía y la autodeterminación.

 

Desgraciadamente, estos acontecimientos nos han enfrentado a las nefastas consecuencias de la guerra, la guerra en Europa, algo que Europa, egoístamente, había creído relegado al pasado, porque en realidad, a lo largo de los años, siempre hubo alguna guerra en curso en algún lugar del planeta. Por desgracia, en muchas ocasiones nos eximimos de cualquier responsabilidad convenciéndonos de que "esto no nos concierne".

 

Nuestro mensaje colectivo tiene que ser claro y rotundo. No podemos volver a un mundo en el que los fuertes hacen lo que quieren y los débiles sufren lo que deben.

 

No podemos aceptar que los principios fundamentales del respeto a la soberanía y la autodeterminación sean barridos por la agresión y el poderío militar, ya sea a nuestras puertas en Ucrania, más lejos en Yemen, Siria, Afganistán, o al otro lado del globo.

 

A este respecto, la neutralidad de Malta, consagrada en nuestra Constitución, no implica indiferencia ante los ataques a nuestros principios compartidos, la deplorable pérdida de vidas durante los conflictos y el sufrimiento causado a la población civil inocente por las hambrunas y la escasez de alimentos, los desplazamientos y las atrocidades de la guerra, sin olvidar la violencia sexual contra las mujeres. Nuestra Constitución no implica indiferencia ante estos ataques.

 

De hecho, nuestra aspiración a formar parte del Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas para el mandato 2023-2024 surgió precisamente de nuestra firme voluntad de contribuir de algún modo al mantenimiento de la paz y la seguridad internacionales de manera significativa. Junto con la Asamblea General, el Consejo de Seguridad es prácticamente el órgano supremo de las Naciones Unidas. En él se tratan las cuestiones políticas más delicadas que puedan plantearse.

 

Nuestro mandato llega en un momento en el que el Consejo está muy polarizado, atenazado como está por la invasión de Ucrania por parte de Rusia.

 

A pesar de este clima tenso, Malta sigue comprometida y decidida a seguir desempeñando un papel constructivo en la salvaguarda del orden basado en normas y a garantizar que nuestras instituciones globales sigan siendo relevantes en el mundo contemporáneo.

 

Seguiremos defendiendo la importancia de que la rendición de cuentas se lleve a cabo en consonancia con el derecho internacional, así como de garantizar la lucha contra la impunidad, también por el crimen de agresión.

 

Excelencias,

 

Amigos,

 

Plenamente conscientes de la desigual distribución de la riqueza y los recursos, en particular de la brecha cada vez mayor entre los países ricos consumidores y los países en desarrollo, tenemos la clave para impulsar una agenda de progreso justo basada en los Objetivos de Desarrollo Sostenible 2030 de las Naciones Unidas.

 

No dejar a nadie atrás - es el principio central y la promesa transformadora de la Agenda 2030 para el Desarrollo Sostenible.

 

El Objetivo número 10 de los Objetivos de Desarrollo Sostenible es Reducir la desigualdad dentro de los países y entre ellos.

 

En virtud de este ODS, todos los Estados miembros de la ONU se comprometen a erradicar la pobreza en todas sus formas, poner fin a la discriminación y la exclusión, y reducir las desigualdades que dejan atrás a las personas. 

 

Una mirada rápida a nuestro alrededor indica que, junto con la globalización y las promesas de mejores resultados de desarrollo, la pobreza, las dificultades económicas y las desigualdades dentro de los países y entre ellos, por desgracia, siguen persistiendo.

 

A medida que se acerca la fecha límite de los ODS, el progreso hacia estos objetivos se aleja peligrosamente de su objetivo.

 

Estos objetivos debían cumplirse en 2030, es decir, dentro de sólo siete años. ¿Podremos lograrlo en un plazo tan corto?

 

Una serie de conmociones y crisis internacionales -incluida la pandemia del coronavirus, la guerra en Ucrania y el empeoramiento de la emergencia climática- han causado y siguen causando más dislocaciones y desplazamientos, dejando al descubierto las desigualdades e injusticias de la economía mundial.

 

Muchos países se enfrentan a una deuda cada vez mayor, a elevados tipos de interés y a un aumento de la pobreza y el hambre, además de a luchas internas para saciar las interminables ansias de poder. 

 

Más cerca de nosotros, el Mediterráneo sigue siendo una reserva de inestabilidad y enormes disparidades políticas, económicas y sociales.

 

Lamentablemente, la situación política y económica sigue deteriorándose en nuestra vecindad inmediata; el fenómeno de la migración irregular, la amenaza existencial que supone el cambio climático y la ruptura de las cadenas de suministro de alimentos nos ofrecen claros ejemplos de lo que está por venir.

 

En todo el mundo, los países de renta baja y media son vulnerables y están expuestos a crisis políticas, económicas y ecológicas que no son obra suya.

 

Muchos pequeños Estados insulares se enfrentan a graves amenazas para su propia existencia debido a la progresiva emigración de su población a causa del cambio climático y la probabilidad de una eventual subida del nivel del mar.

 

Mientras tanto, las poblaciones vulnerables, las personas que viven en la pobreza o marginadas debido a su etnia, género, religión u origen nacional, necesitan soluciones prácticas, centradas en las personas y humanas a problemas globales como el cambio climático o la pandemia.

 

Estos retos tienen múltiples facetas y son de naturaleza transnacional, de ahí que sea necesario que se resuelvan mediante la cooperación internacional y un sistema multilateral receptivo.

 

A nivel popular, millones de personas de todo el mundo siguen reclamando igualdad de acceso a la sanidad, la nutrición, la educación, la energía y la movilidad. Cosas básicas que, por desgracia, todavía no tienen.

 

No debemos ignorar estos llamamientos apasionados y auténticos en favor de la justicia social.

 

Debemos, y lo digo con mucha responsabilidad, evitar instalarnos en una mentalidad "occidentalizada", o peor aún volvernos demasiado "eurocéntricos" en nuestras apreciaciones, y pensar que el mundo es igual a Europa u Occidente. Hay mucho más allá de esta mentalidad occidentalizada y del eurocentrismo.

 

Por extraño que pueda parecer, la igualdad de género se aleja cada vez más en todo el planeta, y las proyecciones indican que sólo se alcanzará, si es que llega a alcanzarse, dentro de muchos años. Los avances en la salud materna y el acceso de las jóvenes a una educación de calidad siguen siendo frustrantemente bajos.

 

La lógica es sencilla: sin la contribución de una mitad de la población mundial que no tiene derecho a la educación, sólo podremos desarrollar la mitad de nuestro potencial, o incluso menos.

 

Jóvenes y mayores, hombres y mujeres, sin distinción de raza, credo o color, todos somos socios en pie de igualdad en este esfuerzo global por promover sociedades justas de las que se espera que satisfagan las necesidades básicas de los ciudadanos.

 

Cuando hablo de necesidades, incluyo consideraciones como la importancia de tener -cosas sencillas- acceso a energía limpia y eficiente, servicios sanitarios y educativos de calidad y oportunidades de empleo remunerado. Estos son sólo algunos de los ingredientes básicos necesarios.

 

Debemos darnos cuenta de que la exclusión política de grupos dentro de nuestras sociedades a través de la xenofobia, el racismo, la intolerancia y la deshumanización impide resultados equitativos y destruye la cohesión social, provocando tensiones sociales, malestar y posiblemente incluso conflictos abiertos.

 

Necesitamos crear sociedades y comunidades inclusivas y un orden internacional basado en la justicia. En estas sociedades, todo ser humano debe vivir con dignidad y respeto y llevar una vida que tenga motivos para valorar y apreciar.

 

Las mujeres, los jóvenes, los grupos étnicos, los grupos religiosos y de otro tipo, toda la sociedad civil: todos ellos deben estar igualmente capacitados para participar de forma significativa en las decisiones que afectan a sus vidas.

 

Se trata de un requisito previo fundamental para la justicia social.

 

Excelencias,

 

En vista de lo anterior, creo que todos estamos de acuerdo en que estamos lejos de cumplir con nuestro deber colectivo de asegurar un futuro más justo para las generaciones venideras.

 

Por lo tanto, la pregunta es: "¿Qué podemos hacer al respecto? ¿Cómo pasar de la situación actual a las sociedades justas y equitativas que todos aspiramos a crear?".

 

El hombre siempre ha soñado con la "utopía". Sabemos que no es alcanzable, pero al menos debemos seguir intentándolo.

 

Personalmente, creo que tanto la juventud como la educación desempeñan un papel crucial en este sentido.

 

En palabras de la conocida pedagoga Maria Montessori: "Establecer una paz duradera es obra de la educación. Todo lo que la política puede hacer es mantenernos alejados de la guerra".

 

Esto no significa que, como dirigentes políticos, no tengamos ninguna obligación a este respecto. Todo lo contrario.

 

Nuestras obligaciones, individuales y colectivas, se refieren al fomento de una educación integradora, que promueva la dignidad de todo ser humano y reconozca los valores de la comprensión, el diálogo y la solidaridad.

 

La educación trae consigo la concienciación sobre el medio ambiente, la tolerancia de la opinión de los demás, la aceptación del hecho de que somos una sola raza humana y la paz basada en la justicia, el amor y el respeto a los demás.

 

Esto es clave si queremos crear sociedades socialmente justas que den prioridad al progreso como medio para asegurar un futuro más justo.

 

De cara al futuro, creo que la educación es un instrumento clave para empoderar a nuestra juventud.

 

La capacitación de los jóvenes ha sido un tema recurrente a lo largo de mi Presidencia.

 

Los jóvenes de todo el mundo tienen un papel crucial que desempeñar a la hora de propiciar un diálogo abierto y buscar puntos en común con el objetivo de lograr cambios positivos en nuestras sociedades.

 

Por este motivo, en 2016 me animé a organizar la iniciativa Jóvenes Voces del Mediterráneo, junto con la entonces Alta Representante de la Unión Europea, Federica Mogherini, y la Fundación Anna Lindh, con sede en Alejandría.

 

En aquella ocasión, más de 600 estudiantes de todo el Mediterráneo, Oriente Próximo y la región del Golfo dejaron de lado sus diferencias para encabezar una cultura de persuasión en lugar de confrontación, de tolerancia en lugar de condena y de aceptación en lugar de exclusión.

 

Instituciones como la Fundación Anna Lindh siguen promoviendo estos planteamientos integradores para los jóvenes. Hoy en día, el Mediterráneo alberga millones de voces jóvenes deseosas de desarrollar todo su potencial y de construir sociedades sostenibles e integradoras. 

 

Pero ésta es sólo una pequeña región del planeta.

 

Las Naciones Unidas tienen que ocuparse del resto.

 

Estas son sólo algunas reflexiones preliminares que, espero, encontrarán útiles en el curso de sus debates y deliberaciones.

 

Les insto a todos a que aprovechen al máximo los resultados de los intercambios que mantendrán en los próximos días.

 

Lo que aprenderán a lo largo de esta Conferencia podría influir en el curso de sus vidas en los próximos años, así que aprovechen al máximo esta experiencia.

 

Les deseo unos debates fructíferos y productivos.

 

Muchas gracias.

First published in :

Office of the President of Malta

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George Vella

Presidente de la República de Malta 

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