Diplomacy
¿La Política de Migración Occidental está Frenando a África?
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First Published in: Aug.23,2022
Apr.18, 2023
Más que una política de inmigración generosa, África necesita ayuda desesperadamente para aferrarse a su preciado capital humano.
Durante algún tiempo, ha sido habitual el enmarcar el debate sobre la migración Norte-Sur en términos de su beneficio económico a los países receptores occidentales. La pregunda de si, por ejemplo, la influencia de inmigrantes poco calificados es potencialmente desfavorable para el bienestar de sus homólogos en los países de destino deriva de este marco. Si se consideran en absoluto las razones por las cuales los inmigrantes abandonan sus hogares, a menudo en las circunstancias más peligrosas, son una consideración secundaria. La misma negligencia de la situación en los “países emisores” (no existe tal cosa) puede ser vista en discusiones sobre la inmigración de trabajadores altamente capacitados, generalmente aceptados como una situación de ganancia mutua tanto para los inmigrantes como para los países receptores.
La política de inmigración occidental parece encapsular esta incongruencia. Bajo la presión de diversos grupos pro inmigración, muchos países occidentales han abrazado un planteamiento de políticas centradas en hacer la inmigración legal menos engorrosa y más humana. Al mismo tiempo, la necesidad por personal altamente capacitado para llenar los vacíos en varios sectores de la economía occidental (salud y educación vienen a la mente inmediatamente) ha impulsado un gran número de programas e iniciativas dirigidas a atraer y retener a individuos con talento de varias partes del mundo. Pero es cierto que el panorama general sigue desigual, con la inmigración siendo una fuente continua de rencor en las sociedades civiles occidentales. Sin embargo, la Fortaleza Euroamericana de las décadas cercanas al siglo XX ha cedido el paso a un régimen de inmigración más liberal.
Desde una perspectiva occidental, África ha sido uno de los “beneficiarios” principales de esta nueva administración. A medida que los Estados africanos han lidiado con un deterioro infraestructural, pobreza y corrupción, africanos altamente capacitados han buscado un nuevo comienzo en varias partes del hemisferio occidental. Las estadísticas no son de fácil lectura. De acuerdo con la Unión Africana (African Union, AU), en promedio, setenta mil profesionales cualificados salen de África anualmente. En la década que abarcó desde el 2008 al 2018, la proporción de doctores entrenados en África que trabajaban en hospitales alrededor de los Estados Unidos aumentó un 27 por ciento. En el sector de salud de Estados Unidos, 24 por ciento de las enfermeras registradas, 20 por ciento de los auxiliares de enfermería, y 16 por ciento de los asistentes de cuidados personales son originarios de África. En 2018, más de 5.250 médicos nigerianos estaban siendo empleados en el Servicio Nacional de Salud del Reino Unido (NHS por sus siglas en inglés). Mientras que toda África tiene un estimado de 4,5 doctores por cada 10.000 residentes, el Reino Unido y los Estados Unidos tienen respectivamente 2,9 y 2,6 doctores por cada 1.000 residentes. En 2015, 86 por ciento de los médicos educados en África que trabajan en Estados Unidos fueron formados en tan solo cuatro países africanos: Egipto, Ghana, Nigeria y Sudáfrica.
De acuerdo con la Asociación Médica de Nigeria (NMA por sus siglas en inglés), “solo cuarenta mil de los más de ochenta mil doctores registrados en el Consejo de Medicina y Odontología de Nigeria (Medical and Dental Council of Nigeria) ejercen localmente.”
El costo anual para la región africana por la fuga de personal médico es aproximadamente 2 billones de dólares.
Desde una perspectiva africana el panorama desde el sector educativo no es menos desalentador. En diciembre de 2020, el número de estudiantes universitarios del África subsahariana estudiando fuera de su tierra natal llegó un a un poco más de cuatrocientos mil. De acuerdo a una encuesta de Campus France, “alrededor del 5 por ciento de los 8.1 millones de estudiantes terciarios en el continente han cruzado la frontera, comparado con el promedio global de 2,4 por ciento.” Actualmente, hay más de setenta mil estudiantes nigerianos estudiando fuera del país. En los Estados Unidos, la población de estudiantes nigerianos llevando a cabo estudios universitarios ha aumentado en un 93 por ciento durante la década pasada. Desde el Cairo hasta Ciudad del Cabo, los factores detonantes parecen ser los mismos, y no están necesariamente limitados a problemas en el sector de educación. De acuerdo con la encuesta Africa Youth Survey del 2022, “Las dificultades económicas, inseguridad, corrupción, intolerancia política, acceso poco confiable a Internet, y los sistemas educativos deficientes están detrás del deseo de muchos jóvenes africanos de mudarse a Europa o Estados Unidos.”
Mientras que el 52 por ciento de 4.500 africanos, de edades comprendidas entre 18 y 24, que fueron encuestados recientemente por la BBC (British Broadcasting Corporation) “probablemente consideren emigrar en los próximos años,” los números por si solos no le hacen justicia al nivel de desesperación que muchos de los jóvenes de la región sienten en cuanto a sus sombrías perspectivas, o a esa sensación entre los jóvenes que les hace pensar que deben salir del país si esperan algún día lograr algo significativo en sus vidas. La popularidad del término “Japa” (traducción: irse sin plan de regresar algún día) entre la desencantada juventud nigeriana es más reveladora.
Es correcto y razonable que los grupos pro inmigración a lo largo de Occidente simpaticen con la difícil situación de los inmigrantes africanos quienes, se debe recordar, no pueden ser culpados por querer huir del predicamento que ellos no han contribuido a crear. Sin embargo, se necesita más que preocupación repetitiva para asegurar que se lleve a primer plano las preguntas importantes acerca de la calidad de gobierno y la responsabilidad política en África. Que esto no haya sido el caso cuenta como uno de los mayores fracasos del discurso de migración occidental. Aparte de insistir en el buen trato de inmigrantes y llamar la atención a la situación de derechos humanos en sus países de origen (lo que se ha presenciado más recientemente en reacción a los acuerdos de asilo entre el Reino Unido y Ruanda) parece haber poca curiosidad acerca de los determinantes políticos y económicos de la emigración a largo plazo.
Si los grupos pro inmigración están genuinamente interesados en el desarrollo africano, como la mayoría sin duda están, deben hacer frente a la desagradable paradoja de que una defensa incondicional de la emigración continuada desde África (acompañada de una oposición obstinada a la repatriación) es un voto por el subdesarrollo continuado de la región, dado que el orden establecido equivale a poco más que a la evacuación del talento africano hacia el Occidente.
Para que sean efectivos, los grupos pro inmigración occidentales deben establecer buena sinergia con los grupos de sociedad civil locales alrededor de África que trabajan para mantener responsables a los muchos líderes corruptos del continente. La lógica es simple: mientras más responsables sean los líderes africanos, más sólida se volverá la sociedad civil, y mayor será el intensivo para los jóvenes de quedarse. No es un argumento en contra de la inmigración. Por un lado, es reconocer la obvia verdad de que la pérdida de jóvenes enérgicos y motivados deja a África despojada. Por otro lado, uno simplemente está amplificando la frustración que los grupos de sociedad civil alrededor del continente han expresado constantemente.
Para estar claros, esto no es un asunto de culpar a Occidente por los problemas de África, ni de pedirle a los países occidentales que intervengan como los esperados salvadores de la región. Si se trata de asignar culpa, esta recae en los líderes africanos por la vergonzosa mala gestión de los abundantes recursos de la región. Nigeria, y cada vez más Sudáfrica, son los ejemplos principales de esta cultura de despilfarro y depredación política. Más allá de jugar a asignar culpa, el enfoque es destacar el punto de que la migración tiene un efecto perjudicial no deseado que los activistas pro inmigración no pueden permitirse ignorar.
Reafirmar los derechos de los inmigrantes y hacer campañas en contra de la repatriación de inmigrantes es noble. Pero el objetivo debe ser trabajar conjuntamente con actores locales e instituciones en África para ayudar al continente a aferrarse a su preciado capital humano.
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Ebenezer Obadare es un investigador miembro del "Douglas Dillion Fellowship" para estudios de África en el Council on Foreign Relations (CFR). También es miembro principal del Centro de Asuntos Globales de la Escuela de Estudios Profesionales de la Universidad de Nueva York, así como miembro del Instituto de Teología de la Universidad de Sudáfrica. Antes de unirse a CFR, fue profesor de sociología en la Universidad de Kansas. Es el autor o editor de once libros, entre ellos está Pastoral Power, Clerical State: Pentecostalism, Gender and Sexuality in Nigeria.
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