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Tensiones entre Etiopía y Somalia: Dinámicas de poder y actores extrarregionales en la región del Mar Rojo

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First Published in: Mar.13,2025
Apr.28, 2025
Firmado en 2024, el Memorando de Entendimiento entre Etiopía y Somalilandia ha reconfigurado la dinámica regional, al potencialmente otorgar a Etiopía acceso al mar a través de Berbera a cambio del reconocimiento de Somalilandia. Este movimiento desafió la integridad territorial de Somalia y llevó a Mogadiscio a alinearse con Egipto, Eritrea y Yibuti en contra de Etiopía. Si bien la crisis refleja el impulso estratégico de Etiopía por obtener una presencia marítima, también capta la histórica búsqueda de independencia por parte de Somalilandia. En la región más amplia del mar Rojo, las tensiones regionales se ven exacerbadas por actores extrarregionales como Emiratos Árabes Unidos, Turquía, Francia y Arabia Saudita, todos los cuales tienen sus propios intereses en la zona. Aunque estos actores externos no provocan directamente los conflictos, su participación fortalece a los actores locales y agrava las rivalidades. Por lo tanto, la región del mar Rojo tiene una importancia creciente en la geopolítica global contemporánea.
El año 2024 comenzó con la firma de un Memorando de Entendimiento entre Etiopía y Somalilandia. Esta última, anteriormente conocida como Somalilandia Británica, formó parte de Somalia, de la cual se separó unilateralmente tras el colapso del régimen de Siad Barre en 1991. Desde entonces, Somalilandia se ha gobernado de manera autónoma y es considerada un estado de facto. Sin embargo, las autoridades de Hargeisa no gozan de reconocimiento legal internacional. Si se implementa, el acuerdo con Adis Abeba otorgaría a Somalilandia su primer reconocimiento de jure significativo. A cambio, las autoridades de Hargeisa concederían a Etiopía acceso al mar a través del puerto de Berbera y la concesión de una zona costera para uso militar. La situación gira en torno a tres actores clave en la región: Etiopía, Somalia y Somalilandia. Cada uno de estos actores ha llevado a cabo acciones impulsadas por sus propios objetivos y prioridades estratégicas. La decisión de Etiopía está influenciada por varios factores prácticos de carácter económico y estratégico. Tras la guerra con Eritrea a principios de los años noventa, Etiopía perdió sus puertos en el mar Rojo y se convirtió en el país sin litoral más poblado del mundo. Desde 1998, los puertos de Yibuti han manejado el 95% del comercio de importación y exportación de Adis Abeba. El acceso marítimo a través de Yibuti le cuesta a Etiopía entre $1.5 y $2 mil millones anuales, gasto que desde 2019 los líderes etíopes han empezado a considerar excesivo e insostenible a mediano y largo plazo. Para reducir la dependencia de los puertos yibutianos, el gobierno del primer ministro Abiy Ahmed considera necesario encontrar una alternativa viable. Antes del Memorando de Entendimiento, Etiopía había evaluado varias alternativas a Yibuti, incluyendo a Eritrea, Somalia y Kenia. La idea de desarrollar un corredor económico y comercial entre Adis Abeba y el puerto de Berbera, en el Golfo de Adén, comenzó a tomar forma en los últimos meses de 2023. El principal puerto de Somalilandia ha sido operado por la empresa emiratí DP World desde 2015, la cual ha desarrollado su infraestructura y aumentado su capacidad de tránsito de carga. Etiopía estima que puede desviar entre el 12 y el 15 por ciento del volumen total que actualmente pasa por los puertos de Yibuti hacia Berbera y, a largo plazo, conectar sus zonas industriales con varios corredores comerciales. Desde una perspectiva estratégica, las evaluaciones etíopes están influenciadas por la concepción nacional de su rol en la región. Etiopía se percibe a sí misma como la potencia regional líder debido a su historia y su tradicional peso económico y político en la zona. En consecuencia, las élites etíopes consideran al mar Rojo y al golfo de Adén como sus esferas estratégicas naturales. Por esta razón, el Instituto Etíope de Asuntos Exteriores anunció recientemente la "Gran Estrategia de las Dos Aguas". Esta nueva agenda busca expandir la esfera de interés y acción nacional hacia el este, en dirección al mar, a diferencia del pasado, cuando la proyección estratégica de Etiopía se centraba principalmente en la cuenca del Nilo. De hecho, las ambiciones de Etiopía como potencia regional se ven desafiadas por su falta de salida al mar. Para Adis Abeba, contar con presencia en el mar Rojo ofrecería dos beneficios estratégicos: primero, fortalecería su posición en la región; segundo, reforzaría su papel internacional al facilitar la cooperación en iniciativas multilaterales contra la piratería. En resumen, el gobierno etíope ve la proyección marítima como un recurso estratégico y una puerta de entrada a la geopolítica de las próximas décadas, la cual estará centrada en Asia y, en particular, en el Indo-Pacífico. Por lo tanto, una de las cláusulas clave del Memorando de Entendimiento permite a Etiopía establecer un puesto militar en Lughaya, un poblado con vistas al Golfo de Adén, por al menos cincuenta años. Según los planes etíopes, esta base naval se convertirá en la sede de la naciente marina etíope. Para Somalilandia, el Memorando de Entendimiento representa un paso más en el difícil camino hacia la independencia. En el último año, la cuestión de la independencia de Somalilandia ha cobrado una renovada atención y relevancia. Esta búsqueda de autodeterminación está profundamente arraigada en un contexto histórico que se remonta al siglo XIX, anterior al régimen de Siad Barre. El camino de los habitantes de Somalilandia comenzó en un momento clave, cuando el Imperio Británico estableció acuerdos con varios clanes somalíes, en particular los Gadabuursi, Issa y Habr Awal. En 1884, la región fue designada oficialmente como la Somalilandia Británica, un protectorado que disfrutaba de cierto grado de autonomía y autogobierno, lo que lo diferenciaba del dominio colonial ejercido por las autoridades italianas en el sur de Somalia. Tras la unificación de Somalilandia con el Territorio en Fideicomiso de Somalia en 1960, las condiciones sociales, económicas y políticas del pueblo de Somalilandia comenzaron a deteriorarse, generando un descontento generalizado y un fuerte deseo de independencia. Con el tiempo, el régimen de Siad Barre proyectó una larga sombra sobre Somalilandia, generando una amplia discriminación y marginación. Las maniobras políticas y económicas del gobierno central a menudo ignoraban las aspiraciones del pueblo somalilandés, alimentando un creciente sentimiento de injusticia. En este contexto, la memoria colectiva se convirtió en un pilar poderoso de identidad, resaltando los contrastes marcados entre las luchas de Somalilandia y las trayectorias divergentes de Somalia en la turbulenta era posterior a Siad Barre. La búsqueda de independencia por parte de Hargeisa está cimentada en agravios históricos y refleja las identidades y trayectorias únicas de su pueblo. El relato somalilandés a menudo se construye en comparación con la situación actual del resto de Somalia. Durante las últimas tres décadas, este Estado de facto ha logrado avances significativos hacia un desarrollo institucional y administrativo sostenible, aunque con un presupuesto muy limitado. El proceso de democratización también es crucial para avanzar en el desarrollo de la independencia de Somalilandia. Las recientes elecciones nacionales celebradas en noviembre demostraron la madurez política de todas las partes involucradas. La transferencia pacífica del poder del gobierno saliente al proceso electoral es un acontecimiento notable en la región y destaca como uno de los pocos ejemplos de este tipo en el continente. Los logros del proceso de construcción institucional en Somalilandia resultan aún más llamativos al compararse con el camino seguido por Somalia.
La firma del Memorando de Entendimiento entre Etiopía y Somalilandia generó preocupación entre los actores regionales, especialmente en Somalia. Dado que Somalilandia es reconocida formal y legalmente como una parte integral de Somalia, existía el temor de que las reivindicaciones independentistas de Hargeisa estuvieran ganando impulso. Mogadiscio estaba particularmente preocupada por la posibilidad de que el reconocimiento oficial por parte de Etiopía de las aspiraciones de Somalilandia desencadenara un efecto dominó, llevando a otros actores regionales y extrarregionales a hacer lo mismo. Por lo tanto, Somalia interpretó las acciones de Etiopía como un acto deliberado de intimidación que amenazaba su integridad territorial en un momento delicado para su futuro político. Somalia enfrenta varios desafíos, entre ellos el esfuerzo por establecer un marco institucional eficaz, particularmente en lo que respecta a la relación entre el gobierno central y los estados federales, así como la lucha contra el grupo terrorista al-Shabaab. En respuesta al Memorando, el ejecutivo somalí, liderado por el presidente Hassan Sheikh Mohamud, lanzó una intensa campaña diplomática para evitar su implementación y el reconocimiento por parte de la comunidad internacional. Somalia ha buscado apoyo de organizaciones regionales como la Autoridad Intergubernamental sobre el Desarrollo (IGAD, por sus siglas en inglés), la Comunidad de África Oriental (CAO) y la Unión Africana (UA). Al hacerlo, Somalia ha consolidado alianzas con actores tanto regionales como extrarregionales. Como resultado, las dinámicas entre estos tres actores — Somalia, Etiopía y Somalilandia — se han vuelto cada vez más entrelazadas. Los socios naturales de Mogadiscio en su postura antietíope son dos de los rivales históricos de Adis Abeba: Eritrea y Egipto. Comparado con 2018, el año de la normalización entre Etiopía y Eritrea, la situación actual es muy diferente. Las posiciones del presidente eritreo Isaías Afewerki y del primer ministro etíope Abiy Ahmed divergieron rápidamente tras la firma del Acuerdo de Pretoria (2022), que puso fin al conflicto de dos años en Tigray. Eritrea, que había apoyado la campaña militar etíope, se negó a negociar con las autoridades tigrayanas, representadas por el Frente de Liberación Popular de Tigray (TPLF, por sus siglas en inglés). La distancia entre ambos líderes se ha ampliado a medida que crecían las aspiraciones etíopes de acceso al mar. De hecho, Asmara teme que Etiopía esté interesada en sus puertos, un temor alimentado por la retórica de Abiy y otros líderes etíopes. Por el contrario, Isaías ha utilizado su liderazgo y múltiples relaciones regionales para fomentar una especie de "coalición antietíope". Un cambio significativo ha sido el aumento de la implicación de Egipto en la región. El acercamiento entre Mogadiscio y El Cairo se formalizó en agosto de 2024 con la firma de un acuerdo de defensa. Este acuerdo se centra en la intención de Egipto de apoyar la solicitud de Somalia para que se retiren todas las tropas etíopes actualmente desplegadas en el país como parte de la misión de paz de la Unión Africana (anteriormente conocida como Atmis, sustituida por la misión Aussom el 1 de enero de 2025). El fortalecimiento de las relaciones somalí-egipcias, apoyado por Asmara e incluyendo a Yibuti mediante un acuerdo de cooperación en seguridad, ha consolidado un bloque antietíope. Esta alineación representa un cambio importante en el equilibrio regional e ilustra la evolución de la política africana de Egipto. Desde 2020, Egipto ha reafirmado la importancia de sus relaciones con el sur. El presidente Abdel Fatah el-Sisi ha reevaluado gradualmente las relaciones africanas del país y promovido una estrategia geopolítica centrada en un eje norte-sur, en lugar del eje este-oeste que predominó en décadas anteriores. La región del mar Rojo, incluyendo la cuenca del Nilo, es ahora una parte clave de este nuevo marco estratégico, el cual está moldeado por la histórica rivalidad entre Egipto y Etiopía. Entre ambos países, el equilibrio sobre el Nilo ha cambiado. La construcción de la Gran Presa del Renacimiento Etíope (GERD, por sus siglas en inglés) le ha dado a Etiopía una ventaja estratégica frente a Egipto. Por ello, Egipto ha tenido que adaptar su enfoque a las dinámicas actuales, decidiendo expandir las áreas de disputa hacia el mar. Las tensiones entre Etiopía y Somalia ofrecieron así una oportunidad para aumentar la presencia de Egipto en la región.
El Memorando de Entendimiento firmado entre Etiopía y Somalilandia ha abierto una nueva fase de tensiones. El foco de las disputas regionales se está desplazando hacia las zonas costeras, en particular el mar Rojo y el golfo de Adén, regiones marcadas por una serie de acuerdos de seguridad y defensa. Intereses estratégicos comunes sustentan la alineación del bloque antietíope, que incluye a Somalia, Yibuti, Eritrea y Egipto. Somalia considera cualquier reconocimiento legal de la independencia de Somalilandia como una amenaza existencial. Para Yibuti, el daño económico que podría provocar un aumento del comercio a través de Berbera es marginal, pero potencialmente devastador para su frágil equilibrio interno de poder. Eritrea percibe a Etiopía como una amenaza constante, y el actual gobierno etíope es considerado por Asmara como muy poco confiable, lo que genera preocupación sobre una posible escalada de violencia en sus fronteras compartidas. Finalmente, para Egipto, la evaluación de su posición regional es de particular importancia. Tradicionalmente, El Cairo ha considerado las aguas entre Suez y Adén como su "lago". Como resultado, al igual que Adis Abeba, considera que toda la región forma parte de su esfera de influencia. Los Emiratos Árabes Unidos (EAU) y Turquía se encuentran entre los actores más activos en la región. Los EAU han apoyado el Memorando con el fin de capitalizar sus inversiones en Berbera y Adis Abeba. Turquía, por su parte, ha adoptado un enfoque más equilibrado, gracias a sus sólidos vínculos políticos y comerciales tanto con Etiopía como con Somalia. Sin embargo, para Ankara, la integridad territorial de Somalia no debe ser cuestionada. Desde su acercamiento en 2021, los EAU y Turquía han mantenido buenas relaciones. A pesar de sus diferentes estrategias y algunos desacuerdos, ambas naciones comparten un interés común en mantener un papel central en los asuntos regionales. Otros actores extrarregionales, como Francia y Arabia Saudita, también están activos detrás de escena. Francia apoya el Memorando de Entendimiento como parte de sus esfuerzos continuos por aumentar su presencia en África Oriental, los cuales comenzaron al mismo tiempo que su retirada de la región del Sahel. Su base en Yibuti está destinada a convertirse en un eje central de la política francesa, ya que la presencia militar de Francia en África Occidental se está reduciendo. Las autoridades francesas consideran que este aumento de influencia en los asuntos regionales es esencial para los intereses futuros de Francia en la región del Indo-Pacífico. Mientras tanto, Arabia Saudita, cuyo enfoque geopolítico está cambiando del Golfo hacia el mar Rojo, se opone a la implementación del acuerdo entre Etiopía y Somalilandia. Su objetivo es contrarrestar los proyectos regionales promovidos por los Emiratos Árabes Unidos. Esta postura puede estar motivada por la prolongada rivalidad política entre ambas monarquías del Golfo. Los actores extrarregionales no provocan directamente un aumento de los conflictos regionales. Más bien, son los actores locales quienes, al sentirse empoderados por sus conexiones con socios externos, perciben su entorno como más permisivo y adquieren la confianza para emprender acciones más decididas que quizás no habrían considerado antes. Comprender estas dinámicas ayuda a explicar por qué Etiopía y Somalilandia decidieron firmar el Memorando en este momento histórico. Esta perspectiva también ayuda a entender otras crisis regionales, como la guerra civil en Sudán y el conflicto en Tigray. Las distintas transformaciones en el sistema internacional han creado un contexto en el que los actores locales pueden buscar múltiples formas de apoyo externo. El aumento de la alineación y la superposición entre las rivalidades locales y regionales ha incrementado la disposición de los actores a tomar acciones firmes, lo que ha llevado a un incremento general de las tensiones tanto interestatales como intraestatales. Sin embargo, la naturaleza flexible de las alianzas también puede mitigar el riesgo del "efecto dominó" que a menudo acompaña a este tipo de coaliciones.
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El Dr. Federico Donelli es profesor asistente titular de Relaciones Internacionales en el Departamento de Ciencias Políticas y Sociales de la Universidad de Trieste, Italia.
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