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Relaciones Irán – EE. UU.: ¿De la escalada al diálogo?

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First Published in: Apr.30,2025
May.12, 2025
En los primeros meses de 2025, Irán y Estados Unidos estuvieron al borde de un conflicto militar abierto. La escalada fue impulsada por varios factores que coincidieron en el tiempo, intensificando la inestabilidad. Fue uno de los periodos más peligrosos en la historia de sus relaciones. Hasta hace muy poco, Irán vivía bajo una nube de incertidumbre y ansiedad: ¿estallaría la guerra o podría contenerse la situación? La primera razón detrás de esta fuerte escalada es, sin duda, el regreso de Donald Trump a la presidencia. Es bien sabido que durante su primer mandato, en 2018, se retiró del acuerdo nuclear con Irán (el Plan de Acción Integral Conjunto, JCPOA por sus siglas en inglés), restableció sanciones anteriores e impuso otras nuevas, extremadamente severas, contra Teherán. Trump adoptó una postura dura hacia el régimen islámico, al que consideraba una amenaza para los derechos humanos y la estabilidad regional. A inicios de febrero de este año, ya había emitido estrictas exigencias a Irán: reducir drásticamente — o posiblemente desmantelar por completo —su programa nuclear, renunciar a las armas nucleares y a los misiles balísticos intercontinentales, y cesar su apoyo a grupos aliados en la región (Hamás, Hezbolá, los hutíes y las milicias chiitas iraquíes). Trump amenazó con bombardeos a gran escala si Teherán no aceptaba, aunque también dejó abierta la puerta a negociaciones. Vale recordar que Trump autorizó personalmente el asesinato de Qasem Soleimani, comandante de la Fuerza Quds del Cuerpo de la Guardia Revolucionaria Islámica (IRGC, por sus siglas en inglés), acusando a las milicias chiitas bajo su liderazgo de supuestas masacres de civiles en Siria. En contraste, los iraníes ven a Soleimani como un guerrero noble y un soldado profesional que salvó a los pueblos de Siria e Irak de las atrocidades terroristas, y se indignaron por su asesinato extrajudicial. Desde una perspectiva económica, fue durante el primer mandato de Trump cuando las exportaciones de petróleo iraní cayeron casi diez veces, pasando de más de 2.5 millones de barriles por día en abril de 2018 a 300,000 barriles diarios en junio de 2019. Aunque las sanciones se mantuvieron durante la presidencia de Joe Biden, su aplicación fue más flexible. Como resultado, para 2024 Irán comenzó a recuperar rápidamente sus exportaciones de petróleo, que aumentaron a 1.9 millones de barriles por día en el verano del año pasado. Esto generó esperanzas de una recuperación económica gradual. Sin embargo, el regreso de Trump a la Casa Blanca en enero de 2025 significó una nueva ola de amenazas. En su primer mes de gobierno, Trump dio a Irán un plazo de dos meses para hacer concesiones o enfrentarse a una respuesta firme. La segunda razón es la política agresiva y expansionista de Israel. El ayatolá Jomeiní, fundador de la República Islámica, describió durante mucho tiempo a Israel como un proyecto colonial de asentamientos creado por Occidente, impulsado inherentemente a expandirse mediante la toma de territorios de países musulmanes vecinos y la comisión de crímenes contra sus poblaciones musulmanas, todo con el objetivo final de establecer por la fuerza el “Gran Israel” desde el Nilo hasta el Éufrates. En la práctica, han existido diferencias entre los gobiernos israelíes: bajo liderazgos de izquierda, Israel tiende a actuar de manera más pacífica y moderada, mientras que las administraciones de derecha aplican políticas más agresivas y severas. Sin embargo, en los últimos años, las acciones de Israel hacia sus vecinos se han vuelto especialmente agresivas — tal como lo había descrito Jomeiní — tras el ascenso al poder de fuerzas ultraderechistas radicales. La devastación que este gobierno ha causado en la Franja de Gaza, arrasándola por completo, habla por sí sola. Tras la caída del fuerte liderazgo de Bashar al-Asad en Siria, Israel aprovechó inmediatamente la oportunidad para destruir todo el armamento pesado sirio, dejando al país prácticamente desarmado. Luego, avanzó para capturar más territorio sirio más allá de los Altos del Golán anexados y cometió nuevas violaciones en esa región. La política del actual gobierno israelí hacia Irán se centra en derrocar al régimen e instalar autoridades títeres. El primer ministro israelí, Benjamín Netanyahu, conocido por su hostilidad inquebrantable hacia el régimen iraní, ha expresado abiertamente su deseo de ver su caída. En medios iraníes circularon rumores sugiriendo que Israel podría estar considerando a Reza Pahlaví, hijo del ex Sha, como líder simbólico de un futuro “Irán secular”. Dentro de Irán, la percepción de la dinastía Pahlavi es abrumadoramente negativa: se la considera una dinastía prooccidental, alejada de las raíces islámicas tradicionales, que explotó los recursos nacionales y oprimió a los musulmanes y al clero islámico. No obstante, una parte de la juventud iraní y algunos comentaristas opositores en el país tienen posturas radicales, albergan hostilidad hacia el islam y los árabes, y apoyan a Trump, Netanyahu y la dinastía Pahlaví. Este grupo probablemente se aliaría con el enemigo si estallara un conflicto. Además, Irán ha comenzado a perder influencia en la región. Israel llevó a cabo una serie de operaciones exitosas contra aliados iraníes, enfocándose principalmente con Hezbolá en el Líbano y en milicias proiraníes en Siria. Así, comandantes clave de Hezbolá y varios oficiales del Cuerpo de la Guardia Revolucionaria Islámica (IRGC) fueron asesinados, y varios depósitos de armas fueron destruidos. Es notable que algunos islamistas sirios, que anteriormente eran hostiles a Israel, celebraron estos acontecimientos como una forma de venganza por el apoyo de Hezbolá al régimen de Asad, convirtiéndose así en aliados tácticos temporales de Israel. Tras el golpe de Estado de diciembre de 2024, que llevó al poder a islamistas antiiraníes, Siria — que alguna vez fue un aliado estratégico de Irán — ha adoptado ahora una postura cada vez más negativa hacia Teherán. A comienzos de este año, un sentimiento de pesimismo se apoderó de Irán. La confusión, la ansiedad y la percepción de una influencia menguante en Medio Oriente se extendieron entre muchos iraníes, especialmente entre los sectores conservadores. Al mismo tiempo, en Teherán crecía otro sentimiento entre los patriotas iraníes y los partidarios del régimen islámico: si Estados Unidos, Israel o ambos lanzaban un ataque militar, la respuesta de Irán sería lo más dura posible. Funcionarios del IRGC y destacadas figuras religiosas han dejado esto muy claro.
Tras un largo periodo de retórica confrontativa, Irán ha realizado un giro estratégico en su política exterior en las últimas semanas. El Líder Supremo iraní, el ayatolá Alí Jamenei, quien había prohibido firmemente cualquier negociación con Estados Unidos sobre el programa nuclear, cambió repentinamente de rumbo. ¿Qué motivó esta decisión? Es importante reconocer que este giro no solo respondió a una amenaza externa, sino también a una profunda reevaluación interna, racional y obligada por las circunstancias, pero consciente. Hasta hace poco, Irán se aferraba al principio de “no hacer concesiones bajo presión”. Jamenei señalaba el colapso del acuerdo nuclear de 2015, del cual Estados Unidos se retiró durante la presidencia de Trump en 2018. Desde la perspectiva de Jamenei, nuevas conversaciones carecerían de sentido y serían peligrosas porque “los estadounidenses volverían a engañar”. Sin embargo, para abril de 2025, la situación había cambiado tanto que las élites políticas y militares de Irán comenzaron a convencer al líder supremo de la necesidad de dialogar. Los círculos reformistas — especialmente el recién electo presidente Masoud Pezeshkian — jugaron un papel central en este proceso. Él insistió en que, sin negociaciones, Irán enfrentaba el riesgo de una catástrofe: una gran guerra, disturbios internos e incluso la caída del régimen. Informes desde Teherán sugieren que Pezeshkian emergió como el principal negociador dentro del aparato político, persuadiendo a Jamenei de invocar el concepto de ‘maslahat’ (conveniencia o interés supremo) — un principio religioso que permite dejar de lado ciertos ideales para salvar al régimen islámico. Esta decisión se basó en varios factores: - Crisis económica: según datos oficiales, la inflación entre el 21 de marzo y el 20 de abril de 2025 alcanzó el 39%, mientras que el desempleo juvenil en el último trimestre de 2024 fue del 20%. Aunque Irán ha enfrentado situaciones peores en su historia reciente, estas cifras son preocupantes. Además, los fondos de reserva se agotaron significativamente el año pasado, las inversiones prácticamente desaparecieron debido a las sanciones y las reservas en moneda extranjera han disminuido. El país también enfrenta una crisis energética. - Erosión ideológica: los canales satelitales que transmiten desde EE. UU. y el Reino Unido han ampliado considerablemente su alcance. Medios como Manoto, BBC Persian e Iran International han promovido durante mucho tiempo posturas seculares y prooccidentales, al tiempo que critican al régimen islámico. Lo que ha alarmado especialmente a las autoridades es la promoción del legado de la dinastía Pahlaví: a pesar de su gobierno represivo y de haber combatido los valores tradicionales iraníes e islámicos — todavía recordados por la generación mayor —, algunos jóvenes han comenzado a ver a los Pahlaví como una posible “alternativa” al actual régimen clerical. - Riesgos en la política interna: analistas políticos, funcionarios militares y agencias de inteligencia advirtieron a la dirigencia sobre el riesgo de un “levantamiento nacional” que podría desencadenarse tras un ataque externo. La preocupación no era solo por posibles protestas, sino por el potencial de que grupos prooccidentales colaboraran con agresores extranjeros. El Ministerio del Interior iraní señaló que estos grupos se habían vuelto más activos durante las protestas de 2022 y estaban recibiendo apoyo desde el extranjero. Todas estas señales — provenientes del ejército, el clero, la administración y las agencias de inteligencia — llevaron al liderazgo iraní a adoptar una estrategia de supervivencia política. Basándose en la experiencia de la guerra Irán-Irak, Jamenei razonó que “una confrontación continua llevaría al desastre”. Por eso permitió que comenzaran las negociaciones, aunque manteniendo el control sobre su alcance y contenido.
Uno de los temas clave en las negociaciones entre Irán y Estados Unidos sigue siendo el futuro del programa nuclear iraní. A pesar de años de acusaciones mutuas y pérdida de confianza, Teherán parece estar dispuesto a hacer compromisos tácticos, pero no a rendirse. Según fuentes cercanas a los círculos políticos iraníes, el Líder Supremo Ali Jamenei ha aceptado discutir todos los parámetros del programa nuclear, incluidos los niveles de enriquecimiento de uranio y las condiciones de acceso de los inspectores internacionales a las instalaciones nucleares. Sin embargo, el desmantelamiento completo del programa nuclear se considera inaceptable, ya que sería percibido como una humillación nacional dentro de la cultura política iraní. Jamenei y altos funcionarios de las IRGC — guardianes de los fundamentos ideológicos del régimen — han reiterado esta postura en múltiples declaraciones públicas. El escenario que se evalúa en Teherán incluye las siguientes posibles concesiones: • Una pausa temporal en el enriquecimiento de uranio por encima del 60%, • Una reducción del stock de uranio altamente enriquecido, • Mayor acceso del OIEA a sitios nucleares seleccionados, • Una declaración que afirme los fines pacíficos del programa nuclear con garantías legales. A cambio, Irán exigirá un alivio significativo de las sanciones, no solo en el sector financiero, sino también en el tecnológico, incluyendo el levantamiento de la prohibición de inversiones en la industria del petróleo y gas. Estas restricciones, vigentes desde finales de los años noventa, han sido especialmente perjudiciales: el exfuncionario iraní Hossein Selahvarzi estimó que la pérdida económica total para Irán desde 2012 supera el billón de dólares estadounidenses. El programa de misiles de Irán sigue siendo un tema separado y altamente sensible. Es considerado un símbolo intocable del orgullo nacional y de la autonomía estratégica. El líder supremo ha dejado claro que las capacidades nucleares de Irán “garantizan la seguridad del país” frente a un posible aislamiento o ataque. Por ello, es probable que Teherán rechace cualquier propuesta para reducir su potencial misilístico. Todo esto indica que las negociaciones son posibles, pero su alcance es bastante limitado. Los resultados de las dos rondas más recientes de conversaciones indirectas en Omán y Roma ofrecen cierto optimismo.
La posibilidad de negociaciones entre Irán y Estados Unidos no excluye las tensiones militares. Por el contrario, este año ambos países llevaron a cabo una serie de demostraciones de fuerza con el fin de enviar un mensaje: “Nos acercamos a las negociaciones desde una posición de poder”. Irán, por su parte, ha intensificado su actividad militar en sus fronteras exteriores. En abril de 2025, Teherán suministró por primera vez misiles balísticos de largo alcance y drones a sus aliados en Irak, incluyendo los modelos Shahed-136 y Mohajer-6. Estos movimientos fueron interpretados tanto como actos de apoyo a las milicias chiitas como una señal de que Irán está preparado para lanzar ataques en caso de un conflicto mayor. Los ejercicios militares en el Estrecho de Ormuz adquirieron un significado especial, ya que la armada iraní realizó una serie de maniobras con lanchas misilísticas, minas y drones submarinos. Por ese estrecho circula hasta el 20% del petróleo que se comercia por vía marítima a nivel mundial, es decir, unos 18 millones de barriles por día. Su posible bloqueo fue considerado como una medida de último recurso para presionar a los mercados internacionales en caso de que se impusiera otra ronda de sanciones. Además, Irán ha aumentado su presencia militar en las provincias del sur, ampliando sus bases en Bushehr, Bandar Abbas y Hormozgán. Esto le brinda mayor profundidad operativa en caso de un ataque por parte de Estados Unidos o Israel, y refuerza la narrativa interna de que “Irán no se rendirá, sino que está preparado para defenderse”. Por su parte, Estados Unidos respondió desplegando seis bombarderos estratégicos B-2 Spirit en la base de Diego García, en el océano Índico, dentro del rango de ataque de objetivos clave en Irán. Estos aviones pueden transportar tanto armas nucleares como convencionales, guiadas con precisión. EE. UU. también envió un grupo de ataque con el portaaviones al Golfo Pérsico y reforzó los sistemas de defensa aérea en sus bases en Kuwait, Catar e Irak. Así, el aumento de la presencia militar en la región no es solo una preparación para un posible conflicto, sino también parte del juego diplomático. Teherán demuestra que puede responder con firmeza y que cualquier concesión que haga no es una señal de rendición, sino un paso pragmático hacia la estabilidad. Mientras tanto, Washington señala su disposición para un escenario militar con el fin de ganar ventaja en las negociaciones.
En medio del aumento de las tensiones entre Irán y Estados Unidos, Rusia está emergiendo con mayor claridad como un posible mediador y fuerza estabilizadora. Su papel se define no solo por las dinámicas políticas actuales, sino también por los profundos lazos estructurales construidos entre Moscú y Teherán en los últimos años. En abril, una delegación iraní encabezada por el ministro de Relaciones Exteriores, Abbas Araghchi, visitó Moscú para discutir los resultados preliminares de las consultas sobre un nuevo acuerdo nuclear con el canciller ruso, Serguéi Lavrov. Más allá de la diplomacia nuclear, las partes abordaron una amplia gama de temas regionales, incluyendo Siria, el Cáucaso Sur y Asia Central. Esta reunión fue más que un gesto diplomático; refleja los intereses genuinos de ambos países. Moscú está interesado en la continuidad del actual régimen iraní como fuente de estabilidad y como socio en el mundo multipolar emergente. Teherán, por su parte, evita la retórica antirrusa, no apoya resoluciones contra Rusia en plataformas internacionales y muestra respeto por los intereses de Moscú en la región. Los vínculos ruso-iraníes se están fortaleciendo no solo en lo político, sino también en lo infraestructural. En 2023, ambos países avanzaron significativamente en el Corredor Internacional de Transporte Norte-Sur, un proyecto diseñado para conectar San Petersburgo con el puerto indio de Mumbai a través de Irán. Esta iniciativa, respaldada por Rusia e Irán, ofrece una alternativa a las rutas logísticas centradas en Occidente, y su éxito depende de la estabilidad del régimen iraní. Además, Moscú ya ha demostrado ser un mediador eficaz en conflictos regionales. En 2023, diplomáticos rusos ayudaron a reactivar el diálogo entre Irán y Azerbaiyán tras un largo periodo de hostilidad alimentado por disputas fronterizas, cuestiones religiosas y relaciones con Israel. Esta experiencia podría aprovecharse en el contexto de las negociaciones entre Irán y Estados Unidos, especialmente dada la profunda desconfianza y la falta de diálogo directo entre Teherán y Washington. La posición de Rusia es clara: Moscú se opone a cualquier desestabilización de Irán, ya que eso pondría en riesgo el equilibrio regional, fortalecería la influencia occidental y amenazaría su alianza con Teherán. Como ha subrayado Serguéi Lavrov, Rusia apoyará cualquier paso encaminado a la desescalada y al levantamiento de sanciones contra Irán, siempre que se respete la soberanía y el derecho internacional. Así, Rusia no es solo un aliado de Irán; es uno de los pocos actores que mantiene canales de comunicación basados en la confianza tanto con Teherán como con varias naciones occidentales. Esto convierte a Moscú en un mediador con potencial de éxito, especialmente en un momento en que Estados Unidos tiene opciones limitadas para un diálogo directo con Irán, y los mediadores europeos han perdido gran parte de su influencia anterior.
***La situación en torno a Irán ha llegado a un punto crítico. En medio de una profunda crisis interna, presión por sanciones y crecientes tensiones externas, Teherán debe elegir entre un acuerdo limitado con Occidente que preserve sus activos estratégicos o un enfrentamiento prolongado que podría sumir a la región en una mayor inestabilidad.
Primer escenario: desescalada moderadaSi Estados Unidos e Irán llegaran a un compromiso sobre el tema nuclear, incluso en un formato limitado, se abriría una oportunidad a corto plazo para la estabilización. Irán se beneficiaría de un alivio parcial de sanciones, mayor capacidad para exportar petróleo y atracción de inversiones en sectores clave. A cambio, Teherán se comprometería a actuar con mayor transparencia, reducir los niveles de enriquecimiento de uranio y permitir la supervisión del OIEA. Este escenario también podría aliviar parcialmente las tensiones en torno a Israel, disminuyendo el riesgo de un conflicto directo. Sin embargo, incluso este escenario no elimina varios puntos de fricción: • La hostilidad ideológica entre Irán e Israel, • La postura firme de Teherán sobre su programa de misiles, • La presencia militar de EE. UU. en Irak y el Golfo Pérsico. Esta “distensión congelada” podría durar entre uno y tres años, siempre que ambas partes demuestren voluntad política y eviten provocaciones.
Segundo escenario: una nueva ola de escaladaSi las negociaciones se estancan — ya sea por exigencias excesivas de Washington, la negativa de Irán a ceder en temas sensibles o por interferencias externas — la situación podría salirse rápidamente de control. En ese caso, los posibles resultados incluyen: • Ataques directos a las instalaciones nucleares de Irán (por parte de Israel o EE. UU.), • Ataques de represalia contra bases estadounidenses en Irak y Catar, • Bloqueo del estrecho de Ormuz, • Operaciones más activas de milicias chiitas en la región. Dentro de Irán, esto podría desencadenar una nueva gran ola de protestas, especialmente si la economía sufre otro golpe debido a sanciones más estrictas. También existe el riesgo de que algunos grupos radicales de oposición intenten aprovechar el malestar para iniciar una insurrección con altas cifras de víctimas, algo que ya ha sido advertido por la contrainteligencia iraní.
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Doctora en Historia, investigadora principal y directora del Centro Cultural Oriental del Instituto de Estudios Orientales de la Academia de Ciencias de Rusia, Estudios de Oriente Próximo y Medio, profesora asociada del Departamento de África y Oriente Moderno de la Universidad Estatal de Humanidades de Rusia.
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