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Diplomacy

¿Romance o pragmatismo? Las relaciones entre Rusia y Serbia en tiempos geopolíticos inciertos

Aleksandar Vucic y Vladimir Putin se reúnen en Belgrado el 17 de enero de 2019

Image Source : Wikimedia Commons

by Nina Markovic Khaze

First Published in: Jun.12,2025

Jun.16, 2025

El futuro de Serbia depende de cómo gestione sus lealtades contrapuestas. Su camino a seguir dependerá de si decide aferrarse a sus lazos nostálgicos o alinearse más estrechamente con sus intereses económicos.

Una visión romantizada de Rusia, especialmente de su corazón cultural, es común entre los serbios que no vivieron directamente bajo el régimen soviético. Serbia, como parte de la antigua República Federativa Socialista de Yugoslavia, ocupó una posición única en el orden geopolítico posterior a la Segunda Guerra Mundial. Bajo el liderazgo de Josip Broz Tito, Yugoslavia rechazó decisivamente la dominación soviética en 1948, lo que llevó a su expulsión del Kominform. Fue un movimiento audaz, marcado por el famoso ‘nyet’ de Tito a Stalin. Tras esta ruptura, Yugoslavia adoptó una política exterior de no alineación, fundando el Movimiento de Países No Alineados (MNOAL, por sus siglas en inglés) junto con otras naciones en proceso de descolonización. Esto le permitió mantener un equilibrio delicado entre Oriente y Occidente. Las empresas constructoras estatales operaban en Asia y África, mientras que los trabajadores invitados eran enviados a Europa Occidental para fortalecer la economía nacional. Serbia, como estado sucesor, sigue manteniendo vínculos con el MNOAL, continuando así su larga tradición de no alineamiento.

Un doble pilar de sentimiento y estrategia

La actual relación diplomática de Serbia con Rusia refleja una combinación de sentimiento histórico y estrategia pragmática. El vínculo se mantiene gracias a la fe cristiana ortodoxa, la familiaridad lingüística eslava y una narrativa compartida de solidaridad pasada. Estos factores refuerzan la influencia de Rusia en Serbia, especialmente visible a través de una amplia penetración mediática y un sólido respaldo político a la integridad territorial serbia, particularmente en relación con Kosovo. Una de las herramientas diplomáticas más poderosas de Rusia sigue siendo su poder de veto en el Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas. Moscú ha utilizado consistentemente este privilegio para bloquear el ingreso de Kosovo a instituciones internacionales, un gesto ampliamente valorado en Serbia. Este respaldo refuerza la imagen de Rusia como un aliado leal entre gran parte de la población serbia. Mientras tanto, Rusia ha asegurado un papel destacado en el panorama económico serbio. El comercio bilateral entre ambas naciones se estima en 3 mil millones de dólares anuales. Gazprom posee la mayoría accionaria de la empresa petrolera y gasífera serbia NIS, y Serbia sigue conectada al gasoducto ruso TurkStream. A partir de mayo de 2025, Serbia extendió su contrato de importación de gas con Rusia hasta finales de septiembre, asegurando precios y suministro antes del invierno. Además, la empresa tecnológica rusa Yandex ha trasladado una parte significativa de sus operaciones a Serbia. La compañía emplea a miles de trabajadores locales en los sectores de transporte, reparto y servicios de TI. Desde la invasión rusa a Ucrania en 2022, se estima que más de 300,000 ciudadanos rusos y unos 20,000 ucranianos se han asentado en Serbia huyendo de la guerra, muchos de los cuales trabajan en estos sectores y han obtenido residencia serbia. Esto sigue un patrón histórico: más de 1,500 familias prominentes rusas buscaron refugio en Serbia tras la Guerra Civil Rusa (1917–1918). Muchos serbios siguen viajando a Rusia por negocios, vacaciones o intercambios profesionales. Aunque la cultura pop occidental domina en Serbia, muchos artistas rusos siguen presentándose allí con regularidad, especialmente en las artes clásicas.

Neutralidad pragmática

El presidente Aleksandar Vučić ha caminado cuidadosamente por la delgada línea de mantener la candidatura de Serbia a la Unión Europea mientras resiste la presión para unirse a las sanciones occidentales contra Rusia. Este acto de equilibrio diplomático refleja tanto las realidades políticas internas como una política exterior de larga data basada en la neutralidad estratégica. A principios de mayo de 2025, Vučić asistió al desfile del Día de la Victoria en Rusia junto al presidente Vladimir Putin. Aunque funcionarios de la UE criticaron duramente su decisión, Vučić defendió su presencia como un gesto de respeto hacia las “amistades tradicionales”. Reiteró el apoyo de Serbia a la integridad territorial de Ucrania, pero evitó imponer sanciones a Moscú. Esta ambigua postura continúa frustrando a los diplomáticos occidentales, que consideran que Serbia debe “tomar partido”. No obstante, hacerlo contradeciría la visión del gobierno serbio, que busca mantener su neutralidad estratégica, una tradición de su política exterior que se remonta al siglo XIII. Sin embargo, algunos funcionarios rusos han comenzado a cuestionar esa neutralidad serbia tras la aparición de informes sobre exportaciones de armas a Ucrania desde empresas de defensa serbias, a través de intermediarios en República Checa, Polonia y Bulgaria. La negativa oficial de Serbia a imponer sanciones contra Rusia ha preservado su acceso a los mercados rusos, la energía y el respaldo político de Moscú. Sin embargo, también corre el riesgo de alejar a sus socios comerciales más importantes. En 2024, Serbia exportó bienes por un valor de 959.1 millones de dólares a Rusia — solo el 3% de sus exportaciones totales —, mientras que las exportaciones a la Unión Europea alcanzaron los 19.3 mil millones de dólares, representando más del 60% del comercio total. Las importaciones muestran un patrón similar: solo el 3.3% provino de Rusia, en comparación con el 56.3% desde la UE. Este contraste indica que, aunque Rusia ofrece apoyo estratégico y emocional, el sustento económico de Serbia está firmemente arraigado en Occidente.

El factor energético

La energía sigue siendo el eje central en las relaciones entre Rusia y Serbia. Serbia depende en gran medida del gas ruso, con contratos existentes que ofrecen condiciones favorables difíciles de replicar en otros lugares. Aunque Serbia está haciendo esfuerzos para diversificar su matriz energética — incluyendo la exploración de gas azerí, importaciones de GNL a través de Grecia y Croacia, y energías renovables locales — dichas transiciones requieren tiempo. Actualmente está en marcha un nuevo plan estratégico para el desarrollo de energía eólica y solar, y Serbia también se está preparando para subastar proyectos de energías renovables. Paralelamente, la UE y Serbia firmaron en julio de 2024 una asociación estratégica sobre materias primas, centrada en las reservas de litio de Serbia. Estas son clave para el impulso de la UE de reducir su dependencia de las cadenas de suministro chinas. Sin embargo, las protestas públicas contra la minería de litio en Serbia han paralizado el proyecto, lo que revela la compleja interacción entre la geopolítica y la oposición local.

El papel de Serbia en un mundo cambiante

A pesar de ser un país pequeño, Serbia desempeña un papel desproporcionado en la geopolítica del sureste de Europa. Con la guerra en Ucrania prolongándose y Moscú cada vez más aislado, Serbia sigue siendo un punto clave para la diplomacia y la influencia rusa en Europa. Al mismo tiempo, el país también está invirtiendo en asociaciones más profundas con China, que se está convirtiendo rápidamente en un importante inversor en infraestructura, tecnología y minería serbias. Aunque los lazos históricos y culturales de Serbia con Rusia son duraderos, no son inmutables. La población serbia es cada vez más consciente de las limitaciones de depender exclusivamente de Moscú para el apoyo diplomático y económico. Las generaciones más jóvenes tienen una visión más abierta al mundo y están más inclinadas hacia la integración europea. Este cambio generacional, combinado con las necesidades económicas, podría eventualmente redefinir las prioridades de política exterior de Serbia.

Serbia entre la espada y la pared

El futuro de Serbia depende de cómo logre equilibrar sus lealtades en conflicto. Rusia sigue siendo un símbolo poderoso de herencia compartida y un socio geopolítico en temas como Kosovo. Pero económica e institucionalmente, Serbia está profundamente integrada en los sistemas europeos. Su camino a seguir dependerá de si decide aferrarse a sus lazos nostálgicos o alinearse más estrechamente con sus intereses económicos. En el mundo multipolar actual, Serbia intenta preservar su tradición de no alineamiento mientras se adapta a una nueva era de fragmentación global. Su éxito al mantener este delicado equilibrio — o si finalmente se ve obligada a elegir — tendrá implicaciones profundas no solo para su propio rumbo, sino para toda la región de los Balcanes Occidentales. El romanticismo hacia Rusia sigue seduciendo a muchos serbios y a personas de los Balcanes en general, especialmente a las generaciones mayores con nostalgia yugoslava. Sin embargo, la realidad de la interdependencia económica con Occidente y el cambio constante de la diplomacia global podrían obligar a Belgrado a tomar decisiones más difíciles en los próximos años. ¿Romanticismo o pragmatismo? En el caso de Serbia, siempre es una mezcla de ambos.

This article is published under a Creative Commons License and may be republished with attribution.

First published in :

Australian Institute of International Affairs

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Nina Markovic Khaze

La Dra. Nina Markovic Khaze (Doctora en Ciencias Políticas, ANU) es académica interina en la Universidad Macquarie, analista política de la radio SBS y directora de Comunicaciones de Solve Law, Manly. Anteriormente, fue vicepresidenta de la rama ACT del AIIA e investigadora parlamentaria sénior para Europa y Oriente Medio.

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