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El Estado de Israel y su influencia en la política exterior de Estados Unidos

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First Published in: Jul.07,2025
Jul.07, 2025
La relación entre Estados Unidos e Israel ha sido descrita como una de las alianzas más duraderas y estratégicas de la política moderna. Más allá de los lazos culturales compartidos y los valores democráticos, esta alianza se ha sostenido en gran medida gracias a la influencia sistemática del Estado israelí y de grupos de presión pro-Israel dentro de las instituciones políticas estadounidenses. En este contexto, el lobby israelí —representado principalmente por organizaciones como el Comité de Asuntos Públicos Estados Unidos-Israel (AIPAC, por sus siglas en inglés) — ha desempeñado un papel central en la configuración de decisiones clave de política exterior, desde la asistencia militar hasta el reconocimiento diplomático de los intereses israelíes en el escenario internacional (Mearsheimer & Walt, 2007). Si bien la presencia de grupos de interés es una característica común del sistema democrático estadounidense, el lobby israelí destaca por su notable presencia e impacto en la política hacia Medio Oriente y la diplomacia estadounidense. Como señalan algunos críticos, esta influencia ha llevado en ocasiones a la subordinación de los intereses estratégicos de Estados Unidos en favor de las prioridades israelíes (Pappé, 2017). Este artículo analiza cómo opera el lobby israelí, los mecanismos que emplea y las implicaciones más amplias que tiene para la autonomía de la política exterior estadounidense.
El Estado de Israel y su lobby emplean una amplia gama de herramientas para influir en la política exterior estadounidense, combinando estrategias financieras, institucionales y basadas en el control de la narrativa. Uno de los métodos más impactantes es el financiamiento político. Los Comités de Acción Política (PAC) pro-Israel han canalizado históricamente contribuciones de campaña hacia candidatos al Congreso que demuestran un apoyo incondicional a Israel. En 2020, estas contribuciones alcanzaron un monto significativo de 30 millones de dólares para campañas federales (OpenSecrets, 2021). Los esfuerzos de cabildeo también incluyen el contacto directo con los responsables de formular políticas. La AIPAC, por ejemplo, organiza conferencias anuales que atraen a altos funcionarios estadounidenses, incluidos presidentes y miembros del Congreso. A través del cabildeo estratégico, el lobby israelí ha sido fundamental para la aprobación de medidas como la Ley de Asociación Estratégica Estados Unidos-Israel, y para asegurar una ayuda militar continua que supera los 3,800 millones de dólares anuales (Mearsheimer & Walt, 2007). Aunque a menudo se presenta como una fuerza independiente dentro del panorama político estadounidense, el lobby israelí mantiene estrechos vínculos con el gobierno israelí, lo que le permite actuar como un canal casi oficial de sus objetivos de política exterior. Un claro ejemplo de esta coordinación fue evidente durante las negociaciones del acuerdo nuclear con Irán (JCPOA) bajo la administración de Obama. Durante dicha administración, para finalizar el acuerdo nuclear con Irán (JCPOA), el primer ministro israelí Benjamín Netanyahu se dirigió a una sesión conjunta del Congreso en 2015 sin la aprobación de la Casa Blanca. Este hecho sin precedentes, coordinado con líderes republicanos del Congreso, puso de manifiesto cómo el lobby israelí facilitó el acceso directo a las instituciones políticas estadounidenses, eludiendo efectivamente la autoridad del poder ejecutivo (Beauchamp, 2015). A lo largo de las décadas, la influencia israelí en la toma de decisiones de la política exterior de EE. UU. ha superado el cabildeo tradicional, convirtiéndose en un elemento estructural de cómo Washington aborda el Medio Oriente. Lo que inicialmente comenzó como una defensa basada en la afinidad cultural y estratégica, ha evolucionado gradualmente hacia una forma de influencia integrada que, a menudo, moldea las decisiones antes de que lleguen al debate público. En años recientes, esta influencia se ha visto reforzada por la creciente modernización militar de Israel y sus importantes victorias frente a enemigos como los aliados de Irán en Siria, Líbano y Gaza. Estos avances y el impulso militar israelí no solo han fortalecido su imagen como potencia regional capaz, sino que también han alimentado una postura más firme en sus relaciones exteriores. La confianza generada por estos logros militares se ha traducido en posiciones políticas más rígidas y una presión más intensa sobre sus aliados, particularmente Estados Unidos. Estos ejemplos ilustran que el Estado y el lobby israelí no actúan de forma aislada, sino que a menudo reflejan, canalizan y amplifican la agenda geopolítica del gobierno israelí. Esta dinámica complica la noción del interés nacional dentro de la política exterior estadounidense, especialmente cuando los esfuerzos de cabildeo coinciden con los objetivos de un gobierno extranjero.
A pesar de las promesas iniciales de moderación bajo la renovada visión de “Estados Unidos Primero”, la actual administración estadounidense se encuentra cada vez más enredada en un conflicto regional que inicialmente buscó evitar. Durante el segundo mandato del presidente Trump, la política exterior estadounidense se presentó públicamente como no intervencionista, priorizando la renovación interna por encima de las costosas iniciativas militares y la asertividad estratégica, lo cual ha reducido progresivamente el margen de maniobra de Washington para tomar decisiones de forma independiente. La sostenida presión retórica de Israel y su actitud militar agresiva han condicionado la participación de Estados Unidos en la guerra en curso con Irán. Aprovechando el impulso generado por recientes ataques contra infraestructura nuclear iraní, el liderazgo israelí ha presentado a Teherán como una amenaza existencial inminente, presionando a Washington para que endurezca su postura militar. Como señala Froman (2024), “las acciones de Israel han transformado fundamentalmente el panorama de seguridad en Medio Oriente”. Esta situación evidencia un preocupante cambio en la manera en que Estados Unidos está gestionando su política exterior en la región. En lugar de marcar el ritmo o liderar diplomáticamente, Washington está reaccionando en gran medida a hechos ya impulsados por Israel. Esto refleja la naturaleza arraigada de la relación bilateral entre ambos países. Hoy, los líderes estadounidenses se ven atrapados en un conflicto que no iniciaron, pero que ahora se ven obligados a liderar. Con Irán respondiendo militarmente y las tensiones aumentando en toda la región, el riesgo de una guerra más amplia crece rápidamente. Esta dinámica recuerda a las experiencias pasadas de EE. UU. en Irak y Afganistán, donde intervenciones limitadas se convirtieron en guerras prolongadas y costosas. Mientras Israel sigue actuando desde una posición de fuerza, Estados Unidos enfrenta el peligro de verse arrastrado a una nueva guerra. Con el colapso del Plan de Acción Integral Conjunto (JCPOA, por sus siglas en inglés) y el desplazamiento de la diplomacia multilateral, queda poco espacio para la negociación. Instituciones como las Naciones Unidas o el Organismo Internacional de Energía Atómica (OIEA) han estado prácticamente ausentes en términos de acciones concretas, al igual que la intervención de los miembros del Consejo de Seguridad de la ONU, lo que refleja cómo las dinámicas de poder duro han reemplazado al compromiso diplomático. En este vacío, la narrativa de seguridad israelí se ha vuelto dominante.
El conflicto en curso ha provocado una reconfiguración significativa de la estructura de poder en Medio Oriente. Por ahora, Israel, con el respaldo estratégico de Estados Unidos, ha consolidado su dominio militar y político. Irán, debilitado por la degradación de su red de aliados y los recientes ataques a tres de sus instalaciones nucleares, se encuentra momentáneamente contenido. Esta alineación coloca al eje EE. UU.–Israel en una posición de superioridad regional. Sin embargo, esa superioridad podría ser temporal. Si Irán logra eventualmente adquirir un arma nuclear, el equilibrio podría cambiar nuevamente, no a través del poder convencional, sino mediante la disuasión nuclear. Como se observó durante la Guerra Fría, la disuasión no se trata de ganar en el campo de batalla, sino de imponer costos inaceptables a cualquier agresión. Un Irán con capacidad nuclear ya no necesitaría superar militarmente a Israel ni a Estados Unidos. Por eso mismo, la diplomacia no debe ser vista como un acto de apaciguamiento, sino como una herramienta para evitar una escalada irreversible. Como afirma Vaez (2025), “Washington y sus aliados no deben abandonar la vía diplomática con Irán, no porque sea fácil, sino porque es la única forma sostenible de evitar una mayor escalada”. El momento actual ofrece una oportunidad fugaz: una en la que el éxito militar ha ganado tiempo para que la diplomacia vuelva a ocupar un lugar central. Una de las prioridades más urgentes es retomar negociaciones serias en torno al Plan de Acción Integral Conjunto (JCPOA), no solo para contener las ambiciones nucleares de Irán, sino para reconstruir un marco más amplio de diálogo estratégico. No aprovechar esta oportunidad podría encerrar a la región en una nueva guerra, una que ya no estaría definida por la diplomacia.
Beauchamp, Z. (2015, March 3). Why Netanyahu’s speech to Congress is one of the most controversial in history. Vox. https://www.vox.com/2015/3/3/8142663/netanyahu-speech-congress Mearsheimer, J. J., & Walt, S. M. (2007). The Israel Lobby and U.S. Foreign Policy. Farrar, Straus and Giroux. OpenSecrets. (2021). Pro-Israel PACs contributions to candidates, 2019–2020. Center for Responsive Politics. https://www.opensecrets.org/political-action-committees-pacs/industry-detail/Q05/2020 Pappé, I. (2017). Ten Myths About Israel. Verso Books. Vaez, A. (2025, June 16). Don’t Give Up on Diplomacy With Iran. Foreign Affairs. https://www.foreignaffairs.com/israel/dont-give-diplomacy-iran
First published in :
World & New World Journal
Me llamo Sebastián Calderón Céspedes, costarricense de 26 años y profesional en Relaciones Internacionales. Actualmente curso un posgrado con enfoque en Política Internacional. Me especializo en redacción y análisis de política global y he colaborado activamente en asuntos internacionales, con un gran interés en las dinámicas de poder global y la política exterior.
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