Diplomacy
Sheinbaum y lo internacional
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First Published in: Jun.28,2024
Aug.26, 2024
Las elecciones, simplificadamente, suelen corresponder a tomar la decisión entre continuidad o cambio. Dicho fallo fue emitido con claridad por las y los electores mexicanos. Los resultados de la jornada electoral del 2 de junio pasado en México reflejan que aproximadamente dos tercios de los votos emitidos quieren darle continuidad y, en cierta medida, profundidad a las políticas de la administración saliente. Partiendo de la teoría, esta profundización aplicará a la política exterior. Tras la jornada electoral, surgen expectativas, propuestas, interrogantes y prospectivas. Estas líneas pretenden atender aquellas que se encuadran en el plano internacional. Conviene comenzar con un breve diagnóstico del contexto y del reciente quehacer internacional de México. Con seguridad se puede decir que se invocaron con acento particular los principios constitucionales de la política exterior mexicana, en particular la no intervención. Este acento se mantuvo durante el sexenio de López Obrador acorde con una política exterior de corte nacionalista. La alocución a los principios se hizo en asuntos regionales y también en la agenda temática global. Regionalmente, con Norteamérica se caminó con la guía del principio de respeto a la soberanía y reconocimiento a la corresponsabilidad en temas que fraguan entendimiento, ánimo de cooperación y sociedad estratégica. Sin embargo, quedó demostrado que en algunos temas sensibles no son inexistentes visiones antagónicas. Hacia el sur de nuestra frontera, el diagnóstico en lo general dibuja un estrechamiento de los lazos, con mayor énfasis con los países centroamericanos, mediante el fortalecimiento del diálogo político y la agenda de cooperación mexicana con programas específicos de desarrollo social. Empero, con algunos países en América del Sur, México tuvo y tiene desencuentros lo que ha puesto en pausa e incluso ha implicado un revés a la integración latinoamericana y caribeña. Atravesando el Atlántico, la relación de México con sus contrapartes europeas continuó en su rumbo hacia intensificar la amistad y profundizar el diálogo político como aliados estratégicos pese a breves desencuentros. En el balance, empero, también hay una pausa en la formalización de nuestro Acuerdo Global modernizado con la Unión Europea. Con el resto de las regiones del orbe, México procuró una mayor diversificación. Pero es un ejercicio aún inacabado. Pese a esfuerzos por promover el diálogo y una mayor cooperación en agendas regionales y globales, las bilateralidades con muchos países se mantuvieron al margen de las prioridades. En foros internacionales, México se ha distinguido por apostar en revigorizar al multilateralismo para dibujar un entorno global más favorable que logre atender y resolver la multiplicidad de crisis globales que atañen a toda la comunidad internacional. Para México, la arena multilateral sirvió para apalancar un mecanismo de balance y equilibrio ante las asimetrías con otros países y para nutrir el prestigio de México en pro de un mundo amparado en el Derecho Internacional, un sistema de reglas claras. Hay logros en la política multilateral de México durante este gobierno. Resulta necesario destacar el mayor protagonismo adquirido en órganos de las Naciones Unidas (ONU), incluido la decisión de ocupar un asiento no permanente en el Consejo de Seguridad en el bienio 2021-2022, años que fueron sumamente desafiantes para la estabilidad, paz y seguridad internacionales. Se trata de un elemento característico de una política exterior de Estado. Así, México consolidó una relación continua, relevante y estable con el principal órgano de la ONU. Pese al complejo escenario en el que constantemente se puso en jaque la seguridad internacional, nuestra diplomacia en dicho Consejo apostó por una actitud constructiva. México ejerció un rol que fue exitoso en acercar posiciones alejadas. Las posiciones y decisiones de México estuvieron amparadas, como ha sido el caso históricamente, en el rigor jurídico y en pro de la paz y los Derechos Humanos, lo que le ha dotado de reconocimiento. Así, nuestra política multilateral logró capitalizar credibilidad y confianza entre la comunidad internacional en su conjunto. Otro acierto de México en lo multilateral ha sido el exhorto a la comunidad internacional y la labor de convencimiento a las grandes potencias y los países emergentes sobre la urgencia de reformar a la ONU a la luz de las reconfiguraciones globales. Para México está claro que las medidas requeridas para una reforma integral deben estar norteadas por los principios de representatividad, democratización, transparencia y eficacia. Con este diagnóstico de base, ¿qué se puede anticipar en materia de política exterior para el sexenio que encabezará Claudia Sheinbaum? ¿Qué recomendaciones se podrían elaborar para el quehacer internacional de México en los próximos años? Las respuestas a estas interrogantes orbitan alrededor de encontrar consenso sobre la necesidad de construir una política exterior de Estado, y no de gobierno. Una política exterior de objetivos y visión de largo plazo que permita acomodar los matices y acentos que cada titular del Ejecutivo le imprima. Para esbozar algunas recomendaciones debemos subrayar que México es un país globalmente estratégico. La voz de nuestro país y el prestigio diplomático acumulado a través de los años, ejercen una influencia tangible a nivel internacional. Nuestro país es clave en las tendencias y las dinámicas del comercio internacional y las cadenas productivas globales, estando entre los diez países que más exportan en el mundo. Aunado a lo anterior, México continuará beneficiándose de la relocalización de empresas e inversiones. Gracias a este fenómeno global, conocido como “nearshoring”, nuestro país podrá consolidarse como uno crecientemente atractivo para la inversión extranjera, incluida la asiática, y albergará un potencial para el desarrollo de clústers de innovaciones tecnológicas, entre otros sectores. Se dibujan, por lo tanto, amplios espacios de aprovechamiento global para México. Sin embargo, las dinámicas de conflicto que imperan en la escena internacional trazan complejos desafíos para la gestión de Claudia Sheinbaum en política exterior. Las tensiones de tipo comercial, bélico o geopolítico, como por ejemplo la situación en el Mar de China, la guerra entre Rusia y Ucrania o la crisis humanitaria en la franja de Gaza, dibujan retos cuya solución pasa por alcanzar acuerdos en una amplia gama de temas, de manera particular en seguridad, migración, cambio climático y desarrollo sostenible. Identificar y profundizar las convergencias con países clave será fundamental para suavizar el cúmulo de tensiones internacionales que enfrentará México al inicio del sexenio de Sheinbaum. Nuestra bilateralidad con Estados Unidos es, sin duda, la prioridad manifiesta en la agenda exterior de México. La mirada de México hacia el exterior comienza allí, en nuestra frontera norteamericana. Los lazos de interdependencia son amplios y profundos. Nuestro país y Estados Unidos se necesitan mutuamente. De allí que entre otros temas que podrían constituir los primeros éxitos de la agenda internacional de Sheinbaum podría figurar el tomar pasos importantes en los avances y profundización de una asociación estratégica de la cual deriven beneficios producto de la cooperación, dejando de lado las retóricas. En nuestra relación con Estados Unidos los grandes ejes temáticos y de los cuales se desprenden oportunidades son comercio bilateral, inversiones, cadenas productivas y competitividad con innovación; migración; seguridad y administración fronteriza. En los mismos también se vislumbran retos. La vitalidad de la relación bilateral demanda, en primer lugar, construir un diálogo efectivo, institucionalizado y frecuente mediante cumbres y reuniones de alto nivel periódicas, además de lograr el reconocimiento mutuo de corresponsabilidades en los temas más transcendentales. Lo anterior es una condición determinante, independientemente de quien ocupará la Casa Blanca en los próximos años. Profundizar e institucionalizar aún más este diálogo bilateral es urgente dadas las probabilidades de que llegue a la Oficina Oval una versión remasterizada del “trumpismo”. Estas variables resultarán concluyentes y determinantes para allanar el camino hacia 2026, año de la primera revisión del T-MEC. El objetivo es lograr que la revisión esté avocada a las formalidades del caso, es decir, exenta de renegociaciones profundas o contratiempos de índole política. Hoy sabemos que Marcelo Ebrard será quien tenga la importante misión de conducir esta difícil tarea para México. Uno de los activos de Ebrard, además de contar con experiencia cuando se logró negociar el T-MEC, radica en ser alguien conocido para nuestros interlocutores norteamericanos. De primerísima importancia es también nuestra relación con la República Popular China (RPC). Ha quedado claro que es una bilateralidad fundamental para el presente y el futuro de México. El país asiático es fundamental en la red de relaciones políticas que el gobierno mexicano debe continuar tejiendo y profundizando, aún más concediendo y reconociendo el papel preponderante, de superpotencia, que ejerce China en la política mundial, el desarrollo tecnológico, las inversiones y el comercio. Las tensiones y tendencias geopolíticas en las que el gobierno de la RPC ha protagonizado le otorgan y validan una posición más fortalecida en la región y por extenso en el ajedrez global. Pocos negaban años antes y nadie duda hoy que el dinamismo de la economía china tiene una importancia creciente en términos del comportamiento y estado actual de la economía mundial. Asimismo, China es miembro permanente en el Consejo de Seguridad de la ONU. Debido al posicionamiento que ha alcanzado el país asiático, fortalecer la relación bilateral es vital para alcanzar los equilibrios de poder a nivel global y regional que convienen a México. Por lo tanto, México deberá aproximarse política y económicamente a China. Es menester que conjuntamente gobierno y sector empresarial adopten medidas con visión de mediano y largo plazo para materializar un acercamiento de corte estratégico, con agenda actualizada y mecanismos de diálogo novedosos que abonen a acercar a ambos países. Lograrlo pasa también por la necesidad de abonar al conocimiento mutuo a través de intercambios culturales. Por ende, será menester de la nueva Presidenta mexicana el trabajar en aras de continuar intensificando y ampliando nuestra relación con China, principalmente en materia económica y tecnológica, así como en identificar coincidencias y afinidades en temas globales. Con Europa, en su conjunto, será prioritario lograr la firma del nuevo Acuerdo Global con la Unión Europea para profundizar nuestra alianza. Esto incluye a países con quienes nuestra bilateralidad es histórica, como España, a países líderes de la UE, como Alemania – nuestro principal socio comercial en Europa - y Francia, y al conjunto de países de Europa del Este en cuya frontera se perciben con claridad amenazas al orden internacional establecido. Adicionalmente, resultará imprescindible refrendar el interés de México por formular, de la mano con todos los países europeos, estrategias corresponsables para restablecer la paz y garantizar la seguridad internacional. Nuestros vínculos con América Latina y el Caribe merecen mención aparte. La ecuación de la política exterior mexicana hacia esta región, que sin duda es prioritaria, deberá refrendar su interés por fortalecer los mecanismos de concertación política, avanzar en la integración regional y acordar políticas y principios comunes para lograr un desarrollo económico y social compartido, bienestar para la población y una gestión migratoria basada en Derechos Humanos, con énfasis en la protección integral de las personas migrantes. Considerando que globalmente hoy 281 millones de personas son migrantes, México requerirá hacer valer su poder de convocatoria regional exhortando sobre la urgencia de atender las causas estructurales de este fenómeno, condenar los discursos de odio contra personas migrantes y convencer sobre la necesidad de elaborar formulaciones políticas y jurídicas que contribuyan al desarrollo sostenible y al bienestar de las poblaciones. Hacia esta región, el vínculo con Brasil resultará cada vez más estratégico partiendo del rol de liderazgo que cada uno ejerce y los valores compartidos. En la coyuntura actual se presenta una evidente afinidad político-ideológica entre ambos gobiernos, lo que se traduce en una ventaja adicional que permitirá estrechar aún más nuestros lazos bilaterales. Concluir lo anterior también toma en cuenta la importancia de Brasil en el marco de los BRICS. Por lo tanto, Tlatelolco deberá capitalizar los espacios para las coincidencias con Itamaraty en temas políticos regionales y las aportaciones de soluciones a las crisis en determinados países, como es el caso de Haití. Desde luego, la asociación regional integral que promueve y busca México en la Comunidad de Estados Latinoamericanos y Caribeños (CELAC), y el terreno fértil que podrán experimentar iniciativas de concertación política y diplomática en su marco, podrá despertar interés para Brasil y dibujar claramente las sinergias disponiendo un mayor acercamiento. Quizás la próxima visita a México del Presidente brasileño, Lula da Silva, configure la coyuntura idónea para ilustrar la potencial sintonía entre ambos países para avanzar en la integración de América Latina y el Caribe y articular iniciativas globales. Sin duda, las problemáticas bilaterales con algunos gobiernos de la región, las asperezas ventiladas y los retos a la integración latinoamericana son temas imperativos para ser atendidos por la próxima presidenta y su gabinete. Las soluciones a estos asuntos pendientes no serán sencillas ni veloces. El terreno común es limitado y las distancias ideológicas entre diferentes liderazgos en la región son patentes. No se puede negar la relevancia que para México adquiere la región al compartir una herencia cultural e histórica con estos países. Empero, la dispersión de los rumbos políticos asumidos por los grupos gobernantes y las alternancias en la región han generado una serie de transiciones ideológicas y políticas rumbo a órbitas radicales de centralización de poder, palpable en las estructuras de regímenes caracterizadas por sus fuertes figuras presidenciales. Acechan enfoques pragmáticos en sus expresiones más extremas que, ante la fragilidad estructural y la vulnerabilidad de sus economías, provocan efervescencia sociopolítica, inestabilidad y emigración, entre otras expresiones. Por lo tanto, los retos son complejos y las prioridades que emanan de la región son evidentes. Otras áreas de oportunidad para la política exterior de Claudia Sheinbaum serán la diversificación de nuestras relaciones políticas y comerciales con países emergentes e influyentes en aquellas regiones con creciente importancia global como son, entre otras, el sudeste asiático, África, Medio Oriente y Asia Central. Abrir nuevas misiones diplomáticas y consulares en estas latitudes será idóneo y redundará en frutos en el mediano plazo. Reactivar el diálogo político y la cooperación con todos los actores internacionales y regionales también es imperativo. El ánimo de ampliar nuestra huella diplomática en regiones tradicionalmente relegadas adquirirá un sentido de urgencia de forma cada vez más evidente. Además de esta diversificación, se requerirá fortalecer a la Agencia Mexicana de Cooperación Internacional para el Desarrollo (AMEXCID). Su fortalecimiento institucional parte de construir una agenda de cooperación internacional con base en resultados y necesidades tanto de la oferta cuanto de la demanda. Se antoja necesario aumentar la capacidad de recursos destinados a la cooperación internacional que ofrece México. Y también se piensa viable adoptar una actitud de cooperación más proactiva y propositiva, con alto valor de innovación, en la cual México pueda aparecer como receptor de cooperación en temas como innovación tecnológica y transición energética. Igualmente, es fundamental continuar apostando por esquemas de cooperación trilateral o triangular, pues esta decisión parte de reconocer visiones conjuntas y prioridades compartidas con otros países, lo que abona al estrechamiento de lazos colaborativos con países de la región y pertenecientes a diversas latitudes. Sumado a todo ello, hay varios otros temas que deberán ser atendidos. Con ánimo de enumerar algunos en pocas palabras, será forzoso destacar la urgencia que tiene el desarrollar acciones en el plano internacional que busquen ampliar los espacios de actuación multilateral y construcción de posiciones comunes en temas como seguridad alimentaria, cambio climático y transición a energías limpias y verdes – temas de personal interés para Claudia Sheinbaum dada su formación, conocimiento y experiencia. Otros temas, también de carácter global y que requerirán de atención prioritaria, son aquellos relativos a la salud; las contribuciones para perfeccionar el Derecho Internacional y a progresar en su codificación; a promover la adopción de instrumentos innovadores como nuestra Política Exterior Feminista; y, por supuesto, a formular iniciativas y encabezar esfuerzos multilaterales para restablecer la paz. Es pertinente detenerse para subrayar que el tema de la paz internacional es uno en el que México goza de un prestigio como constructor de puentes de entendimiento. Nuestras ventajas radican no solamente en nuestra tradicional política pacifista y conciliadora, sino en el aval que nos dan nuestras pertenencias múltiples, facilitando la voz y voto de México en muchos organismos internacionales. Esto, sin duda, abonará a identificar potenciales consensos y posiciones comunes a favor de la paz sostenible. Estas mismas pertenencias múltiples y prestigio de México pueden traducirse en aportar a la imperiosa necesidad de reformar a la ONU para garantizar un sistema internacional actualizado. De forma separada o en conjunto, los asuntos descritos configuran temas trascendentales para la definición del perfil e imagen internacional que se construya alrededor de la presidenta electa y de lo que será la política exterior de su sexenio. Pero conviene hacer un paréntesis para una reflexión que sin duda es relevante. La decisión personal que tome Claudia Sheinbaum respecto a sus salidas al exterior tendrá un peso importante. Los futuros viajes internacionales de la Jefa del Ejecutivo, en caso de que lleguen a darse de forma frecuente, serán un elemento por considerarse en función del despliegue internacional que quiera adoptar México. En ese sentido, la Cumbre del G20 en Río de Janeiro en noviembre próximo se antoja como una primera y valiosa oportunidad para una aparición de Sheinbaum junto con los líderes de las economías más importantes del orbe. Las ventajas que traería este viaje son obvias pues sobra decir que la política exterior de México coincide plenamente con las tres prioridades generales de la presidencia brasileña del G20. Al igual que en esta agrupación, los foros globales esperan la voz de México con representaciones al más alto nivel. Asimismo, el perfil de la futura presidenta mexicana obliga a traer a colación un apunte sobre los enormes desafíos en materia ambiental y retos de adaptabilidad que imponen las evidencias del cambio climático. Ante ello, es válido subrayar que Sheinbaum genera esperanza. Las probabilidades indican que su figura podría capitalizar un liderazgo internacional que tenga como base su compromiso político y su perfil académico en este tema en particular. Ella parece tener claro que es menester avanzar en cuestión de transición energética y deberá trabajar y convencer en lograr aumentar las inversiones públicas y también del sector privado en la proporción de energías renovables en la matriz energética del país. Las políticas ambientales y la apuesta por la eficiencia energética, por sus características e implicaciones de corresponsabilidad global, ocuparán buena parte del tiempo y espacio en las agendas doméstica e internacional del próximo sexenio mexicano. Sheinbaum cuenta con las credenciales y el interés para registrar avances en el sentido que reclama la emergencia climática mundial y adoptar un rol protagónico. Será fundamental el trabajo que desempeñará Alicia Bárcena, actual Canciller y futura secretaria de estado de Medio Ambiente y Recursos Naturales, en apoyo y acompañamiento a los acuerdos globales en esta temática. El conocimiento técnico y práctico de Bárcena en esta agenda es sinónimo de garantía y su nombramiento muestra la importancia que tiene la agenda ambiental. Como en todo inicio sexenal, convendrá quizá revisitar el ejercicio de interpretación de los principios constitucionales de política exterior mexicana. El ejercicio tendrá que hacerse a la luz del limitado margen que el convulso tejido global permite. Pese a estas limitaciones contextuales, el apego a la base principista de nuestro actuar internacional deberá, primeramente, ofrecer una gama de recursos que puedan traducirse en soluciones prácticas para la exitosa conducción de México allende sus fronteras. Los principios son, en esencia, elementos fundamentales para el accionar de la política exterior, y a la vez son subsidiarios para la definición de las estrategias para el quehacer internacional de México. No corresponden a ser, por definición, prioridades declarativas. Constituyen, en cambio, el marco legal de acciones y decisiones aceptables, posibles y deseables, incluido su estado de vigilia y salvaguarda del interés nacional. Pero resultarán útiles en la medida en que doten de previsibilidad, ordenen nuestro actuar internacional, señalicen las posiciones y definiciones que han de ser válidas conforme a la estatura internacional de México, abonen al actuar de nuestra tradición diplomática y sumen al prestigio e imagen de México. Dicho de otra forma y como nuestra historia lo ha demostrado, su valor no radica en lo declarativo sino en su aporte para que, con base en los mismos, se logren construir acuerdos globales con nuestros socios y aliados internacionales en lo bilateral y en el marco de los organismos multilaterales y regionales. Para que los principios se traduzcan en ventajas en la práctica, es deseable hacerlos acompañar del ejercicio del poder suave y la promoción de México a través de nuestro valioso patrimonio cultural, natural, artístico e histórico. Para todo lo anterior y satisfacer estos objetivos, se tendrá que superar el obstáculo de la escasez de recursos. Para ser consecuente con el objetivo de ejercer un despliegue global, correspondiente a la posición de México en el tablero internacional, resulta imperativo fortalecer las capacidades de acción y disponer de recursos. Asimismo, se deberán elaborar esquemas de organización para dirigir con destreza acciones en los ámbitos bilaterales y multilateral a fin de cumplir cabalmente con los objetivos de política exterior antes referidos. La respuesta, en gran parte, estará en recurrir y apoyarse en las y los profesionales de la diplomacia mexicana y en cuadros hábiles diplomáticamente para actuar en el marco de nuestros principios constitucionales de política exterior y anteponer la cooperación al conflicto. Se debe, por lo tanto, reconocer la necesidad de afirmar que la Secretaría de Relaciones Exteriores cuenta con la fortaleza que le da el Servicio Exterior Mexicano (SEM). La diplomacia mexicana alberga la suficiente experiencia, sensibilidad política, habilidad, sentido histórico, mira global, voluntad de servir a los intereses nacionales y capital intelectual para tomar la iniciativa en las soluciones que el mundo y México reclaman. Se trata del servicio más antiguo del país, que ha adquirido y asumido crecientemente más responsabilidades. Un servicio que se ha caracterizado por su labor comprometida y profesional en aras de la satisfacción de los intereses mexicanos y las mejores causas de la humanidad. El despliegue de esta política exterior, basada en la tradición diplomática que alberga el SEM, también deberá favorecer la creación de sinergias cooperativas a partir del trípode virtuoso de colaboración entre universidades y centros de investigación, empresas y sociedad civil organizada y gobierno. Pese a su aparente abstracción, la política exterior es tan importante como la política doméstica; en ello radica la importancia de invertir esfuerzos y voluntad política para la consolidación del actuar internacional de México como una política de Estado. Es patente que ante problemáticas globales se requieren acciones de cooperación y soluciones comunes que se caractericen por su corresponsabilidad. La diplomacia mexicana alberga la suficiente experiencia, sensibilidad política, habilidad, sentido histórico, mira global, voluntad de servir a los intereses nacionales y capital intelectual para tomar la iniciativa en las soluciones que el mundo y México reclaman. El mundo es uno crecientemente interdependiente, interconectado, globalizado. Es uno preocupantemente radicalizado que discurre en debate axiológicos, tal y como lo demuestran los resultados electorales en varias latitudes del mundo. México necesita contribuir a un mundo más estable, ordenado y pacífico. Finalmente, estas líneas de reflexión sobre la agenda internacional de la futura presidenta de México estarían inacabadas sin mencionar algo sobre quien dirigirá los esfuerzos de la Secretaría de Relaciones Exteriores. Es noticia confirmada por la propia Claudia Sheinbaum que Juan Ramón de la Fuente tendrá esta responsabilidad. Además de que su personalidad abrirá puertas y abonará a una buena atmósfera de negociaciones con sus pares, tiene como fortalezas su experiencia profesional y el compartir, junto con Sheinbaum y Bárcena, un perfil científico con miras globales. Su paso en el SEM como nuestro representante permanente ante ONU en Nueva York, así como su acumulada experiencia internacional trabajando de cerca previamente con la familia de esta organización universal, incluido con la Organización Mundial de la Salud (OMS) y el Programa de Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD), abonan a sus credenciales sobre el cómo conducir y procurar la satisfacción de México en foros globales. Su nombramiento se dibuja como un aspecto positivo. Se generan expectativas.
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Diplomático
mexicano de Carrera del Servicio Exterior Mexicano, rango actual de Segundo
Secretario. Desde noviembre de 2021 está adscrito al Consulado General de
México en São Paulo, Brasil en donde es Cónsul para temas
Económicos-Comerciales, Promoción y Asuntos Culturales y Educativos.
Anteriormente fue Chargé d'affaires a.i. y Jefe de Cancillería en la Embajada
de México en Trinidad y Tobago. En su trayectoria profesional, entre 2013 y
2016 perteneció al Servicio Profesional de Carrera de la Administración Pública
Federal del gobierno de México, tiempo en el que trabajó en la Unidad de
Política Migratoria de la Secretaría de Gobernación. De 2009 a 2013 trabajó en
la Dirección General para América del Norte de la Secretaría de Relaciones
Exteriores, en la que fue responsable del Departamento de Política Interna de
Estados Unidos.
Maestro en Relaciones Internacionales y Política por la Universidad de Cambridge, becario Chevening, y Licenciado en Relaciones Internacionales por la Universidad Nacional Autónoma de México, condecorado con la Medalla Gabino Barreda al Mérito Universitario. Cuenta con estudios universitarios de la Universidad de California, San Diego (UCSD).
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