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Las recientes protestas contra las medidas de austeridad impuestas por el Fondo Monetario Internacional (FMI) han sacudido a varios estados africanos. Kenia, socio de Estados Unidos desde hace mucho tiempo y uno de los principales contribuyentes a las operaciones de mantenimiento de la paz de la ONU en Haití, sufrió violentos enfrentamientos entre las fuerzas de seguridad del gobierno y manifestantes contrarios a la austeridad debido al incremento de impuestos de una controvertida ley de finanzas. Al mismo tiempo, muchos manifestantes consideraron que la participación de Kenia en Haití era asumir la factura de los intereses de seguridad estadounidenses, mientras que los ciudadanos kenianos luchaban por llegar a fin de mes. Poco después, protestas similares contra las medidas del FMI se extendieron a Nigeria. Analistas y locales están preocupados de que la propagación de las protestas pueda amenazar la estabilidad en toda África. Los ciudadanos de otros países siguen expresando su descontento con el statu quo político y económico a través de protestas (en Mozambique) y en las urnas (en Botsuana). Los préstamos del FMI tienen condiciones significativas, incluyendo reformas a los sistemas financieros y de gobernanza. Los críticos de estas condiciones frecuentemente acusan al FMI de ser un violador de la soberanía. Los cambios en los modelos económicos y de gobernanza, combinados con altas deudas y tensiones económicas, aumentan los costos de los productos básicos y disminuyen el poder adquisitivo en todo el continente. Para muchos ciudadanos, Occidente se beneficia de los recursos africanos mientras obstaculiza el acceso de los africanos a la economía global. Las poblaciones en estos países exigen alternativas al financiamiento del FMI, protestando contra los gobiernos para oponerse a la austeridad impuesta por esta institución. Los jóvenes, un grupo demográfico cada vez más importante, están especialmente activos. Muchos de estos jóvenes tienen educación universitaria pero no logran conseguir empleos adecuadamente remunerados en industrias especializadas. La economía informal está creciendo, pero se encuentra cada vez más separada de las economías formales e internacionales. Las medidas de austeridad del FMI están llevando al continente a una crisis económica y a protestas que pueden tener efectos duraderos contrarios a la política exterior estadounidense y el orden internacional liberal. Algunos ya ven a China como una alternativa viable, aunque la opinión pública sobre la influencia china es mixta. En otros lugares, los recuerdos de la Guerra Fría hacen de Rusia una alternativa económica y política relativamente desconocida. Así, mientras las acciones recientes de Occidente en África han puesto en peligro las relaciones a largo plazo, Rusia está aumentando lentamente su influencia en el continente. De hecho, el Kremlin ya ha tomado cartas en el asunto y está implicado en la política que rodea a las diversas crisis de la deuda de las naciones africanas. Los países africanos tienen deudas con múltiples actores internacionales, entre ellos Rusia. Sin embargo, Moscú ha condonado las deudas de muchos de estos países, combinando el alivio de la deuda con beneficios económicos adicionales, como el envío de granos y recursos energéticos. También ha intensificado la cooperación en materia de defensa con varios países africanos. Esta cooperación incluye a menudo contratos de venta de armas y el despliegue de unidades militares irregulares, entre ellas el Grupo Wagner. Acciones diplomáticas como las anteriores han llevado a algunos manifestantes a ver en Rusia una alternativa viable a la financiación del FMI y a las asociaciones con Estados Unidos y Europa. En una representación visual de este fenómeno, se ha visto a manifestantes ondeando banderas rusas en concentraciones multitudinarias por toda África. Rusia parece recibir el mayor apoyo en el Sahel, donde los gobiernos no han conseguido frenar la inestabilidad política ni cumplir las promesas de desarrollo económico. La población de la región ya estaba enfadada con la continua presencia militar postcolonial de Francia, y Rusia se aprovechó de ello. Los sectores populares no son los únicos actores que buscan alternativas; las élites gobernantes también ven a Rusia como un socio atractivo. La cooperación en defensa rusa y la presencia de fuerzas irregulares refuerzan a estos regímenes frente a las crecientes protestas civiles por la mala gobernanza o los derechos humanos. Sin embargo, Rusia aún no ha logrado los avances que podría. La guerra en Ucrania está perjudicando a los africanos y contribuyendo al estrés económico, ya que los precios globales de los granos se han disparado. Algunos perciben a Rusia como un factor que agrava los problemas de la mala gobernanza mediante el uso del Grupo Wagner y sus fuerzas para respaldar a funcionarios corruptos, proteger intereses corporativos y reforzar gobiernos impopulares. El interés de Rusia en la región también es menos significativo que en el Medio Oriente, Europa del Este o el Ártico, donde tiene objetivos estratégicos, económicos y políticos más cercanos. En lugar de apresurarse, la presencia económica de Rusia en África está avanzando lentamente en el cumplimiento de los objetivos de Moscú en el escenario internacional. Cuando Rusia trató de socavar las sanciones financieras, tecnológicas y energéticas de Occidente como consecuencia de su invasión de Ucrania, se dirigió a África para encontrar nuevos consumidores de productos alimenticios, energía y armas. Tras la invasión, sólo la mitad del continente votó a favor de condenar a Rusia. Estos patrones de voto en la ONU indican un mayor apoyo a Rusia en África que en otras regiones del mundo, aunque la desconfianza hacia Rusia siga siendo alta en algunas partes del continente. Las crisis previstas podrían aumentar también la influencia rusa en el continente. Los impactos generados por la crisis de la deuda en África podrían convertirse en una causa inmediata de cambios geopolíticos y geoeconómicos. Los rápidos cambios demográficos y los desastrosos eventos climáticos (como las sequías e inundaciones) agravan los desafíos económicos y migratorios existentes. Dado que los tentáculos de la influencia económica y de seguridad rusa, así como la desinformación, ya están presentes en África, estas futuras crisis podrían acercar a múltiples estados africanos aún más a la órbita rusa, y alejarlos de los países e instituciones occidentales. Una mayor alineación de los estados africanos con Rusia tendría varios inconvenientes. Rusia desalentaría la democratización y utilizaría la asistencia en seguridad para fortalecer a dictadores en todo el continente. También es probable que se obstaculice el desarrollo ambiental sostenible. Rusia podría aumentar la extracción de recursos naturales de formas perjudiciales para el medio ambiente. Además, las exportaciones de energía rusa se centrarían en petróleo y gas, lo que erosionaría las inversiones y los avances significativos ya alcanzados en el desarrollo de energía verde por muchas economías políticas africanas. Mientras los errores de Occidente crean oportunidades para que Rusia gane terreno en África, también preparan el escenario para que otras potencias globales capitalicen el vacío. La infraestructura construida por China en África también ha contribuido a las cargas de deuda, pero, a diferencia de los enfoques occidentales vinculados a medidas de austeridad del FMI, China está recalibrando su estrategia. Al centrarse en proyectos más pequeños con menor exposición a la deuda y a promover el desarrollo de energía verde en el extranjero, China se posiciona como un socio más atractivo. Esta estrategia no solo refuerza las industrias nacionales de paneles solares y vehículos eléctricos (EV) de China, sino que también mejora su poder blando al responder a las necesidades económicas locales. Además, mientras las políticas occidentales alienan a los gobiernos y a las poblaciones africanas, la influencia de Rusia y China podría crecer. Los avances de Rusia en la región podrían fortalecer indirectamente la posición de China al fomentar un escepticismo más amplio hacia los sistemas liderados por Occidente, alineando a los líderes africanos más estrechamente con los objetivos geopolíticos de Pekín, incluyendo su postura sobre Taiwán. África es un continente en auge. Uno de cada cuatro seres humanos será africano para 2050. Si Estados Unidos y Europa dejan pasar la oportunidad de relacionarse con un continente de potencias emergentes en desarrollo verde y una población cada vez más educada, sus políticas occidentales socavarán su propio poder e influencia en el orden internacional. El silencioso aumento de Rusia en asistencia comercio y de seguridad ofrecen una alternativa establecida. Lo que significa, en última instancia, tanto Rusia como China podrían estar jugando a largo plazo, obteniendo apoyo incremental de una región de mil millones de personas a la vez.