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Defense & Security

Turquía: cuatro conceptos clave para entender la crisis actual

ESTAMBUL, TURQUÍA - 23 DE MARZO DE 2025: Protestas después del arresto del alcalde de Estambul, Ekrem Imamoglu. Vista aérea.

Image Source : Shutterstock

by Samim Akgönül

First Published in: Mar.25,2025

Apr.07, 2025

Para entender mejor la situación actual en Turquía, donde se han llevado a cabo manifestaciones masivas e ininterrumpidas desde la detención del alcalde de Estambul, Ekrem İmamoğlu, el 19 de marzo, es necesario revisar algunas palabras turcas — sin una traducción exacta al francés — que han aparecido o reaparecido en el discurso público y que reflejan la reescritura de las reglas políticas que el gobierno del presidente Recep Tayyip Erdogan está imponiendo. İmamoğlu, de 53 años, alcalde de Estambul elegido en 2019 y reelegido en 2024, fue arrestado el 19 de marzo junto con decenas de sus aliados, representantes electos y miembros del Partido Republicano del Pueblo (CHP, de ideología kemalista), bajo cargos de “corrupción”, “terrorismo” y “colaboración con el Partido de los Trabajadores del Kurdistán (PKK)”. El 23 de marzo fue despojado de sus cargos e ingresado a prisión. Las autoridades también han comenzado a cuestionar sus credenciales académicas, ya que, según la Constitución, el presidente de la República debe ser egresado universitario. Sin embargo, el título universitario de İmamoğlu, obtenido hace 32 años en la Universidad de Estambul, acaba de ser anulado bajo presión del gobierno. Irónicamente, se sospecha que el propio Recep Tayyip Erdogan no habría obtenido realmente el título universitario que dice tener, y no puede presentar ninguna prueba de su paso por la universidad (fotos, testimonios, etc.), aunque la institución de la que afirma haberse graduado sostiene que sí fue alumno allí. Esta abrupta destitución de una figura política clave en Turquía — que contaba con el apoyo tanto del electorado secular como de sectores conservadores, y que se perfilaba como el candidato de la oposición frente a Erdogan en las elecciones presidenciales de 2028 — desató de inmediato una reacción masiva. Desde hace una semana, el país vive una ola de enormes manifestaciones, que reúnen a cientos de miles de personas en solidaridad con el líder encarcelado. Entre los manifestantes hay jóvenes, académicos y ciudadanos de localidades tradicionalmente afines al Partido de la Justicia y el Desarrollo (AKP). Mientras los medios oficiales guardan un llamativo silencio y X ya ha bloqueado numerosas cuentas opositoras a pedido de Ankara, el secretario general del CHP estima que ya hay un millón de manifestantes. Ante este explosivo escenario, vale la pena observar más de cerca algunos términos específicos del debate público actual en Turquía, que reflejan la situación de un país sumido en la agitación.

El “testigo secreto” (‘Gizli tanık’)

El primer término: ‘Gizli tanık’, que en francés significa “testigo secreto”. En Turquía, el uso de “testigos secretos” fue legalizado por la Ley no. 5726 sobre Protección de Testigos, adoptada el 27 de diciembre de 2007 y publicada en el Boletín Oficial el 5 de enero de 2008, en un contexto donde el movimiento de Gülen dominaba el poder judicial en acuerdo con el partido gobernante AKP. Este sistema de “testigos secretos” impide el contrainterrogatorio de testigos y facilita la detención preventiva y posterior condena de cualquier sospechoso por causas políticas: basta con que un testigo secreto declare en su contra. Esta práctica se introdujo por primera vez en 2007 durante los juicios de Ergenekon. Luego se utilizó contra los kurdos en los juicios de la Unión de las Comunidades del Kurdistán (KCK) en 2009. Hoy sigue siendo utilizada en varios procesos judiciales. Fue justamente un “testigo secreto” el que usaron las autoridades para acusar a İmamoğlu de corrupción y terrorismo.

Alcaldes destituidos y reemplazados por administradores designados por el poder (‘Kayyum’)

Nuestro segundo término, ‘kayyum’, hace referencia a la figura clave del “tutor” o “administrador”. En Turquía, se trata de una persona designada por un tribunal o autoridad civil para gestionar propiedades — en especial bienes inmuebles — o una institución. Esta medida se aplica cuando la persona a cargo de una institución no puede ejercer sus funciones o es destituida por razones establecidas por la ley. La aplicación del ‘kayyum’ a las municipalidades turcas fue legalizada mediante el decreto-ley no. 674, publicado el 1 de septiembre de 2016, durante el estado de emergencia declarado tras el intento de golpe de estado del 15 de julio de ese año. Este decreto otorgó al Ministerio del Interior la facultad de destituir alcaldes acusados de vínculos con organizaciones terroristas y nombrar administradores en su lugar. Tras la adopción de esta normativa, muchas municipalidades — en particular las gobernadas por el partido prokurdo HDP — fueron puestas bajo administración tutelada. Desde 2016, se han realizado un total de 160 nombramientos ‘kayyum’. Entre los cargos contra İmamoğlu, figura la existencia de un acuerdo electoral, conocido como el “Pacto Urbano”, firmado con el HDP antes de las elecciones municipales de 2024. Paradójicamente, esta acusación surge en un momento en que el gobierno mantiene negociaciones secretas con Abdullah Öcalan, el histórico líder del PKK, con el objetivo de desarmar al movimiento kurdo. Al amanecer del 23 de marzo de 2025, el juez ordenó la prisión preventiva de Ekrem İmamoğlu por el cargo de “corrupción”, mientras que la acusación de “terrorismo” — la única que permitiría nombrar un ‘kayyum’ en Estambul — seguía en discusión.

Parque Gezi: recuerdos de la movilización de 2013

Nuestro tercer término es ‘Gezi’, que literalmente significa “paseo”. Se refiere a un parque en el corazón de Estambul, junto a la plaza Taksim, un lugar emblemático para la movilización política. El “movimiento Gezi” hace referencia a una ola de protestas que estalló en Turquía en mayo de 2013, tras un proyecto de remodelación urbana que amenazaba este parque, uno de los pocos espacios verdes en el centro de la ciudad. Iniciado por ambientalistas, el movimiento rápidamente se transformó en una gran protesta contra el gobierno de Recep Tayyip Erdogan, acusado de autoritarismo e injerencia creciente en la vida pública. La intención de demoler el parque se interpretó como un intento de privar a la oposición de un lugar tradicional de reunión. La protesta fue reprimida violentamente por la policía, y Gezi se convirtió en un símbolo de resistencia democrática en Turquía, marcando una ruptura duradera entre las autoridades y una parte de la sociedad civil. Las protestas actuales evocan en cierto modo aquel movimiento, aunque esta vez la motivación es estrictamente política. El objetivo es denunciar, por sobre todo, la manipulación de las reglas democráticas por parte de quienes están en el poder. La participación — o no — de los sectores kurdos en estos acontecimientos no es un detalle menor. Mientras que en 2013 los kurdos se movilizaron solo de forma individual, en el marco del proceso de paz con el AKP, hoy el partido prokurdo DEM (que reemplazó al HDP en 2023) podría brindar oficialmente su apoyo a las movilizaciones en favor de İmamoğlu. Con su exlíder Selahattin Demirtaş encarcelado desde 2016 y condenado el año pasado a 42 años de prisión, y con Öcalan llamando recientemente a la autodisolución del PKK, la posición del DEM está siendo observada con atención. Si los kurdos se suman de forma organizada a las protestas en apoyo a Ekrem İmamoğlu, el nuevo movimiento tendría posibilidades reales de avanzar. Pero si, como en Gezi, las organizaciones políticas kurdas — en especial el DWS y el PKK — prefieren no interferir con el actual proceso de paz con Ankara, entonces una vez más la juventud desorganizada se verá indefensa frente a los gases lacrimógenos. Por supuesto, el liderazgo del movimiento le corresponde al CHP. Sin embargo, la experiencia militante del movimiento kurdo supera con creces a la de la juventud de clase media que apoya al CHP: demasiado individualista y poco comprometida; estos ciudadanos aún tienen mucho que aprender en términos de movilización de un pueblo que lleva décadas en lucha.

Mal perdedor (‘Mızıkçılık’)

Su traducción: “Negarse a aceptar la derrota, cambiar las reglas durante el juego y actuar de mala fe para consolidar el poder.” En términos simples, es el típico mal perdedor que no acepta perder… ¡incluso antes de haber sido derrotado! Este término es ampliamente usado por los manifestantes para describir el comportamiento del AKP, similar al que tuvo el mismo partido hace casi diez años. Tras las elecciones parlamentarias de junio de 2015 en Turquía, el AKP perdió su mayoría absoluta, pero la violencia provocada tanto por el PKK como por fuerzas militares — especialmente en relación con la cuestión kurda — interrumpió el proceso político. Esta situación generó un clima de inseguridad e inestabilidad, lo que llevó a elecciones anticipadas en noviembre de 2015. En esas nuevas elecciones, el AKP logró recuperar su mayoría absoluta, fortaleciendo la posición de Recep Tayyip Erdogan. Hoy, esta táctica podría estar repitiéndose para eliminar a un posible rival antes de los próximos comicios. Un nuevo elemento se suma a este escenario complejo: la solidaridad mostrada hacia İmamoğlu por numerosos alcaldes occidentales, quienes denuncian públicamente el ataque a los principios democráticos y al Estado de derecho en Turquía. Pero, ¿podría este apoyo ser manipulado por el gobierno turco con fines propagandísticos? En un clima donde cada gesto de respaldo internacional es analizado con lupa, está claro que esta solidaridad podría ser utilizada para reforzar la imagen de un país aislado o para desviar la atención de los verdaderos problemas internos. En última instancia, la situación en Turquía sigue siendo extremadamente frágil. En Estambul, una metrópolis con más de 15 millones de habitantes, apostar por neutralizar a un opositor político de este calibre conlleva riesgos considerables, especialmente en un contexto donde la juventud y los sectores académicos se están movilizando con fuerza. Marcada por giros imprevisibles, la trayectoria de Turquía deja abierta la posibilidad de que la resistencia popular logre eventualmente hacer retroceder al gobierno, permitiendo que İmamoğlu conserve un futuro político prometedor más allá de sus objetivos actuales. Pero ya dijimos lo mismo sobre Selahattin Demirtaş … quien lleva casi diez años en prisión.

First published in :

The Conversation

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Samim Akgönül

Historiador y politólogo, profesor de investigación en la Universidad de Estrasburgo y en el CNRS.

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