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Defense & Security

Trump, Teherán y la trampa en Yemen

HAJJAH, YEMEN – 29 de octubre de 2023: Visita de altos líderes militares a fuerzas internacionalmente reconocidas en el eje Yemení de Saada

Image Source : Shutterstock

by Mohd Amirul Asraf Bin Othman

First Published in: Apr.03,2025

Apr.21, 2025

Mientras Medio Oriente se prepara para una nueva escalada de conflicto, Teherán se encuentra acorralado por la diplomacia coercitiva de Donald Trump, enfrentando la dura disyuntiva entre hacer concesiones estratégicas o entrar en una confrontación regional.

El regreso de Donald Trump a la presidencia ha reavivado las hostilidades entre Estados Unidos e Irán, convirtiendo a Yemen en un punto crítico estratégico. La doctrina de Trump, basada en una diplomacia militarizada bajo una lógica de todo o nada, elevado a los hutíes de simples actores periféricos a detonantes principales del conflicto. Al vincular explícitamente los ataques con misiles de los hutíes al mando iraní, Trump ha anulado de facto la estrategia iraní de negación plausible que sostenía desde hace años. Históricamente, el uso de fuerzas intermediarias por parte de Irán se ha basado en operar dentro de una zona gris: proyectar influencia sin entrar en confrontaciones directas. El regreso de Trump busca desmantelar esta ambigüedad estratégica, reclasificando toda actividad de sus aliados como actos directos del Estado iraní. El ejército estadounidense ha lanzado la campaña militar más cara bajo el mando del Comando Central de Estados Unidos (CENTCOM, por sus siglas en inglés) contra los hutíes desde el inicio de la crisis en el Mar Rojo a finales de 2023, teniendo como objetivos la infraestructura de misiles balísticos, depósitos de drones y altos mandos en Yemen. La operación, iniciada el 15 de marzo, marcó un giro estratégico tras la reasignación de los hutíes por parte de Trump como organización terrorista extranjera y su promesa de “desatar el infierno” sobre sus posiciones si continuaban los ataques. La retórica de Trump se ha intensificado, en consecuencia, advirtiendo: “Cada disparo de los hutíes será considerado, de ahora en adelante, como un disparo proveniente de las armas y el liderazgo de Irán.” Esto coloca a Teherán en una paradoja: o abandona a los hutíes, arriesgando su credibilidad y influencia estratégica, o asume por completo la represalia de EE. UU. Ninguna de las opciones es estratégicamente viable. Conscientes de lo que está en juego, Irán habría instado a los hutíes — a través de intermediarios omaníes y canales diplomáticos en Teherán — a reducir sus ataques marítimos, especialmente en el mar Rojo. Sin embargo, el liderazgo hutí ha rechazado públicamente dichos llamados, reafirmando su compromiso de atacar embarcaciones israelíes y rechazando cualquier interferencia externa en sus decisiones operativas. Su resistencia se basa en la convicción ideológica, la resiliencia forjada en el conflicto y un creciente rol en la región. El renovado conflicto en Gaza, provocado por el bombardeo israelí de marzo de 2025 que, según el Ministerio de Salud de Gaza, mató a cinco líderes de Hamás y a más de 400 civiles, ha colapsado el frágil alto al fuego y ha reavivado una guerra en múltiples frentes que involucra a Hamás, Hezbolá y a los hutíes. Con un saldo de más de 50,000 muertos en Gaza, Hamás presenta sus acciones como parte de una resistencia general contra la agresión israelí. Este hecho ha avivado la ira regional y contribuido a una movilización general de los actores alineados con Irán. Hezbolá ha reanudado esporádicos ataques con cohetes a lo largo de la frontera libanesa, mientras que los hutíes, citando solidaridad con Gaza, han intensificado los lanzamientos de misiles hacia territorio israelí, incluyendo intentos de ataque cerca del Aeropuerto Ben Gurión, lo que subraya su creciente capacidad operativa y la coordinación simbólica que ancla al Eje de la Resistencia. La influencia de Teherán podría estar debilitándose. Los hutíes han demostrado repetidamente una mayor disposición al riesgo, actuando a menudo más allá de los umbrales de escalada preferidos por Irán. Esta divergencia complica los esfuerzos de Teherán por mantener la negación plausible mientras busca obtener los beneficios estratégicos del activismo de sus grupos aliados. Este desequilibrio revela un problema más profundo: Irán desea beneficiarse de la militancia hutí sin asumir el costo, un equilibrio cada vez más insostenible bajo la postura de tolerancia cero de Trump.

El dilema de Irán: se acabó la negación plausible

Según la Evaluación de Amenazas de la Comunidad de Inteligencia de EE. UU. de 2025, los hutíes continúan fortaleciendo sus capacidades militares mediante la importación de armas y tecnología de doble uso desde Rusia y China. El contrabando de componentes de drones a través del mar Rojo y la frontera entre Omán y Yemen indican un patrón de apoyo logístico sostenido. Al desmantelar la negación plausible de Irán y atribuir públicamente cada ataque hutí a Teherán, Washington busca forzar una disyuntiva: o Irán controla a sus grupos aliados, o acepta plena responsabilidad estratégica. Esto expone a Teherán a una posible escalada regional para la cual probablemente no está preparado. La narrativa de EE. UU., amplificada por las declaraciones de Trump y el ritmo operativo del CENTCOM, elimina la brecha operativa entre los grupos aliados y su patrocinador. Esto deja a Irán con un margen de maniobra estratégica cada vez más reducido, especialmente mientras intenta evitar un conflicto directo y al mismo tiempo preservar su credibilidad disuasiva. Las Fuerzas de Defensa de Israel (FDI) ya han llevado a cabo incursiones transfronterizas en Yemen, e Israel está presionando para ampliar las sanciones de la ONU sobre el programa de misiles de Irán.

Negociaciones secretas: la diplomacia de Araghchi en la cuerda floja

En medio del creciente malestar interno, se informa que el ministro de Relaciones Exteriores de Irán, Abbas Araghchi, ha recibido autorización para llevar a cabo negociaciones indirectas con Washington. Aunque el líder supremo Jamenei mantiene su oposición a un diálogo directo, el uso de canales europeos y omaníes ofrece a Teherán una vía diplomática de salida, aunque bajo una enorme presión política y diplomática. Araghchi, veterano de las negociaciones originales del Plan de Acción Integral Conjunto (PAIC), es visto como más pragmático que los sectores más radicales del régimen. Esta ofensiva se produce tras la carta enviada por Trump al líder supremo Jamenei, en la que exige un nuevo acuerdo nuclear en un plazo de dos meses. La misiva incluye demandas explícitas: desmantelar el enriquecimiento de uranio, abandonar el desarrollo de misiles y cortar lazos con sus aliados regionales. La postura nuclear de Irán sigue siendo opaca. La OIEA confirma que Teherán ha acumulado suficiente uranio enriquecido al 60% como para fabricar múltiples ojivas si se refina aún más. Sin embargo, Irán insiste en que sus fines nucleares son pacíficos. Fuentes semioficiales sugieren que una escalada continua por parte de Occidente podría llevar a su retiro del Tratado de No Proliferación Nuclear. Las presiones internas en Irán se están agravando. La economía sufre por la inflación, las sanciones y el colapso de su moneda. Los disturbios en Urmia durante el Nowruz — el Año Nuevo persa que se celebra en el equinoccio de primavera — motivados por las tensiones interétnicas entre kurdos y azeríes, evidencian la menguante capacidad del régimen para controlar el descontento interno. Con instituciones debilitadas y el poder cada vez más centralizado en manos de Jamenei, la desilusión popular se profundiza.

La presión sobre Irán: menos margen de maniobra

La capacidad de Irán para mantener el statu quo está bajo una presión sin precedentes. Su estrategia de “paciencia estratégica”, que lleva décadas aplicando, se vuelve cada vez más difícil de sostener. Aunque Irán sigue cultivando vínculos con China y Rusia, y mantiene el diálogo con interlocutores europeos, estas relaciones ya no ofrecen el mismo respaldo. La Unión Europea, limitada por el duro enfoque de Washington, carece de independencia para ofrecer garantías creíbles. Mientras tanto, Israel y Arabia Saudita se mantienen firmes en su objetivo de impedir que Irán se convierta en una potencia nuclear. La Doctrina de Begin — que justificó los ataques preventivos israelíes contra Irak (1981) y Siria (2007) — podría resurgir si la diplomacia fracasa. El espectro de una acción militar unilateral ahora influye directamente en el cálculo estratégico de Teherán. A nivel regional, los compromisos de Irán con sus grupos aliados están intensificándose. Los ataques sincronizados de los hutíes, Hamás y Hezbolá están sobrecargando las defensas israelíes y alimentando llamados en Tel Aviv a ofensivas regionales más amplias. Las represalias israelíes, sumadas a los bombardeos militares de Estados Unidos, han elevado el riesgo de una conflagración más extensa. Los regímenes árabes, especialmente de los Emiratos Árabes Unidos y Arabia Saudita, temen quedar arrastrados al conflicto, lo que pondría en peligro sus ambiciosas visiones económicas para 2030 y los años venideros. Mientras tanto, los palestinos permanecen en gran medida abandonados, sin que ningún Estado árabe esté dispuesto a acoger a la población de Gaza, mientras Trump juega con escenarios de expulsión. Esta visión de línea dura, carente de consenso regional, corre el riesgo de desencadenar una mayor inestabilidad en Jordania, Egipto y el mundo árabe en general. La diplomacia coercitiva de Trump puede satisfacer objetivos tácticos, pero aliena a las poblaciones árabes, una receta para reacciones internas en Estados frágiles. Sin embargo, abandonar su capacidad de presión nuclear no es políticamente viable para el régimen iraní. Cualquier concesión debe ir acompañada de garantías creíbles y exigibles, una lección aprendida dolorosamente tras la retirada unilateral de Trump del PAIC en 2018. Teherán podría aceptar un acuerdo limitado o por fases, pero resistirá cualquier cosa que perciba como una capitulación total. En resumen, Irán enfrenta hoy un asedio multidimensional: coerción externa, volatilidad de sus aliados, inestabilidad interna y polarización ideológica. El segundo mandato de Trump busca arrinconar a Teherán hasta su rendición, no busca entablar negociaciones. Sin embargo, al eliminar el margen entre la acción de los aliados y la responsabilidad del Estado, Washington corre el riesgo de provocar precisamente lo que intenta evitar: una guerra regional sin salidas claras.

This article is published under a Creative Commons License and may be republished with attribution.

First published in :

Australian Institute of International Affairs

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Mohd Amirul Asraf Bin Othman

Mohd Amirul Asraf Bin Othman es estudiante de doctorado en Ciencias Políticas y Relaciones Internacionales en el Centro de Estudios Árabes e Islámicos (CAIS) de la Universidad Nacional de Australia. Su investigación se centra en la seguridad, el regionalismo, el terrorismo y el extremismo de Oriente Medio, dentro del contexto de la política y las relaciones internacionales de Oriente Medio.

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