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Desglosando el Argumento realista a favor de la invasión de Rusia a Ucrania
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First Published in: Mar.31,2024
May.07, 2024
El 24 de febrero de 2022, las tropas rusas penetraron en Ucrania desde múltiples frentes, bombardeando ciudades como Járkov y la capital, Kiev. La invasión sumió a Europa en su peor crisis de seguridad en décadas y provocó una avalancha masiva de ayuda militar y sanciones económicas a Rusia por parte de la OTAN y los aliados occidentales (Ramzy 2022). Había señales de advertencia de antemano, ya que Rusia había concentrado más de 100,000 soldados en las fronteras de Ucrania durante meses y había exigido que se redujera la presencia de la OTAN en Europa del Este (Roth, Dan, David y Nana, 2022). Sin embargo, la invasión a gran escala supuso una conmoción por su violación de la soberanía territorial de Ucrania y del principio fundamental de inadmisibilidad de la adquisición de territorio por la fuerza (Naciones Unidas, 2022). Desde una perspectiva liberal que hace hincapié en las normas democráticas, el derecho internacional y los derechos humanos, las acciones de Rusia eran indefendibles y moralmente reprobables. Sin embargo, seis argumentos realistas clave puede explicar la justificación de Rusia para la invasión de Ucrania: dilemas de seguridad e inseguridad geográfica, intento de recuperar una esfera de influencia, aplicación de una estrategia realista ofensiva, revisionismo contra el orden internacional liberal liderado por Estados Unidos, teoría de la guerra de distracción, e inseguridad autocrática y política interna.
El realismo es una de las principales teorías en el estudio de las relaciones internacionales, originada por pensadores como Tucídides, Maquiavelo y Hobbes, y articulada posteriormente por estudiosos del siglo XX como E. H. Carr, Hans Morgenthau y Kenneth Waltz (Burchill, Andrew y Richard, 2013). Postula que la política internacional se caracteriza por la anarquía y la lucha por el poder entre Estados-nación soberanos que persiguen sus propios intereses nacionales (Waltz, 1979) Los supuestos clave que sustentan la mayor parte del realismo: 1. Los Estados son los actores principales y las unidades fundamentales de análisis en el sistema internacional anárquico sin autoridad supranacional. 2. Todos los Estados poseen capacidades militares ofensivas que los hacen potencialmente peligrosos entre sí. 3. Los Estados nunca pueden estar seguros de las intenciones o acciones futuras de otros Estados, lo que conduce a la desconfianza y a la planificación del peor escenario posible. 4. En este sistema de autoayuda, los Estados deben velar por sus propios intereses nacionales y la supervivencia como motivo principal (Waltz, 1979; Mearsheimer, 2014). 5. Aunque los factores económicos y culturales son importantes, la fuerza militar y la política de poder tienen primacía en el análisis realista. El realismo tiende a considerar la naturaleza humana como defectuosa y egoísta, y desconfía de ideales elevados como la paz mundial o la cooperación internacional. Hace hincapié en el pragmatismo por encima de los principios morales y la ética, asumiendo que los Estados actuarán de forma oportunista cuando sus intereses lo requieran (Carr, 1964). La acumulación de capacidades militares y poder económico se considera un medio para que los Estados aumenten su poder relativo y su seguridad en un mundo anárquico de suma-cero (equilibrio) (Mearsheimer, 2001). Los realistas clásicos, como Hans Morgenthau, ponen un énfasis significativo en la naturaleza humana y las élites que toman decisiones en su comprensión de las relaciones internacionales. Ellos, sostienen que la política se rige por leyes objetivas arraigadas en la naturaleza humana (Chimni, 2007). Morgenthau, en particular, ha sido descrito como uno de los pensadores políticos más importantes del siglo XX y uno de los mayores pensadores realistas de todos los tiempos (Chimni, 2007). Los realistas clásicos consideran que su visión pesimista de la naturaleza humana se refleja en la política y las relaciones internacionales. En cambio, los neorrealistas o realistas estructurales, como Kenneth Waltz, hacen hincapié en las limitaciones impuestas por la estructura anárquica del sistema internacional (Lobell, 2017). El neorrealismo de Waltz, esbozado por primera vez en su libro de 1979 ‘Teoría de la Política Internacional’, sostiene que el poder es el factor más importante en las relaciones internacionales. Postula que la naturaleza de la estructura internacional está definida por su principio de orden, la anarquía, y por la distribución de capacidades (medida por el número de grandes potencias dentro del sistema internacional) (Waltz, 1979). Dentro de la escuela neorrealista, existen dos corrientes de pensamiento principales: el realismo defensivo y el realismo ofensivo. Los realistas defensivos, siguiendo a Waltz, sostienen que los Estados sólo pretenden mantener el equilibrio de poder existente para sobrevivir. Afirman que la estructura anárquica del sistema internacional anima a los Estados a mantener políticas moderadas y reservadas para alcanzar la seguridad. Sostienen que la expansión agresiva altera la tendencia de los Estados a ajustarse a la teoría del equilibrio de poder, disminuyendo así el objetivo primordial del Estado, que según ellos es garantizar su seguridad (Lobell, 2017). Por otro lado, los realistas ofensivos como John J. Mearsheimer consideran que los Estados buscan constantemente oportunidades de obtener ganancias relativas y hegemonía cuando es posible. Mearsheimer, en su innovadora obra ‘La Tragedia de la Política de las Grandes Potencias’, sostiene que los Estados tratan de maximizar su poder e influencia para lograr la seguridad mediante la dominación y la hegemonía. Sostiene que solo creando un desequilibrio de poder a su favor un Estado podrá maximizar su seguridad (Üstündag, 2020; Wivel, 2017).
Ucrania comparte una frontera de 1,500 millas con Rusia, y su territorio central formó parte de Rusia hasta 1991 (Plokhy, 2023). Desde la perspectiva de Moscú, la perspectiva de que Ucrania se alineara con Occidente y se integrara en la OTAN constituía una amenaza existencial para el poder ruso que no podía aceptar (Lindsay, 2022). Los realistas argumentan que una Ucrania alineada con la OTAN podría permitir el despliegue de armamento ofensivo cerca de las fronteras rusas y amenazar su acceso al Mar Negro, un puerto de aguas cálidas que ha codiciado durante siglos (McCallion, 2023). Como advierte el núcleo de la teoría realista, la estructura básica de un sistema anárquico y de autoayuda significa que los Estados nunca pueden sentirse seguro sobre las intenciones o acciones futuras de otros Estados (Waltz, 1979). Cuando un Estado aumenta su seguridad, socava la de otro. Según Mearshmeimer, “como ningún Estado puede estar seguro de que otros Estados no utilizaran sus capacidades ofensivas con fines agresivos, cada Estado se ve obligado a buscar formas de garantizar su propia supervivencia” (2014, 77). Visto desde esta perspectiva, la invasión de Rusia puede racionalizarse como un movimiento preventivo para neutralizar lo que consideraba una amenaza estratégicamente inminente. Estrechamente relacionada con los argumentos sobre el estatus del gran poder está la noción realista de que los Estados persiguen esferas de influencia o zonas de amortiguamiento para mejorar su seguridad. El argumento realista es que todas las grandes potencias de la historia, incluida Rusia, han tratado de controlar la dinámica de seguridad en regiones adyacentes al mantener relaciones con Estados cercanos más pequeños que están alineados con sus intereses (Mearsheimer, 2019). Ucrania, con su posición geoestratégica entre Rusia y Europa, se considera un terreno de importancia crítica en la deseada esfera de influencia rusa. Los realistas argumentan que, más que la expansión de la democracia liberal occidental, Rusia estaba fundamentalmente motivada para invadir con el fin de restablecer un equilibrio de poder favorable, acuerdos de seguridad y Estados amortiguadores complacientes en su periferia (Trenin, 2022). Moscú consideró que permitir que Ucrania se alineara estrechamente con la OTAN y acogiera fuerzas ofensivas era ir demasiado lejos. Más allá de la reacción defensiva ante las amenazas a la seguridad percibidas en la región, puede deducirse que la invasión de Ucrania por parte de Rusia refleja una estrategia calculada de realismo ofensivo – persistencia y esfuerzos oportunistas para aumentar su poder económico y militar con el fin de establecer una hegemonía regional (Mearsheimer, 2001). Según este punto de vista, Putin pretendía aprovechar una ventana de oportunidad y debilidad en Occidente para redibujar fronteras y esferas de influencia en Europa.
“Se dice que Putin quiere reconstruir una esfera de influencia rusa en Europa Oriental, que abarque principalmente antiguas repúblicas soviéticas como las ahora independientes Estonia, Letonia, Lituania, Bielorrusia, Georgia y Ucrania. A menudo ha lamentado su “pérdida” tras el colapso de la Unión Soviética. Es posible que Putin también espere demostrar a Occidente (y a los rusos) que el país sigue siendo una superpotencia. (Tisdall, 2022, párrafo 2).En relación con la interpretación del realismo ofensivo, algunos realistas enmarcan la invasión rusa como un acto de revisionismo contra el orden internacional liberal dominado por Estados Unidos que surgió tras la Guerra Fría (Kotoulas, 2022). Durante décadas, Rusia se quejó del cerco que percibía por parte de la OTAN y de lo que consideraba una falta de respeto y de consideración hacia sus intereses en relación con Ucrania y su propia esfera de influencia (Sakwa, 2022). El punto de vista realista es que, incluso después de la desaparición de la Unión Soviética, Estados Unidos y sus aliados siguieron expandiéndose de un modo que amenazaba los intereses fundamentales de Rusia y la dejaron sintiéndose acorralada por el constante avance hacia el este de la OTAN (Smith y Dawson, 2022). Desde esta perspectiva, Rusia eventualmente decidió que necesitaba alterar el orden liberal y utilizar la fuerza bruta para restablecerse como gran potencia capaz de ejercer influencia en su periferia. La Rusia de Putin no tiene intención de entrar en un orden mundial liberal dirigido por Estados Unidos, sino que quiere un mundo multipolar en el que Rusia disfrute de una posición de bloqueo, si no de un veto absoluto. Esto se debe a que el propio Putin es ideológicamente contrario al liberalismo occidental (Grant, 2022). Al alterar por la fuerza las fronteras y los hechos sobre el terreno en Ucrania, el argumento realista sugiere que Rusia pretendía perturbar el orden mundial centrado en Occidente y afirmar su dominio regional. Otra interpretación realista ve la invasión rusa a través de la lente de la teoría de la guerra de distracción – la idea de que los líderes pueden provocar conflictos externos para desviar la atención pública de la agitación interna o de políticas impopulares (Levy y Vakili, 1992). Existen precedentes de líderes rusos que han utilizado la fuerza en el exterior con fines internos, desde la invasión de Finlandia por Stalin en 1939 hasta las guerras de Putin en Chechenia y la invasión de Georgia en 2008 (Ferraro, 2023). Desde este punto de vista, Putin se enfrentaba a una serie de desafíos internos en 2022, desde el malestar económico, la corrupción generalizada y la desigualdad de la riqueza, hasta la perspectiva de más protestas contra el régimen como las de 2020 y principios de 2022 (Sharifulin, 2023; McHugh, 2023). “La invasión rusa de Ucrania podría haber sido un intento de Putin de ganar popularidad invocando una interpretación distorsionada de la historia de Rusia y jugando con el nacionalismo ruso” (Rogers y Yi, 2022, párrafo 3). De lo anterior, es evidente que el lanzamiento de una campaña nacionalista e irrendentista para reconquistar tierras históricamente rusas en Ucrania puede haber sido calculado para reforzar la posición interna de Putin y desviar la discusión de las quejas internas. La lógica realista sugiere que los líderes emprenderán acciones agresivas en política exterior cuando las audiencias internas se muestren inquietas, para conseguir apoyo patriótico y legitimidad. Por último, otra explicación realista relacionada y arraigada en la política interna rusa es la teoría de la inseguridad autocrática, o el temor de los líderes autoritarios como Putin a que, si transigen o parecen débiles, ello podría debilitar la supervivencia de su régimen (Kuchins y Zevelev, 2012). Esto concuerda con la lógica realista defensiva, según la cual los Estados actúan de forma preventiva e intransigente cuando lo que está en juego es su propia existencia. El argumento es que Putin veía los acontecimientos de 2022 en Ucrania como una amenaza existencial para la supervivencia y la legitimidad de su régimen, dadas sus pretensiones de defender a las poblaciones de etnia rusa y de habla rusa en Ucrania (Pifer, 2023). Un error de cálculo que resultara en perder influencia sobre Ucrania podría avivar la oposición nacionalista en el país y manchar la cuidadosamente cultivada imagen de hombre fuerte de Putin. Es evidente que la guerra de Putin está motivada por la antigua preocupación de que si Rusia no reafirma su control sobre los territorios que tradicionalmente dominaba, su régimen – junto con el estatus de Rusia como gran potencia – se verán socavados. La tesis de la inseguridad autocrática sugiere que Putin sintió que tenía que aumentar la escalada en Ucrania para asegurar su propia supervivencia política y el lugar de Rusia como gran potencia relevante.
Aunque la perspectiva realista ofrece varias interpretaciones convincentes de los cálculos estratégicos y las motivaciones de Rusia subyacentes a la invasión de Ucrania, deja sin respuesta muchas cuestiones fundamentales y provoca acalorados debates morales. En primer lugar, aunque Rusia sintiera verdaderos problemas de seguridad o estuviera resentida por la intromisión de Occidente, disponía de muchas opciones de política exterior alternativas a una guerra a gran escala que causara muertes y sufrimientos catastróficos. A los realistas les resulta difícil explicar o justificar plenamente el fracaso de la diplomacia o la desescalada. En segundo lugar, un principio básico del sistema westfaliano de Estados-nación es que los países no pueden violar la soberanía y la integridad territorial de otros mediante la fuerza o la agresión. Las acciones de Rusia anularon esta norma internacional, lo que plantea interrogantes sobre la validez de aplicar una óptica amoral y de política de poder que pasa por alto las consideraciones jurídicas y de derechos humanos (Kampmann, 2021). Del mismo modo que un ladrón no puede ser juez de su propia causa, no se puede permitir que una nación sea el único árbitro de sus propios intereses frente a los del resto del mundo, siempre que ello vaya en contra del interés general y de los acuerdos. En tercer lugar, un componente siempre descuidado en el pensamiento realista es el papel clave de los factores ideológicos e internos en la configuración de los intereses y la percepción de las amenazas. La ideología Russkiy Mir (“Mundo ruso”) de Putin considera a Ucrania como un Estado artificial y parte integrante de la Gran Rusia, una creencia visceral que impulsó muchas de sus decisiones tanto como los cálculos de poder geopolítico (Suslov, 2022). Así pues, la invasión no puede explicarse plenamente sin comprender la creación de mitos pseudohistóricos que impregnó la visión del mundo del Kremlin. Por último, los argumentos realistas, a pesar de proporcionar una visión interesante del análisis estratégico de costos y beneficios de Rusia, tienen dificultades para enfrentarse a la ética y la sensatez de la invasión. Incluso si los objetivos se alinearan con la maximización de los intereses nacionales de Rusia, los terribles costos humanos y los daños económicos que ahora sufre la propia Rusia hacen que la decisión sea potencialmente catastrófica y una extralimitación contraproducente.
En conclusión, el prisma teórico realista de las relaciones internacionales ofrece varias justificaciones potencialmente convincentes para la invasión rusa de Ucrania en 2022: dilemas de seguridad, esferas de influencia, realismo ofensivo, revisionismo contra el orden liberal, guerra de distracción e inseguridad autocrática. Estos argumentos ayudan a dilucidar el modo en que Rusia evaluó sus intereses estratégicos y los costos y beneficios potenciales en torno al ataque. Al mismo tiempo, la perspectiva realista es limitada en varios aspectos. Pasa por alto la violación del derecho internacional y las normas de soberanía. No puede explicar plenamente los errores diplomáticos de Rusia ni las dimensiones morales que rodean las atrocidades humanitarias y la terrible destrucción infligida. Y su enfoque en los incentivos sistémicos deja de lado el papel clave que desempeñaron la política interna rusa, los mitos pseudohistóricos y el propio fanatismo ideológico de Putin en el impulso del conflicto. En última instancia, aunque la óptica realista proporciona herramientas analíticas útiles para diseccionar el comportamiento y los intereses del Estado, es intrínsecamente amoral y, por lo tanto, inadecuada para abordar tragedias humanas complejas como la invasión rusa de Ucrania.
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Princewilliams Odera Oguejiofor es profesor del Departamento de Ciencias Políticas de la Universidad Nnamdi Azikiwe, Awka, estado de Anambra, Nigeria. Tiene una maestría y es Licenciado en Ciencias Políticas con especialización en Relaciones Internacionales. Sus intereses de investigación incluyen seguridad, estudios de desarrollo, economía azul, políticas de salud, estudios estratégicos y de guerra.
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