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Energy & Economics

El dragón y el tigre en América Latina: competencia geopolítica entre China e India

Banderas de China, China vs India. Bandera de humo colocada una al lado de la otra sobre fondo negro.

Image Source : Shutterstock

by Javier Fernández Aparicio

First Published in: Mar.19,2025

Apr.07, 2025

Resumen

En el actual desorden global, los países que componen América Latina se conforman al mismo tiempo en actores relevantes para decantar la balanza del poder mundial y son cortejados por las grandes potencias que buscan influencia, acceso a sus recursos naturales, infraestructuras y servicios. Desde hace una década, China ha ido creciendo en importancia en la región, debido a su interés en proyectarse en la misma a través de la Iniciativa de la Franja y la Ruta, préstamos, inversión y construcciones, disputando a Estados Unidos la relevancia en el continente como aliado preferente. En la actualidad, otro actor de la magnitud de la India se abre paso en América Latina, con lentitud, pero firmeza, en materia comercial, financiación y relaciones políticas, siendo cortejada por muchos Estados latinoamericanos como alternativa a los riesgos que puede significar apostarlo todo a la alianza con China. Brasil, el indiscutible líder regional, mantiene relaciones privilegiadas con ambos gigantes asiáticos y los tres países cooperan y tienen intereses y foros compartidos, como los BRICS+ o el G20+, donde se desarrollan proyectos comunes.

Introducción: una relación con antecedentes históricos

El fin de la Guerra Fría y el auge de la globalización propiciaron una creciente competencia regional en Asia, centrada tanto en la influencia política como en el dominio económico. Uno de los acontecimientos más relevantes del período posterior a estas transformaciones ha sido la consolidación de China como una potencia regional y, posteriormente, global. En el contexto actual, China, India y otras naciones buscan expandir sus alianzas y redefinir sus estrategias, incluyendo su relación con América Latina, una región que ha experimentado múltiples fases de vinculación con actores externos a lo largo de su historia. Durante los siglos XIX y XX, la interacción se centró en Europa y Estados Unidos; sin embargo, a partir del siglo XXI, la dinámica se ha diversificado y adquirido un carácter multipolar. Actualmente, los países latinoamericanos son objeto de interés por parte de diversas potencias, desde China y Japón hasta India e Irán. Si bien la presencia de China en América Latina es evidente y significativa, la India ha mantenido tradicionalmente una postura más distante, con la posible excepción de Brasil [1]. Durante décadas, la limitada interacción entre India y América Latina se atribuía principalmente a factores como la lejanía geográfica y la falta de oportunidades estratégicas. No obstante, esta percepción ha cambiado desde la llegada al poder del primer ministro Narendra Modi en 2014. En los últimos años, China ha ampliado considerablemente su influencia en la región a través de diversos mecanismos, mientras que India busca primero integrarse en esta dinámica y, a medio plazo, competir con China en ciertos ámbitos. China se ha consolidado como uno de los principales socios comerciales de América Latina, además de ser uno de sus mayores prestamistas e inversores a nivel global. [2] Su influencia no se compara en la actualidad con la de India, sino que rivaliza con la de Estados Unidos, único país que le supera en cuanto a exportaciones e importaciones en el continente, y la Unión Europea en múltiples sectores. En el ámbito político y diplomático, China ha logrado avances significativos, como persuadir a cinco países latinoamericanos — Costa Rica, República Dominicana, El Salvador, Nicaragua y Panamá — para que trasladen su reconocimiento diplomático de Taiwán a la República Popular China, aunque aún lo siguen haciendo Honduras, Guatemala y Paraguay. Asimismo, ha establecido alianzas con países sancionados por Estados Unidos — Cuba, Nicaragua y Venezuela —, a los que ha respaldado con préstamos, cooperación militar e inversiones. Sin embargo, en un contexto de incertidumbre global, varios países latinoamericanos buscan diversificar sus alianzas estratégicas y reducir los riesgos de una excesiva dependencia de una sola potencia. En este escenario, India emerge como un actor relevante, con potencial de equilibrar la presencia china a mediano plazo en sectores claves como el comercio, las infraestructuras, las cadenas de suministros, tecnología y defensa, donde la India aún tiene amplio margen de crecimiento en el continente.

China en América Latina: expansión económica y estratégica

China ha sido, de manera indiscutible, el actor con mayor influencia en América Latina entre las dos potencias asiáticas, especialmente en el ámbito económico, destacándose por su participación en proyectos de infraestructura en el Cono Sur dentro de la Iniciativa de la Franja y Ruta. Desde el inicio del siglo XXI, su presencia en la región ha crecido de manera acelerada, con empresas estatales chinas consolidándose como actores claves en sectores estratégicos como la energía, las infraestructuras y la tecnología, superando en algunos ámbitos incluso a Estados Unidos, tradicionalmente dominante en estas áreas. Además, China ha fortalecido su influencia a través de mecanismos culturales y diplomáticos. Los vínculos entre China y América Latina tienen raíces históricas que se remontan al siglo XVI, cuando el Galeón de Manila facilitaba el intercambio de bienes como porcelana, seda y especias entre China y el Virreinato de Nueva España. Tras la independencia de los países latinoamericanos, en la década de 1840, se produjo una importante migración china, con cientos de miles de trabajadores empleados en plantaciones de azúcar, minas y como sirvientes en países como Cuba y Perú, un fenómeno que persistió durante todo el siglo XIX. En la actualidad, Brasil, Cuba, Paraguay, Perú y Venezuela albergan las comunidades chinas más numerosas del continente. Inicialmente, la mayoría de los países latinoamericanos no reconocieron al gobierno de Mao tras la fundación de la República Popular en 1949; sin embargo, tras la visita del presidente estadounidense Richard Nixon a China en 1972, la mayoría de los Estados latinoamericanos establecieron relaciones diplomáticas con Pekín, iniciando así una etapa de cooperación en los ámbitos cultural, económico y político. En el plano económico, China se ha consolidado como un actor primordial. En el año 2000, el mercado chino representaba menos del 2% de las exportaciones latinoamericanas y caribeñas, pero su demanda, especialmente de materias primas, ha crecido exponencialmente. [3] Para 2024, China absorbía el 17% de estas exportaciones, con un valor superior a los 500,000 millones de dólares [4]. Los principales productos exportados por la región incluyen soja y otras hortalizas, cobre, petróleo y otras materias primas, mientras que las importaciones desde China consisten principalmente en productos manufacturados. En países como Brasil, Chile y Perú, China se ha convertido en el principal socio comercial [5]. El fortalecimiento de los lazos económicos se ha formalizado a través de asociaciones estratégicas integrales con Argentina, Brasil, Chile, Ecuador, México, Perú y Venezuela. Asimismo, China ha suscrito acuerdos de libre comercio con Chile — el primer país de la región en hacerlo en 2005 —, Costa Rica, Ecuador, Nicaragua y Perú, mientras que las negociaciones con Uruguay permanecen estancadas. En el marco de la Iniciativa de la Franja y la Ruta, 22 países de América Latina y el Caribe han firmado acuerdos con China, lo que ha facilitado inversiones y préstamos que ascienden a más de 9,000 millones de dólares, equivalentes al 6% de la inversión total de China en el extranjero. Estas inversiones, gestionadas a través del Banco de Desarrollo de China y el Banco de Exportación e Importación, se han destinado en gran medida a proyectos energéticos e infraestructura, en muchos casos a cambio de petróleo. Venezuela ha sido el principal receptor de estos fondos, duplicando la cantidad recibida por Brasil, el segundo mayor beneficiario [6]. El impacto de China en América Latina se manifiesta en el desarrollo de infraestructuras y en el sector energético. Las inversiones chinas han financiado la construcción de refinerías y plantas de procesamiento en países con yacimientos de carbón, cobre, gas natural, petróleo y uranio. En el caso del cobre, China es el principal comprador de la producción chilena, adquiriendo más del 40% de las exportaciones del país. Además, ha puesto especial interés en el litio, con inversiones significativas en Argentina, Bolivia y Chile, países que conforman el denominado «Triángulo del Litio» y concentran aproximadamente la mitad de las reservas globales de este mineral, aunque el desarrollo de estos proyectos ha generado preocupaciones ambientales [7]. Paralelamente, China ha promovido el financiamiento de energías renovables, con iniciativas destacadas como la planta solar más grande de América Latina en Jujuy, Argentina, y el parque eólico Punta Sierra en Coquimbo, Chile. Desde la histórica gira de trece días del expresidente chino Jiang Zemin por América Latina en 2001, se han intensificado los intercambios políticos de alto nivel. El presidente Xi Jinping ha visitado la región en cinco ocasiones desde su llegada al poder en 2013, la más reciente en noviembre de 2024, cuando reafirmó la construcción de grandes proyectos, entre ellos el puerto de Chancay en Perú [8]. China ha financiado diversas infraestructuras en América Latina, incluyendo aeropuertos, carreteras, puertos y redes ferroviarias. Empresas chinas controlan más de cien puertos en todo el mundo, de los cuales al menos una docena se encuentran en América Latina y el Caribe [9]. En términos de tecnología y comunicaciones, China ha promovido proyectos de inteligencia artificial, ciudades inteligentes y redes 5G, con la participación de empresas como Huawei. Asimismo, la cooperación en materia espacial ha cobrado relevancia, con la instalación de la mayor base espacial china en el extranjero en la Patagonia argentina y la construcción de estaciones terrestres satelitales en Bolivia, Brasil, Chile y Venezuela [10]. China también ha consolidado su presencia en América Latina a través de estrategias de ‘soft power’, fortaleciendo lazos culturales y educativos mediante el Instituto Confucio, becas estudiantiles y la expansión de medios de comunicación en español, como CGTN y Xinhua. Además, ha reforzado su imagen como un actor solidario a nivel internacional, lo que se evidenció durante la pandemia de COVID-19 con el suministro de vacunas y equipos médicos a los gobiernos de la región. En este contexto, la influencia de China en América Latina se proyecta como un fenómeno a largo plazo, con implicaciones que abarcan los ámbitos económico, político y cultural, en un escenario en el que otras potencias, como India, también buscan tener presencia en la región.

Llegada y expansión de la India en América Latina

Históricamente, las relaciones entre India y América Latina han sido limitadas debido a la distancia geográfica, la ausencia de intereses estratégicos comunes y la falta de una agenda bilateral consolidada. América Latina ocupó un papel marginal en la política exterior india, a pesar de visitas diplomáticas como la del primer ministro Jawaharlal Nehru a México en 1961 o la de Indira Gandhi a ocho países de la región en 1968. Un cambio significativo ocurrió en la década de 1990, cuando India firmó acuerdos comerciales con siete países latinoamericanos e impulsó el programa FOCUS LAC (1997), diseñado para fortalecer las relaciones económicas con la región. El punto de inflexión en la percepción india sobre América Latina se produjo en 2014, cuando el recién nombrado primer ministro, Narendra Modi, participó en la Cumbre de los BRICS en Brasil. La expansión del Acuerdo Comercial Preferencial entre India y el Mercosur, inicialmente firmado en 2004, pero ampliado en 2016 [11], evidenció el compromiso de la India con el fortalecimiento de sus vínculos con la región. En la actualidad, el comercio bilateral entre India y América Latina alcanza los 43,000 millones de dólares, con Brasil, México y Colombia como sus principales socios comerciales. Al igual que China, India encuentra en América Latina una fuente clave de recursos minerales, como cobre, litio y hierro, esenciales para su creciente demanda industrial. Un ejemplo de ello fue el acuerdo de asociación estratégica firmado en 2023 entre la empresa india Altmin Private Limited y la estatal boliviana de litio. Asimismo, la región se ha convertido en un socio relevante en el suministro de petróleo: en los últimos años, Venezuela, México y Brasil han representado el 30% de las exportaciones de crudo hacia India. A cambio, India exporta a América Latina productos de sectores estratégicos como tecnología de la información y farmacéuticos. Además, participa en el desarrollo de infraestructuras en la región, con inversiones en redes ferroviarias, carreteras y sistemas de suministro energético [12]. En 2022, la política exterior india dio una nueva señal de acercamiento a América Latina al incluir a los miembros latinoamericanos del G20 (Argentina, Brasil y México) bajo la jurisdicción del ministro de Relaciones Exteriores, en lugar de un ministro subalterno. En abril de 2023, el canciller Subrahmanyam Jaishankar realizó una visita histórica a Guyana, Panamá, Colombia y República Dominicana, marcando la primera vez que un ministro de Relaciones Exteriores de la India visitaba estos países. Este recorrido reflejó la creciente importancia de América Latina en la agenda diplomática india como la segunda región con mayor número de proyectos encabezados tras Asia:

India cuenta actualmente con 181 proyectos en Asia, 32 en América Latina y el Caribe, y 3 en Asia Central y Oceanía. Estas iniciativas se han expandido cualitativamente en los últimos años, especialmente en cuanto al tamaño de las líneas de crédito y la complejidad de los proyectos [13].

Mientras el 3 de agosto de 2023 y en el marco de la novena reunión de la Confederación de la Industria India-América Latina y el Caribe, en Nueva Delhi, Jaishankar abogó por profundizar los compromisos entre la India y América Latina, especialmente en las áreas de agricultura, la diversificación de la cadena de suministro y la asociación para compartir los recursos mutuos. Por ello, si bien China ha captado una mayor atención política y diplomática en la región, la presencia de la India ha generado expectativas [14]. A diferencia de China, India es una democracia y enfrenta desafíos similares a los de muchos países latinoamericanos, lo que ha facilitado su acercamiento con la región. Su crecimiento económico ha despertado interés en América Latina, llevando a varios gobiernos a priorizar sus relaciones con India dentro de sus estrategias de política exterior. Aunque su expansión en la región responde en parte a la intención de contrarrestar la influencia de China, India busca consolidarse como un actor con una visión de autonomía estratégica y una postura alineada con el no alineamiento, promoviendo relaciones basadas en la cooperación y la diversificación de socios. Sin embargo, su presencia aún enfrenta limitaciones estructurales, como la falta de una integración regional efectiva y su escasa participación en bloques latinoamericanos clave como el Sistema de la Integración Centroamericana (SICA en sus siglas), la Alianza del Pacífico, Mercosur o la Comunidad de Estados Latinoamericanos y Caribeños (CELAC en sus siglas) [15]. En la cumbre del G20+, celebrada en Río de Janeiro el 18-19 de noviembre, Modi aprovechó la oportunidad para mantener reuniones bilaterales, aparte de con el presidente brasileño Lula, con algunos de los socios más importantes de India en la región latinoamericana, entre ellos Argentina y Chile, donde una reunión bilateral con el presidente Gabriel Boric supuso la expansión del Acuerdo de Comercio Preferencial India-Chile, calificado desde Chile como un auténtico Acuerdo de Asociación Económica Integral al mismo nivel que los que la India ha firmado con los Emiratos Árabes Unidos, Corea del Sur o Japón, superando con Chile la renuencia de Nueva Delhi a corroborar estos acuerdos de libre comercio. India es consciente de que su influencia en América Latina es menor en comparación con la de China, pero también reconoce su potencial de crecimiento [16]. Uno de sus principales recursos para fortalecer su presencia en la región es el poder blando, especialmente a través de su proyección cultural. Elementos como la industria cinematográfica de Bollywood, la gastronomía y prácticas tradicionales como el yoga han ganado popularidad en América Latina, facilitando la expansión de la influencia india en la región y contribuyendo a su posicionamiento como un socio emergente en el ámbito global.

Socios en los BRICS+: influencia de China e India en Brasil

China como India tienen una especial relación con el gigante latinoamericano, Brasil, pues los tres países comparten varios foros internacionales, muy en especial los BRICS+, del que Argentina — país candidato y aceptado finalmente como miembro en la cumbre de los BRICS de Johannesburgo en agosto de 2023 — se descolgó a principios de 2024, tras el triunfo de Javier Milei en las elecciones presidenciales. Brasil ha sido un país clave en la estrategia de expansión de China, que se ha convertido en la principal socia comercial y en una de sus principales inversoras, y ahora de la India en América Latina, especialmente por el tamaño económico, los recursos naturales y la capacidad de liderazgo regional del gigante brasileño [17]. Con todo ello, China tiene una presencia más dominante en la economía brasileña, mientras que India está ganando espacio en los sectores de la tecnología, farmacéutica y comercio energético. Si la tendencia continúa, India podría fortalecer su influencia, pero difícilmente superará la de China a corto o medio plazo. Empezando precisamente por China, las relaciones diplomáticas con Brasil han evolucionado significativamente en las últimas décadas, consolidándose en un vínculo estratégico en los ámbitos comercial, inversor y tecnológico, salvo durante el mandato de Jair Bolsonaro entre 2019 y 2023, donde incluso desde China se mostró preocupación por las declaraciones hostiles del entonces presidente brasileño [18]. Durante los dos últimos años la relación se ha reconducido e incluso en 2024 se celebraron los cincuenta años del establecimiento de relaciones oficiales. En marzo de 2023, Lula visitó China con el objetivo de fortalecer los lazos comerciales y políticos entre ambas naciones, deterioradas en el mandato de Bolsonaro. Durante la visita, se anunció un acuerdo para comerciar en yuanes en lugar de dólares, reduciendo la dependencia del sistema financiero estadounidense y fortaleciendo la autonomía financiera de Brasil en el escenario internacional [19]. Al margen de la política y aunque Brasil nunca ha entrado en la Iniciativa de la Ruta y Franja, el comercio bilateral chino-brasileño ha crecido sin interrupción desde mediados de los años 2000 dominado por la exportación de materias primas, especialmente el petróleo, y atrayendo a importantes empresas estatales chinas como China National Offshore Oil Corporation, China Petrochemical Corporation (Sinopec en su acrónimo) y China National Petroleum Corporation. Posteriormente, las inversiones chinas se diversificaron hacia sectores estratégicos como la generación y distribución de energía, con la presencia de conglomerados como State Grid y China Three Gorges, la industria manufacturera, con la llegada de empresas chinas de diversos sectores, entre ellas BYD, TCL, Gree, Midea y Xuzhou Construction Machinery Group, el sector minero, o el ámbito agrícola, donde firmas chinas como COFCO y Long-Ping High-Tech han expandido sus operaciones, desde la comercialización de productos hasta la fabricación de insumos químicos para la agroindustria. En materia de infraestructura, la participación china ha sido relevante con proyectos impulsados por China Communications Construction Company y China Merchants Port, que en 2018 adquirió la Terminal de Contenedores de Paranaguá. El futuro parece apuntar hacia el aumento de las inversiones chinas en nuevas infraestructuras de comunicaciones, la transición energética y el ámbito tecnológico. En 2021 y no obstante las críticas de Bolsonaro, los reguladores brasileños revocaron su decisión de prohibir a Huawei desarrollar las redes 5G del país, algo que sucedió semanas después de que China proporcionara a Brasil millones de dosis de vacunas contra la COVID-19 [20], mientras que dos años después, ambos países anunciaron su participación en proyectos tecnológicos conjuntos como el Satélite de Recursos Terrestres China-Brasil (CBERS en sus siglas en inglés) para la monitorización de la Amazonía [21]. La India también ha tenido gran influencia en Brasil, al menos culturalmente, desde la época de Gandhi, pues sus enseñanzas sobre la no violencia dieron pie a movimientos sociales y conformaron en parte la política exterior de no alineamiento de ambos países. Desde el punto de vista económico, Brasil es uno de los socios más importantes de India en América Latina, siendo el mayor importador (más del 41%) y exportador (más del 29%) respecto a la India, con inversiones significativas en sectores como la tecnología de la información, la energía, la minería y la automoción. Ya en 2022, las exportaciones de la India a Brasil superaron a las de Alemania, Australia, Corea del Sur o Indonesia. Brasil se encuentra ahora entre los 10 principales destinos de exportación desde la India, espoleado por el aumento del 295% en las ventas de petróleo refinado. Por su parte, las importaciones de la India desde Brasil aumentaron impulsadas por las compras de aceite de soja. Las relaciones entre Brasil e India nunca han sido particularmente intensas, pero bajo la tercera presidencia de Lula esto también cambió. En el ámbito político, comparten objetivos estratégicos, como la reforma del Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas, donde aspiran a obtener un asiento permanente, además de su colaboración en iniciativas globales, como el Foro de Diálogo IBSA, los citados BRICS+ y el G20+ de economías emergentes. En 2020 se estableció por primera vez el «Diálogo de Defensa Brasil-India» y se firmaron acuerdos para expandir la colaboración tecnológica en el ámbito militar. Empresas brasileñas como Taurus han iniciado asociaciones con compañías indias, como Jindal, para la producción conjunta de armamento. Además, Brasil está explorando la exportación de tecnología militar, incluyendo aviones de carga y entrenamiento, vehículos blindados y submarinos, algo a lo que China, tradicional suministrador de aviones y equipamiento a varios países de continente, incluyendo Brasil, respondió en enero de 2025 ofreciendo al gobierno brasileño la adquisición del caza de cuarta generación Chengdu-10 [22]. Por último, ambos Estados desean diversificar sus relaciones exteriores. India, preocupada por su rivalidad geopolítica con China, busca un equilibrio pragmático entre las estrechas relaciones con Estados Unidos y otros actores regionales, como en el Diálogo Cuadrilateral (QUAD), al tiempo que mantiene sus lazos de larga data con Rusia. Históricamente, Brasil ha buscado mitigar la influencia de Estados Unidos en América del Sur, algo que se mantiene bajo el gobierno del presidente Lula. Sin embargo, como el resto de los países latinoamericanos, también es consciente de su vulnerabilidad económica derivada de la alta dependencia de las exportaciones de productos básicos a China y de su actual escasez de inversión extranjera. Otro de los foros compartidos entre Brasil, China y la India es el G20+. La presidencia rotatoria en 2024 correspondió a Lula da Silva, que centró los objetivos de la organización en tres prioridades, destacadas en la declaración final: la inclusión social y la lucha contra el hambre y la pobreza; el desarrollo sostenible, con la transición energética y la lucha contra el cambio climático y, en tercer lugar, la reforma de las instituciones de gobernanza global, tanto desde China como la India no solo se ratificó la declaración, sino que incluso Narendra Modi dedicó especial atención a las prioridades de Brasil, haciéndose eco de los intereses comunes de Nueva Delhi en la energía renovable, la eliminación de la pobreza y el hambre, y centrándose en la nutrición y la seguridad alimentaria [23]. Por su parte, Xi Jinping, también presente en la cumbre y después en visita oficial a Brasilia, expresó su apoyo a la propuesta del presidente Lula para crear la Alianza Global contra el Hambre y la Pobreza, subrayando el compromiso chino con el desarrollo inclusivo y equitativo, a la vez que se firmaban 37 acuerdos bilaterales entre Brasil y China en diversos campos, como el comercio, las finanzas, infraestructuras y protección del medio ambiente [24].

Conclusión: Una competencia aún desigual

China e India han adoptado estrategias diferenciadas en su vinculación con América Latina, estrategias sobre todo marcadas por el tiempo en cuanto al interés en estar presente en el continente. Mientras China se ha consolidado como un actor dominante en los últimos tiempos y en términos de inversión y financiación de proyectos en los principales países latinoamericanos, India ha despertado en la última década después de un histórico desinterés en esta área y empieza a centrar una presencia cada vez mayor en materias tales como la cooperación tecnológica y el comercio en sectores estratégicos, en especial el suministro de crudo. De hecho, tanto China como India han comprendido que la región sudamericana se conforma en un socio clave para el suministro de materias primas de unas economías en continua expansión y, en cuanto a la política internacional, la consolidación de nuevas alianzas en el llamado sur global. India se conforma como un posible competidor en diversos nichos económicos e incluso en algunos de ellos es un actor principal, como en las tecnologías de la información, el sector farmacéutico, donde las empresas indias han mantenido un liderazgo en la exportación de productos hacia América Latina, o la industria automovilística, donde las ventas son bastante equilibradas. Sin embargo, son la excepción que confirma la regla, pues en términos generales, China mantiene una ventaja sustancial en las cifras comerciales y de inversión en América Latina, operando en una escala completamente diferente a la de India y fruto de su interés desde hace bastante más tiempo. Otra diferencia entre ambos gigantes asiáticos respecto a su influencia en América Latina es la implicación en tratados, acuerdos y relaciones bilaterales más profundas con los países latinoamericanos. De hecho, uno de los principales desafíos para India radica en la falta de un marco institucional estable mediante el cual se fortalezca su relación con aquellos y a diferencia de China, que sí ha establecido desde hace tiempo acuerdos comerciales e iniciativas estratégicas con diversos países y bloques regionales, empezando la propia Iniciativa de la Franja y Ruta. La India aún no ha desarrollado acuerdos de libre comercio amplios, mecanismos de cooperación similares a China o acuerdos bilaterales con agrupaciones supranacionales como los citados SICA, CELAC, Mercosur o la Alianza del Pacífico, lo cual restringe el crecimiento de sus intercambios comerciales. Por otro lado, India cuenta con una ventaja sobre China, como es el prestigio de su tradicional no alineamiento y su histórica representatividad de los países en desarrollo. En una región como América Latina cuyos países se enfrentan a recurrentes obstáculos estructurales, como la inflación, la inestabilidad social y política o el déficit crónico en infraestructura, el contexto geopolítico o el cariz ideológico de los diferentes gobiernos hacen que la presencia de China, su red de tratados comerciales y su estrategia de inversión diversificada sean estables… hasta el momento, pues en el futuro puede cambiar. Diversificar riesgos e inversiones con opciones como la India representa un factor positivo para los países latinoamericanos, a la vez que un desafío significativo para India. La relación entre India, China y América Latina se torna en beneficiosa para los países latinoamericanos, que amplían sus posibilidades en la cooperación bilateral en temas como el comercio, el cambio climático o la seguridad, mientras aumenta la competitividad entre ambos gigantes asiáticos en un escenario tradicionalmente alejado en lo geográfico y en lo cultural, pero en la actualidad de indudable interés para ellos. Hasta ahora, el predominio de China en la región parece mantenerse inalterado e incluso ha superado a Estados Unidos como el principal socio comercial y fuente de inversión en gran parte de los países de América del Sur, competir en esta división le puede llevar a la India varios años, aunque el propio ejemplo chino muestra que la llegada de acuerdos, tratados, cooperación e inversiones desde la India pueda aumentar exponencialmente su influencia en el continente en pocos años. En los últimos tiempos, América Latina ha diversificado sus relaciones económicas y diplomáticas, reduciendo su dependencia de un solo socio estratégico, ya sea China o Estados Unidos, otro gran actor en este juego de competencia en la región. Aunque la disminución del rol de Estados Unidos es notoria, precisamente por la irrupción de la presencia china [25], sobre todo en la economía, muchos países han seguido avanzando hacia una mayor autonomía y la diversificación de sus vínculos internacionales, tendencia que parece consolidarse, independientemente de los cambios en la política estadounidense con el inicio del segundo mandato de Trump en Estados Unidos y su política respecto a América Latina. Ambas cosas, el deseo de diversificar las relaciones más allá de la opción de China y el posible desinterés estadounidense en la región, puede beneficiar los intereses de la India, aunque teniendo claro que China continuará siendo el actor dominante en la región.

Referencias

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Instituto Español de Estudios Estratégicos (IEEE)

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Javier Fernández Aparicio

Analista Senior del Instituto Español de Estudios Estratégicos. Es licenciado en Geografía e Historia por la Universidad Complutense de Madrid, candidato a Doctor en Seguridad Internacional por el Instituto Gutiérrez Mellado y diplomado en Operaciones de Mantenimiento de la Paz por la Escuela de Guerra y Liderazgo del Ejército. Desde 2007 es Bibliotecario del Ayuntamiento de Madrid, ejerciendo desde 2016 el cargo de Director del Centro de Documentación del Ministerio de Defensa de España. Actualmente trabaja como Profesor Asociado en CESEDEN y es Analista Senior del Instituto Español de Estudios Estratégicos (IEEE), especializado en el área del Indo-Pacífico y Asia. También es editor del IEEE Scientific Journal y autor de trabajos y presentaciones sobre la región Asia-Pacífico y fuentes de información sobre Defensa y Seguridad. Además, dirige el podcast geopolítico "Observador Global Podcast".

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