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Energy & Economics

Diversificación de naciones: la vía del Golfo para relacionarse con África

Emiratos Árabes Unidos, Kuwait, Qatar, Bahréin, Arabia Saudita, Yemen y Omán. Iconos 3D de las banderas del Medio Oriente de los país del Golfo del CCG. Ilustración 3D de las banderas de los países del CCG dispuestas alrededor del logotipo del CCG

Image Source : Shutterstock

by Corrado Čok , Maddalena Procopio

First Published in: Mar.24,2025

May.12, 2025

Resumen

 Los Emiratos Árabes Unidos, Arabia Saudita y Catar tienen intereses políticos y de seguridad de larga data en el norte y este de África. Sin embargo, a finales de la década de 2010, se produjo un “giro geoeconómico” en su política exterior, lo que ha llevado a estos tres estados del Golfo a adentrarse en el África subsahariana.  La energía y la infraestructura están en el centro de esta nueva participación económica. Estos sectores responden a los intereses del Golfo, pero también coinciden con algunas de las mayores necesidades del continente africano.  Esta estrategia está mejorando la imagen de los estados del Golfo en África, alineándose con una tendencia creciente entre los gobiernos africanos a diversificar sus socios internacionales y fomentar la competencia entre ellos.  La Unión Europea y sus Estados miembros aún conservan influencia en África, pero su participación está en declive. La expansión de los estados del Golfo podría agravar esta situación, a menos que Europa encuentre una forma de responder.

El giro geoeconómico

África se ha convertido en un negocio clave dentro de la geopolítica y la geoeconomía actuales. Las “grandes potencias” han vuelto a competir en el continente, mientras que potencias emergentes como Turquía y las monarquías del Golfo les pisan los talones. Por su parte, los líderes africanos están aprovechando la fragmentación del orden mundial para fomentar la competencia entre todas estas potencias. En este panorama en transformación, los Emiratos Árabes Unidos, Arabia Saudita y, en menor medida, Catar, están ampliando su mirada más allá de sus intereses tradicionales en África. Estos tres estados del Golfo han extendido su influencia en el norte y este de África desde hace tiempo. En esas regiones han buscado asegurar tierras y rutas comerciales, extraer recursos y proyectar su influencia en torno a sus versiones preferidas del islam. Para lograrlo, han intentado (e invertido grandes sumas) en fortalecer a gobiernos aliados y actores políticos afines mediante una combinación de apoyo diplomático, económico y de seguridad. Esta postura político-militar los ha llevado con frecuencia a competir entre sí, como se ha visto en los conflictos en Yemen y Libia. Los Emiratos Árabes Unidos ha sido, con diferencia, el más decidido de los tres, y su reciente implicación en la guerra civil de Sudán ha provocado condenas tanto regionales como internacionales. A pesar de estos intereses políticos, a finales de la década de 2010 se produjo un “giro geoeconómico” en la política exterior de las potencias del Golfo, lo que las ha llevado a adentrarse más profundamente en África. La pandemia de covid-19 y la caída de los precios del petróleo afectaron a sectores clave para las economías de estos países, como la aviación, el turismo y la logística. Además, estos productores de petróleo y gas son conscientes de que los combustibles fósiles dejarán de estar en el centro de la matriz energética mundial en algún momento, debido a la transición energética global. Con sus mercados en crecimiento y abundantes recursos naturales, el África subsahariana representa una oportunidad para que los estados del Golfo diversifiquen sus economías. Además, los gobiernos africanos les ofrecen apoyo para implementar un enfoque dual frente a la transición energética: no se les presiona para abandonar el petróleo y el gas de inmediato (y África ofrece muchas posibilidades en ese sentido), pero también se les abren oportunidades para posicionarse como líderes en sectores clave para las economías del futuro — desde las energías renovables hasta los minerales. Este compromiso pragmático promete ofrecer mayores beneficios a los países del Golfo que sus costosas políticas de seguridad en su “entorno regional inmediato”. Todo esto podría afectar los intereses europeos en África, sobre todo porque el continente también se está convirtiendo en un socio crucial para que Europa mantenga y diversifique su propio suministro energético. En nuestro informe de 2024, “‘Beyond competition’” [“Más allá de la competencia”], analizamos el papel de Emiratos Árabes Unidos en los sectores energéticos africanos y propusimos cómo Europa podría mitigar los riesgos asociados y aprovechar las oportunidades. Este informe amplía esa investigación. Primero, este informe desglosa las actividades geoeconómicas de Emiratos Árabes Unidos, Arabia Saudita y Catar en el África subsahariana, con un enfoque especial en la energía como eje central de su estrategia. Luego, analiza las diferencias en la expansión económica de estos estados del Golfo y cómo interactúan con sus intereses africanos tradicionales. Por último, explica cómo deberían responder los europeos ante este emergente fenómeno.

África y un orden global en fragmentación

En los últimos cinco años, la agitación económica y geopolítica ha transformado la manera en que las grandes potencias y las potencias emergentes compiten en África, así como la forma en que los países africanos se relacionan con el resto del mundo. Esto se aplica tanto al ámbito político como en el económico.

África

La apuesta africana por la diversificación refleja un movimiento más amplio dentro del Sur Global, que aboga por un orden mundial reinventado. Dentro de esta visión, una de las principales demandas es lograr mayor equidad, inclusión y protagonismo en las estructuras de gobernanza global, lo cual representa un giro intencional respecto a las dependencias históricas de modelos liderados por Occidente, incluidos los marcos tradicionales de ayuda y desarrollo. Este momento multipolar cobró impulso con el caos posterior a la pandemia de covid-19 y la invasión rusa a Ucrania. Mientras los países occidentales se enfocaban en los trastornos económicos y geopolíticos más cercanos a su territorio, muchos líderes africanos percibieron negligencia y egoísmo. Esto se reflejó en las críticas africanas al acaparamiento de vacunas por parte de Occidente y, más tarde, en la redirección de la ayuda hacia Ucrania en detrimento de las crisis africanas. Por ello, los líderes africanos han buscado cada vez más aliados alternativos.



Pero estos acontecimientos no hicieron más que agravar una tendencia que ya venía de tiempo atrás. Desde principios de los años 2000, el compromiso de Occidente con África ha disminuido de forma constante. Otras potencias — como China, Turquía y Rusia — han ampliado su influencia en el continente. De hecho, Rusia y China, en particular, han aprovechado las aspiraciones y los reclamos africanos contra los marcos liderados por Occidente. Esto les ha ayudado a legitimar su proyección política, económica y militar en África. Además, podría abrir espacio para alianzas más sólidas sin la presencia de Occidente, como es el caso del grupo BRICS+, al cual se unió Emiratos Árabes Unidos y al que Arabia Saudita fue invitada en 2024.

El Golfo

La apuesta africana por un mundo multipolar resuena con las potencias del Golfo, que fundamentan su política exterior en el objetivo de cultivar alianzas a lo largo del eje este-oeste y norte-sur. Los estados del Golfo no adoptan un discurso abiertamente antioccidental. Sin embargo, para atender sus propias prioridades internas, están aprovechando estratégicamente el llamado de los gobiernos africanos para contar con socios alternativos. Estos tres países ofrecen a sus socios africanos cooperación para el desarrollo y financiamiento que se alejan del modelo occidental, caracterizándose por un despliegue de fondos más flexible y rápido. Además, sus modelos económicos respaldados por el Estado alinean las agendas políticas con inversiones estratégicas, lo que les permite aprovechar sus recursos financieros para llenar el vacío de capital y el liderazgo político dejado por otros actores internacionales. Esta alineación llega en un momento oportuno y podría ser mutuamente beneficiosa, en la medida en que los estados africanos y del Golfo navegan por la dinámica cambiante del reparto del poder global. También parece estar fortaleciendo el capital político de los estados del Golfo ante los gobiernos africanos. Sin embargo, los intereses estratégicos de las monarquías no siempre coinciden con los objetivos de desarrollo a largo plazo de África, lo que podría generar relaciones extractivas y de explotación. Su expansión en el continente también podría reducir el margen de maniobra para que Europa reconstruya sus vínculos con África.

Europa

Europa mantiene una presencia significativa en África. Sin embargo, la fragmentación del orden global podría poner en riesgo ese estatus, especialmente ante una segunda presidencia de Trump y sus implicancias para la unidad occidental. El compromiso económico europeo con África está en declive desde hace tiempo, al mismo tiempo que los modelos occidentales de gobernanza, ayuda y financiamiento enfrentan una creciente competencia. Por ahora, la Unión Europea sigue siendo el principal socio comercial del África subsahariana, con flujos comerciales entre ambas regiones valorados en aproximadamente 300 mil millones de dólares anuales. No obstante, la participación de la UE en el comercio con el África subsahariana ha disminuido significativamente desde 1990. Esto refleja la competencia de países como China, cuyo rápido ascenso se evidencia en el fuerte aumento tanto de sus importaciones como de sus exportaciones con la región. De hecho, China ya rivaliza con la UE en cuanto a volumen de importaciones hacia el África subsahariana.



Las importaciones del África subsahariana desde China han crecido especialmente en el sector de bienes de consumo, pero también han aumentado de manera constante en los sectores energético e industrial. La Unión Europea, por su parte, sigue dominando en las importaciones de bienes de alto valor, como maquinaria, productos químicos y vehículos. El África subsahariana exporta principalmente materias primas, minerales y petróleo a Europa, similar a lo que exporta a otras regiones como China y los países del Golfo. Los actores emergentes como los Emiratos Árabes Unidos han experimentado un crecimiento constante en su participación comercial total, aunque sus porcentajes aún no alcanzan ni el 10% del total.

Relaciones (geo)económicas en ascenso entre el Golfo y África

Inversión y financiamiento

La magnitud del compromiso financiero del Golfo en África refleja claramente la expansión de las monarquías de la región. En 2022 y 2023, los estados del Consejo de Cooperación para los Estados Árabes del Golfo (CCEAG) canalizaron colectivamente casi 113 mil millones de dólares en inversión extranjera directa (IED) hacia el continente, superando el total invertido durante la década anterior (102 mil millones de dólares). Los Emiratos Árabes Unidos, Arabia Saudita y Catar están invirtiendo principalmente en sectores que no solo reflejan sus propios intereses, sino que también responden a las mayores necesidades de África: energía, cambio climático e infraestructura. La inversión en infraestructura (y conectividad) es la que constituye la columna vertebral de esta expansión. Aunque los intereses de los estados se superponen, los Emiratos Árabes Unidos fueron los primeros en invertir y, con diferencia, los que más han invertido en puertos, redes logísticas y zonas económicas especiales. Arabia Saudita, por su parte, es el principal inversor en carreteras. Los tres estados tienen participación en la conectividad aérea de África subsahariana, aunque en el caso de Arabia Saudita, en menor medida hasta ahora.



Estas inversiones abren nuevas oportunidades en todo el continente. También refuerzan la presencia geoestratégica de los estados del Golfo, ayudando a cubrir una brecha en infraestructura en África que China solo ha logrado llenar parcialmente en los últimos 20 años, mientras que la Unión Europea apenas está planeando su regreso con su iniciativa ‘Global Gateway’. Además, los estados del Golfo están ayudando a cubrir el vacío de financiamiento que dejaron los inversores occidentales al retirarse. Por ejemplo, en 2021, los Emiratos Árabes Unidos se comprometió a destinar 4,500 millones de dólares para apoyar los esfuerzos de transición energética en África. Este compromiso financiero busca respaldar las energías renovables, el desarrollo de infraestructura y la transición energética en general. En marzo de 2024, cuatro bancos emiratíes ayudaron a la Corporación Financiera Africana (AFC, por sus siglas en inglés) a recaudar 1,150 millones de dólares en el préstamo sindicado más grande jamás reunido por esta institución. Arabia Saudita, que desde hace tiempo proporciona asistencia para el desarrollo en África a través del Fondo Saudí para el Desarrollo, firmó en 2023 un memorando de entendimiento con la AFC para financiar conjuntamente proyectos de infraestructura en todo el continente. A finales de 2024, el gobierno saudí prometió 41 mil millones de dólares mediante una combinación de instrumentos financieros destinados a financiar emprendimientos, otorgar créditos a la exportación e importación y fomentar el crecimiento del sector privado en África durante los próximos diez años. En 2022, Catar prometió una donación de 200 millones de dólares para proyectos de adaptación climática en países africanos vulnerables a los efectos del cambio climático, incluyendo financiamiento para programas de mitigación de sequías e inundaciones, así como para el acceso a energías renovables en comunidades fuera de la red eléctrica. En 2024, también contribuyó en la creación del ‘Virunga Africa Fund I’ de Ruanda, lanzado con 250 millones de dólares para fortalecer los servicios sociales y el crecimiento del sector privado en sectores innovadores tanto en Ruanda como en el resto de África. Sin embargo, muchas de estas inversiones y acuerdos son opacos y carecen de mecanismos claros de rendición de cuentas. Esto genera dudas sobre si las asociaciones financieras y de inversión entre el Golfo y África serán realmente beneficiosas para ambas partes. El equilibrio de poder suele inclinarse a favor de las monarquías del Golfo debido a su fortaleza financiera, lo que podría derivar en resultados asimétricos —incluyendo un posible aumento de la carga de deuda en África. A pesar de estar enfocadas en sectores clave para el desarrollo africano, estas inversiones podrían no modificar las dinámicas subyacentes de extractivismo que históricamente han caracterizado a las relaciones de África con actores externos. Como lo muestran claramente los datos comerciales, esto también incluye a los estados del Golfo.

Comercio

La política exterior de los Emiratos Árabes Unidos ha estado desde hace tiempo mucho más enfocada en el comercio que la de los otros dos estados del Golfo. En consecuencia, el comercio (incluyendo los bienes que reimporta y exporta a través de sus zonas económicas) entre los Emiratos Árabes Unidos y el África subsahariana ha crecido de forma sostenida en la última década. En cambio, Catar y Arabia Saudita han mostrado cambios más limitados en este ámbito. Los Emiratos Árabes Unidos incursionaron tempranamente en el comercio, la logística y los servicios como una forma de asegurar ingresos sostenibles — especialmente Dubái, un emirato con reservas de petróleo muy limitadas. Los emiratíes han llevado a cabo una expansión significativa de la infraestructura portuaria y de transporte en todo África (liderados por gigantes logísticos como DP World, con sede en Dubái, y más recientemente Abu Dhabi Ports). Esto ha contribuido a convertir a los Emiratos Árabes Unidos en una puerta de entrada comercial entre África y el resto del mundo.



La composición del comercio entre el Golfo y África revela dinámicas más profundas en la relación económica. En línea con sus patrones comerciales globales, los combustibles y los derivados de hidrocarburos dominan las exportaciones de los Emiratos Árabes Unidos, Catar y Arabia Saudita hacia el África subsahariana. Esto refleja la centralidad de los combustibles fósiles en la expansión de los estados del Golfo en el continente. La población del África subsahariana está creciendo rápidamente; además, la región se está industrializando y urbanizando a gran velocidad. Se estima que la demanda energética total del continente aumentará en un 30% para 2040, incluyendo los combustibles fósiles. Esto crea nuevos mercados para los estados del Golfo en el África subsahariana. Por su parte, las exportaciones del África subsahariana hacia el Golfo están compuestas principalmente por metales y minerales, incluyendo el oro, así como productos agrícolas. Esto pone de manifiesto que la relación comercial es, en gran medida, de carácter extractivo. El comercio de oro es particularmente relevante en la relación entre el África subsahariana y los Emiratos Árabes Unidos, lo cual ha ayudado a consolidar a este último como uno de los principales importadores y refinadores globales de dicho metal precioso.



Estos patrones comerciales ponen en evidencia las dependencias mutuas, pero también revelan desequilibrios estructurales. El perfil exportador del África subsahariana —fuertemente centrado en materias primas — limita los beneficios para los estados africanos, mientras que los países del Golfo aprovechan un comercio de importación y exportación de mayor valor agregado.

Diplomacia energética y transición verde

Los vastos recursos naturales de África hacen que el continente sea clave en la transición energética global. Además de sus reservas de petróleo y gas, África cuenta con abundantes minerales esenciales para tecnologías renovables (como el litio, el cobalto y las tierras raras), un enorme potencial en energía solar, y bosques bien conservados que pueden utilizarse para compensar las emisiones de carbono. Todo esto, sumado a la creciente demanda energética de la región, ha hecho que la energía y el clima se conviertan en ejes centrales de la expansión del Golfo en África. Una transición rápida lejos de los combustibles fósiles no es realista para los estados del Golfo, dada su dependencia de estos recursos para sus ingresos por exportación y su producto interno bruto. En África, por su parte, el petróleo y el gas aún representan el 40% de la energía consumida por los usuarios finales (es decir, su consumo energético final). Como se mencionó anteriormente, esto crea nuevos mercados para los estados del Golfo, que pueden ayudar a satisfacer la demanda energética actual y futura del continente. Pero África también funciona como una puerta de entrada a nuevas cadenas de valor en el sector energético. Los líderes del Golfo son conscientes de que la era de los hidrocarburos está en declive. Esto significa que podrían perder la influencia que el petróleo y el gas les han otorgado en la gobernanza energética global. Para mantener su relevancia, aspiran también a liderar en las economías verdes. Por eso, trabajan para integrar los mercados y recursos energéticos de África dentro de su estrategia general de transformación económica sostenible.

Hidrocarburos

Las economías de los países del Golfo están apostando por el interés de los gobiernos africanos en seguir explotando sus recursos de petróleo y gas para aumentar los ingresos y satisfacer la creciente demanda energética. Arabia Saudita y los Emiratos Árabes Unidos están principalmente enfocados en inversiones en distribución (sector ‘downstream’), así como en el transporte y el almacenamiento (‘midstream’); mientras que tradicionalmente han mostrado un interés limitado en la exploración y producción de petróleo y gas en África (‘upstream’). Catar, en cambio, se concentra más en explorar la producción ‘upstream’ y en aumentar su participación en el sector de gas natural licuado (GNL) en África. Esto está en línea con el particular perfil energético de Catar como líder en el mercado global de GNL. También se ajusta a su estrategia a largo plazo de consolidar su dominio global en el gas natural, especialmente a medida que la transición energética impulsa la demanda de combustibles más limpios como el gas. Los Emiratos Árabes Unidos también podrían estar mirando hacia el sector africano del GNL, ya que esperan que el gas natural tenga un papel más relevante en su matriz energética para 2050, aunque actualmente depende de Catar para casi un tercio de su suministro. África podría resultar clave para expandir sus inversiones en gas. Por ejemplo, la empresa energética emiratí Abu Dhabi National Oil Company (ADNOC) tiene participación en el proyecto Rovuma LNG en Mozambique y un acuerdo de gas con BP en Egipto.



Los países africanos encuentran puntos en común con los estados del Golfo al oponerse a la rápida eliminación del petróleo y el gas que promueven las economías avanzadas. Para las naciones africanas, el petróleo y el gas siguen siendo fuentes vitales de ingresos, crecimiento industrial y seguridad energética; mientras que para los estados del Golfo, estos recursos son fundamentales tanto para mantener su influencia global como para avanzar en sus esfuerzos de diversificación económica. Esta postura desafía la posición europea sobre el petróleo y el gas, y su alineación recíproca podría consolidar un consenso más sólido en torno a un enfoque dual para la transición energética.

Cadenas de valor verdes

La visión “’We the UAE 2031’” de los Emiratos Árabes Unidos y la “Visión 2030” de Arabia Saudita son planes de reforma económica que incluyen compromisos para diversificar sus economías más allá de los hidrocarburos. Esto refleja el reconocimiento por parte de sus líderes de que los combustibles fósiles no estarán disponibles para siempre, pero sobre todo, que las cadenas de valor verdes tienen un enorme potencial. Por ello, los Emiratos Árabes Unidos y Arabia Saudita (y en menor medida Catar) están invirtiendo en la transición hacia energías limpias, tanto a nivel nacional como internacional. Estas inversiones también les permiten mantener su influencia en la toma de decisiones globales sobre energía, incluyendo el ritmo y los caminos hacia un mundo y una economía con emisiones netas cero. Con sus abundantes recursos solares y eólicos, el África subsahariana es un terreno ideal de prueba para que los países del Golfo amplíen su experiencia en energías renovables. También representa un entorno en el que pueden desarrollar proyectos escalables y construir capacidades tecnológicas verdes exportables. Los tres estados del Golfo están invirtiendo en plantas solares y eólicas en toda el África subsahariana. Además, han mostrado interés en otros campos de energías renovables, como baterías, hidrógeno verde y energía térmica. Los Emiratos Árabes Unidos lideran este ámbito a través de sus empresas Masdar y AMEA Power; por su parte, ACWA Power de Arabia Saudita también está entrando en acción. Catar ha estado explorando oportunidades de inversión, aunque prefiere inversiones conjuntas o en proyectos ya existentes de grandes empresas extranjeras, para reducir riesgos y costos.



Aunque muchos de estos compromisos son aún promesas, la participación de los países del Golfo podría contribuir significativamente a ampliar el acceso a la energía en África, ayudando a enfrentar el grave déficit energético del continente. Su enfoque dual frente a la transición energética les permite abogar por una transición pragmática que equilibre la descarbonización con la seguridad energética y el desarrollo económico, lo que mejora su reputación ante los gobiernos africanos como estados con visión de futuro en materia energética.

Minerales críticos

Al mismo tiempo, los Emiratos Árabes Unidos y Arabia Saudita están invirtiendo en cadenas de valor de minerales, lo que subraya la importancia estratégica de estos recursos en sus planes de diversificación económica y ambiciones tecnológicas. El oro es el principal producto importado desde África hacia los Emiratos Árabes Unidos. Sin embargo, otros minerales como el cobre también ocupan un lugar destacado en las importaciones emiratíes, así como en las de Arabia Saudita. Estos minerales son la base de la economía verde. También son fundamentales para la transformación digital (incluyendo la inteligencia artificial y la defensa, ya que los EAU pone el foco en minerales de doble uso en el desarrollo de su industria de defensa nacional), además de la infraestructura. En línea con su política exterior centrada en el comercio, los Emiratos Árabes Unidos parecen más interesados en aprovechar el comercio de estas materias primas. Arabia Saudita, por su parte, busca asegurar el acceso a recursos en bruto para impulsar sus ambiciones industriales nacionales. En el marco de su Visión 2030, Arabia Saudita pretende desarrollar manufactura nacional e industrias de alta tecnología, como los vehículos eléctricos y las tecnologías de energías renovables. El acceso a minerales africanos busca respaldar esta estrategia, al proporcionar insumos clave para la producción nacional y permitir que Arabia Saudita escale en la cadena de valor.



Para los países africanos, la carrera global por los minerales críticos representa una oportunidad única para superar su papel tradicional como proveedores de materias primas. Muchos gobiernos africanos reconocen el potencial de estos recursos para impulsar la industrialización, crear empleo y generar mayor valor dentro de sus propias economías. Este cambio de perspectiva ha llevado a un aumento en las demandas de inversiones que prioricen el procesamiento y la manufactura local, en lugar de limitarse a la extracción y exportación de materias primas. Sin embargo, aún es incierto en qué medida los actores del Golfo se alinearán con estas aspiraciones.

Donde divergen los estados del Golfo

A pesar de algunos factores impulsores en común, los enfoques de los Emiratos Árabes Unidos, Arabia Saudita y Catar en África varían significativamente. Estas diferencias provienen de las distintas prioridades internas y estrategias de política exterior de cada estado. Aunque el giro hacia lo geoeconómico es evidente, esto también subraya cómo los tres países — especialmente los Emiratos Árabes Unidos — podrían seguir influyendo en temas de seguridad en todo el continente, así como en sus regiones tradicionales de interés.

Perfiles por país

Los Emiratos Árabes Unidos carecen de una capacidad industrial interna significativa (salvo en el sector del oro), lo que los obliga a asegurar rutas comerciales más amplias y eficientes para garantizar sus ingresos. En este contexto, los mercados de consumo en expansión de África y su papel central en las cadenas de valor verdes representan una oportunidad clave. Abu Dhabi adopta un enfoque propenso al riesgo, en gran medida respaldado por el Estado, aunque esto se compensa con una fuerte orientación hacia los beneficios económicos. La presencia de los Emiratos Árabes Unidos se está afianzando cada vez más en todo el continente africano. A pesar de que su enfoque exterior parece centrarse principalmente en lo económico, la capacidad del país para ejercer influencia política y proteger sus intereses no ha desaparecido, como lo demuestra su implicación en Sudán. Este enfoque político y de seguridad es menos visible en otras partes de África, aunque sigue siendo una herramienta que podría moldear las relaciones entre los Emiratos Árabes Unidos y África en los próximos años. A medida que se expanden los intereses económicos emiratíes en el continente, sus líderes podrían encontrarse con más cosas que proteger, lo que aumentaría el riesgo de que recurran a un enfoque más basado en la seguridad. La diplomacia energética de Emiratos Árabes Unidos refuerza la idea de que su participación en África irá más allá de las iniciativas económicas: la conferencia climática COP28 de 2024, celebrada en Dubái, dejó al descubierto las ambiciones emiratíes de posicionar al país como un líder global en la transición energética. La alineación de África con la monarquía en cuanto a la necesidad de un enfoque dual convierte al continente en un escenario clave para que Abu Dhabi movilice consensos. Arabia Saudita, por su parte, enfrenta urgentes desafíos socioeconómicos internos vinculados a una población en rápido crecimiento (en su mayoría menor de 25 años) y altas tasas de desempleo. Esto contrasta con Emiratos Árabes Unidos y Catar, que enfrentan escasez de mano de obra nacional. África resulta, por tanto, atractiva como aliada en el programa de transformación económica de Riad, que contempla una fuerte diversificación de su economía. Las cadenas de valor verdes ocupan un lugar prioritario en estos esfuerzos. Sin embargo, las limitaciones socioeconómicas internas y la urgencia de reformas domésticas han llevado a Arabia Saudita a adoptar una postura más cautelosa y adversa al riesgo. Esto ha resultado en un compromiso limitado en el continente africano, tanto en alcance geográfico como en intensidad. Esta cautela contrasta con la postura más intervencionista que adoptó Riad durante la década de 2010 en su “entorno regional inmediato”. Sus políticas agresivas para ganar aliados en el lado africano del Mar Rojo intensificaron las rivalidades con sus vecinos. Esto incluyó, por ejemplo, la guerra de la monarquía contra los hutíes en Yemen desde 2015, y su intervención que contribuyó al derrocamiento del presidente de Sudán, Omar al-Bashir, en 2019. Actualmente, Arabia Saudita depende más del poder blando y de la diplomacia económica, aprovechando su liderazgo tradicional en el mundo musulmán y su ayuda al desarrollo para ampliar su influencia. Esto la ha llevado hacia un nuevo enfoque, orientado principalmente a la estabilización — especialmente en el Cuerno de África — y al diálogo multilateral. Sin embargo, mientras Riad intenta equilibrar sus necesidades económicas con una cautela geopolítica, su participación en África sigue siendo transaccional. Hoy en día, está impulsada por necesidades estratégicas inmediatas más que por una visión a largo plazo. Catar, a diferencia de los Emiratos Árabes Unidos y Arabia Saudita, está menos presionado por la transición energética. Su dependencia del gas le proporciona a Doha una mayor estabilidad económica (aunque con el riesgo de una sobredependencia en este recurso) y una ventaja competitiva en el mercado energético global. Hasta ahora, Catar no ha modificado significativamente su enfoque hacia África, el cual se caracteriza por una apuesta por inversiones selectivas y estratégicamente relevantes, con valor tanto político como económico. Estas iniciativas puntuales buscan fortalecer lazos bilaterales en sectores clave, en lugar de establecer una presencia amplia en el continente. Esta moderación refleja el limitado conocimiento institucional de Doha sobre África y una política exterior en general adversa al riesgo, lo que a menudo la lleva a optar por inversiones en proyectos ya existentes (‘brownfield’) en lugar de iniciar nuevos emprendimientos. Catar, al igual que Arabia Saudita, adopta un enfoque de poder blando en los asuntos políticos del continente. Esto se refleja en su fuerte énfasis en la mediación de conflictos. Catar ha desempeñado un papel diplomático clave en negociaciones pasadas, como en el conflicto de Darfur, la disputa fronteriza entre Eritrea y Yibuti, y los esfuerzos de reconciliación en Somalia. Más recientemente, en marzo de 2025, fue sede de mediaciones entre la República Democrática del Congo y Ruanda, logrando sentar a ambas partes en la mesa de diálogo donde otros mediadores habían fracasado. Este enfoque busca reforzar su posicionamiento global como facilitador del diálogo y la paz. Su estrategia en África es un acto de equilibrio entre prioridades económicas y ambiciones diplomáticas más amplias.



Lo que esto significa para Europa

La Unión Europea y sus Estados miembros deberán colaborar con los estados del Golfo en África. Si no lo hacen, su declive político y económico en el continente podría acelerarse. Esto también abriría probablemente espacio para que bloques de poder como las alianzas del Golfo-China y del Golfo-Rusia profundicen sus relaciones con los países africanos. Además, la falta de compromiso con los estados del Golfo implicaría que Europa dejaría pasar importantes oportunidades. En particular, los europeos podrían beneficiarse de la colaboración con las potencias del Golfo para alinearse con los gobiernos africanos en la construcción conjunta de transiciones industriales verdes y recíprocas. Estos riesgos y oportunidades se derivan de las fortalezas y debilidades de la participación de los estados del Golfo en África.



Estas características también crean sinergias entre Europa y los estados del Golfo en África. La Unión Europea y sus Estados miembros pueden aportar un valor único en sectores clave para los intereses de los países del Golfo, lo que podría ayudar a mitigar los riesgos que enfrentan ambas partes. Los países del Golfo, por ejemplo, se beneficiarían del conocimiento tecnológico e innovación europeos en sectores como las energías renovables. Además, Europa cuenta con una amplia experiencia e interés en el desarrollo del capital humano; el enfoque de poder blando adoptado por Arabia Saudita y Catar refleja un interés creciente en ofrecer educación y formación. Esto podría combinarse para contribuir a la construcción de una fuerza laboral capacitada y educada, que es esencial para el rápido desarrollo e industrialización de África. También existen más sinergias en la presencia política e institucional de larga data de Europa en el continente, así como en su enfoque en marcos regulatorios y su experiencia en el trato con mercados africanos y estructuras de gobernanza. Todo esto podría ser de gran utilidad para los países del Golfo, que tienen menos experiencia en África, ayudándoles a reducir su exposición a las incertidumbres políticas y económicas. Los europeos también obtendrían beneficios recíprocos al acceder a los recursos financieros de los estados del Golfo, su capacidad para implementar proyectos a gran escala y sus esfuerzos por expandir la conectividad. Las monarquías del Golfo también están ganando mayor influencia en foros como la ONU y el G20, y más específicamente en el sector energético (por ejemplo, en las conferencias climáticas de la COP, pero también en el ‘Future Minerals Forum’ organizado por Arabia Saudita). A través de estos espacios, Europa podría aprovechar sus relaciones con los estados del Golfo en África para responder a las demandas del Sur Global por una mayor igualdad en la gobernanza mundial. Esto no solo fortalecería el papel de Europa en el crecimiento sostenible de África, sino que también ayudaría a mantener su competitividad en el cambiante panorama energético y geoeconómico global. Los gobiernos africanos también se beneficiarían. El fomentar una diversa gama de socios internacionales está en el centro de su renovado poder de negociación, tanto geopolítico como económico. Esto significa que promover la cooperación entre Europa y el Golfo podría ser clave para que los países africanos mitiguen los riesgos derivados del retroceso europeo y de la aún incipiente — pero creciente — expansión de los estados del Golfo.

Cómo debería responder Europa

En un primer momento, la Unión Europea y sus Estados miembros deberían centrarse en cuatro oportunidades clave de cooperación con los estados del Golfo y los países africanos. 1. Acceso y cooperación energética. La creciente presencia de los estados del Golfo en la transición energética de África brinda a los europeos la oportunidad de contribuir a mejorar el acceso a la energía (limpia) en todo el continente. Los países del Golfo están invirtiendo en proyectos de generación eléctrica y en redes de transporte. Estas inversiones podrían impulsar el crecimiento económico de África, contribuir a la expansión de sus mercados (también mediante la integración regional) y hacer que el continente sea más atractivo para otros inversores. La experiencia tecnológica de Europa en energías renovables complementa las capacidades de inversión y las ambiciones de los estados del Golfo en este sector. Oportunidad: Los europeos deberían considerar inversiones conjuntas con los estados del Golfo en proyectos de energías renovables en África. Empresas como Masdar (de los Emiratos Árabes Unidos) y ACWA Power (de Arabia Saudita) tienen la capacidad de desarrollar proyectos de energías renovables a gran escala. Los gobiernos y empresas europeas se beneficiarían de colaborar con estas compañías y con los gobiernos africanos, no solo para ayudar a aumentar la capacidad renovable de África, sino también para reducir los riesgos y costos de inversión. Por ejemplo, el gobierno de Mauritania ya colabora con Infinity Power (de los Emiratos Árabes Unidos) y con el desarrollador alemán Conjuncta en el desarrollo de una planta de hidrógeno verde de 10 GW en el país. Las empresas energéticas europeas también deberían aprovechar el enfoque cauteloso de Catar y su interés en reducir riesgos mediante asociaciones para expandir sus operaciones (como lo sugiere el acuerdo alcanzado en 2024 entre Enel Green Power de Italia y la Autoridad de Inversiones de Catar). Riesgo: Si los europeos no aprovechan estas oportunidades, los países del Golfo podrían terminar dominando el sector de energías renovables en África. Su participación en la expansión del mercado energético del continente podría priorizar políticas centradas en sus propios intereses por encima de los objetivos energéticos, climáticos e industriales de Europa o incluso de África. Sin una presencia europea más sólida, Europa corre el riesgo de perder la oportunidad de contribuir a moldear el panorama energético africano de una manera que esté alineada con sus intereses y con los objetivos climáticos globales. 2. Desarrollo de infraestructura transregional: La inversión de los estados del Golfo en infraestructura y conectividad regional ofrece a Europa la oportunidad de contribuir al crecimiento económico de África y de atraer mayor interés de inversores. Dada la magnitud y complejidad de estos proyectos, la cooperación trilateral permitiría distribuir costos, riesgos y conocimientos técnicos. Al colaborar de forma proactiva con los estados del Golfo — en particular con los Emiratos Árabes Unidos y Arabia Saudita —, los europeos pueden asegurar su participación en la transformación de la infraestructura africana. Esto les permitiría también garantizar que los grandes proyectos se alineen con los intereses comerciales europeos y con sus prioridades estratégicas a largo plazo. Oportunidad: La Unión Europea y sus Estados miembros deberían cooperar con los estados del Golfo y con los países africanos en el ámbito de la infraestructura, centrándose en las capacidades marítimas y logísticas de los Emiratos Árabes Unidos, así como en la importante inversión en infraestructura de Arabia Saudita. Esto les permitiría acelerar proyectos críticos, desde carreteras hasta plantas de energía y sistemas de distribución eléctrica. Los europeos también deberían colaborar con los estados del Golfo y de África en redes ferroviarias transregionales. La cooperación trilateral en iniciativas como el “Corredor de Lobito” (que conecta Angola, la República Democrática del Congo y Zambia) contribuiría al desarrollo de infraestructura de alto impacto que ningún país podría emprender fácilmente por sí solo. Riesgo: Si Europa no actúa, corre el riesgo de quedar al margen de los nuevos corredores comerciales y cadenas de suministro que moldearán el panorama económico y geopolítico del continente. El control sobre infraestructura crítica —puertos, ferrocarriles, centros logísticos y redes energéticas — es una herramienta clave de influencia geoeconómica, ya que determina quién facilita y se beneficia del crecimiento económico de África. Si Europa permanece pasiva, los estados del Golfo y otros actores externos podrían diseñar la infraestructura africana de formas que limiten el acceso europeo, reduzcan la participación de empresas europeas en el mercado y debiliten la influencia europea en la integración económica regional. 3. Desarrollo de capacidades y capital humano. El rápido desarrollo de África requiere una fuerza laboral educada y capacitada. Arabia Saudita y Catar han mostrado un creciente interés en la educación y la formación técnica y profesional, un área en la que Europa posee una amplia experiencia. Este es otro campo con gran potencial para la cooperación trilateral. Oportunidad: La Unión Europea y sus Estados miembros deberían colaborar con los países africanos y del Golfo para lanzar iniciativas conjuntas de desarrollo de capacidades. Europa puede aportar un valor único a estos esfuerzos gracias a su experiencia en modelos de formación avanzada, construcción institucional y marcos regulatorios. Además, los países africanos deberían coordinar de forma proactiva los nuevos esfuerzos del Golfo con el conocimiento técnico europeo, especialmente en sectores clave como la energía y la infraestructura. Riesgo. La inacción por parte de los gobiernos europeos y africanos podría dar lugar a que los programas de formación liderados por los estados del Golfo definan la fuerza laboral africana en función de las prioridades estratégicas de las monarquías. Esto limitaría la influencia europea en el desarrollo futuro de África y podría comprometer el acceso de Europa a una fuerza laboral africana calificada — elemento esencial para que los inversores extranjeros puedan cumplir con las exigencias africanas en cuanto a contenido y participación local. 4. Instrumentos financieros y mecanismos de inversión. El desarrollo de África requiere de una afluencia significativa de capital, pero muchos inversionistas siguen percibiendo al continente como una región de alto riesgo. El papel creciente de los estados del Golfo como financiadores y desarrolladores de infraestructura energética en África presenta oportunidades para estrategias conjuntas de mitigación de riesgos. Esto ayudaría tanto a inversores europeos como del Golfo a superar esas barreras. Al combinar recursos y conocimientos, Europa y los países del Golfo pueden ampliar el capital disponible para cubrir las brechas de financiamiento en África — especialmente en proyectos de energía e infraestructura a gran escala. Oportunidad: Las instituciones financieras europeas deberían colaborar con sus contrapartes africanas y con inversores y desarrolladores del Golfo para reducir el riesgo de sus inversiones en África. Esto debería incluir, por ejemplo, al Banco Europeo de Inversiones (BEI) y al Banco Europeo de Reconstrucción y Desarrollo (BERD), así como a los bancos de desarrollo de los Estados miembros, como el KfW (Alemania) o la Cassa Depositi e Prestiti (Italia). Esta cooperación permitiría mitigar riesgos e impulsar proyectos de infraestructura y energía de gran escala, o ampliar los ya existentes. Esta estrategia sería especialmente atractiva para países con bajo apetito de riesgo como Arabia Saudita y Catar. Riesgo: Si Europa no actúa, los inversores del Golfo podrían dominar progresivamente el panorama de inversión en África. Este cambio podría generar estructuras financieras que, aunque efectivas para los intereses del Golfo, no necesariamente se alineen con las prácticas comerciales europeas, los estándares regulatorios ni los objetivos de sostenibilidad a largo plazo. Esto podría traducirse en un entorno de inversión más competitivo y opaco para las empresas europeas, y debilitar la capacidad de Europa para promover inversiones que respondan tanto a las necesidades africanas como a sus propios objetivos estratégicos. Estas cuatro oportunidades iniciales podrían servir como un terreno de prueba para la cooperación trilateral. A su vez, esto podría generar nuevas sinergias entre las tres partes. De ese modo, Europa estaría en una posición favorable para consolidar este compromiso inicial y proteger sus intereses geopolíticos y geoeconómicos en África, al tiempo que desarrolla nuevas alianzas con potencias emergentes que podrían beneficiar a los europeos más allá del continente africano.

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Corrado Čok

Corrado Čok es miembro visitante del Consejo Europeo de Relaciones Exteriores. En su investigación, Čok explora el papel de los Estados del Golfo en África, centrándose en los sectores de infraestructura y energía.

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Maddalena Procopio

Maddalena Procopio es investigadora principal de políticas en el programa de África del Consejo Europeo de Relaciones Exteriores. Sus principales intereses de investigación son la geopolítica y las relaciones internacionales de la región de África, en particular las relaciones África-China y África-UE, las potencias medias emergentes, el papel de África en la transición energética global y África oriental y meridional.

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