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Defense & Security

La “guerra al límite” entre Irán e Israel ha reescrito las reglas de las escalada nuclear

Banderas de Israel e Irán en el mapa de Oriente Medio. Foto de alta calidad.

Image Source : Shutterstock

by Farah N. Jan

First Published in: Jun.16,2025

Jun.23, 2025

El conflicto de Israel con Irán representa mucho más que otra crisis en Medio Oriente: marca el surgimiento de un nuevo y peligroso capítulo en las rivalidades nucleares, con el potencial de redefinir los riesgos de proliferación global durante las próximas décadas. Lo que comenzó con ataques israelíes a instalaciones nucleares iraníes y otros objetivos el 13 de junio de 2025 ha escalado hasta convertirse en el primer ejemplo a gran escala de lo que, como experto en seguridad nuclear, llamo una “guerra al límite”: una nueva y aterradora forma de conflicto en la que una potencia nuclear recurre al uso de la fuerza para evitar que un enemigo al borde de la nuclearización dé ese paso. Mientras los misiles siguen cayendo tanto sobre Teherán como sobre Tel Aviv — con cientos de muertos en Irán y al menos 24 fallecidos en Israel —, la comunidad internacional presencia en tiempo real el colapso de los marcos tradicionales de disuasión. A diferencia de las rivalidades nucleares tradicionales, en las que ambas partes poseen arsenales declarados — como India y Pakistán, que pese a sus tensiones operan bajo una disuasión mutua —, esta nueva dinámica, situada en el umbral de la nuclearización, genera una espiral de escalada inherentemente inestable. Irán cree cada vez más que no puede disuadir la agresión israelí sin armas nucleares, pero cada paso hacia su adquisición provoca ataques israelíes aún más agresivos. Por su parte, Israel no puede eliminar permanentemente el conocimiento nuclear de Irán mediante medios militares; solo puede retrasarlo, lo que aparentemente garantizaría una futura determinación iraní de obtener el arma definitiva de disuasión. Bajo esta dinámica, ninguna de las partes puede retroceder sin aceptar un resultado intolerable: para Israel, un Irán más decidido que nunca a convertirse en una nación con armas nucleares capaz de disuadir acciones israelíes y poner fin a su dominio militar regional; para Irán, el riesgo de un cambio de régimen mediante devastadores ataques israelíes. Las consecuencias de esta lógica mortal van mucho más allá de Medio Oriente.

El precedente del ataque preventivo

Las apuestas no podrían ser más altas, ya que funcionarios iraníes han calificado el ataque como “una declaración de guerra” y han prometido que las instalaciones nucleares destruidas “serán reconstruidas”. Por su parte, Israel ha advertido que su campaña continuará “el tiempo que sea necesario”. De manera aún más preocupante, las negociaciones nucleares programadas entre Estados Unidos e Irán fueron canceladas, con Teherán descartando cualquier diálogo de este tipo como “sin sentido”. Esto podría indicar que la ventana de la diplomacia — que se abrió solo por unos meses durante el segundo mandato de Trump, tras haberse cerrado en el primero — fue cerrada deliberadamente de golpe. En un sentido más amplio, los ataques israelíes marcan una peligrosa evolución en las normas internacionales sobre la guerra preventiva. Aunque los funcionarios israelíes calificaron esto como un “ataque preventivo”, la realidad legal y estratégica es diferente. Los ataques preventivos responden a amenazas inminentes — como la Guerra de los Seis Días de 1967, cuando Israel enfrentó a ejércitos árabes que se preparaban para atacar —. En cambio, los ataques preventivos apuntan a futuras amenazas distantes, cuando las condiciones parecen favorables — como el ataque de Japón a Pearl Harbor en 1941 —. Israel justificó su acción alegando que Irán podría ensamblar rápidamente hasta 15 bombas nucleares. Sin embargo, como advirtió previamente el director del Organismo Internacional de Energía Atómica, Rafael Grossi, un ataque israelí podría consolidar en lugar de disuadir las ambiciones nucleares de Irán, e incluso podría provocar su retirada del Tratado de No Proliferación Nuclear. Fiel a esa advertencia, el 16 de junio Irán anunció que estaba preparando un proyecto de ley parlamentario para abandonar el tratado de 1968. Los cálculos de Israel al optar por atacar se basan en la misma erosión de los marcos legales internacionales que ha legitimado la guerra preventiva desde la acción militar de Estados Unidos en Afganistán e Irak tras los atentados del 11 de septiembre de 2001. La “guerra contra el terrorismo” de Estados Unidos desafió profundamente las normas de soberanía mediante prácticas como los ataques con drones y las ofensivas preventivas. Más recientemente, las operaciones en Gaza y otros lugares han demostrado que las violaciones al derecho internacional humanitario tienen consecuencias limitadas en la práctica. Para Israel, este entorno permisivo ha creado aparentemente tanto la oportunidad como la justificación para atacar a Irán, algo que el primer ministro Benjamín Netanyahu ha perseguido durante décadas. Los ataques de Rusia a la planta nuclear de Zaporiyia en Ucrania ya demostraron la vulnerabilidad de las instalaciones nucleares en la guerra moderna. Creo que las acciones de Israel agravan aún más el riesgo de normalizar los ataques contra infraestructura nuclear, lo que podría legitimar acciones preventivas similares por parte de India, China o Estados Unidos contra programas nucleares emergentes en otras regiones.

De los ataques a la conflagración regional

El ataque inicial de Israel desencadenó rápidamente una escalada inevitable. La represalia de Irán llegó en oleadas: primero cientos de drones y misiles el 13 de junio, luego bombardeos sostenidos durante los días siguientes. Para la mañana del 15 de junio, ambos países intercambiaban ataques contra infraestructura energética, bases militares y zonas civiles, sin un final inmediato a la vista. Los hutíes en Yemen se han sumado al conflicto, lanzando misiles balísticos contra Tel Aviv. Notablemente ausentes están Hezbolá, Hamás y las milicias iraquíes respaldadas por Irán, todas significativamente debilitadas por acciones recientes de Israel. Esta degradación del llamado “eje de la resistencia” de Irán — su tradicional mecanismo de disuasión — altera de forma fundamental los cálculos estratégicos de Teherán. Sin fuerzas aliadas sólidas para amenazar con represalias, Irán queda más expuesto a los ataques israelíes, lo que hace que las armas nucleares parezcan el único elemento de disuasión confiable frente a futuros ataques. El patrón de escalada ilustra lo que puede ocurrir cuando un gobierno presenta la agresión como prevención. Tras haber iniciado la reciente intensificación de las hostilidades, Israel ahora enfrenta las consecuencias. La promesa del presidente iraní Masoud Pezeshkian de que las instalaciones destruidas “serán reconstruidas” subraya que la acción israelí, diseñada para evitar la nuclearización, podría terminar provocando que Irán la persiga con renovada determinación.

La trampa del compromiso

Esto crea lo que los estrategas llaman la “trampa del compromiso”: una dinámica en la que ambas partes enfrentan costos crecientes, pero no pueden dar marcha atrás. Israel se enfrenta a su propio dilema estratégico. Los ataques podrían, en última instancia, acelerar en lugar de prevenir la nuclearización de Irán, pero retroceder significaría aceptar un Irán con armas nucleares. A diferencia de las potencias nucleares consolidadas, que pueden negociar desde una posición de fuerza, los Estados en el umbral, como Irán, enfrentan una decisión tajante: permanecer vulnerables a ataques preventivos y a un posible cambio de régimen, o avanzar rápidamente hacia la protección que brinda la disuasión nuclear. Corea del Norte ofrece el ejemplo más claro de esta dinámica. A pesar de décadas de sanciones y amenazas militares, su programa nuclear la ha hecho prácticamente inmune a ataques preventivos. Los líderes iraníes entienden bien esta lección; la pregunta es si podrán alcanzar ese estatus de protección antes de sufrir una acción preventiva decisiva. La teoría tradicional de la disuasión nuclear asume actores racionales que operan bajo una vulnerabilidad mutua. Pero las guerras al límite rompen estas suposiciones de forma fundamental. Irán no puede disuadir completamente a Israel porque carece de armas confirmadas, mientras que Israel no puede confiar en la disuasión para evitar la nuclearización iraní porque el programa nuclear de Irán sigue avanzando. Esto crea una dinámica de “úsalo o piérdelo”: Israel se enfrenta a ventanas de acción cada vez más pequeñas a medida que Irán se acerca a la capacidad armamentista; Irán tiene incentivos para acelerar su programa antes de sufrir más ataques. La ausencia de una mediación externa efectiva agrava estos riesgos. La respuesta del presidente de EE. UU., Donald Trump, a los ataques revela claramente esta dinámica. Inicialmente opuesto a una acción militar y partidario de la diplomacia sobre “bombardear a Irán hasta el infierno”, Trump cambió radicalmente después del inicio de los ataques, advirtiendo que “vendrán más. Mucho más.” Su publicación en ‘Truth Social’ — “Hace dos meses le di a Irán un ultimátum de 60 días para ‘llegar a un acuerdo’. ¡Deberían haberlo hecho!” — demuestra cuán rápidamente los esfuerzos diplomáticos pueden colapsar una vez que comienzan las guerras al límite. La promesa de Netanyahu de que los ataques actuales “no son nada comparado con lo que sentirán en los próximos días” muestra lo rápido que las ofensivas descritas como preventivas pueden escalar hacia una guerra total.

Implicaciones globales

La respuesta internacional revela hasta qué punto la Operación León Naciente de Israel ha normalizado la agresión contra instalaciones nucleares. Aunque los líderes europeos hicieron un llamado a la “máxima moderación”, ninguno condenó los ataques iniciales de Israel. Rusia y China los condenaron, pero no tomaron ninguna acción concreta. El Consejo de Seguridad de la ONU solo emitió declaraciones de “preocupación” por la “escalada”. Esta normalización sienta, en mi opinión, un precedente catastrófico. El modelo de guerra al límite amenaza con desmantelar décadas de gobernanza nuclear basada en la disuasión y no en la acción preventiva. De hecho, la guerra al límite entre Irán e Israel establece precedentes peligrosos para otras competencias nucleares regionales. Los ataques preventivos exitosos podrían incentivar acciones similares en otros lugares, debilitando los esfuerzos diplomáticos de no proliferación. Por el contrario, una rápida nuclearización de Irán podría motivar a otros Estados en el umbral, como Arabia Saudita, a desarrollar capacidades nucleares de forma acelerada y secreta. Cuando los ataques preventivos se convierten en el mecanismo de aplicación de las normas de no proliferación, toda la arquitectura de gobernanza nuclear comienza a desmoronarse. Sin estos marcos, el mundo enfrenta un futuro inestable, definido por ciclos de ataques preventivos y proliferación nuclear acelerada, mucho más peligroso que los enfrentamientos de la Guerra Fría que dieron forma a la gobernanza nuclear actual.

First published in :

The Conversation

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Farah N. Jan

Profesora titular de Relaciones Internacionales, Universidad de Pensilvania

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