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El espacio en las relaciones internacionales de Asia: una guía sobre tecnología, seguridad y diplomacia en un dominio estratégico

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First Published in: Apr.09,2025
Jun.23, 2025
El espacio es un dominio estratégico, lo que significa que sus usos abarcan realidades civiles y militares, y por lo tanto seguirá siendo de vital interés para todos los Estados. Desde sus inicios, el espacio ha atraído una atención significativa y duradera en los campos del derecho y la política. Abogados, juristas, diplomáticos y analistas de políticas han estudiado el surgimiento e interpretación del régimen jurídico espacial vigente, el cual está centrado en tratados espaciales, resoluciones y actividades multilaterales organizadas. [1] Gracias a estos esfuerzos, hoy tenemos una buena comprensión de los marcos de gobernanza, los desafíos que enfrentan y cómo podrían desarrollarse para promover los usos pacíficos del espacio ultraterreste (espacio exterior). Sin embargo, los estudios que aplican la teoría y práctica de las relaciones internacionales a los asuntos espaciales son mucho menos numerosos en comparación con la abundante literatura jurídica y de políticas. Aunque los académicos de las RRII han producido trabajos sobre otras tecnologías emergentes — como drones, armas cibernéticas e inteligencia artificial — el espacio en general sigue siendo un tema poco estudiado. [2] Esto resulta sorprendente, ya que la infraestructura crítica del espacio sostiene a las economías, fuerzas armadas y sociedades modernas de una forma en que ninguna otra tecnología lo hace. El espacio se encuentra en la intersección de prácticamente todas las fuerzas políticas, económicas y sociales que han sido y seguirán siendo de interés para los Estados. El dominio espacial no está al margen de las “duras realidades de la política”; [3] de hecho, sigue reflejando casi todas las características de la política global en juego: ideología, nacionalismo, ayuda, integración, división y seguridad, por ejemplo. [4] Utilizando la lente de los Estados y sus intereses nacionales, este simposio es uno de los primeros esfuerzos integrales en combinar perspectivas de las RRII, estudios espaciales y la historia, política y economía de Asia – una región que alberga las potencias espaciales soberanas más dinámicas, ambiciosas y competentes de la actualidad. Junto con China, Japón, India y Corea del Norte, Corea del Sur ha ascendido rápidamente como otro actor decidido, que está aprovechando sus capacidades industriales, alianzas y redes para posicionarse en la competencia en desarrollo de la nueva carrera espacial. Australia y Nueva Zelanda, así como otros países del sur y sureste asiático, también han mostrado desde hace tiempo actividades espaciales emergentes y ambiciones crecientes. [5] Estos desarrollos ocurren en un momento en que tanto Estados Unidos como China lideran dos regímenes espaciales distintos que se extienden más allá de los asuntos territoriales hacia la órbita terrestre baja (LEO, por sus siglas en inglés) y los cuerpos celestes. [6] Lo que los Estados están haciendo en las relaciones internacionales del espacio — con quién, por qué y cómo — afecta las perspectivas de guerra y paz. Una señal de la importancia del espacio en medio del flujo geopolítico contemporáneo se refleja en la Declaración Conjunta de Camp David de agosto de 2023, en la que Estados Unidos, Corea del Sur y Japón buscan fortalecer los diálogos trilaterales sobre seguridad espacial. [7] Este ensayo guía a los lectores a través de los desarrollos en el dominio espacial y las formas en que se conectan con la teoría y la práctica de las RRII. La primera parte examina la idea de las RRII del espacio en su nivel más general y presenta las tres principales tendencias que están moldeando su evolución actual: democratización, comercialización y militarización (DCM). La segunda parte se centra luego en analizar el lugar que ocupa Asia en este panorama, basándose en la herencia intelectual de los debates clave en el campo, así como en los hallazgos de este simposio. La tercera parte extrae algunas conclusiones temáticas que probablemente serán de interés para quienes elaboran políticas, estrategias y diplomacia espacial.
El espacio siempre ha estado – y seguirá estando por mucho tiempo – enmarcado dentro de la teoría de las relaciones internacionales, que se ocupa principalmente de ofrecer explicaciones alternativas sobre la competencia y la cooperación. [8] El enfoque paradigmático o teórico que los analistas aplican al espacio – como el realismo, el liberalismo, el constructivismo, entre otros – tiene consecuencias para las relaciones entre y dentro de los Estados. [9] Los politólogos están cada vez más interesados en la teoría y la práctica de las RRII del espacio, así como en comprender las implicaciones para la colaboración, la competencia, el liderazgo y la diplomacia en el mundo real. [10] Esta sección ofrece una guía sobre los principales actores y las tendencias de la nueva carrera espacial en la que buscan posicionarse.
En el futuro previsible, los asuntos del espacio ultraterrestre seguirán estando arraigados en la geopolítica terrestre, y esto requerirá un enfoque centrado en quienes elaboran políticas, estrategias y diplomacia. Nada de esto es nuevo. El espacio no pudo escapar de las “rivalidades políticas de este mundo” durante la antigua carrera espacial; y la idea de que los líderes estadounidenses no tuvieron otra opción desde finales de la década de 1950 más que “dar cabida a todas las posibilidades hablando de idealismo y actuando con realismo” se aplica con igual fuerza a las complejidades de la toma de decisiones en la actual carrera espacial. [11] Las RRII del espacio tratan sobre actores, sus motivaciones y las consecuencias de sus acciones para la estabilidad en, a través de, y en el nexo del espacio. Este enfoque general de las RRII del espacio desvían la atención de debates teóricos improductivos y reduccionistas, fomenta el eclecticismo analítico y privilegia un enfoque pragmático, relevante para las políticas y centrado en los problemas. [12] Además, este enfoque sitúa las acciones y la agencia en circunstancias conocidas, permanece atento tanto a los procesos materiales como ideacionales a lo largo del tiempo, considera las idiosincrasias situacionales y está alineado con los inevitables altibajos de la geopolítica. Francamente, este tipo de pragmatismo ecléctico es necesario en un dominio dinámico en el que académicos y profesionales desean enfrentar desafíos visibles que requieren soluciones concretas. Como en otras áreas, centrarse en los Estados nos permite captar los “cimientos políticos más profundos, la trayectoria, la centralidad y las implicaciones” [13] de los nuevos desarrollos que pueden ser relevantes para la teoría y práctica de las RRII. Incluso cuando los teóricos apoyan, se oponen o son simplemente agnósticos respecto al Estado como unidad de análisis, casi todos deben lidiar con las acciones estatales interactivas tanto a nivel doméstico como internacional. [14] La idea del análisis de políticas espaciales, que dirige la atención a los actores subestatales y a los factores que impulsan la toma de decisiones atravesando niveles de análisis, sin duda enriquece nuestra comprensión de los principales actores más allá de Occidente. [15] Pero en muchos países emergentes en el ámbito espacial, y especialmente en las RRII de Asia, el Estado sigue siendo el guardián del nexo entre lo doméstico y lo internacional. Enfocarse en los Estados también introduce una igualdad en las RRII del espacio, ya que muchos países en desarrollo y emergentes no cuentan con la abundancia de actores legales, comerciales y sin fines de lucro del mundo industrial avanzado que buscan influir en los resultados a través de foros y procesos internacionales. Este centralismo estatal es especialmente relevante en el dominio espacial estratégico, el cual está compuesto en un 95% por tecnologías espaciales de doble uso. [16] En este ámbito, los Estados buscan proactivamente posicionar a sus países en relación con otros, porque su propia dualidad promete beneficios tanto civiles como militares. Esta realidad es reforzada por el régimen legal espacial actual, que privilegia el papel de los Estados como cuestión de derecho internacional público. Así como en la Tierra, también en el espacio son, en última instancia, los Estados quienes respaldan y consumen tecnologías espaciales innovadoras, diseñan estrategias y políticas, y construyen o sabotean la gobernanza de acuerdo con sus intereses políticos y económicos. [17] Nada de esto implica que los Estados sean los únicos actores en el dominio espacial, ni que sus preferencias prevalezcan mágicamente en todos los asuntos de política, estrategia o diplomacia. Más bien, al final del día, son los Estados quienes poseen la autoridad última y final sobre sus ciudadanos, regulando así cómo este colectivo interactúa con sus contrapartes. [18]
La nueva carrera espacial también exige una nueva forma de ver el panorama completo, que equilibre sus principales tendencias sin privilegiar una por encima de las demás. Todos los Estados están navegando actualmente por la intersección de tres tendencias profundamente entrelazadas en la nueva carrera espacial, las cuales plantean preguntas y desafíos novedosos para su propia seguridad: la democratización, la comercialización y la transición de la militarización hacia la franca armamentización (DCM, por sus siglas en inglés). [19] Aunque estas tendencias pueden ser analíticamente distintas, en la práctica son fluidas, no lineales y sinérgicas. Están entretejidas en la estructura misma de las RRII del espacio hoy en día, y si se busca un enfoque centrado en los problemas que conduzca a soluciones aplicables en el mundo real, carece de sentido hablar de estrategia o política respecto a una u otra de forma aislada. Esto tiene implicaciones más amplias para la teoría de las RRII. Una gran variedad de enfoques, conceptos y construcciones teóricas bien debatidas marcan sus dos principales subcampos: la seguridad internacional y la economía política internacional, en todas las regiones del mundo — por ejemplo: guerra, paz, equilibrio de poder, política industrial, interdependencia, gobernanza, normas, diplomacia. Estos constructos teóricos deben reconciliarse con las complejidades del DCM. Hacerlo evita la hipérbole sobre un “futuro predecible y seguro” para organizaciones, sociedades y militares con intereses en el espacio. [20] También fomenta una vigilancia crítica respecto al eje comercialización-militarización que impulsa aventuras en la zona gris del espacio, donde un actor comercial espacial que opere para un rival podría realizar acciones que antes eran exclusivas de operaciones militares estatales. [21] Evita pensar ingenuamente que el comercio espacial está desvinculado de la defensa, o que los activos privados no pueden convertirse en objetivos militares legítimos en medio de la niebla de la guerra. [22] Al momento de aprobar resoluciones de las Naciones Unidas respaldadas por una potencia espacial líder, la forma en que nuevos y antiguos actores se alinean diplomáticamente en términos normativos se ve afectada por sus intereses industriales y políticos en el contexto del DCM. [23] El regreso destacado de la política industrial en Estados Unidos se extiende también a la base industrial espacial, e incluye esfuerzos para fortalecer la resiliencia de sus cadenas de suministro mediante la participación de actores comerciales y no gubernamentales del sector espacial. [24] Como rúbrica analítica, las tendencias del triunvirato DCM, detalladas a continuación, ayudan a los Estados a visualizar las muchas piezas en movimiento e igualmente importantes de la nueva carrera espacial, a conectar acciones y tecnologías de sus contrapartes alrededor del mundo, y a construir una conciencia mucho más equilibrada de las políticas y estrategias necesarias para avanzar en sus propios intereses en medio de todo este dinamismo. En resumen, el triunvirato es un poderoso recordatorio conceptual para todos los Estados de que “la estrategia en el dominio espacial debe ser amplia e inclusiva”. [25] Una de las tendencias del triunvirato proviene de los cambios en la manufactura y accesibilidad, que han abierto — o “democratizado” — el dominio espacial para nuevos participantes. Muchos de los Estados recientemente incorporados han creado agencias espaciales, redactado legislación espacial nacional, apuntado a nichos regulatorios o de manufactura específicos, y firmado acuerdos con socios internacionales y empresas privadas. Junto con el aumento de Estados nación, esta democratización también ha atraído a actores no gubernamentales como startups comerciales, multimillonarios activistas, sindicatos criminales, entre otros, que pueden apoyar o entorpecer los objetivos gubernamentales. [26] Los nuevos actores siguen proliferando en todas las regiones y continentes, con actividades que cruzan las esferas pública y privada, y que afectan las perspectivas de colaboración transnacional de múltiples formas. El año 2023 es ilustrativo de la democratización en la práctica. A mediados de agosto, la nave espacial Crew Dragon de SpaceX llegó a la Estación Espacial Internacional (EEI). [27] Esta fue la séptima misión de rotación de tripulación realizada por SpaceX, una empresa privada estadounidense, y transportó a cuatro astronautas de agencias civiles provenientes de América, Europa, Rusia y Japón. En su misión anterior a la EEI, SpaceX llevó astronautas de la NASA junto con colegas de Rusia y de los Emiratos Árabes Unidos. Más temprano, en mayo, SpaceX utilizó su nave Dragon y su cohete Falcon 9 para lanzar una misión completamente privada de astronautas hacia la EEI, organizada por la empresa Axiom Space, que tiene como objetivo construir la primera estación espacial comercial del mundo; en esa ocasión, llevó pasajeros de Estados Unidos, así como un astronauta y una astronauta del Reino de Arabia Saudita. [28] La democratización también se extiende a la Luna. Con el exitoso y suave alunizaje de India en agosto, otro país asiático, después de China, ostenta ahora el logro de haber llegado a la superficie lunar. [29] Actores privados en Asia también forman parte de este panorama. Aunque un intento de alunizaje realizado en abril por una empresa japonesa privada, ispace, no tuvo éxito, la compañía continúa con su objetivo de transportar cargas útiles tanto gubernamentales como privadas a la Luna. [30] Más relevante aún para brindar certidumbre a las transacciones comerciales fueron algunos pasos que ispace tomó antes del lanzamiento. El gobierno japonés le otorgó una licencia para realizar una transferencia de propiedad “in situ” del regolito lunar a la NASA. Todos estos desarrollos representan un panorama dramáticamente variado, lo cual también plantea desafíos para construir consensos significativos en los años venideros. [31] Una segunda tendencia del triunvirato es la comercialización, impulsada por una nueva generación de emprendedores espaciales. Entre sus innovaciones sin precedentes destacan los cohetes reutilizables y las megaconstelaciones de satélites, promovidas por las llamadas empresas “newspace”, como SpaceX, Blue Origin, Rocket Lab, Amazon, Planet, ICEYE, Blacksky, Axelspace y Synspective. Juntas, estas compañías no solo han transformado las perspectivas de acceso más frecuente y económico al espacio, sino que también han cambiado la visión geoespacial de prácticamente todas las actividades humanas en el planeta, ya sea en tierra o en los océanos. [32] Estos nuevos actores representan competencia para empresas más consolidadas como Boeing, Arianespace, Lockheed Martin, Raytheon, Mitsubishi Heavy Industries, Mitsui y Thales Alenia, por ejemplo. Todas estas corporaciones buscan nichos rentables dentro de la economía espacial global, que según algunas estimaciones alcanzó un mínimo de 384 mil millones de dólares en 2022, y otras cifras la ubican aún más alta. [33] Cabe destacar que la industria satelital actual representa más del 70% de la economía espacial, lo que indica una economía “espacial para la Tierra”, es decir, bienes y servicios espaciales con uso directo en el planeta, como infraestructura de telecomunicaciones e internet, satélites de observación terrestre, satélites militares, entre otros. [34] Esta realidad representó el 95% de los ingresos del sector espacial en 2019. Dada la dependencia de la economía global en los activos espaciales, algunos sostienen que la tesis de la paz comercial podría ayudar a evitar conflictos relacionados con el espacio. [35] Esto también es una buena noticia si el mercado espacial crece, como se proyecta, hasta alcanzar entre 1.1 billones y 2.7 billones de dólares hacia la década de 2040. [36] Sin embargo, existe un debate saludable sobre qué otros segmentos, más allá de la infraestructura de comunicaciones satelitales, podrían escalar en la economía espacial. Además, a pesar de todas las proyecciones optimistas, existe poca información sobre cuáles de las nuevas empresas espaciales privadas respaldadas por capital de riesgo son rentables o tienen posibilidades reales de serlo en el corto plazo. Después de más de dos décadas de operación, fue apenas recientemente que SpaceX — líder en lanzamientos de cohetes y en el negocio de satélites de internet— reportó haber generado 55 millones de dólares en ganancias sobre 1,500 millones en ingresos en el primer trimestre de 2023. [37] En el segmento no satelital de la economía espacial, la búsqueda de nuevos mercados y clientes confiables continúa en todo el mundo. Pero los presupuestos gubernamentales serán clave para la supervivencia de muchas tecnologías, productos y servicios innovadores, cuyas perspectivas de mercado son incipientes, emergentes o simplemente inciertas. Estos incluyen, por ejemplo, el transporte espacial comercial de personas, estaciones espaciales, módulos y hábitats lunares, y minería de recursos espaciales. El presupuesto total destinado a programas espaciales gubernamentales en todo el mundo se estima entre 92.4 mil millones y 107 mil millones de dólares. [38] El gobierno de Estados Unidos lidera el mundo con el mayor presupuesto institucional, que ronda los 55 mil millones de dólares; dejando de lado el presupuesto colectivo de Europa, que asciende a 14 mil millones, los presupuestos individuales que siguen a EE. UU. son los de China (especulativamente, 10 mil millones), Japón (más de 4 mil millones), Rusia (3.5 mil millones) e India (1.96 mil millones). [40] En general, la presencia de actores gubernamentales nos alerta sobre una variedad de consideraciones de economía política teórica que cruzan la geopolítica y la geoeconomía en el dominio espacial [39]: la lógica del centrismo estatal dentro y fuera de Asia para fomentar la innovación, los múltiples impulsores de la comercialización y privatización espacial en todo el mundo, y el entusiasmo por los negocios “newspace” que necesita reconciliarse con las dinámicas de los intereses estatales en los vínculos entre economía y seguridad. La última tendencia en el triunvirato DCM es la militarización que se desliza hacia la armamentización de una tecnología de uso dual. Pero puede que estemos regresando a las raíces históricas de la tecnología espacial, ya que lo que hoy concebimos como de doble uso inició como tecnología militar. [40] Desde cohetes hasta satélites y antimisiles de defensa, las tecnologías espaciales civiles y comerciales pueden transformarse para servir a fines militares o de seguridad nacional. El poder espacial militar de un Estado puede medirse no solo por su gasto total en espacio, sino también por sus capacidades latentes en la infraestructura comercial existente. [41] Muchos actores pueden acceder o desarrollar colaborativamente un amplio espectro de capacidades militares, mientras profesan perseguir objetivos civiles o comerciales válidos, como lanzar cohetes, habilitar comunicaciones satelitales, ampliar la observación terrestre, desarrollar capacidades GPS o reparar satélites averiados. Estas actividades pueden legitimarse como pacíficas y defensivas, pero también pueden utilizarse con fines ofensivos. A medida que más actores se incorporan a las actividades espaciales y que los actores comerciales difunden productos y tecnologías espaciales en todo el mundo, las ambigüedades de las tecnologías de uso dual dificultan cada vez más el distinguir entre un activo espacial y un arma, o entre operaciones espaciales defensivas u ofensivas. Esta fusión del eje comercialización-militarización implica que muchas tecnologías avanzadas, emergentes y disruptivas, relevantes para la defensa y para obtener ventajas frente a rivales, están ubicadas en el sector comercial más que en los complejos militar-industriales; estas tecnologías y capacidades también se distribuyen de forma desigual en las líneas geopolíticas. [42] Dependiendo de sus capacidades financieras y organizativas para adoptar innovaciones, los Estados podrían enfrentarse a escenarios riesgosos en un sistema internacional desfasado respecto a las realidades del poder, donde el equilibrio de poder real difiere drásticamente de la distribución de beneficios. [43] Además, el problema es que todos los activos espaciales son igualmente vulnerables a una variedad de amenazas cinéticas y no cinéticas, que van desde un impacto irreversible de misiles hasta ataques electrónicos y cibernéticos que pueden inhabilitar temporalmente un activo espacial. [44] Como es difícil separar los servicios espaciales militares y civiles, cualquier acción — accidental o intencionada — contra activos militares afectaría inevitablemente a los actores civiles y comerciales. Proteger el acceso al espacio y resguardar las operaciones dentro de él es, por tanto, de interés vital para todos los Estados que ven en el espacio una vía para el progreso nacional. Lamentablemente, ninguna órbita es segura o está garantizada. Esto es especialmente preocupante para Estados Unidos, que es la potencia más dependiente del espacio, y cuyo sistema de comando y control nuclear mundial depende de activos espaciales. A enero de 2023, aproximadamente el 67% de todos los satélites operativos pertenecían a EE. UU., muchos de ellos comerciales. [45] Esta dependencia solo crecerá a medida que las megaconstelaciones lideradas por EE. UU. y otras actividades espaciales se multipliquen. Los accidentes pueden ocurrir, y esta amenaza se agravará conforme las órbitas se saturen con actividades civiles, comerciales y militares. [46] Los desechos orbitales, restos grandes y pequeños de décadas de actividad espacial que viajan a velocidades letales, ya representan peligros conocidos. La EEI a menudo tiene que maniobrar para evitarlos, y los satélites operativos también son vulnerables. Los satélites pueden colisionar accidentalmente, deteriorando o terminando sus funciones; incluso pueden morir personas. Pero la amenaza de ataques deliberados y dirigidos contra la infraestructura habilitada por el espacio no puede descartarse en el actual clima geopolítico. Hay una competencia estratégica cada vez más intensa entre EE. UU. y sus aliados, China y Rusia, por la creación de un nuevo orden mundial. [47] Esto significa también que existen fuertes incentivos para que los adversarios de EE. UU. nieguen su acceso a activos espaciales en tiempos de paz o de guerra, amparándose en ambigüedades del uso dual; así como también existen incentivos para que EE. UU. y sus aliados hagan lo mismo con sus rivales. [48] Con toda probabilidad, todos los países sufrirían en tales escenarios, pero el más afectado sería Estados Unidos, dada su alta dependencia del espacio. Ya se han realizado pruebas cinéticas antisatélite (ASAT) por parte de algunas de las principales potencias espaciales: China (2007), EE. UU. (2008), India (2019) y Rusia (2021), lo que llevó a una declaración de EE. UU. para prohibirlas. [49] En el ámbito no cinético, los ciberataques son una amenaza real y creciente para los satélites y otros activos espaciales, como lo son para cualquier otra infraestructura crítica digitalizada. [50] Muchos aliados clave de EE. UU., como Japón, Corea del Sur y los miembros de la OTAN, reconocen las mismas amenazas y, pensando en una disuasión ampliada, han comenzado a trabajar estrechamente con EE. UU. para reconfigurar arquitecturas y posturas de seguridad en el dominio espacial. La guerra en Ucrania también ha cambiado las percepciones globales sobre la seguridad de la infraestructura espacial crítica, ya que Rusia ha realizado ataques electrónicos y cibernéticos contra sistemas satelitales. [51] Tanto Estados Unidos como sus aliados comprenden que atacar los activos espaciales de EE. UU. afecta su estatus como gran potencia, que es la base de su poder duro y blando, y por eso el espacio seguirá siendo por mucho tiempo un imperativo nacional e internacional. El espacio también es fundamental porque se encuentra en la intersección de prácticamente todas las tecnologías emergentes y disruptivas, como la inteligencia artificial, la computación cuántica y las armas cibernéticas, que pueden afectar potencialmente la ventaja militar de un país sobre otros. [52] Una muestra de la importancia de los sistemas espaciales estadounidenses para las funciones críticas de seguridad nacional y de seguridad interna se refleja en los presupuestos institucionales. A nivel mundial, en 2021, se estima que los presupuestos civiles fueron de aproximadamente 54 mil millones de dólares, mientras que los presupuestos militares alcanzaron unos 38 mil millones. [53] Estados Unidos destaca frente al resto del mundo, independientemente del tamaño exacto de estos presupuestos, al representar casi el 60% de todo el gasto gubernamental global en programas espaciales. El presupuesto militar espacial de EE. UU. se estima entre 30 y 34 mil millones de dólares, significativamente mayor que su presupuesto civil, que ronda los 25 a 26 mil millones. Con la creación de la Fuerza Espacial de EE. UU. y la percepción creciente de amenazas en el espacio, es poco probable que estos patrones cambien, y ello influirá en la evolución de las arquitecturas de seguridad espacial lideradas por EE. UU. a nivel mundial. Más allá de los regímenes orbitales, también hay preocupaciones respecto a los cuerpos celestes, como la Luna, Marte, los cometas y los asteroides. La Luna se ha convertido en un premio prestigioso. Hay una carrera por llevar a los próximos humanos y establecer puestos en ella. Si bien todos los Estados quieren ser naciones espaciales y beneficiarse de la prosperidad y seguridad que el espacio puede habilitar hasta la Luna, la simple verdad es que no todos pueden pertenecer al club de élite de países que tienen la voluntad y las capacidades para lograrlo. [54] La colaboración también probablemente seguirá siendo divisiva en la nueva carrera lunar, ya sea de forma intencional o no. [55] 54 países ya han firmado los Acuerdos de Artemisa, liderados por EE. UU. desde 2020, los cuales contienen principios que rigen la exploración civil del espacio, y que han sido elogiados por su apertura, transparencia y previsibilidad para todos los actores involucrados. [56] Mientras tanto, China ha firmado un memorando de entendimiento (MOU) con Rusia para establecer una estación internacional de investigación lunar, con múltiples objetivos científicos y de exploración, que probablemente se construirá en el polo sur lunar. [57] El polo sur de la Luna es donde tanto China como EE. UU. han delimitado sitios de aterrizaje potenciales a medida que sus nuevos programas lunares comienzan a desarrollarse. [58] También es la región en la que India, signataria de los Acuerdos de Artemisa, fue instrumental en confirmar la presencia de agua y donde logró un suave alunizaje suave antes que cualquier otro país. [59] Aunque ningún analista de relaciones internacionales puede predecir con facilidad cómo la cultura estratégica de un Estado afectará su comportamiento respecto a recursos espaciales o hábitats lunares, sí es previsible que estos desarrollos tendrán un peso importante en el avance del poder nacional y relativo. [60] El complejo militar-industrial de EE. UU. está prestando atención a lo que todo esto significará para el equilibrio de poder en el espacio. El marco LunA-10 representa la búsqueda de la próxima generación de arquitectura lunar integrada a 10 años, que podría catalizar una economía espacial comercial con EE. UU. a la cabeza. [61] Cómo se desarrollen la competencia y la colaboración dependerá de cómo los Estados logren reconciliar las tendencias del triunvirato DCM con sus propios intereses, mientras ellos — y sus contrapartes — dirigen su mirada hacia la Luna. Dado que las tecnologías siempre conllevan incertidumbre y el panorama de aliados y rivales puede cambiar, la diplomacia para la seguridad espacial podría ser más necesaria que nunca, ahora que estas armadas lunares están por zarpar. [62]
La nueva carrera espacial no está ocurriendo en un vacío dentro del estudio y la práctica de las relaciones internacionales de Asia. Tampoco las políticas espaciales regionales están divorciadas de las tendencias del triunvirato DCM (democratización, comercialización y militarización/armamentización), que están transformando las perspectivas para todos los actores en todos los continentes. Existe historia y precedentes intelectuales que nos permiten anticipar cómo los Estados asiáticos se relacionarán con estas tendencias del DCM, lo cual también indica posibles escenarios de conflicto y colaboración, tanto dentro como fuera de la región. Es especialmente importante comprender esta narrativa ahora que Asia cuenta con la mayor concentración de potencias espaciales independientes y autónomas en comparación con cualquier otra región del planeta, lo que la convierte en un eje clave para el futuro de la seguridad espacial. Estas potencias — hasta ahora — también han sido centrales en la configuración de las dinámicas de las RRII de Asia en el mundo: China, Japón, India, Corea del Norte y Corea del Sur.
Primero, algunas aclaraciones. No es el objetivo de este ensayo entrar en polémicas sobre qué es Asia, un término disputado que quizás sea más útil para diferenciarla de la igualmente ambigua idea de “Occidente”. [63] Para los fines de este ensayo, la categoría más útil es la empleada por las Naciones Unidas, que clasifica a los Estados miembros dentro del grupo regional “Asia-Pacífico”. [64] Esto incluye países del noreste, sureste, sur, centro y suroeste de Asia, así como de las islas del Pacífico. Este enfoque nos permite prestar atención no solo a las actividades de las potencias espaciales independientes y autónomas, sino también a las de otros países del Asia-Pacífico más amplio, como Australia, Nueva Zelanda, y varios en el sureste, centro, sur y oeste de Asia, que también están avanzando y posicionándose dentro del marco del DCM. Este amplio espectro probablemente sea lo más útil para comprender los entrelazamientos del dominio espacial en los próximos años. Existe, por supuesto, un cuerpo considerable de conocimiento sobre las RRII de Asia. Tampoco es este el espacio para hacer justicia a los meticulosos trabajos que, durante décadas, han permitido comprender a fondo aspectos clave de las RRII en Asia y representar interacciones a nivel regional, subregional y extra-regional. Algunos trabajos generales nos ayudan a extraer y reflexionar sobre la naturaleza del tema, que sigue resonando en los debates sobre si la geografía de Asia está “propicia para la rivalidad”. [65] En términos generales, los temas incluyen, [66] por ejemplo: fuerzas históricas, políticas y sociales que han dado forma a la región a lo largo del tiempo; la relevancia o irrelevancia de las teorías de RRII occidentales tradicionales; la elaboración de políticas exteriores económicas o de seguridad; los factores que impulsan la integración o rivalidades ante cambios estructurales globales; y los patrones organizacionales e institucionales de gobernanza. Reflejando más de cerca los conceptos y construcciones de las RRII mencionados anteriormente, también hay en las RRII de Asia ideas transversales destacadas, como el rol de los Estados y la política industrial, los vínculos entre economía y seguridad, el tecno-nacionalismo, el regionalismo económico y la interdependencia, las organizaciones e instituciones regionales, el balance de poder, el ‘bandwagoning’, el ‘hedging’, las alianzas y las arquitecturas de seguridad, entre otros. Sin embargo, al igual que en las RRII en general, a nivel regional hay poca integración de las tecnologías espaciales en el entramado más amplio de la política global y regional. En cuanto a trabajos sobre tecnologías específicas en Asia, ha existido una atención prolongada en las capacidades militares convencionales, adquisiciones nucleares y defensa antimisiles, todas las cuales pueden exacerbar dilemas de seguridad. Pero hay menos énfasis en el espacio como tal, aunque sí hay algunos estudios que han contribuido al entendimiento general de potencias espaciales individuales en Asia. [67] Los hallazgos de este simposio, entretejidos con temas de RRII expuestos a continuación, también contribuyen a ampliar estas fronteras del conocimiento con implicaciones para los intereses nacionales, riesgos regionales y estabilidad interestatal. Un caso sólido a favor de una carrera espacial en Asia fue planteado ya en 2012, sin prejuzgar ningún resultado particular sobre la seguridad espacial. [68] En el amplio espectro de actividades espaciales en países del noreste, sureste y sur de Asia, una de las conclusiones en ese momento era que las potencias espaciales emergentes de Asia estaban fuertemente enfocadas en medir avances, seguir ganancias relativas y destacar ventajas nacionalistas frente a rivales regionales. [69] Partiendo de ese estudio como referencia, la pregunta es: ¿qué ha cambiado en cuanto a los Estados asiáticos y sus motivaciones en un mundo que ha retornado a la competencia entre grandes potencias? Su-Mi Lee plantea estas preguntas al inicio del simposio, centrando su análisis en el caso de Corea del Sur: ¿Tomará Corea del Sur — y otros Estados asiáticos — partido en favor de alguna de las grandes potencias que están construyendo bloques rivales en la región? O, como potencia intermedia, ¿Corea del Sur se reposicionará como generadora de agenda, en vez de como seguidora pasiva, y ampliará su propia red de desarrollo espacial, de manera independiente de las grandes potencias, contribuyendo así a los usos pacíficos del espacio ultraterrestre? Jongseok Woo aporta una perspectiva sobre el impacto de la actual rivalidad entre China y EE. UU. en la región Asia-Pacífico, particularmente sobre las decisiones estratégicas de Corea del Sur en materia de seguridad y asuntos militares, así como en sus políticas espaciales. Hay una estrecha conexión entre la política espacial de Corea del Sur y sus intereses económicos, de seguridad y militares en sentido más amplio. Él sostiene que la decisión de Corea del Sur de alinearse con EE. UU. y China en una cooperación trilateral para el desarrollo espacial ha surgido directamente como respuesta a las políticas asertivas y agresivas de China en la región Asia-Pacífico, las cuales también han generado percepciones negativas sobre China entre los surcoreanos.
También existen bloques de construcción materiales e ideacionales que nos dan pistas sobre las formas en que el espacio puede integrarse en las relaciones internacionales de Asia. Estos bloques pueden guiar el trabajo a nivel teórico, iluminar intersecciones con las políticas y tendencias del triunvirato DCM a nivel mundial, generar expectativas distintivas sobre colaboración y estabilidad, y ayudarnos a reflexionar sobre posibles caminos para la política, estrategia y diplomacia en la nueva carrera espacial. Se destacan tres grupos temáticos que pueden ser particularmente fructíferos con estos fines: 1. El Estado y la política industrial, entrelazados con ideas sobre tecnología, vínculos entre economía y seguridad, y geoeconomía. 2. La interdependencia regional compleja, que incluye integración económica, cadenas de suministro y gobernanza institucional. 3. Las arquitecturas de seguridad y alianzas en medio de la dinámica geopolítica alterada por la competencia bipolar entre EE. UU. y China. Todos estos grupos sugieren que separar la seguridad militar y económica de los Estados en la región sería un error analítico y político en la nueva carrera espacial.
Primero más allá de los debates sobre su naturaleza, [70] el Estado en las RRII de Asia sigue vigente y con fuerza. En comparación con otros actores, es improbable que sea desplazado como la entidad soberana preeminente, especialmente en asuntos de transformaciones industriales y tecnológicas. El Estado tiene un linaje distinguido en la región, desempeñando un rol conceptual central en grandes controversias teóricas y de política sobre el desarrollo económico. [71] En cierto momento, ocho economías – Hong Kong, Indonesia, Japón, Corea del Sur, Malasia, Singapur, Taiwán y Tailandia – surgieron de forma prominente en la economía internacional, fenómeno conocido como el “milagro del Este Asiático”. [72] En el centro del debate estaba el papel del Estado, y si sus intervenciones en el mercado fueron decisivas para lograr esas transformaciones industriales y económicas. Las configuraciones institucionales internas de estos países “nuevamente industrializados” también llamaron la atención por las razones que explicaban su éxito en la implementación de políticas industriales. [73] Todo esto coincidió con un nuevo pensamiento sobre los méritos del libre comercio, en el que se mostró que políticas comerciales activas podrían favorecer a ciertos países frente a sus competidores, especialmente en industrias de alta tecnología. [74] Al igual que entonces, hoy las industrias de alta tecnología, como la de los semiconductores, se encuentran en el centro del debate sobre la equidad, como en su momento lo estuvo el activismo japonés. [75] Asia está nuevamente en el centro de estas preocupaciones, como ocurre con la cadena de valor global de los semiconductores, que sustenta la producción y el consumo de alta tecnología. Entre 2016 y 2020, 26 economías de Asia y el Pacífico representaron aproximadamente el 84% de las exportaciones mundiales de circuitos integrados. [76] Además, en 2021 representaron aproximadamente el 62% de las exportaciones globales de equipos eléctricos y ópticos. Siempre conscientes de su posición en la economía política global, todo esto sugiere que, para los Estados asiáticos de todo tipo, el “desarrollismo no ha muerto”, que seguir eligiendo sectores ganadores sigue siendo de interés, y que, como ocurrió en otros sectores estratégicos en el pasado, los Estados asiáticos seguirán involucrados en dar forma a las tecnologías espaciales a su favor. [77] Las motivaciones de política industrial han sido claramente un motor del creciente programa espacial de Corea del Sur, y Kristi Govella señala que el gobierno surcoreano ha considerado las oportunidades comerciales al tomar decisiones sobre cómo estructurar su participación en instituciones espaciales regionales. La máxima “país rico, ejército fuerte” permea el panorama intelectual de numerosos trabajos destacados, indicándonos que, para muchos países asiáticos, el camino hacia la seguridad pasa por la tecnología y la economía. Este fundamento económico-securitario se refleja tanto en estudios regionales como en estudios específicos por país. [78] Por ejemplo, los planificadores japoneses han potenciado la ventaja tecnológica de Japón al estimular la interdifusión de aplicaciones civiles y militares, y fomentar un eje militar-comercial. [79] Si bien son conscientes de los compromisos políticos necesarios, el Estado japonés se mantiene firme en su doble objetivo de maximizar su poder militar y su capacidad de negociación mediante herramientas económicas. [80] China, por su parte, es considerada un Estado tecno-securitario – enfocado en la innovación y la maximización de la seguridad – en un momento histórico de bipolaridad en la política mundial, en el cual tanto China como EE. UU. ven el nexo economía-seguridad como un campo de batalla crucial en tiempos de paz. [81] Estos temas también resuenan en la idea de la geoeconomía, definida como “la lógica de la guerra con la gramática del comercio”, aplicable a un mundo de Estados territoriales que buscan la innovación tecnológica no solo por sí misma, sino para maximizar beneficios dentro de sus fronteras. [82] Con temas que hacen eco de obras fundamentales sobre los vínculos entre economía y seguridad, [83] la práctica de la geoeconomía implica el uso de herramientas económicas para defender intereses nacionales y obtener ganancias geopolíticas, mientras se vigila el impacto que podrían tener las acciones similares de otros países. [84] Ya sea que se critique o refine el concepto de geoeconomía, [85] se lo considere relevante o irrelevante para la conducta estatal, o que entre y salga de moda, su esencia sigue resonando en los debates sobre el arte de gobernar dentro de las RRII de Asia. [86] El caso del programa espacial surcoreano es ilustrativo en estas temáticas. Dado que la economía del espacio requiere un compromiso a largo plazo con inversiones masivas, el argumento central de Wonjae Hwang se alinea con la idea del Estado desarrollista. El gobierno de Corea del Sur está asumiendo un rol protagónico en el desarrollo de la industria espacial, y su estrategia geoeconómica se manifiesta en el fomento de asociaciones público–privadas. Mediante la construcción de una estructura de gobernanza sólida en el sector público, la coordinación con socios privados seleccionados, el apoyo financiero y la transferencia tecnológica, el gobierno ha construido fuertes alianzas con empresas privadas en la industria espacial. También existen planes para establecer una institución pública rectora, capaz de hacer planes a largo plazo para el desarrollo espacial, implementarlos y coordinar instituciones relacionadas. Como recién llegado a la carrera espacial, pero a la vez un actor clave en las cadenas de suministro globales de la industria espacial, también analiza cómo Corea del Sur ha promovido asociaciones internacionales con otras potencias espaciales como Estados Unidos, la Unión Europea, India, Australia y los Emiratos Árabes Unidos.
En segundo lugar, las economías asiáticas y su integración en el sistema internacional las convierte en actores fundamentales. Sin embargo, diversos indicadores sugieren que la integración económica regional también es importante. [87] Un índice de cooperación e integración regional, que rastrea y entrelaza dimensiones clave en todas las principales regiones del mundo, merece atención. [88] En 2020, según este índice — en el que valores más altos indican una mayor integración regional — la UE registró un 0.59, América del Norte un 0.49 y Asia-Pacífico un 0.43. Esto coloca a la región asiática a la par de sus pares en la economía política global. A medida que aumentan las preocupaciones sobre la vulnerabilidad de las cadenas de suministro a nivel mundial, también crecerán las fuerzas menos visibles detrás de la fusión económica asiática, que influirán en las estrategias. En 2014, las redes de producción fueron reconocidas como canales para nuevas formas de fricción interestatal — como entre Japón y China — pero aún eran vistas como un refuerzo de los argumentos liberales tradicionales del comercio. [89] Con el tiempo, a pesar de la expansión dramática de las cadenas de suministro globales que involucraron a todos los actores de la región, el fenómeno fue subestimado. Sin embargo, estudios recientes muestran que podrían ser mecanismos de interdependencia más complejos, distintivos y únicos, que incluso pueden afectar las perspectivas de conflicto o cooperación interestatal, tanto dentro como fuera de la región. [90] Su sola existencia complica las declaraciones altisonantes sobre desacoplamiento o reducción de riesgos tanto en la política regional como global. Los Estados de Asia siguen atentos a los acuerdos de comercio e inversión para mejorar sus perspectivas económicas regionales e internacionales. [91] Pese a las críticas sobre esta proliferación institucional, esta atención resalta el peso y las estrategias asiáticas en comparación con otras regiones. Uno de los desarrollos más destacados es la Asociación Económica Integral Regional (RCEP, por sus siglas en inglés), compuesta por 15 miembros, incluidos 10 países de la ASEAN, así como Australia, China, Japón, Nueva Zelanda y Corea del Sur. [92] China y Japón representan aproximadamente el 48% y el 19% del PIB del RCEP, respectivamente. [93] Los indicadores comparativos del RCEP lo colocan por delante de otros acuerdos similares, con un 28% del comercio mundial, 31% del PIB global, y alrededor del 30% de la población mundial. [94] Se considera que su significado económico es considerable, con estimaciones que sugieren que podría generar más de 200 mil millones de dólares anuales para el ingreso mundial y 500 mil millones en comercio global para 2030. [95] La dualidad de la tecnología espacial también crea nuevas dinámicas para las RRII del espacio en Asia. Incluso los acuerdos que técnicamente son sobre comercio pueden considerarse oportunidades para fortalecer alianzas y alterar el contexto de seguridad general. [96] Este enfoque debe tenerse muy presente al analizar la gobernanza espacial regional, la cual se encuentra incrustada en marcos jurídicos y normativos internacionales más amplios. El grado de densidad institucional en un área temática — como la existencia de reglas o regímenes previos — puede condicionar el tipo de diplomacia que países como China adoptan en proyectos que van desde estaciones espaciales hasta estaciones de investigación lunar. [97] También afecta cómo países como Japón pueden usar estructuras institucionales como mecanismos de tranquilidad política en la región. [98] Actualmente, dos instituciones asiáticas marcadamente diferentes marcan el panorama diplomático para la colaboración y competencia regional a lo largo del tiempo: la Organización Regional del Espacio Asia-Pacífico (APSCO), liderada por China, y el Foro de Agencias Espaciales de Asia-Pacífico (APRSAF), liderado por Japón. [99] Asia también supera a otras regiones con dos instituciones adicionales centradas en el espacio: el Centro para Ciencia, Tecnología y Educación Espacial en Asia-Pacífico (CSSTEAP), liderado por India, y el Centro Regional para Ciencia, Tecnología y Educación Espacial en Asia-Pacífico, liderado por China. Kristi Govella argumenta que estas instituciones han sido moldeadas por dinámicas geopolíticas más amplias en la región, y que actores espaciales emergentes como Corea del Sur seleccionan cuidadosamente cómo participar en estas instituciones regionales, basándose en factores económicos, de seguridad e institucionales. También sostiene que la diplomacia con instituciones espaciales regionales puede complementar las alianzas de seguridad de los Estados y fortalecer sus relaciones con socios estratégicos afines. Los futuros patrones de cooperación regional continuarán dando forma y siendo moldeados por la complejidad no jerárquica de los regímenes internacionales en el dominio espacial. [100] Las trayectorias actuales sugieren escenarios en los que los enfoques a la carta de los Estados afectarán la integridad de las leyes y procesos espaciales multilaterales cooperativos existentes.
En tercer lugar, existen evidencias de expectativas sostenidas según las cuales el ascenso económico de Asia conduciría al aumento de capacidades militares y modernización. [101] El grupo compuesto por Asia y Oceanía destaca en este sentido. [102] En 2022, esta región representó alrededor de 575 mil millones de dólares en gasto militar, siendo China, Japón y Corea del Sur responsables del 70% de esa cifra. Este monto es solo superado por América del Norte, con más de 900 mil millones en gasto militar, gran parte del cual corresponde a Estados Unidos. Las estimaciones entre 2018 y 2022 también sugieren que Asia y Oceanía representaron el 41% del volumen global total de armamento mayor, la proporción más alta frente a otras regiones; y con un 11% del total, India se posiciona como el mayor importador de armas del mundo. Todo esto debe entenderse dentro del contexto político de una región que contiene las rutas marítimas más transitadas del mundo, nueve de los diez puertos más grandes, siete de los ejércitos permanentes más numerosos y cinco naciones nucleares declaradas. [103] La región también está marcada por una competencia bilateral de seguridad cada vez más intensa entre EE. UU. y China, que incrementa el riesgo de una escalada involuntaria de hostilidades, entrelazando capacidades convencionales, nucleares y espaciales. [104] Estados Unidos ha declarado explícitamente que considerará el uso de armas nucleares en caso de cualquier tipo de ataque estratégico no nuclear “significativo” contra sus fuerzas nucleares o las de sus aliados, así como contra sus capacidades de comando, control, alerta y evaluación de ataques, cuyos nodos dependen del espacio. [105] Creyendo que EE. UU. busca reducir el umbral para el uso nuclear y así degradar su fuerza convencional, China está respondiendo mediante la expansión y modernización de sus capacidades tanto convencionales como nucleares. [106] Es posible que una nueva carrera armamentista esté en marcha, entrelazando dominios de guerra antiguos y nuevos, como el espacial, y afectando las perspectivas de control de armas y estabilidad estratégica. En medio de estos cambios en posturas y percepciones militares, las arquitecturas de seguridad son importantes y han recibido una atención significativa en cuanto a su origen, forma, consecuencias y transformaciones en las RRII de Asia. [107] Si antes de los años 90, Asia era considerada como “terreno infértil” para las instituciones de seguridad, hoy ocurre todo lo contrario; nuevas instituciones, como el QUAD, se suman a otras más antiguas como el Foro Regional de la ASEAN. [108] Estados Unidos es un actor destacado en la región por su red de alianzas bilaterales, vistas no solo como instrumentos de contención frente a rivales, sino también como instrumentos de control sobre sus aliados. [109] A medida que la visión del espacio como un dominio de combate se incrusta en las arquitecturas de seguridad regionales, aliados formales de EE. UU. como Japón y Corea del Sur están cooperando, conectándose y respondiendo de formas distintivas. [110] También se ven motivados por otras amenazas y dinámicas de seguridad: disputas territoriales, la política norcoreana de misiles y sus supuestas misiones científicas al espacio, las cuales han enfriado las expectativas de estabilidad tanto a nivel regional como global. Asia lidera al mundo en cómo están surgiendo estas transformaciones espaciales dentro de las alianzas, y en cómo podrían afectar las operaciones militares como las de comunicaciones e inteligencia. En la práctica, las alianzas militares lideradas por EE. UU. también funcionan como contratos, en los cuales, además de un compromiso militar, existe un acuerdo sobre el intercambio continuo (y cambiante) de bienes y servicios espaciales. [111] La Alianza EE. UU.–Japón, con sus componentes geoeconómicos y geopolíticos, es la primera alianza bilateral en Asia que se extiende al dominio espacial. [112] Aunque sus fundamentos legales necesitan mayor claridad a la luz del derecho y la política espacial internacionales existentes — así como de los cambios en las posturas nucleares — esta extensión se está concretando con la formación de un nuevo comando subordinado en Japón para la Fuerza Espacial de EE. UU. [113] Pero estos cambios militares también se acompañan de otros: el Estado japonés continúa negociando para entrelazar sus intereses espaciales civiles y comerciales bajo el paraguas de la alianza, por ejemplo, en asuntos relacionados con el GPS o astronautas en la Luna. Una historia similar se está desarrollando bajo la Alianza EE. UU.–Corea del Sur. Como señala Scott Snyder en este simposio, la combinación entre el ingreso de Corea del Sur a los sectores de lanzamiento espacial y satélites, y la emergente competencia geoestratégica entre China y EE. UU., ha hecho posible que ambos países persigan una cooperación bilateral dentro de la alianza. La cooperación espacial dentro de la alianza integra a Corea del Sur en el desarrollo liderado por EE. UU. de normas internacionales para el uso del espacio y fortalece la infraestructura militar espacial de EE. UU. para proteger a Corea del Sur frente a amenazas, mientras apoya sus aspiraciones de largo plazo de ganar un lugar en el sector espacial comercial. También hay implicaciones para el modelo de alianzas “centro y radios” (‘hub-and-spoke’) que EE. UU. mantiene en Asia. Si bien este modelo originalmente no fomentaba la confianza ni la interacción entre cuasialiados, como Japón y Corea del Sur — que no están aliados directamente entre sí, pero comparten a EE. UU. como aliado común —, este modelo podría estar transformándose en el dominio espacial. Tongfi Kim explica que las relaciones Corea del Sur–Japón, tradicionalmente el eslabón más débil en la cooperación trilateral entre EE. UU., Japón y Corea del Sur, han mejorado notablemente desde la toma de posesión del presidente surcoreano Yoon Suk Yeol en mayo de 2022. Dado el creciente enfoque de los tres Estados en la seguridad espacial y el desarrollo geopolítico en Asia oriental, Kim sostiene que la cooperación espacial es una de las vías más prometedoras para institucionalizar la cooperación trilateral.
Los Estados asiáticos no son receptores pasivos en la nueva carrera espacial, sino actores proactivos y de alto perfil que están dando forma a las tendencias del triunvirato DCM (democratización, comercialización y militarización). Estos representan nuevas fuerzas de democratización, lo que abre oportunidades diplomáticas para nuevas alineaciones en la búsqueda de objetivos materiales y normativos. Reconocen que las tendencias sin precedentes en la comercialización del espacio pueden impulsar su base industrial y posicionarlos para la prosperidad económica en esta nueva frontera. Están atentos a cómo la militarización del espacio puede otorgarles una ventaja militar y, llevada al extremo, cómo la armamentización puede arruinar las perspectivas de estabilidad estratégica a nuestro alrededor y por encima de nosotros. Unas cuantas conclusiones clave se destacan: La gravedad de las Relaciones Internacionales del Espacio se ha desplazado hacia Asia Asia lidera a todas las demás regiones del mundo con la mayor concentración de Estados soberanos independientes y autónomos – China, Japón, India, Corea del Sur y Corea del Norte – que poseen algunas de las capacidades más avanzadas en el ámbito civil, comercial y militar del espacio. Estos no actúan al unísono, sino que están guiados por sus propios imperativos nacionales. Junto a Australia y Nueva Zelanda, también se suman una amplia variedad de países del sureste, sur y oeste de Asia, que apuntan a desarrollar capacidades de nicho o a capitalizar sus ubicaciones geográficas estratégicas. El Estado en Asia será el principal tomador de decisiones en la configuración de las actividades espaciales En consonancia con la naturaleza estatal-centrada de las RRII en Asia, tanto las principales potencias espaciales como las emergentes buscarán dar forma y equilibrar las tendencias del DCM de acuerdo con sus propios intereses económicos y políticos. No se dejarán dictar lo que deben hacer, pero podrán ser persuadidas mediante negociación y comunicación. Muchos intentarán aprovechar las tendencias comerciales en el extranjero mientras las refuerzan a nivel doméstico; algunos intentarán mantener un equilibrio en el eje comercialización–militarización, pero unos pocos podrían intentar inclinarlo hacia fines ofensivos. La tecnología espacial de doble uso es otro medio para la riqueza y la seguridad de los Estados asiáticos Todos los Estados asiáticos están interesados en adquirir tecnología espacial, ya sea por vías directas o indirectas, para impulsar su prosperidad y seguridad. Esto es coherente con una tradición intelectual histórica en la región, que sostiene la importancia de mantenerse al día en sectores estratégicos de alta tecnología, los cuales cruzan los beneficios civiles y militares, y que prometen arrastrar a otros sectores económicos consigo. La intersección del dominio espacial con tecnologías emergentes y disruptivas – como la inteligencia artificial, la computación cuántica y la ciberseguridad – también es de vital interés para todos los actores regionales principales. Nuevos patrones de interconectividad podrían disuadir el conflicto espacial El nacionalismo espacial impulsa a las principales potencias espaciales a competir entre sí, tanto dentro como fuera de la región. Pero la continua integración económica – como los flujos de comercio e inversión, cadenas de suministro resilientes y los activos espaciales que las facilitan – también sustenta las perspectivas de compromiso continuo entre todos los actores regionales. Su interrupción preocupa a los Estados asiáticos, como se evidencia en el intento de EE. UU. por asegurar cadenas de suministro críticas para semiconductores a nivel global. Además, las instituciones regionales, tanto formales como informales, que gobiernan las relaciones — incluidas aquellas enfocadas en el espacio — ayudan a rutinizar los compromisos y el intercambio de información entre los Estados. Las alianzas lideradas por EE. UU. en Asia están a la vanguardia de la transformación en alianzas espaciales Las instituciones de seguridad en Asia son importantes para el diálogo constante en la región y para socializar a los actores emergentes sobre las realidades de la nueva carrera espacial. Pero la designación del espacio como dominio bélico — junto con la declaración de EE. UU. sobre la necesidad de proteger las estructuras de comando y control que sustentan la disuasión extendida — ha colocado a las alianzas de EE. UU. con Japón y Corea del Sur en el centro de su transformación hacia alianzas espaciales. Esto podría afectar el modelo de “centro y radios” (‘hub and spoke’), haciendo que los radios también fortalezcan sus vínculos entre sí en el futuro. Sin embargo, mucho dependerá del apoyo político interno sostenido en EE. UU., Japón y Corea del Sur a dichas alianzas y a las transformaciones en los años venideros. Los Estados asiáticos serán decisivos para moldear o dificultar las perspectivas de paz en el espacio ultraterrestre Las capacidades espaciales de los Estados asiáticos los convierten en candidatos ideales para la colaboración a gran escala en el espacio, así como en la Luna y más allá. Desde el punto de vista diplomático, están siendo cortejados en la competencia espacial bipolar entre EE. UU. y China. Las reglas bajo las cuales operan, y quién las redacta e interpreta, tendrán impacto en los patrones de polaridad en las relaciones internacionales del espacio. Algunos Estados asiáticos han respondido adhiriéndose a las interpretaciones lideradas por EE. UU. del Tratado del Espacio Ultraterrestre, en la práctica, por ejemplo, mediante su firma de los Acuerdos de Artemisa. Otros países asiáticos podrían alinearse con el bloque liderado por China y Rusia para participar en la estación internacional de investigación lunar. El cómo se desarrolle esta competencia de poder blando tendrá un efecto directo sobre el estado de derecho en la exploración y uso pacífico del espacio ultraterrestre.
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Saadia M. Pekkanen es profesora titular de la Cátedra Job y Gertrud Tamaki de Estudios Internacionales, directora fundadora del Programa de Derecho, Datos y Políticas Espaciales (SPACE LDP) y directora fundadora del Programa de Investigación de Estrategia, Políticas y Diplomacia (SPDR) de la Universidad de Washington en Seattle.
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