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Defense & Security

La evolución de la doctrina espacial de defensa de EE. UU. bajo la administración de Donald Trump

El presidente Donald Trump anuncia el sistema de defensa antimisiles Golden Dome P20250520JB-0081 (54536146884)

Image Source : Wikimedia Commons

by Vadim Kozyulin

First Published in: Jun.19,2025

Jun.30, 2025

De 2017 a 2021, la administración de Donald Trump transformó radicalmente la política espacial de Estados Unidos al centrarse en la dominancia militar, integrar al sector comercial y abandonar las restricciones previas sobre la militarización del espacio. Se adoptaron nuevos documentos doctrinales, se creó la Fuerza Espacial de los Estados Unidos y se restableció el Comando Espacial de EE. UU. El énfasis se desplazó hacia el desarrollo de capacidades ofensivas, la ciberseguridad y las asociaciones público-privadas. Durante su segundo mandato presidencial (2025–2029), Donald Trump ha impulsado proyectos de defensa a gran escala — en particular, la “Cúpula Dorada de Estados Unidos” — y amplió la participación de empresas privadas en su desarrollo. Esta política incrementa las tensiones internacionales, provoca una carrera armamentista en el espacio y recibe críticas por debilitar los acuerdos internacionales y fragmentar el marco jurídico.

Arquitectura del nuevo orden espacial: principios doctrinales de la administración del 2017–2021

La política espacial de seguridad nacional de Estados Unidos se forma tanto a través de directivas presidenciales como con base en actos legislativos. Las directivas presidenciales permanecen vigentes hasta que son revisadas por el siguiente presidente. Así, actualmente EE. UU. opera bajo un conjunto de directivas emitidas por los presidentes George W. Bush (2001–2009), Barack Obama (2009–2017), Donald Trump (2017–2021) y Joe Biden (2021–2025). Durante su primer mandato, Donald Trump firmó una Política Nacional Espacial actualizada, siete Directivas de Política Espacial (SPD, por sus siglas en inglés), cinco órdenes ejecutivas relacionadas con el espacio, dos estrategias, dos informes y un Memorando Presidencial de Seguridad Nacional (NSPM, por sus siglas en inglés). Su “política espacial” buscaba “revivir el orgulloso legado del liderazgo estadounidense en el espacio”, incluyendo el ámbito de la seguridad nacional, acelerar la exploración de la Luna y Marte, y desarrollar el sector comercial. Esta política se basaba en varias firmes convicciones: Estados Unidos debe seguir siendo la potencia líder en el espacio tanto en los ámbitos científico como comercial; el espacio es un dominio estratégicamente importante para proteger los intereses del país; el espacio debe convertirse en un motor del desarrollo económico nacional; y la obtención de estos objetivos debía apoyarse en la cooperación con empresas privadas y socios internacionales. “Somos una nación de pioneros. Somos el pueblo que cruzó un océano, colonizó un vasto continente, habitó tierras indómitas, y luego miró hacia las estrellas. Esa es nuestra historia y ese es nuestro destino”, declaró Donald Trump. Estas creencias se plasmaron en una serie de documentos doctrinales. El Memorando Presidencial “Directiva de Política Espacial-1” (SPD-1), emitido en diciembre de 2017, fue uno de los primeros pasos de la política espacial de Trump. El documento establecía un rumbo hacia la exploración y uso de los recursos lunares, así como la preparación de misiones a Marte. Para llevar a cabo proyectos tan costosos, el memorando hacía hincapié en la cooperación con entidades comerciales y socios internacionales. En el ámbito de la seguridad nacional, Donald Trump formuló el principio de que Estados Unidos debe mantener la “paz mediante la fuerza” en el espacio exterior. En la “Revisión de la Postura Nuclear” de 2018, aprobada por él, se estableció como objetivo modernizar los sistemas espaciales de inteligencia y comunicaciones para fortalecer la disuasión nuclear. En la “Estrategia de Defensa Nacional” adoptada ese mismo año, se puso el foco en las inversiones para la resiliencia y la restauración de capacidades productivas necesarias para potenciar el potencial espacial del país. En diciembre de 2018 se publicó la “Estrategia de Seguridad Nacional”, en la que el espacio fue definido como una zona de confrontación, marcando un enfoque más rígido en comparación a la postura de Barack Obama, quien solo reconocía amenazas por parte de adversarios. Este documento, junto con la “Estrategia Nacional del Espacio”, subrayó la importancia estratégica del espacio y la necesidad de garantizar la paz mediante la demostración de fuerza. En la nueva Estrategia Nacional del Espacio de 2018, la administración se centró en crear una arquitectura espacial más resiliente, mejorar las capacidades de disuasión y garantizar la seguridad en el espacio. Ese mismo año, bajo el pretexto de una amenaza en el espacio proveniente de China y Rusia, la administración de Trump impulsó la creación de la Fuerza Espacial de los Estados Unidos, que en diciembre de 2019 se convirtió en la sexta rama de las Fuerzas Armadas estadounidenses. Durante el mandato de Donald Trump, también se restableció el Comando Espacial de los Estados Unidos (SPACECOM) como un comando de combate independiente. El SPACECOM, que había existido como una rama militar separada desde 1985 hasta 2002, fue disuelto tras la reorganización posterior a los atentados del 11 de septiembre de 2001. El presidente lo restableció usando sus poderes ejecutivos. En la actualidad, dicho comando es responsable de integrar las capacidades espaciales de todas las ramas militares (gestión de comunicaciones satelitales, inteligencia, navegación y sistemas de alerta de misiles), desarrollar doctrinas y tácticas para la guerra en el espacio, y garantizar la superioridad de EE. UU. en este dominio estratégico. En la actualizada Estrategia de Defensa contra Misiles de 2018, se prestó especial atención a la creación de un sistema multicapa de sensores espaciales y satélites para el seguimiento de amenazas hipersónicas y balísticas — en particular, al sistema satelital denominado “Capa de Sensores Espaciales para el Seguimiento Hipersónico y Balístico” (‘Hypersonic and Ballistic Tracking Space Sensor Layer’) —, el cual proporciona monitoreo continuo de amenazas potenciales y transmisión de datos. Además, la administración de Trump impulsó la transición de grandes sistemas satelitales a una arquitectura más resiliente y distribuida: el sistema de nueva generación ‘Next-Generation Overhead Persistent Infrared’ (‘Next-Gen OPIR’). Otra iniciativa presidencial fue acelerar el desarrollo de una “capa de monitoreo persistente” dentro de la “Arquitectura Espacial Proliferada para el Combatiente” (‘Proliferated Warfighter Space Architecture’), que incluye cientos de satélites capaces de rastrear misiles enemigos en todas las etapas de su vuelo. La administración promovió activamente un modelo de asociación público-privada. La SPD-2, emitida en 2018, buscó simplificar la regulación de las actividades espaciales comerciales, incluyendo la concesión de licencias para lanzamientos y operaciones satelitales. El presupuesto de la NASA también fue orientado hacia el apoyo a empresas privadas mediante contratos y propuestas de asociación. En septiembre de 2020, la administración de Donald Trump aprobó la Directiva de Política Espacial SPD-5, que se convirtió en el primer documento nacional en establecer estándares de ciberseguridad para sistemas espaciales. Esta directiva delineó principios para proteger activos e infraestructura espacial frente a amenazas cibernéticas, incluyendo el diseño y operación de sistemas basados en un enfoque orientado al riesgo, así como la introducción de soluciones de ingeniería que consideren amenazas de ciberseguridad. La directiva enfatizó la cooperación entre agencias gubernamentales y empresas privadas, y exhortó a los operadores de sistemas espaciales a desarrollar planes de protección cibernética que incluyeran medidas para contrarrestar accesos no autorizados, proteger sistemas de comando y telemetría, prevenir interferencias y suplantaciones, y gestionar riesgos en la cadena de suministro. La administración de Trump también buscó fortalecer alianzas internacionales en el sector espacial. Uno de sus proyectos fue los Acuerdos de Artemisa (‘Artemis Accords’), firmados el 13 de octubre de 2020, que establecieron estándares para la exploración de la Luna, Marte y otros cuerpos celestes, incluyendo el registro de objetos, el intercambio de datos científicos y la garantía de seguridad en las misiones espaciales. Un total de 53 países se unieron al acuerdo. Según la investigadora independiente Irina Isakova, el objetivo final de los Acuerdos de Artemisa era atraer tecnologías y formar una nueva comunidad espacial dispuesta a operar bajo reglas estadounidenses. Un cambio notable respecto a las políticas de administraciones estadounidenses anteriores fue el rechazo a las iniciativas multilaterales para limitar la militarización del espacio. La visión del espacio exterior como un nuevo dominio de guerra contradecía el espíritu del Tratado del Espacio Ultraterrestre de 1967. No obstante, Estados Unidos se negó a participar en discusiones sobre nuevos acuerdos internacionales destinados a prevenir una carrera armamentista en el espacio — en particular, las propuestas de Rusia y China para prohibir el emplazamiento de armas en el espacio y evitar su primer uso. En cambio, la administración de Trump se centró en el desarrollo de sistemas orbitales ofensivos, incluidos satélites capaces de inutilizar naves espaciales enemigas. Este enfoque aumentó las tensiones en el ámbito internacional y generó críticas por parte de otros países.

“Paz a través de la fuerza”: un análisis de las iniciativas espaciales (2017–2021)

Durante su primer mandato presidencial, la administración de Donald Trump introdujo nuevas iniciativas dirigidas a fortalecer el liderazgo de Estados Unidos en el espacio, apoyar al sector privado y garantizar la seguridad nacional. Sin embargo, la implementación de estos ambiciosos objetivos dejó un legado mixto para la siguiente administración. El uso del término “superioridad espacial” provocó una respuesta negativa por parte de la comunidad internacional. El impulso de la Casa Blanca hacia la militarización del espacio debilitó la posición diplomática de Estados Unidos — la visión estadounidense del espacio como un “dominio de combate” generó preocupación ante la posibilidad de que la política estadounidense estuviera provocando una carrera armamentista espacial. Las declaraciones sobre el deseo de fortalecer la cooperación internacional a menudo contradecían las acciones reales de la administración, lo que llevó a desacuerdos con aliados y complicó la implementación de planes conjuntos para proteger satélites o desarrollar normas de comportamiento en el espacio. Los documentos doctrinales (como la Estrategia de Defensa Espacial) carecían de una conexión clara entre los objetivos y los medios para alcanzarlos. A diferencia de las estrategias más detalladas de administraciones anteriores, la estrategia de Trump ofrecía solo recomendaciones generales. La iniciativa de crear la Fuerza Espacial resultó bastante costosa y condujo a una excesiva burocratización. Algunas iniciativas enfrentaron limitaciones presupuestarias o retrasos debido a la falta de preparación tecnológica, mientras que los recortes en los programas de ciencias de la Tierra generaron preocupación entre la comunidad científica. En general, los objetivos declarados de exploración pacífica del espacio, la retórica agresiva y las acciones de la administración de Trump socavaron la confianza en Estados Unidos en el escenario internacional.

Evolución de los enfoques en el segundo mandato (2025–2029)

Según analistas estadounidenses y exfuncionarios gubernamentales, en su enfoque doctrinal sobre la política de defensa espacial, la administración de Trump 2.0 se centrará en las capacidades ofensivas y en la integración de proveedores de servicios comerciales en proyectos del Pentágono. El principal obstáculo para los proyectos espaciales del presidente será el tema del financiamiento. Una de las iniciativas clave de Donald Trump durante su primer mandato fue la promoción de la idea de formar una Guardia Nacional Espacial (‘National Space Guard’, NSG) como componente de reserva para apoyar a la Fuerza Espacial de Estados Unidos. En ese momento, la idea no recibió apoyo. En marzo de 2025, se presentó al Congreso un proyecto de ley para establecer la NSG. Uno de sus autores, el senador Mike Crapo, declaró que “los miembros de la Guardia y los reservistas suelen ser individuos altamente especializados y capacitados, encargados de enfrentar amenazas serias planteadas por actores globales como China y Rusia.” El 27 de enero de 2025, el presidente Donald Trump firmó una orden ejecutiva para crear la “Cúpula de Hierro de Estados Unidos”, que incluye componentes terrestres, aéreos, marítimos y espaciales, incluyendo misiles interceptores orbitales. Apenas un mes después, la ambiciosa iniciativa fue renombrada como “Cúpula Dorada de Estados Unidos”. El sistema está diseñado para proteger a todo el país de todo tipo de amenazas misilísticas. Las disposiciones generales de la orden recuerdan estrechamente al plan de la Iniciativa de Defensa Estratégica del presidente Ronald Reagan en la década de 1980. • Creación de un robusto sistema para interceptar y atacar misiles enemigos durante su fase de lanzamiento e incluso antes del despegue; • Despliegue en el espacio exterior de sistemas interceptores equipados con láseres para destruir armas nucleares enemigas; • Despliegue de interceptores en diversas órbitas; • Construcción/despliegue de una infraestructura terrestre global; • Protección de activos e infraestructuras críticas dentro del marco del concepto de disuasión extendida; • Modernización de los sistemas de defensa aérea en el campo de batalla para proteger las formaciones militares en tierra; • Establecimiento de un ciclo completo y autónomo de producción de todos los componentes del “escudo” exclusivamente dentro de Estados Unidos, garantizando la seguridad de la industria de defensa y la logística para la producción de interceptores y sistemas de rastreo actualizados y avanzados. Además de la clara analogía con la Iniciativa de Defensa Estratégica (SDI, por sus siglas en inglés), el programa actual también refleja la evolución de las tecnologías militares — como el uso de sensores hipersónicos (‘Hypersonic and Ballistic Tracking Space Sensor Layer’) y redes satelitales como la Next-Gen OPIR, las cuales proporcionan monitoreo continuo. Se prevé que el sistema sea producido completamente en Estados Unidos. Sin embargo, Kari Bingen, exsubsecretaria adjunta de Defensa para Inteligencia y Seguridad durante la primera administración de Trump y ahora investigadora en el CSIS, cree que la nueva administración buscará una cooperación estrecha con Israel en el ámbito espacial. Aunque la parte técnica y financiera del proyecto genera escepticismo entre expertos, el programa de la Cúpula Dorada para Estados Unidos podría dar lugar a una mayor participación de empresas privadas en el desarrollo y producción de componentes del sistema de defensa antimisiles, estimular la base industrial de defensa estadounidense y, en última instancia, contribuir a una revisión de la estrategia nacional de defensa orientada a ganar la carrera armamentista y lograr una invulnerabilidad estratégica. Al mismo tiempo, según el informe de diciembre de 2024 titulado ‘Government Space Programs: A Comprehensive Review of Government Space Strategies, Activities, and Budgets through 2033’ de NovaSpace, el 59% del financiamiento gubernamental mundial para programas espaciales proviene del presupuesto de EE. UU., aunque Washington sigue insatisfecho con el nivel actual de financiamiento. La Casa Blanca apuesta por fomentar la participación de capital privado y socios extranjeros en los programas espaciales. En un debate celebrado durante el ‘Small Satellite Symposium’ el 5 de febrero de 2025 en California, se destacó la fuerte competencia por contratos gubernamentales entre contratistas tradicionales del programa espacial (Lockheed Martin, Northrop Grumman, L3Harris, Raytheon Technologies, Millennium de Boeing, General Dynamics) y varios nuevos consorcios (Palantir Technologies y Anduril Industries, OpenAI y SpaceX). En el sector espacial, Estados Unidos no solo tiene ventajas tecnológicas y financieras sólidas, sino también una gran capacidad competitiva. El equipo de Trump 2.0 incluye a varias figuras destacadas con intereses profesionales o comerciales en el espacio: Elon Musk, propietario de SpaceX y Tesla; Jared Isaacman, administrador de la NASA, director ejecutivo de Shift4 Payments y Draken International (que entrena pilotos de la Fuerza Aérea de EE. UU.); Steve Feinberg, candidato a subsecretario de Defensa y fundador de Cerberus Capital Management; Tom Krause, secretario adjunto del Tesoro y director de Cloud Software Group; Jeff Bezos, asesor de los consejos de coordinación espacial y fundador de Blue Origin, entre otros. El reciente conflicto entre Donald Trump y Elon Musk, a pesar de su resonancia pública, no ha tenido un impacto sistémico en la estrategia de la administración respecto al sector privado. La NASA declaró oficialmente su intención de continuar implementando las prioridades espaciales del presidente, utilizando toda la gama de socios industriales. Cualquier posible retraso táctico derivado de conflictos corporativos se compensa con la fuerte competencia y la diversificación de contratistas. El programa emblemático de la NASA, los Acuerdos de Artemisa, podría experimentar un cambio de prioridades. Su crítico más abierto, Elon Musk, ha sostenido de forma constante que EE. UU. debería abandonar la exploración lunar y centrarse en Marte. Existe la posibilidad de que el ‘Space Launch System’ (SLS), el vehículo de lanzamiento superpesado para misiones tripuladas más allá de la órbita terrestre, sea cancelado o modificado sustancialmente. Las funciones clave podrían pasar a empresas privadas como SpaceX o Blue Origin, siendo la nave ‘Starship’ de SpaceX el pilar de las ambiciones marcianas. Esto se refleja en los recortes presupuestarios y de personal: Boeing, contratista principal del SLS, ya ha anunciado posibles despidos. El futuro de los Acuerdos de Artemisa dependerá de las decisiones de la administración de Trump, de la influencia del sector privado y del respaldo del Congreso.

Invitación a una carrera armamentista espacial

Los enfoques doctrinales de la actual administración del presidente de Estados Unidos están transformando el espacio en un verdadero teatro de operaciones militares, donde el país busca establecer su dominio mediante una combinación de herramientas militares, comerciales y regulatorias. Durante su primer mandato, Donald Trump sentó las bases institucionales de esta estrategia; en su segundo mandato, está lanzando una nueva fase cualitativa de militarización. La Estrategia Nacional Espacial de 2018, con su énfasis en la construcción de una arquitectura espacial a gran escala, marca el giro hacia el concepto del “espacio como un dominio de combate”. El programa de la Cúpula Dorada abandona efectivamente el principio de “estabilidad mediante vulnerabilidad” y revive la Iniciativa de Defensa Estratégica (SDI), que en los años 80 socavó la estabilidad de la disuasión nuclear y desató una nueva ronda de confrontación. El Programa Artemis contribuye a la fragmentación del marco jurídico e impacta negativamente el régimen establecido por el Tratado del Espacio Ultraterrestre de 1967. Se espera que la agenda “espacial” de Trump militarice aún más el sector civil de la economía, arrastre a los aliados de EE. UU. en todo el mundo hacia proyectos espaciales militares e intensifique la competencia global por frecuencias, órbitas y estándares de ciberseguridad. Estas políticas de la administración de Trump tienen consecuencias peligrosas para la seguridad internacional, incluyendo la intensificación de la carrera armamentista en el espacio, el riesgo de conflictos espaciales y la posible expansión de los arsenales nucleares — especialmente por parte de China.

El nuevo panorama espacial y los desafíos del futuro

La administración de Donald Trump ha revisado radicalmente el enfoque de Estados Unidos hacia el espacio ultraterrestre, transformándolo de un ámbito de cooperación internacional a un escenario de rivalidad estratégica. La creación de la Fuerza Espacial de EE. UU., el lanzamiento del programa de la Cúpula Dorada y la promoción de los Acuerdos de Artemisa representan una trayectoria clara hacia la dominación militar-tecnológica, respaldada por alianzas público-privadas. Estos pasos no solo han impulsado una ola de avances tecnológicos, sino que también han incrementado las tensiones internacionales, incluyendo críticas de Rusia y China, que abogan por prohibir la militarización del espacio orbital, así como fuertes desacuerdos sobre la interpretación del derecho espacial. La era Trump dejará un legado dual: por un lado, innovación y comercialización aceleradas; por el otro, riesgos de fragmentación jurídica y escalada de una carrera armamentista. Bajo Donald Trump, el espacio se está convirtiendo en una parte integral de la estrategia de defensa estadounidense. El futuro de la humanidad en el espacio dependerá de si la administración de la Casa Blanca logra equilibrar su deseo de disuadir a sus competidores espaciales con la disposición a mantener el diálogo. De lo contrario, el espacio cercano a la Tierra corre el riesgo de convertirse en el “nuevo frente de una guerra fría”.

Fuentes

V.P. Kozin. U.S. Space Forces: Their Key Missions and Future Potentials. Moscow: Sabashnikov Publishing House, 2022. 444 pages. ISBN: 978-5-82420-184-0.

First published in :

Russian International Affairs Council (RIAC)

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Vadim Kozyulin

Vadim Kozyulin, Doctor en Ciencias Políticas, Profesor de la Academia de Ciencias Militares de la Federación de Rusia e Investigador Principal del Centro de Estudios Político-Militares de la Academia Diplomática del Ministerio de Asuntos Exteriores de Rusia.

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