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Defense & Security

Rusia y Corea del Norte: estado actual y perspectivas de sus relaciones

La bandera de Rusia pintada en una pared. Cooperación militar entre Rusia y Corea del Norte

Image Source : Shutterstock

by Konstantin Asmolov

First Published in: Apr.27,2024

May.27, 2024

La visita del presidente ruso, Vladímir Putin, a Corea del Norte, o RPDC, que ha estado en discusión desde enero de 2024, no sólo podría percibirse como una visita recíproca tras la visita del líder norcoreano al Lejano Oriente ruso en otoño de 2023, sino también como un paso importantísimo para reforzar las relaciones entre Moscú y Pionyang. Vladímir Putin visitó Corea del Norte en 2020, y junto con la cumbre intercoreana entre Kim Dae-jung y Kim Jong-il en 2000, este fue un evento histórico que permitió a la RPDC superar su aislamiento en política exterior y a Rusia embarcarse en su “giro hacia el Este”. Podría decirse que la visita del presidente ruso a un país que el Occidente Colectivo había tachado como un Estado “paria” fue una demostración de la renuencia de Moscú a sumarse a la condena colectiva del régimen de Pionyang. Las relaciones ruso-norcoreanas han sufrido altibajos debido a la opinión de Rusia sobre la aspiración de la RPDC de unirse al club nuclear. Por un lado, Moscú comprende la postura de Pionyang, pero por otro no la acepta porque podría destruir el orden mundial existente, construido sobre la autoridad de la ONU y la no proliferación de armas nucleares. Moscú ha preferido jugar según las reglas internacionales establecidas, y aunque los diplomáticos rusos y estadounidenses podrían discutir extensamente sobre el alcance de las sanciones tras otro ensayo nuclear o lanzamiento de misiles, la idea de que cada paso dado por la RPDC hacia la obtención de un poder nuclear generaría oposición nunca fue cuestionada. Sin embargo, desde finales de la década de 2000, y más aún desde principios de la de 2010, el mundo ha ido avanzando hacia un nuevo modelo de orden mundial, o, mejor dicho, ha sido una transformación gradual del antiguo. La confrontación entre el “Occidente Colectivo” y el “Sur Global” se intensificó; la ONU y otras estructuras empezaron a convertirse en un sistema de justificación de dobles estándares, perdiendo el papel de árbitro imparcial; y la guerra empezó a hacer su reaparición en la política. En este entorno precario, observamos el malfuncionamiento de los mecanismos aceptados y, aunque los contornos del nuevo orden mundial aún no han sido definidos, muchos elementos de la estructura tradicional de seguridad global están perdiendo su importancia. El espacio político, económico e informativo común está dando paso a la era de los bloques, que, debido a la competencia en el triángulo Rusia-China-EE. UU, afecta inevitablemente al noreste asiático y a la Península de Corea. Mientras tanto, la “OTAN Asiática”, que se estaba formando tras la cumbre trilateral en Camp David, busca justificar su existencia mediante una hipotética alianza entre Moscú y Pionyang o Pionyang y Pekín, posicionada como una alianza de regímenes autoritarios que amenazan la democracia y los valores democráticos. Mientras tanto, esta cooperación es, en el mejor de los casos, poco aprobada y se basa en insinuaciones o hechos que, como máximo, pueden considerarse como pruebas circunstanciales en lugar de pruebas directas. Cabe destacar que la intensificación de las especulaciones sobre algunos acuerdos secretos de armas entre Moscú y Pionyang no comenzó en vísperas de la visita de Kim Jong-un a Rusia. Esta narrativa ha estado presente desde junio-agosto de 2023, en medio del aparente fracaso de la contraofensiva ucraniana, asfixiada por la escasez de municiones, entre otras razones. Por esta razón, la campaña podría ser vista como una presión sobre Seúl para que reconsiderara su política sobre el suministro de municiones y armas letales a Ucrania. En este contexto, una de las opciones para el futuro desarrollo de los acontecimientos es que se cumpla la llamada “profecía autocumplida”, cuando la cooperación entre Moscú y Pionyang se convierta en una respuesta a las acciones de sus adversarios en el marco del “dilema de seguridad”. Las declaraciones norcoreanas de finales de 2023 y principios de 2024 sobre un cambio radical en la política intercoreana y el rechazo del paradigma de la unificación causaron revuelo en los círculos de expertos e incluso se posicionaron como preparativos para una solución forzosa al problema intercoreano, aunque más parecido a un modelo de “coexistencia no pacífica”, algo similar a la confrontación soviético-estadounidense en la época de la Guerra Fría. Mientras tanto, el discurso del presidente surcoreano, Yun Seok-yol, en honor al Movimiento del Primero de Marzo por la Independencia, en 2024, donde declaró que la liberación de Corea sólo se lograría plenamente tras la eliminación de la RPDC, lo cual debería ocurrir con la ayuda de la comunidad internacional, pasó prácticamente desapercibido, aunque en términos de avivar las tensiones regionales, este fue un paso mucho más serio. Como resultados, se espera una revisión más sustancial de la política de Moscú hacia Pionyang a raíz de la visita del presidente ruso a Corea del Norte. Los pronósticos más radicales se refieren a la legitimación de la cooperación militar o militar-tecnológica y, lo que es más importante, la retirada de Rusia del régimen de sanciones internacionales contra la RPDC. Como pasos preliminares en esta dirección, los expertos occidentales se refieren a la posición de Rusia en el Consejo de Seguridad de la ONU, donde primero bloqueó los intentos de Estados Unidos y sus aliados de aumentar aún más la presión de las sanciones sobre Pionyang, y luego, utilizando su veto, paralizó al grupo oficial de expertos que supervisaba formalmente el régimen de sanciones y sus violaciones que, de hecho, no demostró ser más que otro instrumento de presión y descalificación. En este contexto, la retirada de Rusia del régimen de sanciones parece lógica, pero Moscú eta evaluando seriamente los riesgos. Por un lado, está el beneficio de ampliar la cooperación con la RPDC, ya que muchas de sus áreas están actualmente bloqueadas por las sanciones. Por otro lado, están las restricciones a través de la ONU, ya que una situación en la que un miembro permanente del Consejo de Seguridad, que votó a favor de las sanciones, viola abiertamente la resolución correspondiente, claramente se convertirá en motivo para una nueva ronda de presiones. Los argumentos de que Rusia, como agresor, debería ser expulsada de la ONU o privada de su poder de veto se filtran periódicamente al dominio público, y habrá que contar con ellos. Por eso la postura de Rusia se reduce actualmente a que está en contra de nuevas sanciones, pero pretende cumplir las antiguas, aunque partiendo del principio de “lo que no está prohibido está permitido”. Por lo tanto, al hablar de una mayor expansión de la cooperación entre ambas naciones, es necesario dividir esta cooperación en varios niveles de implicación, cuya profundidad dependerá de toda una serie de factores. En primer lugar, el nivel de confrontación entre Rusia y el Colectivo Occidental, la situación regional en el noreste de Asia y en la Península de Corea y, en mucha menor medida, de la situación militar y política en las fronteras de Rusia. No es muy probable que Vladímir Putin y Kim Jong-un firmen de inmediato una serie de documentos “sobre la transición al siguiente nivel”. Más bien, se tratará de desarrollar un plan de acción, donde se establezca de antemano un sistema de cooperación, dependiendo del desarrollo posterior de la situación, con preparativos preliminares en primer lugar. El primer nivel de cooperación implica avances en las áreas de colaboración ya existentes, cuya intensificación es ya claramente visible por el aumento de los contactos entre ambos Estados en determinadas áreas. En primer lugar, se trata de la búsqueda de vías de cooperación económica que no violen las sanciones ni exploten las “zonas grises”, en el mejor de los casos, para evitar acusaciones directas. Esta labor se lleva a cabo, entre otras cosas, a través de una comisión intergubernamental. La intensificación de los lazos económicos, que los expertos occidentales atribuyen a las consecuencias del “acuerdo de armas”, se demuestra indirectamente, ya que estamos hablando del movimiento de barcos con carga desconocida a bordo. En segundo lugar, está el mayor desarrollo de las infraestructuras de transporte y comunicaciones: podemos esperar no solo la construcción de un puente de carretera transfronterizo y la aparición de un servicio regular de ferrocarril, sino también la llegada de las comunicaciones celulares rusas a la RPDC o la conexión de ciertos segmentos de la RPDC a la internet rusa. No se trata de sustituir la intranet existente con algo más, sino de aquellos que tengan el derecho o la capacidad de conectarse a internet lo hagan mejor. Al mismo tiempo, la cooperación de grupos de hackers o la formación de especialistas norcoreanos en este ámbito no será posible en el nivel actual de cooperación, sino solo en el siguiente nivel, donde ambos países serán impulsados por una amenaza común. En tercer lugar, existen perspectivas de cooperación tecnológica. Sin embargo, hasta ahora no hemos hablado tanto de transferir tecnologías militares ofensivas al Norte, sino más bien de satélites norcoreanos lanzados en cohetes portadores rusos, por ejemplo, o de utilizar la capacidad informática rusa para calcular los procesos por los cuales una prueba nuclear será dictada únicamente por una necesidad política en lugar de tecnológica. En cuarto lugar, hay perspectivas de cooperación en el sector turístico, que no está sujeto a sanciones, dado que la RPDC ha estado invirtiendo en intentos de crear infraestructuras adecuadas organizadas según los estándares europeos. Los primeros grupos de turistas ya han empezado a visitar la RPDC, y si el “primer panqué” no sale mal, más turistas acudirán a la RPDC procedentes de Rusia que incluso de China, ya que los chinos no han estado visitando Pionyang con demasiado entusiasmo, a pesar de que el complejo turístico de Wonsan y el complejo modernizado en las Montañas de Kumgang estaban originalmente destinados para ellos. Por último, la cooperación en educación, salud, deportes y cultura es muy importante. Los contactos a nivel de ministros o sus adjuntos son el signo más claro de la intensificación de la actividad diplomática en la primavera de 2024. En el futuro, podría incluso plantearse la saturación de los centros médicos norcoreanos con equipamiento ruso o abrir una sucursal de un hospital ruso en Pionyang con personal médico ruso y equipamiento modernos, diseñado no sólo para rusos u otros extranjeros, sino también para la población local. El siguiente nivel de compromiso implica que Moscú y Pionyang pueden entrar en una cooperación encubierta que viole el régimen de sanciones pero que no desobedezca directamente la resolución de la ONU. En este caso, se trata principalmente de utilizar mano de obra norcoreana, que se ha ganado una buena reputación por su combinación de relación calidad-precio, ausencia de inclinaciones delictivas y relativa invisibilidad no sólo en el Lejano Oriente de Rusia. Algunos funcionarios rusos ya han anunciado su deseo de importar trabajadores de la construcción norcoreanos, por lo que algunos expertos occidentales ya han acusado a los países de organizar tal cooperación con el pretexto de importar estudiantes, por ejemplo, que, según la legislación rusa, tienen derecho a trabajar a tiempo parcial. Otras potenciales áreas de cooperación incluyen el aumento del suministro de energía o de productos prohibidos de doble uso que, sin embargo, se utilizarían con fines pacíficos. En esencia, todo lo que los medios de comunicación occidentales y los expertos tendenciosos llevan tiempo acusando a Moscú y Pionyang de hacer se haría finalmente realidad en esta fase. El siguiente nivel de compromiso implica que Rusia podría despreciar abiertamente el régimen de sanciones a favor de una cooperación a gran escala con el Norte, incluso en el ámbito técnico-militar. En particular, los trabajadores de la construcción norcoreanos podrían viajar abiertamente al Lejano Oriente ruso en virtud de este acuerdo. En cuanto a la cooperación técnico-militar, las naves rusas empezarían a lanzar satélites con fines duales o militares, además de que Moscú podría empezar a transferir algo útil a Pionyang – más probablemente elementos de tecnología que equipamiento militar. En el caso extremo, podríamos hablar de muestras únicas como prototipos para su posterior localización. Lo mismo puede aplicarse a la transferencia de tecnologías norcoreanas a Rusia, no tanto como suministros directos de armas o armamento, sino más bien como la creación de oportunidades para el ensamblaje a tornillo u otras opciones para crear equipo de clones. Teóricamente, es posible que la RPDC, mientras rearma sus unidades militares y pasa de equipos antiguos a nuevos – por ejemplo, de calibre 152 a calibre 155 –, entregue a Rusia “munición obsoleta”. Sin embargo, estas opciones parecen muy poco probables, porque la posibilidad de un conflicto intercoreano no desaparece, y la experiencia de las Fuerzas de Defensa norcoreanas demuestra lo rápido que se agotan los suministros de munición en tiempos de paz en caso de que se utilicen según los estándares de un conflicto militar a gran escala en lugar de un enfrentamiento local. El último nivel de cooperación, en el que se levantan todas las restricciones, solo puede ser posible en caso de extrema necesidad, como cree el autor; porque está relacionado con un demasiado alto nivel de riesgos asociados. Por lo tanto, a pesar de que algunos representantes del campo patriótico ruso quisieran tomar literalmente la afirmación de que “Rusia y la RPDC están en la misma trinchera”, cualquier opción de internacionalización del conflicto por parte rusa, en opinión del autor, no vale la pena por las consecuencias. En primer lugar, abre la puerta a acciones similares en cualquiera de los dos bandos, lo que podría provocar la aparición de un suficiente número de voluntarios de la OTAN. Segundo, causaría problemas logísticos y de comunicación. En tercer lugar, una parte significativa de la conciencia colectiva rusa percibiría tal paso como una debilidad del Kremlin, al no poder completar el SMO sin ayuda externa. Por eso, el autor cree que es poco probable que las consecuencias de la visita del presidente ruso a la RPDC tengan un impacto rápido y directo en el curso de la operación militar especial. Además, en cualquier caso, la implementación de las decisiones tomadas en la cumbre llevará algún tiempo, y cuanto más extensas sean, más tiempo se necesitará para ponerlas en práctica. Y dada la situación internacional, será difícil separar las consecuencias a largo plazo de la cumbre de la reacción a un posible cambio en la situación actual. En cualquier caso, cuando se produzca la visita de Vladímir Putin a Corea del Norte, será una demostración histórica del nuevo nivel de las relaciones entre ambas naciones y del apoyo diplomático de Moscú a Pionyang. Es muy posible que los acuerdos concretos sean clasificados como secretos, por lo que la “Scheherazade detiene los discursos permitidos”, prefiriendo ocuparse del análisis de los acontecimientos que ya han tenido lugar.

First published in :

The Russian International Affairs Council (RIAC)

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Konstantin Asmolov

 

Investigador líder en el Centro de Estudios Coreanos, Instituto RAS de Estudios del Lejano Oriente, experto de la RIAC

 

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