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Defense & Security

El nuevo orden será con salvaguardias

Rusia contra la Unión Europea, concepto de confrontación nacional, bandera de la Unión Europea contra la bandera rusa, concepto de conflicto de intereses

Image Source : Shutterstock

by Timofey Bordachev

First Published in: Jul.22,2024

Sep.09, 2024

Generalmente se acepta que un orden internacional no es el resultado de acuerdos específicos, sino el producto de un entendimiento común sobre lo que se puede y no se puede hacer en las relaciones entre estados. También generalmente se acepta que todas las potencias importantes deben tener ideas relativamente comunes sobre el por qué reconocen el derecho de las demás a existir y no interfieren en sus asuntos internos. En particular, el fallecido Henry Kissinger escribió mucho sobre esto, sus ideas fueron consideradas el estándar del pensamiento geoestratégico no solo en Occidente, sino también en nuestro país [Rusia]. Sin embargo, los tiempos venideros, aparentemente, requerirán un enfoque más creativo hacia las opiniones establecidas sobre cómo los estados pueden garantizarse mutuamente el respeto por los intereses y valores básicos. Después de todo, es el ataque a éstos lo que siempre se convierte en la causa de conflicto, como nos lo demuestra el ejemplo de la actual confrontación militar-política en Europa. En su discurso ante el Consejo de Seguridad de la ONU, el ministro de Relaciones Exteriores de Rusia, Sergey Lavrov, enfatizó que cualquier acuerdo con Occidente sobre la seguridad europea deberá contener "salvaguardas contra interpretaciones inescrupulosas". Actualmente, es bastante difícil imaginar cómo podrías ser dichas salvaguardas en términos físicos, aunque probablemente los diplomáticos ya tengan ideas sobre este tema. Se puede intuir cuál debería ser la naturaleza de dichos mecanismos. Está claro que los mecanismos deberían estar dirigidos contra las manifestaciones negativas del comportamiento de Occidente. En primer lugar, se trata del deseo de Occidente de crear constantemente amenazas para otros, como parte central del juego diplomático global. Por lo tanto, es necesario limitar la capacidad física para crear tales amenazas. En este caso, las salvaguardas son formas técnicas de garantizar una situación en la que un estado (o bloque) no pueda cambiar su comportamiento a uno hostil ni aprovechar las omisiones en sus propios intereses egoístas. Precisamente no pueda. Porque el "no querer" ya no funciona después, por ejemplo, cuando Finlandia se unió a la OTAN. Y la propia alianza simplemente pisoteó todos los principios formales e informales sobre los que se intentó construir un sistema de seguridad en Europa después de la Guerra Fría. Hemos visto que ninguno de los acuerdos concluidos en ese entonces funcionan. Estados Unidos se retiró unilateralmente de los principales tratados sobre los que se basaba el "rígido" marco de la seguridad europea. La expansión de la OTAN hacia el este, de hecho, la expansión de la base territorial de la presencia militar estadounidense en Europa hizo que todos los acuerdos en el ámbito de las armas convencionales fueran inútiles. Por lo tanto, idear una nueva base legal para la paz en Europa no es una tarea trivial en absoluto. Y queda confiar en la reconocida habilidad de la diplomacia rusa. Es poco probable que un orden universal que convenga a todos sea posible ahora. Siempre ha sido relativo. Sin embargo, en el siglo antepasado, al menos existía una idea general entre las principales potencias sobre los principios en los que debía basarse el orden interno de cada una de ellas. Ahora es difícil pensar que los países occidentales acepten reconocer el derecho de Rusia, China u otros estados a determinar sus propias vidas. Primero, cualquier orden de seguridad será inevitablemente de naturaleza técnica, y no estará basada en un entendimiento común de los desafíos y amenazas. Esto significa que habrá poco espacio para principios y mucho para parámetros específicos sobre cómo Occidente no podrá amenazar los intereses fundamentales de Rusia. Las propuestas de Rusia a finales de 2021 ya contenían un número bastante grande de características de un sistema de seguridad europeo en funcionamiento. Aparentemente, tendrán que volver a ellas una vez que Estados Unidos esté dispuesto a sentarse en la mesa de negociaciones serias. Mucho dependerá de cuán pronto prevalezca en Estados Unidos la comprensión de la imposibilidad de continuar con una política irresponsable. Al menos ahora, en las declaraciones de algunos políticos estadounidenses se percibe la preocupación por el futuro de su país. Veremos hasta qué punto su comprensión, de que las dificultades de EE. UU. están relacionadas con la situación interna, se traduce en decisiones concretas. En segundo lugar, es difícil imaginar que habrá lugar para un concepto como la confianza en futuros acuerdos. Lamentablemente, no está disponible para todos los sistemas políticos, sin excepción. Nosotros mismos vemos cómo los estadounidenses declaran abiertamente que cualquier nueva administración puede revisar fácilmente los acuerdos alcanzados por la anterior. La continuidad de la política está desapareciendo en Occidente, y esto siempre ha sido la base de las relaciones diplomáticas estables. Además, el mundo moderno es extremadamente diverso. La confianza es posible, como en las relaciones entre Rusia y China, en situaciones donde ambas partes comparten una comprensión común de las principales amenazas. Rusia y Occidente no pueden tener esa comprensión común en este momento. Simplemente porque todo el mundo que los rodea representa una amenaza para Estados Unidos y sus satélites. Y hasta que los occidentales puedan adaptarse a la nueva realidad internacional, será bastante difícil tomar sus palabras en serio. Por lo tanto, la confianza en asuntos de seguridad europea debe basarse en la imposibilidad física de que Occidente viole cualquier acuerdo. Y nadie en Rusia duda de que el deseo de hacerlo surgirá periódicamente allí. En tercer lugar, es muy probable que la base legal para la seguridad europea se amplíe. La situación en Europa dejó de ser, hace tiempo, un asunto exclusivo de los propios europeos. Especialmente porque las posiciones de las dos potencias con los mayores arsenales nucleares del mundo, Rusia y Estados Unidos, se encuentran directamente involucradas aquí. Su proximidad indirecta es una preocupación para todo el mundo y tiene poco que ver con los asuntos de Europa. No es coincidencia que las propuestas más adecuadas para poner fin a la confrontación armada en Ucrania estén viniendo actualmente de China, India, Brasil o incluso de países africanos. Los europeos, por su parte, no están preparados para ofrecer nada que refleje la realidad objetiva. Simplemente se dejan llevar por la corriente. En otras palabras, la seguridad en Europa es simultáneamente un problema local y global. La comunidad internacional en su conjunto debe garantizar cómo Occidente cumplirá con sus probables obligaciones. Y finalmente, los aspectos técnicos podrían incluir elementos que no se han utilizado ampliamente en la práctica internacional anteriormente. Por ejemplo, la desmilitarización total o casi total de territorios y de estados enteros. Lamentablemente, la práctica de los últimos 30 años ha demostrado que no todos los estados pueden soportar una carga tan pesada como el derecho a determinar de manera independiente los parámetros de su política de defensa. Las repúblicas bálticas de la ex URSS, Finlandia o la misma desafortunada Ucrania podrían vivir bastante felices si sus élites políticas no se sintieran tentadas a utilizar el conflicto con Rusia para mantenerse en el poder, a pesar de cualquier dificultad económica. Entonces, probablemente tendrían que trabajar mejor en el desarrollo interno, integrarse en la economía mundial y no convertirse en centros de inestabilidad. En otras palabras, los países que no pueden desempeñar un papel independiente en la determinación de la seguridad regional deberían ser liberados de la capacidad física de crear problemas al respecto. Tal vez esa experiencia se vuelva más común en el futuro, al menos porque el riesgo de convertir a los estados soberanos en plataformas de confrontación entre grandes potencias es demasiado grande. Los principales parámetros técnicos y legales del sistema de seguridad europeo aún deben ser ideados por los diplomáticos y acordados por los políticos. Sin embargo, la amarga experiencia ya ha dejado claro que no es posible dejar la situación en un estado de incertidumbre: es demasiado amenazante para la paz y la supervivencia universal.

First published in :

Russian International Affairs Council, RIAC

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Timofey Bordachev

Doctor en Ciencias Políticas, Director Científico del Centro de Estudios Económicos Integrales de la Escuela Superior de Economía de la Universidad Nacional de Investigación, Director del Programa del Club Internacional de Discusión Valdai, Miembro del Consejo Ruso de Asuntos Internacionales

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