Energy & Economics
La competitividad europea en juego: desafíos industriales y tecnológicos

Image Source : Shutterstock
Subscribe to our weekly newsletters for free
If you want to subscribe to World & New World Newsletter, please enter
your e-mail
Energy & Economics
Image Source : Shutterstock
First Published in: May.28,2025
Jun.09, 2025
El 7 de abril de 2025, el Instituto Italiano de Asuntos Internacionales (Istituto Affari Internazionali) y el Instituto Clingendael de los Países Bajos coorganizaron la cuarta edición de la Mesa Redonda Van Wittel/Vanvitelli, que se está consolidando como un evento recurrente clave en el diálogo político entre Italia y los Países Bajos. El encuentro, organizado por ambos centros de estudios, tuvo lugar en la Escuela Italiana de Administración Pública en Caserta (Nápoles, Italia), y reunió a una amplia gama de actores, incluidos expertos del mundo académico, ‘think tanks’, ministerios y la sociedad civil. [1] La mesa redonda de este año se centró en las intersecciones críticas entre innovación industrial, soberanía tecnológica y autonomía estratégica (abierta), destacando la necesidad urgente de fortalecer los vínculos entre estos ámbitos dentro del marco europeo general. Celebrado bajo la Regla de Chatham House y solo por invitación, el evento creó un espacio para intercambios francos y con visión de futuro sobre cómo tanto Italia como los Países Bajos pueden salvaguardar sus intereses nacionales, al tiempo que contribuyen de manera constructiva a la resiliencia colectiva y la capacidad estratégica de la Unión Europea. Uno de los resultados más relevantes de esta edición fue el respaldo conjunto a una propuesta para desarrollar un documento de política bilateral destinado a fortalecer la colaboración entre ambos países, así como a nutrir las iniciativas en curso a nivel de la UE.
El diálogo comenzó con una reflexión sobre los desafíos geopolíticos urgentes que enfrenta la Unión Europea. Los participantes reconocieron en general que las crecientes tensiones entre Estados Unidos y China — incluida una postura estadounidense cada vez más proteccionista, como se vio durante y posiblemente después de la administración de Trump — representan riesgos para el papel de Europa en el orden internacional. La posibilidad de una guerra comercial global, junto con el retiro paulatino de EE. UU. del multilateralismo tradicional, es tanto una amenaza como una llamada de atención para Europa. En los últimos meses, el desafío se ha vuelto particularmente serio, ya que la administración estadounidense ha amenazado en varias ocasiones con imponer altos aranceles a productos de la UE. En lugar de convertirse en un daño colateral de esta rivalidad global, Europa debe tomar medidas activas para fortalecer su posicionamiento estratégico y desarrollar una estrategia para contrarrestar y disuadir la coerción de terceros países. Para alcanzar este objetivo, argumentaron los participantes, es necesario evitar la marginación mediante una mayor cohesión interna, mayor autonomía de proveedores externos y la capacidad de actuar colectivamente en el escenario mundial. En este contexto, hubo un amplio consenso en que las relaciones bilaterales, como la que existe entre Italia y los Países Bajos, pueden servir como bloques fundamentales para fortalecer la capacidad de acción de Europa con claridad estratégica y eficacia operativa. En caso de una guerra comercial global, otra fuente de inestabilidad podría provenir de China. Si el mercado estadounidense cierra sus puertas, China enfrentaría una sobrecapacidad de producción debido a la redirección forzada de bienes que originalmente estaban destinados a la economía estadounidense. En ese escenario, la única opción de Pekín sería inundar Europa con esos productos, lo que saturaría el mercado y afectaría la competitividad europea. Este escenario debe evitarse. La solución pasa por una negociación difícil pero necesaria con EE. UU. para evitar una fragmentación dramática del comercio global. La UE debe actuar con sensatez e intentar convencer a Washington del vínculo existente entre el comercio global, la prosperidad económica y la estabilidad política. La negociación debe partir del reconocimiento de que el comercio transatlántico con Estados Unidos es mucho menor que el comercio interno dentro de la Unión Europea. Por tanto, todos los Estados miembros tienen un interés práctico en mantenerse unidos y hablar con una sola voz ante Washington. La competencia formal y exclusiva que tiene la Comisión Europea en materia comercial, otorgada por los Tratados de la UE, debe ser respaldada políticamente al más alto nivel. Al mismo tiempo, la Comisión y los Estados miembros deben centrarse en: 1. Desarrollar acuerdos bilaterales con países afines en todo el mundo que crean en un comercio abierto y justo; 2. Eliminar las barreras no arancelarias dentro del mercado interno para aumentar la competitividad frente al resto del mundo. Este segundo punto es particularmente importante, ya que la Comisión necesita hacer que el bloque sea más resistente a los shocks externos a través de un conjunto de instrumentos orientados a mejorar la autonomía estratégica dentro de un marco de interdependencia global necesaria. De hecho, la receta para lograr este objetivo ya ha sido identificada en los informes Letta y Draghi, que ofrecen análisis sólidos y lineamientos estratégicos para la política industrial y económica europea. A pesar de estas claras directrices, el consenso entre los participantes fue que la implementación sigue siendo inconsistente debido a la escasa coordinación entre Estados miembros y a la inercia institucional. Se argumentó que el progreso significativo depende de un mayor respaldo financiero, planificación estratégica con visión de futuro y, fundamentalmente, la formación de coaliciones entre Estados miembros afines, especialmente cuando el marco general de la UE resulta insuficiente. Un tema recurrente a lo largo del debate fue el papel evolutivo de Europa como actor global. Si el bloque aspira a algo más que ser un excelente regulador, debe posicionarse como mediador y un verdadero intermediario en un mundo multipolar. Italia y los Países Bajos, con sus sólidos activos institucionales, industriales y diplomáticos, son socios complementarios naturales en este esfuerzo, y pueden ayudar significativamente a avanzar en la agenda europea. Un ámbito obviamente crucial tanto para la Unión como para sus Estados miembros es el futuro de nuestras economías. En este sentido, los participantes insistieron en la necesidad de colocar la política industrial en el centro de la agenda estratégica de Europa. La capacidad de mantener el liderazgo económico, la cohesión social y la vitalidad democrática depende en gran medida de la habilidad del continente para fabricar, innovar y competir. Una serie de desafíos estructurales compartidos — principalmente la asequibilidad energética, el cambio demográfico y la transición digital — deben abordarse mediante estrategias integradas que involucren tanto a actores públicos como privados. La rígida separación tradicional entre la política del sector público y la inversión privada está, por tanto, obsoleta y resulta contraproducente. Los complejos desafíos actuales requieren una acción unificada impulsada por objetivos comunes. La asociación entre Italia y los Países Bajos, en este contexto, fue identificada como un posible núcleo para una nueva ola de pensamiento estratégico a nivel de toda la UE. Estos dos países ya poseen una influencia considerable en distintos sectores y pueden utilizar sus fortalezas complementarias para demostrar el valor agregado de la cooperación bilateral en toda la Unión. Al abordar conjuntamente necesidades urgentes de infraestructura, avanzar en la cooperación en investigación e innovación, y fomentar una integración de mercado más profunda, Italia y los Países Bajos podrían establecer un precedente para otros Estados miembros medianos de la UE. El panel concluyó con un llamado a la acción: redactar conjuntamente un documento de posición detallado, desarrollado en diálogo directo con la Comisión Europea, para definir prioridades compartidas y proponer iniciativas concretas. Este documento de política se enfocaría en áreas clave como las tecnologías avanzadas, la innovación verde, la transición energética y la búsqueda de la autonomía estratégica, sentando así las bases para una Europa resiliente y orientada al futuro. Italia y los Países Bajos, como grandes potencias industriales, pueden hacer una contribución significativa, como ya lo han hecho en el pasado.
La segunda parte del debate se centró en la innovación como piedra angular de la competitividad europea. Aunque hubo un fuerte reconocimiento de la ambición de la UE en esta área, los participantes señalaron importantes debilidades estructurales, en particular la baja inversión en investigación y desarrollo y la fragmentación en la implementación de políticas. Se mencionaron leyes clave como la Ley de Chips y la Ley de Materias Primas Críticas como esfuerzos legislativos importantes, pero cuyo éxito dependerá de una acción coherente en todos los Estados miembros y de la movilización de capital privado y experiencia técnica. Entre los sectores estratégicos identificados para ambos países, la agricultura destacó como un caso especialmente relevante. La agricultura representa tanto un potencial industrial como una necesidad de autonomía estratégica abierta — especialmente en el contexto de desarrollos del comercio internacional como en las negociaciones UE–Mercosur y las demandas de Estados Unidos para abrir los mercados agrícolas europeos. Italia y los Países Bajos son actores clave en este campo. Según datos de Eurostat, Países Bajos está entre los tres principales exportadores agrícolas de la UE, mientras que Italia se sitúa entre los líderes en producción agrícola de alta calidad y es un referente mundial en maquinaria agroalimentaria. Estas ventajas comparativas crean espacio para una cooperación profunda y complementaria. Los participantes subrayaron la necesidad de construir un marco conjunto enfocado en la calidad alimentaria, pruebas de innovación y armonización de sistemas de producción. Se reconoció el liderazgo neerlandés en digitalización e innovación agrotecnológica, mientras que el sofisticado sector de maquinaria de Italia fue considerado crucial para permitir una adopción a gran escala de nuevas tecnologías. De manera importante, la innovación agrícola también se consideró esencial para la adaptación climática. Con la creciente escasez de agua y la reducción de tierras cultivables, los sistemas alimentarios europeos deben evolucionar para seguir siendo viables y resilientes. La transformación digital de la agricultura, a través del uso de tecnologías como el Internet de las Cosas (IoT, por sus siglas en inglés) y soluciones basadas en datos, presenta oportunidades para aumentar la productividad y la sustentabilidad. Sin embargo, también plantea desafíos como la necesidad de garantizar un acceso equitativo a semiconductores esenciales para construir infraestructura digital, y abordar la brecha de habilidades en alfabetización digital. Los semiconductores, en particular, como la columna vertebral del hardware de todos los sistemas digitales, fueron identificados como una capacidad transversal esencial no solo para la agricultura sino también para la política industrial general. Para Italia y Países Bajos, mejorar la capacidad nacional en este ámbito se alinea con el objetivo estratégico de la soberanía tecnológica. Otro tema central abordado fue el relevo generacional en la agricultura. A medida que las poblaciones rurales envejecen, el sector debe volverse más atractivo para personas jóvenes y altamente calificadas. Esto requiere un cambio cultural: replantear la agricultura como una profesión de alto valor y con sentido social. La imagen tradicional del agricultor aislado debe dar paso a una narrativa que resuene con la juventud ambientalmente consciente que ve valor en volver al campo. Sin embargo, este cambio requiere un diseño cuidadoso de políticas que concilie los objetivos ambientales con la sustentabilidad económica. Asimismo, se discutieron estrategias específicas para apoyar a pequeñas fincas, que a menudo carecen de acceso a tecnología avanzada, y para incentivar a los grandes productores a integrar prácticas sostenibles. La prominencia de Italia en maquinaria agrícola ofrece además una vía para el compromiso internacional. Ampliar la innovación hacia países en desarrollo mediante exportaciones de maquinaria y cooperación técnica puede apoyar la seguridad alimentaria global y reforzar el liderazgo europeo. Para cerrar, los participantes vincularon estas reflexiones con el tema general de la seguridad y la defensa europea. La industria de defensa y el ámbito de la ciberseguridad enfrentan problemas similares de dependencia y vulnerabilidad. La autonomía estratégica en estos sectores no se trata solo de acceder a materias primas, sino de asegurar cadenas de suministro completas: desde el diseño y la producción hasta el despliegue. Italia y los Países Bajos están bien posicionados para liderar dentro de un esfuerzo europeo más amplio por asegurar estas infraestructuras estratégicas.
La mesa redonda concluyó reafirmando la centralidad de la dimensión económica para el futuro de Europa. Es necesario que una estrategia industrial clara y sólida vuelva a ocupar un lugar prioritario en la formulación de políticas de la Unión Europea. En ausencia de un marco eficaz de política industrial, demasiadas responsabilidades siguen recayendo a nivel nacional, lo que genera disparidades e ineficiencias. Europa debe pasar de la retórica aspiracional al pragmatismo operativo, invirtiendo de manera decidida en los sectores que sustenten su resiliencia a largo plazo. La cooperación entre los sectores público y privado es esencial. Tanto Italia como los Países Bajos están atravesando transiciones paralelas — digital, ambiental y demográfica — que deben abordarse de manera simultánea, ya que ninguna puede relegarse. El cambio requerirá el reconocimiento de limitaciones sistémicas. Entre las prioridades más urgentes está el costo de la energía, que socava la competitividad industrial en toda Europa. Italia se ve particularmente afectada debido a sus vulnerabilidades estructurales, pero este es un desafío compartido por toda la región. Es necesario reducir drásticamente los precios de la energía y establecer un mercado interno (energético) que funcione plenamente. El declive demográfico plantea un nuevo reto. A diferencia de décadas anteriores, la UE debe ahora proyectar crecimiento en un contexto de disminución poblacional. La única respuesta a este desafío sin precedentes radica en la innovación, el acceso a energía asequible y a una base industrial revitalizada. De ahí el llamado a crear nuevos modelos y marcos económicos capaces de adaptarse a mercados laborales en contracción sin sacrificar el nivel de vida. En última instancia, la Mesa Redonda Van Wittel/Vanvitelli destacó que la UE debe comprometerse de manera proactiva con Estados Unidos para evitar una crisis comercial global y forjar alianzas con actores internacionales afines y complementarios. Con la contribución de dos actores importantes como Italia y los Países Bajos, la Unión Europea puede encontrar nuevos caminos hacia una autonomía estratégica abierta y una prosperidad sostenible a largo plazo.
*Actualizado el 23 de mayo de 2025 Informe de la cuarta edición de la Mesa Redonda Van Wittel/Vanvitelli, organizada en la Escuela Italiana de Administración Pública en Caserta el 7 de abril de 2025 por el Istituto Affari Internazionali (IAI) y el Instituto Clingendael. Documento elaborado en el marco del proyecto “Mesa Redonda Van Wittel/Vanvitelli”. El proyecto contó con el apoyo financiero del Ministerio de Asuntos Exteriores de los Países Bajos, la Unidad de Planificación Estratégica del Ministerio de Asuntos Exteriores y Cooperación Internacional de Italia (MAECI) en virtud del art. 23-bis del Decreto Presidencial 18/1967, y de la Fundación Compagnia di San Paolo. Las opiniones expresadas en este informe son exclusivamente de los autores y no reflejan necesariamente los puntos de vista del Ministerio de Asuntos Exteriores y Cooperación Internacional de Italia ni del Ministerio de Asuntos Exteriores de los Países Bajos.[1] A video of the closing remarks by Antonio Tajani, Italian Deputy Prime Minister and Minister of Foreign Affairs and International Cooperation, and Caspar Veldkamp, Dutch Minister of Foreign Affairs, is available here: https://www.youtube.com/live/mqhfJfW-4s8.
First published in :
Federico Castiglioni es investigador del programa «UE, política e instituciones» del IAI. Anteriormente, trabajó en el Parlamento Europeo como asesor político para eurodiputados y posteriormente como analista político para la consultora Zanasi & Partners. En ambos puestos, se ocupó de la Política Exterior y de Seguridad Común (PESC) de la UE y del desarrollo del Fondo Europeo de Defensa (FED). En 2020, obtuvo un doctorado en Estudios Europeos por la Universidad Roma Tre, presentando una tesis sobre la respuesta de la Unión Europea a los atentados terroristas del 11-S. Ha sido profesor adjunto de «Gobernanza Europea» en la Universidad de Nápoles «L’Orientale» y actualmente imparte clases en la Universidad Link Campus de Roma.
Unlock articles by signing up or logging in.
Become a member for unrestricted reading!