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Defense & Security

La región del Báltico: de la cooperación a la confrontación

Bandera de Rusia y los países bálticos (Letonia, Lituania, Estonia) en una pared de estuco agrietada como símbolo de conflicto y amenazas.

Image Source : Shutterstock

by Igor I. Zhukovsky

First Published in: Jun.18,2025

Jul.07, 2025

Introducción

Las conmociones geopolíticas de la década de 1990 afectaron directamente a la región del Mar Báltico: la URSS colapsó, el Pacto de Varsovia se disolvió y Alemania se reunificó. La lógica del “fin de la historia” introdujo principios completamente nuevos en el orden internacional a lo largo del continente europeo. El comercio, la cooperación económica y político-militar se basaron en objetivos compartidos de desarrollo y en prácticas universales de interacción internacional. Los vínculos comerciales, económicos, culturales, educativos y de inversión crecieron rápidamente en la región del Báltico, lo que ayudó a superar el reciente legado de la confrontación por bloques de la Guerra Fría. Las organizaciones regionales y los formatos de cooperación, aunque no llegaron a crear una nueva identidad “báltica” (una idea propuesta a principios de los años 90), ciertamente establecieron mecanismos operativos para proyectos regionales conjuntos. Estas iniciativas fueron implementadas por países dispuestos a cooperar en beneficio mutuo. Sin embargo, estos formatos y proyectos cuidadosamente construidos demostraron ser frágiles frente a los desafíos globales. El debilitamiento de las instituciones de gobernanza global y el aumento de las tensiones entre el Occidente colectivo y una Rusia resurgente — en lo económico, político y militar — derivaron en una crisis política global. La cada vez más militarizada región del Mar Báltico se convirtió en un centro logístico para rivales estratégicos: Rusia y la OTAN / la UE.

Una región de cooperación

En marzo de 1992, durante una conferencia de ministros de relaciones exteriores de los países del Mar Báltico y de Noruega, se estableció el Consejo de Estados del Mar Báltico (CBSS, por sus siglas en inglés). Los principales impulsores de esta iniciativa fueron el ministro de relaciones exteriores de Alemania, Hans-Dietrich Genscher, y su homólogo danés, Uffe Ellemann-Jensen. La creación de una organización internacional regional común marcó simbólicamente el inicio de una fase de intensa cooperación interestatal en la región, basada en los principios de la Carta de las Naciones Unidas, el Acta Final de Helsinki, la Carta de París y otros documentos de la CSCE. A nivel político, los Estados miembros del CBSS declararon su disposición a actuar conjuntamente en favor del interés común. Confirmaron su compromiso con la cooperación, incluyendo la resolución pacífica de disputas regionales en un espíritu de buena vecindad y asociación. La idea de construir un sistema de organizaciones e iniciativas regionales bajo el paraguas político del CBSS se veía como una solución más eficaz para el desarrollo regional que depender de organizaciones internacionales centradas en asuntos globales y en las múltiples crisis militares y humanitarias de principios de los años 90. Para comienzos del siglo XXI, la región del Báltico contaba con una variedad de proyectos e iniciativas en funcionamiento en distintos ámbitos: desde la regulación del uso de recursos biológicos del Mar Báltico hasta una universidad en línea conjunta (el Programa de la Universidad del Báltico), pasando por una plataforma para la planificación espacial marina (Visión y Estrategias para el Mar Báltico, VASAB, por sus siglas en inglés) y festivales organizados por la Unión de Ciudades del Báltico (UBC, por sus siglas en inglés). Uno de los temas más importantes que requería cooperación práctica entre la Unión Europea y Rusia era el desarrollo de la región de Kaliningrado de la Federación Rusa. Este semi exclave (por su acceso al mar) está separada del territorio principal de Rusia por Polonia y Lituania — países que declararon su intención de unirse a instituciones euroatlánticas, lo cual fue visto por Rusia y Bielorrusia como un movimiento confrontacional. El “rompecabezas de Kaliningrado” consistía en encontrar la mejor estrategia entre Rusia y la Unión Europea para apoyar la vida cotidiana y el desarrollo económico sostenible de la región de Kaliningrado, después de que Polonia y Lituania se unieran a la OTAN y a la UE. Esto trajo consigo restricciones en el tránsito de pasajeros y mercancías, en el comercio y la cooperación energética con los países vecinos, así como en el mantenimiento de la seguridad militar de la región. A finales del siglo XX y principios del XXI, se discutieron pocos escenarios para resolver el “rompecabezas de Kaliningrado”. Una idea que parecía atractiva era el concepto de un “Hong Kong en el Báltico”, pero no tuvo perspectivas reales debido a la falta de voluntad política — tanto de los países vecinos como del gobierno central ruso —. Además, la propia idea de una zona desmilitarizada con acceso abierto a la inversión extranjera y visitantes, y que ofreciera condiciones especiales para los negocios y la gobernanza, no obtuvo apoyo a nivel federal. La idea fue retirada de la agenda desde las discusiones iniciales entre expertos. Es probable que este concepto se percibiera como una posible amenaza de “separatismo gradual”, especialmente en un contexto de creciente descontento regional con el gobierno federal. Otro concepto discutido en paralelo fue el de un “portaaviones terrestre”. Este escenario implicaba una cooperación comercial y económica limitada con los países vecinos, una reducción significativa del flujo transfronterizo de pasajeros y el fortalecimiento del potencial militar defensivo (y en algunas propuestas, ofensivo) de la región. Esto significaba crear un “modelo de isla” para la economía y el sistema energético de Kaliningrado. Desde la perspectiva actual, está claro que este escenario, aunque en su momento parecía poco probable, es precisamente el que se ha implementado. En la década de 1990, un grupo de investigación liderado por el profesor G. M. Fedorov de la Universidad de Kaliningrado propuso la idea de “Kaliningrado como una región de cooperación entre Rusia y la UE”. La propuesta imaginaba a la región como una plataforma para construir redes de cooperación que fortalecieran los lazos económicos (una zona económica libre o especial), políticos (un espacio para el diálogo y las negociaciones), científicos y educativos (desarrollo e internacionalización del complejo universitario), y culturales (creación de un clúster cultural) con la Unión Europea. Esto podría haber contribuido a establecer un nuevo modelo de relaciones internacionales en el Báltico — un modelo de “cooperación entre la UE y Rusia en la región”. La propuesta incluía la recomendación de definir legalmente, a nivel federal, la estrategia de desarrollo de Kaliningrado como una región de interacción intensiva con la UE. Sin embargo, tanto Rusia como la UE percibieron esta idea más como un reflejo del espíritu de la época que como un plan de acción concreto. Su implementación se llevó a cabo sin respaldo legal formal y con escaso entusiasmo político. Cada parte interpretó la idea de cooperación según sus propios intereses — tanto abiertos como ocultos. Al analizar la aplicación del concepto de “región de cooperación”, se hace evidente que fue socavada por los esfuerzos de Polonia y los Estados Bálticos, que, en el contexto de su integración euroatlántica, trabajaron para securitizar casi todas las formas de interacción con Rusia. La adhesión de Polonia y los Estados Bálticos a la Unión Europea el 1 de mayo de 2004 tuvo consecuencias críticas para el panorama regional. Estos nuevos miembros de la UE hicieron de la “Política Oriental” una prioridad de su política exterior, con el objetivo no solo de ofrecer evaluaciones expertas del espacio postsoviético, sino también de influir activamente en la política de la UE hacia Rusia. Este enfoque se alineaba con la interpretación polaca de la Doctrina Giedroyc–Mieroszewski, que planteaba como meta a largo plazo de la política exterior polaca la existencia de Estados postsoviéticos independientes de la influencia rusa. Polonia, los Estados Bálticos y, posteriormente, Alemania, consideraron a la Unión Europea como el principal moderador de la agenda política y económica en la región del Mar Báltico. Esto se reflejó en la elaboración y adopción de la Estrategia de la UE para la Región del Mar Báltico. En el ámbito de la seguridad, confiaron en la OTAN, al tiempo que fortalecían vínculos militares bilaterales con Estados Unidos y desarrollaban sus propias capacidades de defensa.

“Guerra Fría suave” y una región en conflicto

El profesor K. K. Khudoley, de la Universidad Estatal de San Petersburgo, describe las crecientes tensiones entre Rusia y los países occidentales en la región del Mar Báltico como un periodo de “Guerra Fría Suave”. Esta fase se caracteriza por una menor previsibilidad y gobernabilidad de los procesos internacionales, debido a una profunda ruptura entre Rusia y otros actores regionales. En la región del Báltico, el desarrollo de redes de cooperación multilateral y la experiencia acumulada de interacción interregional no lograron actuar como “amortiguadores políticos”. En su lugar, las dinámicas de cooperación regional quedaron definidas por las relaciones de Rusia con la OTAN y la UE. Durante ese periodo, países neutrales como Suecia y Finlandia comenzaron a participar en formas limitadas de cooperación político-militar con países de la OTAN, lo que generó dudas en Rusia sobre la permanencia de su estatus de no alineamiento. En este contexto, el académico Y. M. Zverev señaló con acierto que la idea del Báltico como una región de cooperación con los vecinos occidentales se fue desmoronando gradualmente. Esto fue resultado de contradicciones acumuladas y crecientes tensiones globales, que finalmente llevaron a una ruptura casi total de la cooperación, con la excepción de relaciones comerciales cada vez más reducidas. La exclusión formal de Rusia en 2022 de los formatos de cooperación regional fue precedida por procesos dentro de la OTAN y la UE, destinados a construir mecanismos alternativos de cooperación y fortalecer su presencia política, económica y militar en la región del Báltico. El 12 de agosto de 2008, durante la guerra de cinco días en Georgia, el presidente polaco Lech Kaczyński dio un discurso en un mitin en Tiflis, acompañado por los presidentes de Estonia, Lituania, Letonia y Ucrania. Kaczyński expresó su preocupación por lo que percibía como una amenaza existencial proveniente de Rusia: “Hoy Georgia, mañana Ucrania, pasado mañana los Estados Bálticos y luego posiblemente mi propio país, Polonia.” Desde entonces, Varsovia promovió activamente su visión de la seguridad regional dentro de las estructuras euroatlánticas, haciendo énfasis en la rivalidad con Moscú, a pesar del creciente comercio y los vínculos energéticos entre Rusia y varios países de la UE. Polonia, Lituania, Letonia y Estonia jugaron un papel activo en el desarrollo de la Estrategia de la UE para la Región del Mar Báltico, promoviendo una visión del Báltico como una zona de interés prioritario para la UE. Dentro de este marco, las relaciones con Rusia, Islandia, Bielorrusia y Noruega eran vistas como externas. La Comisión Europea fue considerada como la principal fuente de influencia política y financiamiento para transformar la región y reducir el papel de Rusia en la agenda regional. La adopción de la Estrategia en 2009 marcó un punto de inflexión que debilitó la idea previa de un “mar de cooperación”. Los Estados miembros de la UE en la región priorizaron mecanismos centrados en la UE que, en la práctica, excluían a Rusia, aunque se incluyeran formalmente algunos formatos de cooperación especiales. Es importante destacar que el desmantelamiento de la lógica de una “región de cooperación” y el avance hacia un escenario de conflicto tipo “Guerra Fría suave” fue causado principalmente por factores externos y no regionales: el deterioro del orden mundial dominante, el agravamiento de las tensiones entre la OTAN y Rusia, y la fase aguda de ese conflicto: la crisis de Ucrania. La escalada del conflicto en Ucrania en 2022 convirtió la situación en el Báltico en una zona de confrontación. Rusia fue excluida de casi todos los principales marcos de cooperación — mecanismos que originalmente fueron creados para absorber tensiones, alinear intereses y evitar que las crisis se volvieran irreversibles. El 3 de marzo de 2022, los ministros de relaciones exteriores de todos los Estados miembros no rusos del Consejo de Estados del Mar Báltico (CBSS) y el Alto Representante de la Unión Europea para Asuntos Exteriores adoptaron una Declaración que suspendía la participación de Rusia “hasta que las condiciones permitan una renovación de la cooperación basada en los principios fundamentales del derecho internacional”. El 17 de mayo de 2022, el Ministerio de Relaciones Exteriores de Rusia anunció el retiro del país del CBSS, calificando a la organización como una herramienta de política antirrusa. Un destino similar tuvo la Dimensión Septentrional — otro marco de cooperación altamente efectivo y bien desarrollado. Abarcaba áreas como el medio ambiente, seguridad nuclear, salud, energía, transporte, comercio, investigación, educación y cultura. La Dimensión Septentrional tuvo un impacto real, incluso en cuestiones de seguridad nuclear a escala global. El 8 de marzo de 2022, la UE, Islandia y Noruega suspendieron toda cooperación con Rusia y Bielorrusia en el marco de este programa. Hoy en día, todos los países extranjeros de la región del Báltico apoyan a Ucrania y ejecutan programas nacionales de asistencia política y militar. También participan en iniciativas de la OTAN, la UE y en formatos regionales bálticos. Polonia se ha convertido en un centro logístico clave para el envío de ayuda humanitaria y militar a Ucrania, además de estar fortaleciendo su infraestructura militar e incrementando el tamaño y las capacidades de sus fuerzas armadas. Un hito clave fue la adhesión de Finlandia y Suecia a la OTAN, lo que confirmó la tendencia a la militarización y alineación estratégica de la región en favor de Estados Unidos y la OTAN. En el Concepto Estratégico de la OTAN de 2022, Rusia fue declarada “la amenaza más significativa y directa” para la seguridad de los aliados y del área euroatlántica. Declaraciones similares aparecieron en las estrategias de seguridad actualizadas de Suecia y Finlandia. Dmitry Medvédev, vicepresidente del Consejo de Seguridad de Rusia, declaró que, tras la adhesión de Suecia y Finlandia a la OTAN, el estatus no nuclear del Mar Báltico ya no era relevante. Desde 2022, el Báltico se ha convertido en una región de rápida militarización, con un aumento de las capacidades operativas tanto por parte de la OTAN como de Rusia, especialmente a lo largo de las fronteras compartidas. Para Finlandia, que comparte una extensa frontera con Rusia, unirse a la OTAN representó un cambio significativo en su política de seguridad. Anteriormente, Finlandia mantenía una postura de no alineación, centrada en la defensa nacional y la cooperación con Suecia, mientras mantenía relaciones estables con Rusia. Según el investigador S. V. Andreyev, el debate sobre la OTAN en Finlandia comenzó tras la crisis de Ucrania en 2014, pero en ese entonces no recibió mucho apoyo público. Sin embargo, Matti Pesu, investigador principal del Instituto Finlandés de Asuntos Internacionales, señaló que, aunque Finlandia cooperaba con la OTAN desde los años noventa, los acontecimientos de 2022 provocaron un cambio decisivo en la opinión pública: “La mayoría de los finlandeses apoyó la decisión”. En 2024, el gasto militar de Finlandia alcanzó los €6,800 millones (más del 2.4% del PIB). Suecia define su papel en la OTAN como un garante de seguridad en la región del Báltico. Estocolmo está desarrollando cooperación técnico-militar con Finlandia y Noruega, promoviendo la idea de un mando operativo unificado de la OTAN en el norte de Europa (JFC Norfolk). Suecia también busca construir capacidades de defensa conjunta con los Estados Bálticos, Alemania y Polonia. En sus documentos estratégicos, Suecia identifica a Rusia como la principal amenaza, “apoyada por otros Estados autoritarios como Irán y China”. El 17 de diciembre de 2024, el parlamento sueco aprobó la estrategia nacional de defensa para el período 2025–2030, que contempla un aumento del gasto militar de 122 mil millones de coronas suecas (2.2% del PIB) en 2024 a 186 mil millones de coronas suecas (2.6 % del PIB) para 2030. Para entender la magnitud de la militarización, es importante destacar que en 2024 la OTAN adoptó su primera Estrategia de Implementación de Transformación Digital — un plan integral para modernizar la infraestructura y capacidades digitales de la Alianza. La sección pública del documento resalta la prioridad de la ciberseguridad y la protección de la infraestructura crítica, incluyendo cables submarinos y nodos energéticos. Estas prioridades sientan las bases para crear capacidades de respuesta preventiva ante amenazas, incluyendo escenarios de daño o destrucción de infraestructura submarina en el Mar Báltico en caso de una escalada del conflicto con Rusia. El aumento de la presencia militar de la OTAN en la región ha generado nuevas prioridades en la planificación estratégica, reflejadas en ejercicios a gran escala realizados en 2023 y 2024. El 29 de abril de 2025, el asesor presidencial ruso y presidente de la Junta Marítima, Nikolái Pátrushev, afirmó que la OTAN estaba ensayando escenarios ofensivos cerca de las fronteras rusas — incluyendo la toma de la región de Kaliningrado y el bloqueo del transporte marítimo en el mar Báltico. Algunos expertos consideran que la amenaza de un bloqueo marítimo a Rusia en el Báltico, ampliamente discutido por políticos de la OTAN, no solo es posible, sino realista. Un bloqueo naval de Kaliningrado y San Petersburgo sería visto casi con certeza por Rusia como un ‘casus belli’, con sus consecuencias correspondientes.

Conclusión

A junio de 2025, el Mar Báltico se ha convertido, en la práctica, en una “región de cooperación sin Rusia”. Rusia ha sido excluida de todos los mecanismos regionales de cooperación que siguen funcionando, mientras que la colaboración militar, energética y económica entre los demás Estados de la región y actores extrarregionales (como Estados Unidos y Francia) se ha intensificado. La rápida militarización de la región y la pérdida de su estatus no nuclear están reforzando una tendencia de largo plazo hacia la confrontación. A nivel de planificación militar, los actores regionales se están preparando abiertamente para escenarios de conflicto a gran escala, lo que incrementa las tensiones entre Rusia y la OTAN. La idea de un conflicto de este tipo ya no es impensable: tiene fundamentos estratégicos, y los principales actores de la región se están preparando para ello. Al evaluar la probabilidad de este escenario, es importante comprender que la intensidad actual del conflicto en el Báltico está determinada por las agendas e intereses de corto plazo de los países involucrados. Existe cierto grado de optimismo cauteloso sobre el futuro de la región báltica, basado en la posibilidad de que acuerdos posteriores al conflicto entre Rusia y actores extrarregionales puedan convertirse en un factor clave para definir un nuevo modelo de relaciones internacionales en la región. Sin embargo, las dinámicas políticas globales pueden cambiar rápidamente, revirtiendo potencialmente las tendencias actuales y generar una nueva realidad política que supere la inercia de la planificación militar existente. En el Báltico, aún persiste un sólido legado de redes de cooperación. En toda la región, los vínculos directos entre participantes de proyectos políticos, académicos y cívicos — tanto bilaterales como multilaterales — no han desaparecido. Los países de la región aún comparten intereses comunes objetivos, especialmente en áreas como la protección ambiental y la cooperación económica. Esta experiencia histórica sirve como fuente de optimismo moderado: en un futuro previsible, las relaciones en el Báltico podrían pasar de un estado de “guerra fría suave” y confrontación a uno de cooperación selectiva. Una “paz fría” y una cooperación selectiva estarían claramente más alineadas con los intereses a largo plazo de Rusia en la región del Báltico que lo que sería un escenario de conflicto a gran escala.

Fuentes

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First published in :

Russian International Affairs Council (RIAC)

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Igor I. Zhukovsky

Doctor en Ciencias Políticas, Investigador Principal del Grupo de Investigación Integral de la Región del Báltico, Centro de Estudios de Planificación Estratégica, Instituto Primakov de Economía Mundial y Relaciones Internacionales (IMEMO), Academia Rusa de Ciencias.

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